Nos volveremos a ver

En “Nos volveremos a ver”, el presidente Thomas S. Monson cuenta la historia de una madre que halla paz tras perder a su hijo en la guerra.


 

Hace treinta y ocho años… hablé acerca de un amigo de la infancia, Arthur Patton, que murió cuando era joven… Permítanme hablarles de Arthur. Tenía el cabello rubio, ondulado y una sonrisa muy amplia. Era el más alto de la clase.

Supongo que por eso, en 1940, cuando el gran conflicto que llegó a ser la Segunda Guerra Mundial se extendía por Europa, Arthur pudo engañar al personal de reclutamiento y alistarse en la Marina a los quince años.

Para Arthur y para la mayoría de los muchachos, la guerra era una gran aventura… Su madre estaba muy orgullosa de la estrella azul que adornaba la ventana de la sala ya que indicaba que su hijo llevaba el uniforme de su patria y que servía activamente. Cuando yo pasaba por su casa, ella abría la puerta y me invitaba a entrar para leer la carta más reciente de Arthur…

En marzo de 1944, en pleno furor de la guerra en Saipán, en el Pacífico Sur, el barco fue atacado. Arthur fue uno de los que perdieron la vida en alta mar. La estrella azul se quitó de su lugar sagrado en la ventana de la salay se reemplazó con una dorada, que indicaba que aquel al que representaba la estrella azul había muerto en la batalla. En la vida de la señora Patton se apagó una luz.

Con una oración en el corazón, me acerqué al conocido hogar de los Patton pensando qué palabras de consuelo podrían salir de labios de un jovencito. La señora Patton abrió la puerta y me abrazó como si fuese su propio hijo. Aquel hogar se tornó en capilla cuando una angustiada madre y un inseguro jovencito se arrodillaron a orar.

Al levantarnos, la señora Patton me miró a los ojos y dijo: “Tommy, no pertenezco a ninguna iglesia, pero tú sí; dime, ¿volverá a vivir Arthur?”. De la mejor forma que pude, le testifiqué que Arthur en verdad volvería a vivir… Arthur Patton murió rápidamente; para otros la muerte es lenta. Sabemos por la palabra revelada de Dios que los espíritus de todos los hombres, al separarse de este cuerpo mortal… son llevados de regreso a ese Dios que les dio la vida.

Le expresé a la señora Patton mi testimonio personal… de que Dios nuestro Padre la tenía presente, que mediante sincera oración podía comunicarse con Él; que Él, también tenía un Hijo que había muerto, Jesucristo el Señor; que Él es nuestro abogado ante el Padre, el Príncipe de Paz, nuestro Salvador y Divino Redentor, y que un día lo veríamos cara a cara.