“La experiencia más dulce de esta vida”

Por Heidi Swinton


El 6 de octubre de 1963, Thomas Spencer Monson, quien tenía 36 años, se puso de pie ante el púlpito del Tabernáculo de Salt Lake durante la conferencia general. Recién llamado a toda una vida de servicio como miembro del Cuórum de los Doce Apóstoles, el más joven en 53 años, dio su testimonio diciendo: “Sé que Dios vive, mis hermanos y hermanas. Sin duda. Sé que ésta es Su obra”1.

El élder Thomas S. Monson fue llamado al Cuórum de los Doce en 1963 a la edad de 36 años.

Aportó capacidad, energía, lealtad, diplomacia y diligencia a la obra. Pero tanto los miembros como los no miembros lo amaron por la vida que llevaba, verdaderamente cristiana. Durante Su ministerio, Jesús de Nazaret “anduvo haciendo bienes… porque Dios estaba con él”2. El presidente Monson tomó en serio ese ejemplo e hizo lo mismo.

Su vida, y no sólo sus años de servicio en los cuórums más elevados de la Iglesia, estuvo marcada por su atención constante a los necesitados. Durante más de 50 años, el presidente Monson tendió la mano para rescatar a los solitarios, los desposeídos, los ignorados y los que pasan desapercibidos. Regaló su ropa y sus zapatos; pasó innumerables horas con viudas y pacientes de centros de cuidados y hospitales; consoló y animó a las personas desalentadas, a las que carecían de fe o se encontraban lejos de casa; compartió su alegre personalidad con cualquiera que se cruzara en su camino; y, para deleite de los jóvenes, movía las orejas.

“Sé que la experiencia más dulce de esta vida es sentir Sus impresiones mientras nos dirige en el adelanto de Su obra”3. Muchos le conocían por sus visitas a las personas mayores, en ocasiones ya tarde en la noche, que le recibían diciendo: “Sabía que vendría”.

Thomas S. Monson pasó innumerables horas con viudas y pacientes de residencias de ancianos y hospitales, dando consuelo y ánimo. A la izquierda, en una visita a un paciente de hospital; a la derecha, se reúne con Thelma Wooley Fetzer, una amiga que cumplía 100 años ese día. Fotografía por Gerry Avant, Church News.

Cada uno de nosotros puede hacer algo para ayudar a alguien: éste fue su lema durante décadas. Enseñó que “a menos que nos perdamos en dar servicio a los demás, nuestra propia vida tiene poco propósito”4. Su recordatorio sobre el servicio que prestó el Señor es claro: “Él es nuestro Redentor; Él es nuestro Mediador ante el Padre. Él nos ama con un amor que no podemos comprender totalmente, y debido a que nos ama, dio Su vida por nosotros”5.

El presidente Monson explicó: “Buscamos a Jesús y así ha sido siempre. Ninguna búsqueda es tan universal; ninguna empresa es tan abundantemente recompensada; ningún esfuerzo es tan ennoblecedor; ningún propósito es tan divino”6.

“Él es nuestro Maestro. Él es nuestro Salvador. Él es el Hijo de Dios. Él es el autor de nuestra salvación. Él llama: ‘Venid en pos de mí’; Él manda: ‘Ve y haz tú lo mismo’; Él suplica: ‘… guardad mis mandamientos’. Sigámoslo; emulemos Su ejemplo; obedezcamos Sus palabras”7.

Sus palabras fueron muy reveladoras: “He aquí, yo soy Jesucristo, de quien los profetas testificaron que vendría al mundo”8. El presidente Monson dijo: “Ese es el Jesús al que buscamos. Ese es nuestro hermano, al que amamos; ese es Cristo el Señor, a Quien servimos. Testifico que Él vive, ya que hablo como alguien que lo ha hallado”9.


  1. Thomas S. Monson, Conferencia General de octubre de 1963.
  2. Hechos 10:38.
  3. Thomas S. Monson, “El mirar hacia atrás y seguir adelante”, Conferencia General de abril de 2008.
  4. Thomas S. Monson, “¿Qué he hecho hoy por alguien?”, Conferencia General de octubre de 2009.
  5. Thomas S. Monson, “El mirar hacia atrás y seguir adelante”, Conferencia General de abril de 2008.
  6. Thomas S. Monson, Lethbridge, Canadá, Servicio del centenario de la confederación canadiense, 11 de junio de 1967.
  7. Thomas S. Monson, “El divino don de la gratitud”, Conferencia General de octubre de 2010.
  8. 3 Nefi 11:10.
  9. Thomas S. Monson, “La búsqueda para encontrar a Jesús”, Liahona, junio de 1991.