En el transcurso de su vida, quizás hayan ido a lugares donde nunca debieron ir y hecho cosas que nunca debieron hacer. Si se apartan del pecado, un día podrán conocer la paz que se recibe al seguir el sendero del arrepentimiento completo.

No importa cuáles hayan sido nuestras transgresiones ni cuánto hayamos lastimado a otras personas, toda esa culpa se puede eliminar. Para mí, quizás la frase más hermosa de todas las Escrituras es cuando el Señor dijo: “He aquí, quien se ha arrepentido de sus pecados es perdonado; y yo, el Señor, no los recuerdo más” (D. y C. 58:42).

Ésa es la promesa del evangelio de Jesucristo y de la Expiación: tomar a quienquiera que venga, a quienquiera que se una, y hacerlo pasar por una experiencia tal que al finalizar su vida pueda atravesar el velo habiéndose arrepentido de sus pecados y habiendo quedado limpio mediante la sangre de Cristo (véase Apocalipsis 1:5).