Élder Robert D. Hales

(1932–2017)

Una vida honorable


 

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El élder Robert D. Hales, quien prestó servicio como miembro del Cuórum de los Doce Apóstoles desde 1994 y como Obispo Presidente de la Iglesia desde 1985 hasta que fue llamado a los Doce, falleció el 1 octubre de 2017. Le sobreviven su esposa, Mary Crandall Hales, y sus dos hijos.

Funeral del élder Robert D. Hales.

Élder Robert D. Hales

Cuando el élder Robert D. Hales sirvió como piloto de aviones de combate en la fuerza aérea de EE. UU. durante la década de 1950, los miembros de su escuadrón adoptaron un lema para que los inspirara en sus deberes.

“El lema de nuestra unidad, que se podía ver en el lateral del avión, era: ‘Vuelve con honor’”, relató el élder Hales a los poseedores del sacerdocio en 1990, cuando servía como Obispo Presidente. “Ese lema fue para nosotros un recordatorio constante de nuestra determinación de regresar a nuestra base con honor después de hacer todo lo posible por cumplir con éxito todos los aspectos de nuestra misión”2.

 

Robert Hales sirvió como piloto de aviones de combate en la fuerza aérea de EE. UU. durante la década de 1950. Él fue un ejemplo del lema de su unidad: “Vuelve con honor”, durante toda su vida.

El élder Hales, quien con frecuencia habló de volver con honor, creía que todos los hijos del Padre Celestial podrían beneficiarse en su progreso eterno al aplicar ese lema en sus vidas. Debido a que cada día en la vida es una misión, enseñó: “Tenemos que recordar quiénes somos y nuestra meta eterna de ‘Volver con honor’, con nuestra familia, a la presencia de nuestro Padre Celestial”3.

En sus obligaciones como esposo y padre, ejecutivo de negocios y Autoridad General de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días durante más de 40 años, el élder Hales recordó quién era y actuó consecuentemente. Mediante su fidelidad, su obediencia, su diligencia y su servicio, fue un ejemplo del lema de su escuadrón durante toda su vida terrenal.

Una familia muy unida

Robert Dean Hales nació en la ciudad de Nueva York, EE. UU., el 24 de agosto de 1932, el tercero de los tres hijos de J. Rulon Hales y Vera Marie Holbrook Hales. Robert creció cerca de Long Island, en un hogar centrado en el Evangelio. Sus padres sirvieron en diversos llamamientos de la Iglesia, entre otros, como misioneros de estaca, y cada domingo la familia recorría 32 kilómetros para asistir al Barrio Queens.

“Éramos una familia muy unida”, recordaba el élder Hales. Hablaba del hogar de su niñez como “un hermoso lugar para crecer” y de su familia como “una fuente de fortaleza”4.

Los buenos ejemplos de sus padres se convirtieron en recuerdos que guiaron su vida5. “Vivían el Evangelio, estudiaban las Escrituras y daban testimonio de Dios el Padre y de Su Hijo Jesucristo”, dijo el élder Hales. “También daban testimonio del profeta José Smith”6.

Siendo aún muy joven aprendió que “la clave para fortalecer a nuestras familias es hacer que el Espíritu del Señor more en nuestros hogares”7.

Robert Hales cuando era niño, con su padre, J. Rulon Hales; su madre, Vera Marie Holbrook Hales; su hermano, Gerald; y su hermana, Janet.

Su madre, quien sirvió por más de 30 años en la Sociedad de Socorro, enseñó a Robert a amar y servir cuando lo llevaba con ella a prestar servicio a los pobres y necesitados8. Su padre, artista profesional de la ciudad de Nueva York, enseñó a Robert lecciones duraderas sobre el sacerdocio y la Restauración. En una ocasión, llevó a Robert al río Susquehanna, donde José Smith y Oliver Cowdery habían recibido el Sacerdocio Aarónico de manos de Juan el Bautista. En otra oportunidad, llevó a Robert a la Arboleda Sagrada.

“Allí oramos juntos y expresamos nuestro deseo de ser leales y fieles al sacerdocio que poseíamos”, recordaba. “Más tarde, papá hizo una pintura del lugar donde habíamos orado y me la dio como recordatorio de las promesas que habíamos hecho juntos aquel día. Actualmente está colgada en una de las paredes de mi oficina y me sirve para recordar todos los días la sagrada experiencia y las promesas que hice con mi padre terrenal, así como con mi Padre Celestial”9.

De jovencito, a Robert le encantaba jugar béisbol, llegó a jugar para la Universidad de Utah. Al regresar en el autobús tras su primer partido fuera de la ciudad con el equipo escolar, cuando estaba en noveno grado, se quedó horrorizado con la conducta y el lenguaje de sus compañeros de equipo. Para fortalecer a Robert, su padre le hizo un dibujo de un caballero.

Cuando era joven, a Robert le encantaba jugar al béisbol.

“A medida que él dibujaba y leía de las Escrituras, aprendí cómo ser un fiel poseedor del sacerdocio para proteger y defender el reino de Dios. Las palabras del apóstol Pablo fueron mi guía” (véase Efesios 6:13–17).

Años después, reflexionando sobre esa lección, el élder Hales enseñó: “Si somos fieles en el sacerdocio, recibiremos esa armadura como don de Dios. ¡Necesitamos esa armadura!”10.

El élder Hales aprendió otro importante atributo del ejemplo de su padre.

“Del tierno cuidado que mi padre prodigaba a mi madre y a mi hermana, y a las hermanas de él, aprendí a respetar a la mujer”, declaró. Cuando la madre del élder Hales sufrió una apoplejía, el “cuidado amoroso que [su padre] brindó a su querida compañera” durante los dos últimos años de su vida fueron un ejemplo que nunca olvidó. “Me dijo que era un precio insignificante comparado con los cincuenta años de amorosa dedicación que ella le había dado”11.


Su posesión más preciada

En 1952, durante una visita a casa cuando estudiaba en la universidad, Robert conoció a una joven llamada Mary Crandall, cuya familia se había mudado hacía poco tiempo a Nueva York desde California. Inmediatamente, se sintieron atraídos el uno por el otro.

“Después de conocerla, jamás volví a salir con otra joven”, recordaba el élder Hales12.

Cuando acabó el verano, ambos se marcharon a Utah para volver a clase. Robert asistía a la Universidad de Utah y Mary, a la Universidad Brigham Young, pero no dejaron que la distancia les separara. Poco después que terminó el año escolar, se casaron en el Templo de Salt Lake el 10 de junio de 1953. En los siguientes cinco años fueron bendecidos con dos hijos, Stephen y David.

Robert D. Hales se casó con Mary Crandall el 10 de junio de 1953, en el Templo de Salt Lake. En los siguientes cinco años fueron bendecidos con dos hijos, Stephen y David.

Después de la graduación de Robert en 1954, con un diploma en comunicaciones y negocios, se alistó en el servicio activo en la fuerza aérea, sirviendo como piloto de aviones de combate. Al finalizar su servicio unos cuatro años más tarde, se mudó con su familia de Florida a Massachusetts para cursar una maestría en administración de empresas. En este tiempo que se hallaba exigido al máximo de su capacidad en la Facultad de Administración de empresas de Harvard, fue llamado a servir como presidente del cuórum de élderes. Fue la única vez en su vida que dudó si debía aceptar un llamamiento de la Iglesia.

“Es posible que no apruebe mis estudios si soy presidente del cuórum de élderes”, le dijo a Mary.

Mary respondió con palabras que le ayudarían por el resto de su vida: “Bob, preferiría tener un poseedor del sacerdocio activo que un hombre que posee una maestría de Harvard”. Luego lo abrazó y añadió: “Haremos las dos cosas”13.

Y así lo hicieron.

Al día siguiente, Mary acondicionó una sección del sótano de su apartamento, que estaba sin terminar, para que Robert tuviera un lugar donde estudiar sin que le molestaran.

“Me puse en las manos del Señor cuando tomé esa decisión” de aceptar el llamamiento, dijo el élder Hales 30 años después. “Esa decisión fue mucho más difícil de tomar entonces que años más tarde, cuando acepté el llamamiento de prestar servicio como ayudante de los Doce y abandoné mi profesión en el mundo de los negocios”14.

Años más tarde, cuando su familia ya tenía estabilidad económica, el élder Hales quiso comprarle a Mary un abrigo muy caro. Cuando le preguntó a Mary qué pensaba sobre la compra que quería hacer, ella le preguntó: “¿Lo vas a comprar para mí o para ti?”.

El élder Hales consideró esta pregunta “una lección inolvidable”. Él observó: “En otras palabras, ella me estaba preguntando: ‘¿Es el propósito de este regalo demostrarme tu amor o demostrarme que eres un buen proveedor, o probarle algo al mundo?’. Medité en su pregunta y me di cuenta de que estaba pensando menos en ella y en nuestra familia, y más en mí”15.

El élder Robert D. Hales y su esposa, Mary, en la dedicación del Templo de Oquirrh Mountain, Utah. Fotografía por Gerry Avant, Deseret News.

El élder Hales reconoció que su esposa era su posesión más preciada16. “Sin ella no sería lo que soy”, afirmó. “La amo entrañablemente. Ella tiene dones del Espíritu. Estudiamos las Escrituras juntos y muchos de los conceptos que enseño se derivan del estudio y la oración que hago con mi compañera. Por ese motivo soy quien soy”17.

El élder Hales atribuyó gran parte de lo que él y Mary lograron en su vida a su relación de equipo. “Siempre hemos sido un equipo y siempre lo seremos. Creo que escuchar a mi esposa, después de escuchar al Espíritu Santo, ha sido la influencia más importante en mi vida”18.


“Tendrá muchas misiones”

Poco después de obtener su maestría en administración de empresas, en 1960, se presentaron oportunidades profesionales para Robert. Durante los siguientes quince años, trabajó como alto ejecutivo en varias empresas muy importantes de los Estados Unidos. Su distinguida carrera profesional en los negocios lo llevó a él y a su familia a vivir en varias ciudades de los Estados Unidos, así como a Inglaterra, Alemania y España. Esas mudanzas dieron lugar a llamamientos de liderazgo en la Iglesia, que Robert aceptó con buena disposición.

Sirvió en presidencias de rama en España, Alemania y en los Estados Unidos, en Georgia y Massachusetts. Prestó servicio como obispo en Frankfurt, Alemania, y en Massachusetts e Illinois, EE. UU. Prestó servicio como miembro del sumo consejo en Londres, Inglaterra, y Boston, Massachusetts, donde también sirvió en la presidencia de estaca. En Minnesota y Luisiana, EE. UU., sirvió como representante regional.

En 1975, durante una reunión de ejecutivos de negocios, Robert recibió una nota que decía que el presidente Marion G. Romney (1897–1988), Segundo Consejero de la Primera Presidencia en ese momento, le llamaba por teléfono. Cuando Robert se puso al teléfono, el presidente Romney lo llamó a servir como presidente de misión. Robert aceptó el llamamiento, pero antes de que pudiera asumir sus deberes como presidente de la Misión Inglaterra Londres, recibió otra llamada de Salt Lake City, en esa ocasión del presidente Spencer W. Kimball (1895–1985).

“¿Tiene algún inconveniente en que le pidamos que preste servicio durante más de tres años?”, preguntó el presidente Kimball. Cuando Robert respondió que no tenía inconveniente, el presidente Kimball le llamó a servir como ayudante del Cuórum de los Doce Apóstoles.

“El presidente Kimball me dijo que sabía que yo me sentía decepcionado porque quería servir como presidente de misión”, dijo el élder Hales. Pero el presidente Kimball lo tranquilizó: “No se preocupe, tendrá muchas misiones”19.

Un año después, el élder Hales fue llamado a servir en el Primer Cuórum de los Setenta. En ese llamamiento, tres años después, fue llamado de nuevo a servir como presidente de la Misión Inglaterra Londres y luego como supervisor de Área en Europa, donde trabajó con el élder Thomas S. Monson para establecer el Evangelio en naciones que habían estado cerradas a la Iglesia, así como en la construcción de un templo en Alemania Oriental20.

Robert D. Hales sirvió como presidente de la Misión Inglaterra Londres hasta 1979. Derechos de autor de Trilby Fox Cope.

“Viví una de mis mayores alegrías en el servicio en la Iglesia durante mis tres primeros años como Autoridad General, cuando ayudé a planificar veintisiete conferencias de área”, dijo el élder Hales. “Me encantaba viajar con los miembros de la Primera Presidencia, los Apóstoles, las Autoridades Generales y otros líderes, el poder llegar a conocerlos, así como a sus esposas. Ver a los profetas, videntes y reveladores testificar de la veracidad del Evangelio a los santos en una ciudad tras otra fue algo maravilloso”21.

 

Delante del Templo de Freiberg, Alemania, dedicado en 1985, se encuentran el élder Thomas S. Monson con su esposa, Frances (a la derecha); el élder Robert D. Hales con su esposa, Mary; el élder Joseph B. Wirthlin con su esposa, Elisa; y Emil Fetzer.

En 1985, el élder Hales fue llamado como Obispo Presidente de la Iglesia. Su experiencia profesional, su administración respetuosa y su estilo de negociación, así como su amor por las personas, le hacían ser la persona adecuada para el llamamiento.

El presidente Henry B. Eyring, Primer Consejero de la Primera Presidencia, sirvió en el Obispado Presidente con el élder Hales. Él dijo del élder Hales que era un hombre de negocios sabio y modesto, que era considerado con las personas y sabía cómo hacer las cosas. “Él trajo esas mismas cualidades al liderazgo del Obispado Presidente”, dijo el presidente Eyring22.

“En él no hay malicia alguna”, afirmó su esposa, Mary. “Posee un corazón puro y desea siempre hacer lo correcto”23.

Entre las doctrinas que el élder Hales recalcó como Obispo Presidente se encontraban los principios de bienestar. “Tú me elevas y yo te elevaré a ti, y así ascenderemos juntos”, decía con frecuencia, citando uno de sus dichos favoritos24.

Rogaba que los santos pudieran “comprender que tenemos el poder y la responsabilidad de ayudar a los necesitados en calidad de ángeles ministrantes del Señor Jesucristo, y que seremos amados porque amamos, recibiremos consuelo porque somos compasivos, que seremos perdonados porque hemos demostrado la capacidad de perdonar”25.


Enseñanzas y testimonio

Cuando el élder Hales fue sostenido en el Cuórum de los Doce Apóstoles nueve años más tarde, el 2 de abril de 1994, su nuevo llamamiento le causó una profunda preocupación.

“Ahora tengo sesenta y un años, y de nuevo soy un muchacho”, declaró durante su primer discurso como Apóstol en una conferencia general. “Hay hermanos en el estrado que han sido Apóstoles y miembros de la Primera Presidencia durante la mitad de mi vida”.

Dijo que ser un apóstol de Jesucristo era “un proceso de arrepentimiento y humildad, de examinar el interior de mi propia alma, tal como se nos ha indicado, y de pedir perdón y fortaleza para ser lo que debo ser”. Pidió a los santos que oraran para que él pudiera “forjar la fortaleza espiritual necesaria para que mi voz y mi testimonio del Señor Jesucristo penetren en el corazón de quienes me oigan”26.

El élder Robert D. Hales fuera del Tabernáculo de Salt Lake durante una conferencia general en 1981.

Durante más de veinte años, el testimonio apostólico del élder Hales sobre el Salvador y su testimonio sobre el Evangelio restaurado penetraron en el corazón de Santos de los Últimos Días de todo el mundo. Sus sermones incluyeron temas como la familia y la fe, las pruebas y el testimonio, el amor y la longanimidad, el servicio y la obediencia, la integridad y el albedrío.

Al enseñar sobre el uso prudente del albedrío, el élder Hales compartió un relato sobre un amigo que sirvió con él en la fuerza aérea.

“Durante mi entrenamiento para llegar a ser piloto de combate… practiqué cuándo tomar la decisión de abandonar un avión si la luz de alarma contra incendios se encendiera y este comenzara a girar sin control”, recordaba. “Recuerdo a un amigo muy querido que no se preparó para ello; siempre encontraba la manera de ausentarse de la práctica en el simulador y se iba a jugar al golf o a nadar. ¡Nunca aprendió los procedimientos de emergencia! Meses más tarde, su avión se incendió y se precipitó al suelo en llamas. Al percatarse de la luz de alarma contra incendios, su joven compañero, que había adquirido una reacción preprogramada, supo cuándo abandonar el avión y lanzarse a salvo en paracaídas; pero mi amigo, que no se había preparado para tomar esa decisión, permaneció en el avión y murió en el impacto”.

Saber cómo actuar y cuándo actuar en el momento en que se presenta una decisión importante puede tener consecuencias eternas, añadió el élder Hales27.

“Yo era un chico en Nueva York y asistía a una escuela secundaria de unos miles de alumnos donde solo dos o tres éramos miembros de la Iglesia. En una reunión reciente para celebrar los 50 años de nuestra graduación, mis compañeros de clase aún recordaban que yo vivía fiel a mis valores y creencias. Entonces me di cuenta de que una sola infracción de la Palabra de Sabiduría o una transgresión de los valores morales me habría impedido decir: ‘Esto es en lo que creo’ y gozar de la confianza de mis amigos.

“Podemos compartir el Evangelio únicamente al grado en que lo vivamos”28.

El élder Robert D. Hales habló sobre la integridad y los valores durante una entrevista con las revistas de la Iglesia en 2005. Fotografía por Craig Dimond.

Durante los últimos años del ministerio del élder Hales, alentó a los Santos a vivir dignos “del extraordinario don del Espíritu Santo”29. También alentó a los miembros de la Iglesia a mejorar su discipulado al llegar a ser mejores cristianos, a ser cristianos valientes y mantenerse firmes en lugares santos.

“Ese es el llamado de Cristo a todo cristiano hoy: ‘Apacienta mis corderos… Apacienta mis ovejas’; comparte Mi evangelio con jóvenes y ancianos por igual, elevándolos, bendiciéndolos, consolándolos, animándolos y edificándolos, especialmente a los que no piensen ni crean lo mismo que nosotros”, enseñó30.

En lo que respecta a quienes “quieren que bajemos del lugar alto y nos unamos a ellos en una riña teológica en el lodo”, el élder Hales aconsejó a los Santos de los Últimos Días que respondieran con su testimonio y permanecieran con el Salvador.

“Manifestamos Su amor, que es el único poder que puede someter al adversario y dar una respuesta a nuestros acusadores sin, a la vez, acusarlos a ellos. Eso no es debilidad; eso es valor cristiano”31.

Al igual que el Salvador fue “despreciado y rechazado de los hombres” (Isaías 53:3; Mosíah 14:2), los Santos de los Últimos Días también pueden experimentar incomprensión, críticas y acusaciones falsas. “¡Es nuestro privilegio sagrado permanecer con Él!”, dijo el élder Hales32.


Esperar en el Señor

Cuando el élder Hales habló sobre esperar en el Señor, sabía bien de lo que hablaba. Los problemas cardíacos, las operaciones quirúrgicas importantes y los continuos problemas de salud que le impidieron discursar en la Conferencia General de abril de 2011 se cobraron un precio físico, pero le aportaron perspectiva espiritual.

Después de recuperarse de tres cirugías mayores en el 2000, dijo a los Santos de los Últimos Días: “En los dos últimos años, he esperado en el Señor para que me enseñara lecciones terrenales durante períodos de dolor físico, angustia mental y meditación. Aprendí que el dolor constante e intenso es un gran purificador consagrado que nos hace ser humildes y nos acerca más al Espíritu de Dios”33.

El presidente Thomas S. Monson saluda al élder Robert D. Hales durante la Conferencia General de octubre de 2012. Fotografía por August Miller.

No tenemos que afrontar las dificultades solos porque podemos recurrir al “más grande de todos los que nos cuidan”, enseñó el élder Hales34. “A veces, cuando el Señor así lo deseaba, yo había de recibir consuelo por medio de la visita de huestes celestiales que brindaron consuelo y confirmaciones eternas en los momentos de necesidad”35.

Aunque quizás no sepamos cuándo o cómo serán respondidas nuestras oraciones, el élder Hales testificó que las respuestas llegarán a la manera del Señor y en el momento en que Él lo desee. “Algunas respuestas quizás tengamos que esperar hasta el más allá… No nos demos por vencidos con el Señor; Sus bendiciones son eternas, no temporarias”36.


Un discípulo fiel

Cuando era Obispo Presidente, el élder Hales compartió un testimonio similar al de Alma, hijo. Declaró: “¡Oh, si tuviera la voz y la trompeta de un ángel para poder declarar a toda la humanidad que [Jesucristo] ha resucitado y vive; que Él es el Hijo de Dios, el Unigénito del Padre, el Mesías prometido, nuestro Redentor y Salvador; que vino a este mundo para enseñar el Evangelio mediante el ejemplo. Su misión divina va dirigida a ustedes y a mí, para que acudamos a Él y Él nos conducirá a la vida eterna”37.

En su primer discurso de conferencia general después de ser llamado al Cuórum de los Doce Apóstoles, citó a Mormón, haciendo suyo el testimonio del antiguo profeta: “He aquí, soy discípulo de Jesucristo, el Hijo de Dios. He sido llamado por él para declarar su palabra entre los de su pueblo, a fin de que alcancen la vida eterna” (3 Nefi 5:13)38.

Durante casi cuatro décadas como Autoridad General, el élder Robert D. Hales declaró con resolución y poder las palabras del Salvador por medio de sus discursos y su vida ejemplar, y recordó su propio consejo de su vida personal, profesional y eclesiástica: “Si obedecemos fielmente y si perseveramos hasta el fin, podremos algún día volver con honor a la presencia de nuestro Padre Celestial y de Su Hijo Jesucristo”39.

Durante su entierro, aviones de la fuerza aérea rindieron homenaje al piloto retirado con un saludo aéreo conocido como la “formación del hombre desaparecido”. Pero para los Santos de los Últimos Días que comparten su fe en el Salvador, el élder Hales no ha desaparecido. Ha vuelto a casa y lo ha hecho con honor.

Notas

  1. Robert D. Hales, “‘Qué pensáis del Cristo?’, ‘¿Quién decís que soy yo?’”, Liahona, agosto de 1979, pág. 110.
  2. Robert D. Hales, “El Sacerdocio Aarónico: Regresemos con honor”, Liahona, mayo de 1990, pág. 51.
  3. En “Fireside Commemorates Aaronic Priesthood Restoration”, Ensign, julio de 1985, pág. 75.
  4. En “Elder Robert D. Hales of the Quorum of the Twelve”, Ensign, mayo de 1994, pág. 105.
  5. Véase Robert D. Hales, “¿Cómo nos recordarán nuestros hijos?”, Liahona, enero de 1994, pág. 8.
  6. Robert D. Hales, “Gratitud por la bondad de Dios”, Liahona, julio de 1992, pág. 71.
  7. Robert D. Hales, “El fortalecimiento de las familias: nuestro deber sagrado”, Liahona, julio de 1999, pág. 40.
  8. Robert D. Hales, “Gratitud por la bondad de Dios”, pág. 71.
  9. Robert D. Hales, “¿Cómo nos recordarán nuestros hijos?”, págs. 8–9.
  10. Robert D. Hales, “Permaneced firmes en lugares santos”, Liahona, mayo de 2013, pág. 48.
  11. Robert D. Hales, “¿Cómo nos recordarán nuestros hijos?”, pág. 9.
  12. En LaRene Gaunt, “Élder Robert D. Hales: Volver con honor”, Liahona, abril de 1995, pág. 31.
  13. Véase Robert D. Hales, “Celestial Marriage—A Little Heaven on Earth”, (devocional de la Universidad Brigham Young, 9 de noviembre de 1976), speeches.byu.edu.
  14. En LaRene Gaunt, “Élder Robert D. Hales: Volver con honor”, pág. 32.
  15. Robert D. Hales, “Seamos proveedores providentes temporal y espiritualmente”, Liahona, mayo de 2009, págs. 8–9.
  16. Robert D. Hales, “Gratitud por la bondad de Dios”, pág. 71.
  17. Robert D. Hales, “Gifts of the Spirit”, Ensign, febrero de 2002, pág. 19.
  18. En LaRene Gaunt, “Élder Robert D. Hales: Volver con honor”, pág. 32.
  19. Spencer W. Kimball, en LaRene Gaunt, “Élder Robert D. Hales: Volver con honor”, pág. 32.
  20. Véase LaRene Gaunt, “Élder Robert D. Hales: Volver con honor”, pág. 32.
  21. En “Elder Robert D. Hales of the Quorum of the Twelve”, págs. 105–106.
  22. Entrevista con el presidente Henry B. Eyring, 11 de junio de 2015.
  23. En LaRene Gaunt, “Élder Robert D. Hales: Volver con honor”, pág. 32.
  24. Robert D. Hales, “Tomemos las decisiones correctas”, Liahona, enero de 1989, pág. 13.
  25. Robert D. Hales, “Los principios de bienestar son para guiar nuestra vida: Un plan eterno para el bienestar de las almas de los hombres”, Liahona, mayo de 1986, pág. 25.
  26. Robert D. Hales, “El mensaje de Jesucristo, infinito y único”, Liahona, julio de 1994, págs. 89–90.
  27. Véase Robert D. Hales, “Al Sacerdocio Aarónico: Cómo prepararse para la década de las decisiones”, Liahona, mayo de 2007, págs. 48-49.
  28. Robert D. Hales, “Diez axiomas para gobernar tu vida”, Liahona, febrero de 2007, págs. 38–39.
  29. Robert D. Hales, “El Espíritu Santo”, Liahona, mayo de 2016, pág. 105.
  30. Robert D. Hales, “Ser un cristiano más cristiano”, Liahona, noviembre de 2012, pág. 91.
  31. Robert D. Hales, “Valor cristiano: El precio del discipulado”, Liahona, noviembre de 2008, págs. 74, 72.
  32. Robert D. Hales, “Permaneced firmes en lugares santos”, Liahona, mayo de 2013, pág. 50.
  33. Robert D. Hales, “El convenio del bautismo: Estar en el reino y ser del reino”, Liahona, enero de 2001, pág. 7.
  34. Robert D. Hales, “La curación del alma y del cuerpo”, Liahona, enero de 1999, pág. 16.
  35. Robert D. Hales, “El convenio del bautismo”, Liahona, enero de 2001, pág. 6.
  36. Robert D. Hales, “Esperamos en el Señor: Hágase tu voluntad”, Liahona, noviembre de 2011, págs. 71.
  37. Robert D. Hales, “¿Qué pensáis del Cristo?”, Liahona, agosto de 1979, pág. 113.
  38. Robert D. Hales, “El mensaje de Jesucristo, infinito y único”, pág. 91. Véase también Robert D. Hales, “Valor cristiano”, pág. 91.
  39. En LaRene Gaunt, “Élder Robert D. Hales: Volver con honor”, pág. 32.

Enseñanzas selectas

Familias eternas: “No existen lazos eternos solo como resultado de los convenios selladores que hacemos en el templo. Lo que seremos en las eternidades por venir lo determinará la conducta que llevemos en esta vida. A fin de recibir las bendiciones del sellamiento que nuestro Padre Celestial nos ha dado, debemos obedecer los mandamientos y conducirnos de tal forma que nuestra familia quiera estar con nosotros en la eternidad. Las relaciones familiares que tengamos en esta tierra son importantes, pero su importancia es mucho más grande en relación con el efecto que tengan en las generaciones futuras de nuestra familia, tanto en la vida terrenal como en toda la eternidad” (“La familia eterna”, Liahona, enero de 1997, pág. 72.

Fe en Jesucristo: “Cuando surgen las dificultades de esta vida, y a todos se nos presentan, quizás resulte difícil seguir creyendo. En esos momentos, sólo la fe en el Señor Jesucristo y en Su expiación puede brindarnos paz, esperanza y comprensión. Solamente la fe en que Él sufrió por nosotros nos dará la fortaleza para perseverar hasta el fin” (“Cómo tener fe en el Señor Jesucristo”, Liahona, noviembre de 2004, pág. 70).

Vida providente: “Todos nosotros tenemos la responsabilidad de proveer de lo necesario para nosotros mismos y para nuestra familia, tanto en el aspecto temporal como en el espiritual. A fin de proveer de manera providente, debemos poner en práctica los principios de un vivir providente: el vivir alegremente dentro de nuestras posibilidades, estar contentos con lo que tenemos, evitar la deuda excesiva, ahorrar con diligencia y prepararnos para emergencias imprevistas. Si vivimos de manera providente, podemos proveer para nosotros mismos y para nuestra familia, y también seguir el ejemplo del Salvador de servir y bendecir a los demás” (“Seamos proveedores providentes temporal y espiritualmente”, Liahona, mayo de 2009, pág. 7).

Pruebas: “¿No tendremos todos, de vez en cuando, razón para preguntar: ‘Oh Dios, ¿en dónde estás?’ [D. y C. 121:1]. ¡Sí! Cuando muere un cónyuge, su compañero se hará la pregunta; cuando una familia sufre privación económica, el jefe de familia se la hará también; cuando los hijos se apartan del camino, la madre y el padre la exclamarán con dolor. Sí, ‘Por la noche durará el llanto, y a la mañana vendrá la alegría’ [Salmo 30:5]. Entonces, en el amanecer de nuestra crecida fe y entendimiento, nos levantaremos para esperar en el Señor diciendo: ‘Hágase tu voluntad’ [Mateo 6:10]” (“Esperamos en el Señor: Hágase tu voluntad”, Liahona, noviembre de 2011, pág. 72).

Discipulado: “Para ser quien el Padre Celestial desea que seamos, seguimos a Jesucristo. Testifico que Él continuamente nos pide que lo sigamos. Si usted apenas está aprendiendo acerca del compromiso de los Santos de los Últimos Días de ser cristianos o si no ha estado participando plenamente en la Iglesia y desea seguirlo de nuevo, ¡no tema! Todos los discípulos originales del Salvador eran miembros nuevos de la Iglesia, nuevos conversos a Su evangelio. Jesús enseñó con paciencia a cada uno; los ayudó a cumplir sus responsabilidades. Los llamó Sus amigos y dio Su vida por ellos. Y ya hizo lo mismo por usted y por mí” (“Ser un cristiano más cristiano”, Liahona, noviembre de 2012, pág. 91).

Conferencia general: “Las mayores bendiciones de la conferencia general las recibimos después de que la misma ha concluido. Recuerden el patrón registrado con frecuencia en las Escrituras: nos congregamos para escuchar las palabras del Señor y volvemos a nuestros hogares para vivirlas. (“La conferencia general: Fortalece la fe y el testimonio”, Liahona, noviembre de 2013, pág. 7.

Matrimonio: “… nadie se casa con la perfección, nos casamos con el potencial. En el matrimonio correcto no se trata solo de lo que yo quiera, sino también de lo que ella —quien va a ser mi compañera— quiere y necesita que yo sea.

“Hablando claro, no pasen todos sus veinte años saliendo con jóvenes solo para ‘pasarlo bien’, postergando el matrimonio a favor de otros intereses y actividades. ¿Por qué? Porque el noviazgo y el matrimonio no son el destino final; son la puerta para llegar a donde finalmente quieren ir” (“Cómo enfrentar los desafíos del mundo actual”, Liahona, noviembre de 2015, pág. 46).

Albedrío: “Recuerden, nadie puede elevarlos; solamente su fe y oraciones harán que se eleven y tengan un potente cambio en el corazón; solo su determinación de ser obedientes puede cambiar su vida. Gracias al sacrificio expiatorio del Salvador por ustedes, el poder está en ustedes [véase D. y C. 58:28]. Ustedes tienen el albedrío; si son obedientes, tienen un fuerte testimonio y pueden seguir al Espíritu que los guía” (“Cómo enfrentar los desafíos del mundo actual”, Liahona, noviembre de 2015, pág. 46).

El Espíritu Santo: “Nos recuerdo a todos que no se nos da el Espíritu Santo para controlarnos. Algunos procuramos imprudentemente la dirección del Espíritu Santo en cada decisión menor de nuestra vida, lo cual trivializa Su función sagrada. El Espíritu Santo honra el principio del albedrío; Él habla apaciblemente a nuestra mente y corazón en cuanto a muchas cosas de importancia [véase D. y C. 8:2–3]” (“El Espíritu Santo”, Liahona, mayo de 2016, pág. 105).