La capilla: nuestro santuario del día de reposo

Por el élder M. Russell Ballard
Cuórum de los Doce Apóstoles


Cuando llegué a casa después de mi misión, me casé con Bárbara. Los padres de mi esposa no estaban activos en la Iglesia. Comenzamos a trabajar con mi suegro y al final conseguimos que un domingo viniera a la Iglesia con nosotros. El ex misionero que estaba discursando hablaba sin parar de todo menos del Salvador y Su Evangelio. Un niño comenzó a llorar y su madre se lo llevó fuera. Mi suegro se me acercó y me preguntó: “Si comienzo a llorar, ¿me llevarás fuera?”

La reunión sacramental es un momento maravilloso y glorioso. Cuando entramos en la capilla y nos preparamos para recibir la Santa Cena, tenemos que pensar que estamos en un santuario, en un lugar especial y sagrado, en el que podemos contemplar a Cristo y Su gran y gloriosa misión. Dejamos a un lado las cosas del mundo, y en su lugar, pensamos en lo que es eterno. Tenemos que dejar a un lado nuestros teléfonos celulares y meditar acerca de Jesucristo, el Hijo del Dios viviente.

“Si podemos empezar a pensar en la capilla como si fuera un santuario de fe y devoción que se usa para la reunión sacramental, todos seremos bendecidos”.                                     Élder M. Russell Ballard

Solo tenemos 70 minutos cada semana para centrarnos en nuestro amor por el Salvador. Si podemos empezar a pensar en la capilla como si fuera un santuario de fe y devoción que se usa para la reunión sacramental, todos seremos bendecidos.

Al edificar el Reino de Dios, no puedo pensar en nada más importante que tener una reunión sacramental bien preparada, en la que los oradores hablen de Cristo, testifiquen de Cristo y compartan testimonios de los apóstoles y profetas de las Escrituras y otras fuentes.

Este es el tercer año que nos hemos centrado en el día de reposo. Como Iglesia, hemos hecho progresos, pero todavía no estamos donde deberíamos. Seguiremos con nuestros esfuerzos hasta que cada miembro y cada misionero esté tan motivado espiritualmente durante su adoración en el día de reposo que cada uno de ellos le diga a sus vecinos, investigadores y familiares: “Venid y ved. Venid y adorad con nosotros”. Ahí es donde queremos llegar.

Si todos hiciéramos esto en la Iglesia, quienes acepten nuestra invitación de “venir y ver”, como hizo mi suegro, sentirán el poder del mensaje de la Iglesia restaurada de Jesucristo. Al adorar con nosotros en las reuniones sacramentales, se conmoverán sus corazones y la luz del Evangelio se encenderá en sus mentes y corazones.