Un siglo de Seminario

Septiembre de 2012
Joseph y Annie Merrill con sus hijos; alrededor de 1912

El primer programa de Seminario integrado comenzó hace algo más de 100 años en la Escuela Secundaria Granite de Salt Lake City, Utah1. Lo que en sus inicios era un programa experimental en una sola estaca, se ha convertido en un sistema mundial de educación religiosa que brinda instrucción sobre el Evangelio a los miembros jóvenes de la Iglesia en todo el mundo. De aquellos pequeños comienzos, el programa de Seminario y su complemento universitario —Instituto de Religión—, crecieron hasta convertirse en las entidades educativas principales de la Iglesia, con un número de matrículas superior al de cualquier otra institución educativa SUD, y con un alcance mucho más amplio que el de cualquier otra organización educativa mundial. En la actualidad, los programas de Seminario e Instituto imparten instrucción a más de 700 000 alumnos en 143 países, gracias a las labores de cerca de 50 000 maestros y administradores de tiempo completo, de tiempo parcial y voluntarios2.

Como sucede con cualquier organización, explorar los orígenes de los programas de Seminario e Instituto no solo aclara el nacimiento de la organización, sino también cuáles son sus metas y objetivos. El élder Boyd K. Packer comentó en 1977: “No hay nada en la historia de la Iglesia que ilustre mejor la preparación profética de este pueblo que los comienzos del programa de Seminario e Instituto. Estos programas comenzaron cuando eran buenos, pero no vitalmente necesarios. Se les permitió un tiempo para florecer y para llegar a ser un baluarte para la Iglesia. Ahora han llegado a ser un don de Dios para la salvación del Israel moderno en un momento sumamente difícil”3.

El simple hecho de tratar de abarcar todo el primer siglo de Seminario obliga a presentarlo solo a grandes rasgos; pero aun de un bosquejo sencillo emerge un relato cautivador sobre la adaptación, la innovación y la revelación.

La década de 1910
Un comienzo sencillo

Joseph y Annie Merrill con sus hijos, aproximadamente 1912. Cortesía de Annie Whitton

Muchas son las fuerzas históricas y complejas que condujeron a la creación del programa de Seminario; pero, dicho con toda llaneza, este comenzó en el poco propicio entorno de una noche de hogar familiar. Joseph F. Merrill, que acababa de ser llamado a integrar la presidencia de la Estaca Granite, Utah, EE. UU., estaba sentado escuchando a su esposa, Annie, contar relatos de la Biblia y del Libro de Mormón a sus hijos antes de retirarse a dormir. “La lista de relatos era tan larga que a su esposo solía maravillarle tamaña cantidad, y a menudo se sentaba hechizado, al igual que sus hijos, mientras ella los relataba con gran pericia”4. Más tarde, cuando el hermano Merrill le preguntó a su esposa dónde había aprendido todos esos relatos, ella le contestó que la mayoría los había aprendido en la clase de teología que impartía el hermano James E. Talmage en la Academia Salt Lake, una escuela que era propiedad de la Iglesia y a la que había asistido de pequeña. Profundamente conmovido por la eficacia de su esposa como maestra, el hermano Merrill empezó de inmediato a pensar en cómo los otros niños que asistían a las escuelas públicas podrían recibir ese mismo tipo de formación espiritual que había recibido su esposa. Se obsesionó con la idea de brindar a los alumnos una experiencia religiosa como parte de su jornada escolar, independientemente del tipo de escuela a la que asistieran. Unas semanas más tarde presentó a la presidencia de la estaca su idea general de un nuevo programa de educación religiosa5.

Obviamente, si bien esta experiencia sencilla capta algunas de las fuerzas reveladoras que condujeron a la creación del programa de Seminario, es preciso reconocer que este no se creó de la nada. El deseo de adquirir una formación, en particular una educación religiosa, fue una parte esencial de los Santos de los Últimos Días desde el principio. Varias revelaciones que recibió el profeta José Smith amonestaban a los miembros a recibir instrucción (véase D. y C. 88:117–126) y proclamaban que “la gloria de Dios es la inteligencia” (D. y C. 93:36). Desde el principio, los temas espirituales y seculares se impartían a la par entre los santos, como bien ilustra la amplia gama de temas seculares que se impartieron en las primeras actividades de su estructura religiosa inicial: el Templo de Kirtland6. A medida que la Iglesia creció y se trasladó al oeste de los Estados Unidos, la educación formal siguió siendo una constante dentro de la fe.

Según avanzaba el siglo XIX, la Iglesia dio ciertos pasos para organizar sus labores educativas. En 1888 se organizó la Mesa Directiva General de Educación con el fin de supervisar un sistema para sus propias escuelas. En una carta de la Primera Presidencia se explica la necesidad de ese empeño: “Sentimos que ha llegado el momento en que nosotros, como pueblo, debemos asumir la responsabilidad de la educación apropiada de nuestros hijos”7. A los líderes de la Iglesia les preocupaba que los niños asistieran a las escuelas públicas sin recibir instrucción alguna sobre principios religiosos. Las labores educativas proporcionaron un sistema de academias de la Iglesia que se extendió por todo el medio oeste de los Estados Unidos8. Fue en unas de esas escuelas donde Annie Merrill recibió su formación teológica por parte del hermano James E. Talmage y de otros maestros talentosos. A fin de satisfacer las necesidades de los alumnos que no podían asistir a las academias de la Iglesia, los líderes de la Iglesia iniciaron, además, un movimiento de clases de religión cuyo fin era complementar la educación pública al brindar instrucción religiosa fuera de la jornada escolar9. Ambos sistemas tuvieron éxito, pero, según crecía el número de escuelas públicas, se hizo cada vez más difícil para las familias SUD sostener dos sistemas diferentes. Con el tiempo, el número de alumnos matriculados en las academias comenzó a disminuir a causa de lo limitado de los fondos. Para 1911, a la vez que Joseph Merrill empezaba a idear un nuevo sistema, el número de alumnos de las escuelas públicas de Utah sobrepasó por primera vez al de los matriculados en las academias de la Iglesia10.

Joseph F. Merrill, un profesor joven lleno de energía de la Universidad de Utah, quería encontrar la manera de hacer que la educación de la Iglesia fuera compatible con la educación pública, en lugar de competir con ella. Tal vez inspirado por un Seminario religioso que había visto en Chicago durante su formación universitaria, el hermano Merrill tuvo la idea de construir un edificio separado, pero cerca de una escuela pública, donde los alumnos pudieran asistir a clases de religión durante la jornada escolar habitual. Dicho plan fue aprobado por la mesa directiva de educación de la Estaca Granite, Utah, y por la Mesa Directiva de Educación de la Iglesia. En una reunión posterior con la junta directiva de la escuela pública local, Joseph Merrill hizo los arreglos para que los alumnos pudieran asistir a las clases durante el horario escolar, y que incluso recibieran crédito académico por el estudio de temas bíblicos11.

La siguiente tarea que el hermano Merrill tenía por delante era la selección del maestro idóneo para semejante empresa. En una carta en la que describía los requisitos del puesto, escribió:

“Permítaseme sugerir que es el deseo de la presidencia de la estaca contar con un joven fuerte debidamente preparado para llevar a cabo el trabajo de la manera más satisfactoria. Al decir joven, no nos referimos necesariamente a un maestro joven de edad, sino a un hombre joven en cuanto a sus sentimientos, que ame a los jóvenes, que se deleite en su compañía, que sea capaz de ganarse su respeto y admiración, y de ejercer una gran influencia en ellos… Queremos un hombre que sea un alumno cabal; alguien que no enseñe superficialmente, sino que avive su instrucción mediante una personalidad fuerte y carismática, y que dé evidencia de un entendimiento y una erudición cabales de aquello que enseñe… Se busca a un maestro que sea un líder y al que todos reconozcan como alguien del mismo nivel que cualquier otro maestro de secundaria”12.

Thomas J. Yates, primer maestro de Seminario, retratado aproximadamente en 1901. Cortesía de la Biblioteca de Historia de la Iglesia.

El hombre al que finalmente se seleccionó para la tarea fue Thomas J. Yates, miembro del sumo consejo de la Estaca Granite, Utah13. No tenía experiencia específica en religión ni era docente de formación; su única experiencia en la enseñanza se remontaba a veinte años antes, cuando trabajó por un periodo de un año en las academias de la Iglesia en el condado de Millard, Utah. El hermano Yates, licenciado por la Universidad de Cornell, trabajaba como ingeniero en la construcción de la central eléctrica de la ciudad cercana de Murray al momento de ser llamado. Sin embargo, Thomas Yates sobresalía como discípulo; había prestado servicio fielmente en el sumo consejo de la estaca y en varias asignaciones misionales importantes. Frank Taylor, el presidente de la estaca, comentó en cierta ocasión: “El hermano Yates siempre me recuerda a José, el que fue vendido a Egipto: es un ejemplo de pureza y fortaleza”14.

Una vez seleccionado el maestro adecuado, los hermanos Merrill y Yates se embarcaron en la tarea de bosquejar los detalles de la nueva empresa. Tomaron la importantísima decisión de centrar la clase en torno a las Escrituras, con dos cursos por crédito: una clase sobre el Antiguo Testamento y otra sobre el Nuevo Testamento; y un tercer curso, ofrecido sin crédito, que combinaba el estudio del Libro de Mormón y la historia de la Iglesia15. El hermano Yates se reunió varias veces con el profesorado de la Escuela Secundaria Granite para asegurarse su plena cooperación. Durante ese mismo tiempo, el presidente John Taylor procuró un préstamo de 2 500 dólares del banco Zion’s Savings Bank para la construcción de un edificio próximo a la escuela secundaria. La construcción del primer edificio de Seminario comenzó pocas semanas antes del inicio del curso. La estructura acabada constaba de tres cuartos: una oficina, un guardarropa y un aula. El aula tenía una pizarra, sillas con reposabrazos y una caldera para el invierno, pero no había luces. Los únicos libros de texto eran la Biblia y el Libro de Mormón. Toda la biblioteca del programa de Seminario consistía en un diccionario bíblico que pertenecía al hermano Yates. Los alumnos elaboraban sus propios mapas de la Tierra Santa, Norteamérica, Mesopotamia y Arabia16.


Edificio original de Seminario en Granite. En lo alto del edificio se encuentra Paul Reiman, uno de los primeros graduados, representando a Pablo predicando desde los tejados. Cortesía de la Biblioteca de Historia de la Iglesia.

La primera clase del otoño de 1912 constaba de unos 70 alumnos17. Muchos alumnos no pudieron asistir a clases de Seminario durante el primer año porque el edificio no se terminó hasta después de tres semanas de haberse iniciado el curso escolar18. Durante todo el primer año, Thomas Yates pasaba las mañanas trabajando en la central eléctrica de Murray y después cabalgaba hasta el edificio de Seminario donde enseñaba durante los dos últimos periodos escolares del día19. En una entrevista realizada en 1950 describió la forma en que la clase funcionó durante ese primer año:

“Se pedía a los alumnos que prepararan todo un capítulo de la Biblia y luego presentaran un informe en clase, y después todos lo analizaban.

“No se empleaban libros de texto.

“No había recreación alguna para los alumnos: no había fiestas, ni bailes, ni actividades ni ningún tipo de recreación que los alejara del patrón regular de las cosas”20.

Thomas Yates enseñó únicamente un año. El presidente Taylor le pidió que volviera un segundo año, pero el esfuerzo de ir y volver de la central eléctrica de Murray le resultaba excesivo y no aceptó. El hermano Yates recomendó a Guy C. Wilson como su sustituto, un educador de profesión que recién se había mudado a Salt Lake City procedente de Colonia Juárez21.

Posteriormente, el hermano Wilson comentó que se había extendido la idea de que la falta de fondos y de medios había impedido que el hermano Yates siguiera más tiempo en el trabajo. A pesar de las dificultades, la nueva empresa ya había empezado a tener cierto efecto. Casi un siglo más tarde, el presidente Henry B. Eyring, de la Primera Presidencia, se refirió al impacto de aquella primera clase del Seminario en Granite. Sintiéndose profundamente conmovido por haber sido nombrado el nuevo Comisionado Auxiliar de Educación de la Iglesia, el hermano Eyring recordó:

“Mi asignación de ayudar a un número tan grande de maestros parecía abrumadora hasta que alguien me entregó un pequeño libro de listas de asistencia. Era de la primera clase de Seminario que se enseñó en la Iglesia, correspondiente al año escolar 1912–1913…

“En él se hallaba el nombre de Mildred Bennion, que ese año había cumplido dieciséis años. Treinta y un años más tarde ella sería mi madre. Era la hija de un hombre que hoy llamaríamos ‘menos activo’. Su madre había enviudado durante el otoño que siguió al comienzo de esa primera clase de Seminario, por lo que tuvo que criar y mantener a mi madre y a otros cinco hijos ella sola en una pequeña granja. De algún modo, ese maestro de Seminario se preocupó lo suficiente por ella y oró tan fervientemente por esa jovencita que el Espíritu plantó el Evangelio en su corazón.

“Ese maestro bendijo a decenas de miles gracias a que enseñó a una jovencita en un grupo de setenta alumnos”22.

El Seminario en Granite siguió siendo el único de la Iglesia hasta 1915, cuando se inauguró el Seminario de Box Elder en Brigham City, Utah, con Abel S. Rich como maestro23. El sistema de Seminario fue cobrando impulso durante el resto de la década, estableciéndose más y más Seminarios en Utah, Idaho y Arizona. Hacia el término de la década, había un total de veinte Seminarios en funcionamiento24.

El programa de Seminario también siguió cobrando legitimidad como entidad educativa. La Junta Educativa del Estado de Utah aprobó oficialmente en enero de 1916 los créditos de secundaria de los estudios del Antiguo y el Nuevo Testamento de Seminario25. Con el transcurso de la década, los Seminarios empezaron a surgir como una alternativa viable al sistema de academias, que siguió quedando eclipsado por la veloz expansión de las escuelas públicas. El presidente Joseph F. Smith consideraba que el sistema de academias había alcanzado los límites de su expansión y enfrentaba la realidad de que la Iglesia tendría que ‘reducir los empeños de educación debido a los vientos económicos’”26. Ya que cada vez era más caro mantener las academias, el programa de Seminarios ofrecía un método más barato de enseñanza de las Escrituras a la juventud de la Iglesia, mediante el cual se podía llegar a más alumnos que con las academias de la Iglesia.

La década de 1920
Seminario pasa a un primer plano

En 1920 se reorganizó la estructura organizativa del programa educativo de la Iglesia. Se nombró a David O. McKay Comisionado de Educación de la Iglesia. Adam S. Bennion, exdirector de la Escuela Secundaria Granite, fue nombrado superintendente de Educación de la Iglesia27. A comienzos de la década, el noventa por ciento de los alumnos de secundaria de Utah asistían a escuelas públicas. En marzo de 1920, la comisión de educación de la Iglesia propuso el cierre o la transferencia al estado de casi todas las demás academias de la Iglesia, y solicitó una extensa expansión del programa de Seminario a fin de satisfacer las necesidades de los jóvenes de la Iglesia28. En los años posteriores a la organización del sistema de academias, los miembros de la Iglesia se encontraron más cómodos con la educación pública, y ahora Seminario concedía a los alumnos SUD una oportunidad de estudiar las Escrituras junto con los temas seculares que se enseñaban en los centros de educación secundaria. Con el cierre de la mayoría de las academias, la Iglesia trasladó el enfoque de sus esfuerzos a la clase de educación que solo la Iglesia podía brindar: la formación religiosa.

Con el cierre de la mayoría de las academias, el número de Seminarios creció a un ritmo explosivo en la década de 1920. El número de Seminarios en funcionamiento pasó de 20 a 81 hacia el final de la década29. El cambio del sistema de academias al de Seminarios no significaba que los líderes de la Iglesia consideraran que los Seminarios podrían reemplazar por completo a aquellas. Al superintendente Bennion le preocupaba que: “en el sistema actual, la obra de Seminario es demasiado teórica. De hecho, prácticamente todo es instrucción, sin ninguna acción; no hay aplicación”30. El superintendente quería elevar los Seminarios a un nivel más profesional y asegurar una mayor cooperación con los líderes del sacerdocio de la Iglesia31. Con esas metas en mente, comenzó a elevar las normas académicas de Seminario e inició programas de capacitación para maestros.

Un grupo de maestros de Seminario asiste a una sesión de capacitación en Aspen Grove durante el verano.

Uno de los primeros cambios que efectuó el superintendente Bennion fue el de iniciar una escuela de capacitación durante el verano para los maestros de Seminario. A partir de 1920, se convocó a los maestros de Seminario con el fin de dar carácter uniforme a las reseñas de los cursos. Hasta ese entonces las Escrituras eran los libros de texto de los cursos de Seminario, pero el superintendente Bennion introdujo los primeros libros de texto que acompañaron a las Escrituras. En 1921, varias Autoridades Generales, entre ellos James E. Talmage, Melvin J. Ballard, Joseph Fielding Smith, George F. Richards y Anthony W. Ivins, presentaron disertaciones para los maestros32. A partir de 1926, la escuela de verano se llevó a cabo en Aspen Grove, en el Cañón de Provo. Las clases duraban seis semanas, y la mayoría de los maestros vivía en tiendas de campaña. Un maestro recuerda con cariño su experiencia en las montañas: “Éramos un total de noventa maestros. Un solo edificio hacía las veces de sala de trabajo y de estudio… La mayoría pasaba las tardes jugando al sóftbol y al voleibol… las amistades que se entablaron ese verano fueron cálidas y duraderas… Me sentí muy cerca de mi Hacedor y sobrecogido por la majestuosidad de Sus creaciones”33.

En 1926 surgieron nuevas preguntas sobre el futuro de la educación en la Iglesia. Durante una reunión de la Mesa Directiva de Educación de la Iglesia celebrada en febrero de 1926, el superintendente Bennion presentó un informe donde se indicaba que el costo per cápita para educar a un alumno en una escuela de la Iglesia era de 204,97 dólares anuales comparado a los 23,73 dólares para un alumno de Seminario. El informe preguntaba explícitamente: “¿Recibe la Iglesia algún beneficio con una inversión de 8 a 1 en sus escuelas en contraste con los Seminarios?”34. Adam S. Bennion pidió que se retiraran por completo del ámbito de la educación secular y que la Iglesia centrase sus recursos exclusivamente en la educación religiosa. Dado que este paso supondría el cierre de todos los colegios universitarios de la Iglesia, el superintendente Bennion propuso la creación de “Seminarios universitarios” para satisfacer las necesidades de los alumnos universitarios SUD. Su plan consistía en “tener en la universidad… a un hombre fuerte que pudiese atraer a los alumnos y con quien ellos pudiesen consultar en persona y aconsejarse; esa persona tendría un valor incalculable”35. El primer centro que se consideró para esta nueva empresa fue la Universidad de Idaho en Moscow36.

J. Wyley Sessions, primer maestro de Instituto.

Unos meses más tarde, en octubre de 1926, la Primera Presidencia se reunió con James Wyley Sessions37, quien había regresado recientemente de su servicio de siete años como presidente de misión en Sudáfrica. Físicamente exhausto y económicamente indigente a causa de su servicio misional, el hermano Sessions se había reunido con la Primera Presidencia con la esperanza de asegurarse un puesto en la compañía azucarera Utah–Idaho. En medio de la reunión, el presidente Charles W. Nibley, Segundo Consejero de la Primera Presidencia, se detuvo a mitad de una frase, se volvió al Presidente de la Iglesia, Heber J. Grant, y anunció de imprevisto: “¡Heber, estamos cometiendo un error! Nunca me sentí del todo bien con la idea de que el hermano Sessions se embarcara en el negocio del azúcar; tal vez no le guste. Tenemos otra cosa para él”. Tras un momento de silencio, el presidente Nibley miró directamente al hermano Sessions y dijo: “Él es el hombre que debemos enviar a la Universidad de Idaho para cuidar de nuestros muchachos y nuestras muchachas allá y ver qué debe hacer la Iglesia por nuestros alumnos que están asistiendo a las universidades estatales”. Al hermano Sessions no le entusiasmó de inmediato la idea de ese nuevo llamamiento y respondió: “¡Oh no! Miren, hoy se cumplen doce días desde que regresé a casa tras pasar más de siete años en el sistema misional, ¿y ustedes me llaman a otra misión?”. El presidente Grant fue el siguiente en hablar: “No, no, hermano Sessions, simplemente le estamos ofreciendo una magnífica oportunidad profesional”.

Años más tarde, el hermano Sessions recordaba los sentimientos encontrados que le sobrevinieron al término de la reunión: “Me fui llorando casi todo el camino. No quería hacerlo, pero, a los pocos días, habíamos enviado el equipaje a Moscow, Idaho, y nos fuimos a Moscow, Idaho (risas), donde empezamos los Institutos de Religión SUD”38.

J. Wyley Sessions era una opción un poco insólita para la nueva empresa. Carecía de experiencia en educación formal y en el sistema de Seminarios; tampoco tenía títulos de postgrado. Había asistido a la universidad, pero se había licenciado en agricultura. Al partir para Idaho, la única instrucción que recibió del presidente Grant fue: “Hermano Sessions, vaya y vea qué debemos hacer por los jóvenes y las jovencitas que asisten a las universidades estatales, y que el Señor lo bendiga”39. A su llegada a Moscow, Wyley Sessions se encontró con una recepción de sentimientos encontrados. Los líderes locales de la Iglesia llevaban años pidiendo a la Mesa Directiva de Educación de la Iglesia que enviara a alguien para enseñar religión, y los jóvenes alumnos le dieron una cálida bienvenida40; pero los no miembros de la comunidad veían al nuevo maestro con ciertas sospechas ¡Incluso se organizó un comité local para asegurarse de que el hermano Sessions no “mormonizara” a la universidad!41. A pesar de su vacilación inicial, J. Wyley Sessions se metió de lleno en la asignación. Se inscribió en la cámara local de comercio, se hizo socio del Club Kiwanis e incluso se matriculó en la universidad para obtener una maestría que le proporcionara las credenciales académicas para enseñar a nivel universitario42. Presto para la risa, y con una sonrisa constante en los labios (sus alumnos lo apodaron “Smiley [sonriente] Wyley”41), no tardó en procurarle amigos a la Iglesia.

Joseph F. Merrill. Cortesía de la Biblioteca de Historia de la Iglesia.

Mientras tanto, en Salt Lake City, el superintendente Adam S. Bennion dimitió y fue reemplazado por Joseph F. Merrill, que recibió el título de Comisionado de Educación de la Iglesia. Dieciséis años después de la creación del Seminario de Granite, el comisionado Merrill tuvo la oportunidad de ver que se implementaran sus ideas a nivel universitario. Por correspondencia, el hermano Sessions y el comisionado Merrill desarrollaron los cimientos filosóficos del nuevo programa. Rememorando su formación universitaria en el este, el comisionado Merrill quería que esta nueva empresa sirviera de puente entre la enseñanza secular de la universidad y las verdades del Evangelio. A su entender, el objetivo de la obra del hermano Sessions era “facultar a nuestros jóvenes universitarios para realizar los ajustes necesarios entre lo que se les ha enseñado en la Iglesia y lo que están aprendiendo en la universidad, con el fin de permitirles estar bien asentados en su fe como miembros de la Iglesia”44. El comisionado Merrill, científico de profesión, deseaba que Instituto se diseñara específicamente para permitir la reconciliación entre la fe y la razón. Para ese fin, concluyó:

“Personalmente, estoy convencido de que la religión es tan razonable como la ciencia; de que las verdades religiosas y las científicas de ningún modo están en conflicto; que hay un gran propósito unificador que se extiende a lo largo de toda la creación; que vivimos en un mundo maravilloso, aunque por el momento sea profundamente misterioso; y que hay un Creador omnisciente y todopoderoso detrás de todas las cosas. ¿Es posible desarrollar esa misma fe en la mente de todos nuestros alumnos de los colegios y las universidades? Tal es el fin que persiguen nuestros Institutos universitarios”45.

J. Wyley Sessions acudió también a los profesores de la universidad en busca de ayuda para crear la nueva empresa. El Dr. Jay G. Eldridge, profesor de alemán y decano de la facultad, y que no era miembro de la Iglesia, incluso sugirió que el hermano Sessions nombrara el nuevo edificio: Instituto de Religión SUD. Su intención era que otras confesiones edificaran estructuras similares y las nombraran Instituto de Religión Metodista, etcétera46. El hermano Sessions, a quien le gustó el nombre, envió la solicitud al comisionado Merrill en Salt Lake City, quien aprobó el nombre oficial en abril de 192847. Unos días más tarde, llegó una carta del comisionado Joseph F. Merrill dirigida “al director del Instituto de Religión de los Santos de los Últimos Días de Moscow, Idaho”, oficializando el nombre48.

El primer edificio de Instituto en Moscow, Idaho, poco después de que se construyó. Cortesía de las Colecciones Especiales de BYU.

El hermano Sessions dispuso que el primer edificio de Instituto fuera “un hogar de la Iglesia lejos del hogar”49. No era solo un edificio de aulas, pues incluía un recibidor, una capilla, un salón de baile, una biblioteca y una cocina. Toda la segunda planta del edificio tenía once dormitorios bellamente amueblados, con la capacidad para alojar a veintidós alumnos varones. El exterior del edificio era al estilo arquitectónico gótico Tudor, en armonía con los demás edificios de la universidad50. Wyley Sessions creía que el obtener los fondos para la construcción del edificio había sido un pequeño milagro en sí mismo, especialmente por las objeciones del comisionado Merrill, a quien el hermano Sessions luego llamaría, bromeando, “la Autoridad General más económica y conservadora de esta dispensación”51.

El presidente Charles W. Nibley dedicó el edificio del Instituto Moscow el 25 de septiembre de 192852. Resultaba pertinente que él dedicara el edificio, pues había sido su inspiración la que había enviado a J. Wyley Sessions a Moscow casi dos años antes. También asistieron a la dedicación el comisionado Merrill y otros dignatarios de la Iglesia. En pocos años, el Instituto fue cobrando un amplio respeto en el campus; muchas personas lo visitaron con la esperanza de erigir edificios similares para otras denominaciones. Ernest O. Holland, presidente del Colegio Universitario Washington State, visitó el edificio en varias ocasiones y destacó en varias reuniones de docentes que el programa de Instituto solucionaba mejor el problema de cómo ofrecer educación religiosa a los alumnos universitarios que cualquier otro programa que él conociera53.

Tras un inicio exitoso de la obra, el hermano y la hermana Sessions partieron de Moscow en 1929 y se trasladaron a Pocatello, Idaho, donde iniciaron otro programa de Instituto. Para entonces ya había comenzado un segundo programa de Instituto, esta vez en Logan, Utah, con W. W. Henderson como su primer maestro54. J. Wyley Sessions mismo fundó otro Instituto en Laramie, Wyoming, y empezó a trabajar en otro más en Flagstaff, Arizona, antes de recibir el llamamiento de servir como presidente de la casa de la misión (el precursor de los actuales centros de capacitación misional) en Salt Lake City55. Al explicar el valor del programa de Instituto, él comentó:

“La religión es un aspecto práctico de la vida y del diario vivir. No es teoría, y es absolutamente necesaria para tener una formación completa y equilibrada. La formación no puede estar completa sin la educación religiosa; por lo tanto, no se debe dejar de lado, sino que se le debe hacer o dejar sitio en un programa educativo, y mantenerla viva, sana y vibrante”56.

La década de 1930
Se traza el curso

La década de 1930 comenzó con un golpe para el programa de Seminario. El 7 de enero de 1930, Isaac L. Williamson, inspector de las escuelas secundarias del estado de Utah, publicó un informe muy crítico sobre la relación que existía entre las escuelas públicas y los Seminarios. El informe se imprimió por completo dos días después en el Salt Lake Tribune, ocupando toda una página y escrito con un tamaño de letra extremadamente pequeño57. Isaac Williamson, que no era mormón, originario de Oklahoma, había servido cerca de veinte años en el sistema educativo de Utah, y ahora arremetía seriamente contra la legalidad del programa de Seminario. Su informe dio pie a otros sobre enseñanzas sectarias en clases con créditos académicos, las consecuencias de permitir salir a los alumnos durante la jornada escolar y el costo que el programa le suponía al estado. En un aspecto más fundamental, el señor Williamson ponía en tela de juicio el carácter constitucional de los Seminarios al considerarlos una afrenta a la separación de iglesia y estado. Bajo su punto de vista, los Seminarios y las escuelas públicas se “consideraban una sola institución”58.

Algunas de las acusaciones del señor Williamson eran mínimas. Por ejemplo, argumentaba que los Seminarios le costaban al estado dinero de los impuestos porque los edificios de Seminario estaban junto a los de las escuelas secundarias, y los alumnos que tomaban el autobús se valían de los fondos estatales para asistir a Seminario59. Sin embargo, otras acusaciones eran más serias, como cuando citó ejemplos de doctrinas SUD específicas que se impartían en las clases con créditos académicos. Algunos de esos ejemplos eran: la ubicación del Jardín de Edén en Misuri, la superioridad de la traducción de José Smith de la Biblia y el traslado literal de Enoc y la ciudad de Sion60.

El comisionado Merrill respondió públicamente a todas las acusaciones del informe, diciendo: “¿No estaba el autor del informe colando el mosquito y tragando el camello? Por ejemplo, ¿de qué manera la existencia de un Seminario adyacente a un centro de secundaria agrega siquiera un centavo al costo de transportar a los alumnos a la escuela y de vuelta a sus casas?”61. En la Conferencia General de abril de 1930, el presidente Heber J. Grant solicitó una votación pública para decidir el futuro de los Seminarios62. En mayo de ese mismo año, tras meses de preparación, el comisionado Merrill se presentó ante la Junta Directiva de Utah con el siguiente argumento:

“El adoptar las sugerencias del comité implica el fin de Seminario, y sus enemigos lo saben. Pero, ¿por qué quieren acabar con algo que todo director de secundaria y superintendente escolar experimentado dice que es bueno, que es una de las mejores entidades para la edificación del carácter y de la buena ciudadanía de los alumnos? ¿Acaso el prejuicio religioso procura ocultarse bajo pieles de oveja con un toque de legalidad para asestar una puñalada a Seminario, una entidad que ha influido de forma excelente en la consolidación de un apoyo unificado a la escuela pública?”63.

La defensa del comisionado Joseph F. Merrill pareció poner fin a las amenazas legales contra los Seminarios. La Junta Directiva del Estado de Utah pospuso la votación durante un año, la cual finalmente se produjo en septiembre de 1931. El veredicto fue de seis a tres a favor de proseguir con la política de créditos de Seminario. La junta estatal también permitió la continuación de los privilegios de Seminario integrado para los alumnos matriculados en Seminario64.

Si bien la votación supuso una victoria para el programa de Seminario, también provocó una reacción en el sistema que resultó en modificaciones en casi la totalidad del programa educativo de la Iglesia. Muchos de los problemas importantes recogidos en el informe del señor Williamson procedían de errores cometidos por maestros inexpertos. A fin de incrementar el conocimiento de los maestros en el sistema, a partir del verano de 1930, se invitó a catedráticos de la facultad de religión de la Universidad de Chicago a que brindaran capacitación. Durante los años siguientes, nombres prominentes en el ámbito de los estudios bíblicos, tales como Edgar Goodspeed Jr., William C. Graham y John T. McNeil, instruyeron a los maestros durante las capacitaciones de verano65. Por otro lado, varios jóvenes maestros SUD prometedores recibieron un llamamiento del comisionado Merrill para asistir a la Universidad de Chicago a fin de recibir formación religiosa. Entre los nombres más reconocidos del grupo estaban: Sidney B. Sperry, T. Edgar Lyon, Russel B. Swensen y Heber C. Snell66.

En 1931 se llamó a Joseph F. Merrill como Apóstol, y dos años después sucedió a John A. Widtsoe como presidente de la Misión Europea67. Cuando John A. Widtsoe regresó a casa, volvió a ser el Comisionado de Educación de la Iglesia, ocupando el lugar del comisionado Merrill. A su vez, a él lo sucedió en dicho cargo Franklin L. West, profesor de Física de la Universidad Utah State, en 1936. Durante ese tiempo, había una sensación de que la respuesta a la crisis de 1930 podría haber llevado a los programas de Seminario e Instituto hacia una orientación más secular. El presidente Joseph Fielding Smith empezó a preocuparse al oír un discurso en una capacitación de Instituto en el que se abogaba abiertamente por una orientación más secular de la enseñanza del Evangelio. De modo que, en marzo de 1937, le escribió al comisionado West: “Si las opiniones de tales hombres cobran predominancia en la Iglesia, mejor nos sería darnos por vencidos y decir que el mormonismo es un fracaso”68.

Presidente J. Reuben Clark

Con esas inquietudes en mente, el presidente J. Reuben Clark, Jr., Primer Consejero de la Primera Presidencia, habló a los educadores de religión en Aspen Grove en el verano de 1938. Su discurso, titulado “El curso trazado por la Iglesia en la educación”, llegó a ser un documento fundamental para definir la función de la educación religiosa en la Iglesia. Para comenzar, el presidente Clark expuso la expectativa principal de la Primera Presidencia para los maestros:

“El primer requisito que un maestro debe tener para enseñar estos principios es un testimonio personal de la veracidad de ellos. No importa cuánto conocimiento se tenga, ni los estudios que se hayan cursado, ni la cantidad de títulos académicos obtenidos; nada puede reemplazar este testimonio, el cual es el sine qua non (requisito absoluto) que el maestro debe tener en el sistema escolar de la Iglesia. Ningún maestro que no posea un verdadero testimonio de la veracidad del Evangelio —según ha sido revelado a los Santos de los Últimos Días y en el que ellos creen—, que no tenga un testimonio de la condición de Jesús como Hijo y como Mesías, y de la divina misión de José Smith —incluso de la Primera Visión, en todo su realismo—, debe tener cabida en el sistema educativo de la Iglesia. Si hubiese alguien así, y espero y ruego que no sea así, debe renunciar de inmediato; si el Comisionado Adjunto de Educación sabe de alguien así, y éste no renuncia, deberá pedirle su renuncia. La Primera Presidencia considera necesario [que] se lleve a cabo esa medida”69.

Las palabras del presidente Clark supusieron una dura reprimenda para algunos de los maestros allí presentes. Un maestro joven señaló: “Aquella noche hubo mucha discusión alrededor de las hogueras”; incluso recordó que un maestro ya mayor presentó su renuncia al comisionado West esa misma noche, aunque no fue aceptada70. Cuando el discurso se hizo público en la Iglesia, un buen amigo del presidente Clark le escribió: “Fue tan oportuno, tan necesario, que a mí me pareció que fue una verdadera revelación”71. El presidente Clark le respondió: “Dije muchas cosas que llevaba tiempo pensando y que deseaba decir. Creo que la mayoría de los padres que hay en la Iglesia estarán de acuerdo con todo lo que dije”72.

El discurso del presidente Clark aclaró la labor del educador religioso en la Iglesia. Como los programas de Seminario e Instituto procuraban elevar sus niveles profesionales, existía la tentación de adoptar un enfoque más propio del mundo hacia las Escrituras. Un tono elevado de crítica bíblica, con su perspectiva secular de las Escrituras, empezó a influir en el sistema y en sus maestros. El discurso del presidente Clark dejó bien claro que el testimonio era una meta más elevada que la erudición, y que las palabras de los profetas eran más importantes como guía de las Escrituras que los escritos de los eruditos más actuales. Se podían emplear las herramientas del mundo, pero solo en la medida en que contribuyeran al objetivo más elevado de llevar el Evangelio al corazón de los alumnos. Quizás el comentario más profundo de las palabras del presidente Clark fue uno que tenía que ver directamente con los alumnos: “Los jóvenes de la Iglesia tienen hambre de las cosas del Espíritu; están ansiosos por aprender el Evangelio, y lo quieren en su forma más pura y clara”73.

Todos estos cambios filosóficos tuvieron lugar en el contexto de los años austeros de la Gran Depresión. A pesar de la cruda realidad económica de la época, los Seminarios e Institutos siguieron creciendo. Durante los años treinta, se abrieron diecisiete nuevos Seminarios74 y ocho nuevos Institutos75. Se alcanzó un hito en esa época cuando, tras años de negociaciones, se inauguró el Instituto de la Universidad de Utah76. Los comisionados Merrill, Widtsoe y West pidieron una mayor austeridad a los maestros del sistema. Un maestro recuerda que su salario sufrió un recorte del cuarenta por ciento durante los peores años de la Depresión77. Fue en esa época que se hizo más evidente la inspiración de encaminarse hacia un sistema menos caro. El sistema educativo de la Iglesia tenía más alumnos que nunca a pesar de los tiempos tan difíciles.

La década de 1940
Capeando la tormenta

Los años tumultuosos de la Segunda Guerra Mundial afectaron el crecimiento de los Seminarios y los Institutos. A causa de los enormes cambios demográficos como consecuencia del esfuerzo bélico, cinco Seminarios cerraron durante los años de la guerra78. En el periodo subsiguiente al discurso “El curso trazado”, la Primera Presidencia, y en particular el presidente J. Reuben Clark, Jr., siguieron pendientes de la educación religiosa. El presidente Clark sostuvo numerosas conversaciones con los élderes John A. Widtsoe y Joseph F. Merrill, los dos Apóstoles más asociados con la educación religiosa, para expresarles sus inquietudes.

En una reunión efectuada en marzo de 1940, el presidente Clark llevó aparte a los élderes Widtsoe y Merrill y les habló en privado. Las anotaciones que el presidente Clark hizo de la reunión registran: “Les dije que todo lo que la Presidencia quiere es el Evangelio”79. En vista de que tenía un hijo que enseñaba en el sistema, el presidente Clark se sentía obligado a prestar atención para ver qué pasaba80. Manifestó sus inquietudes en una carta dirigida al director de un Seminario en 1941: “Le expreso la esperanza de que todos los Seminarios de la Iglesia abandonen las generalidades que se basan en conceptos sectarios y que, de hecho, con frecuencia son casi siempre contrarios a los principios y las doctrinas de la Iglesia, a fin de regresar a los grandes cimientos del Evangelio restaurado y del sacerdocio”81.

Una clase de Seminario matutino del Seminario de West High en Salt Lake City; aproximadamente en 1942. Cortesía de Eldon Taylor.

Durante esa década se dio inicio a un nuevo emprendimiento en Seminario, en la escuela Intermountain Indian School, un centro para indígenas, en Brigham City, Utah. Seiscientos alumnos navajos llegaron a la escuela en 1949, de los cuales seis eran jóvenes Santos de los Últimos Días. Dos representantes de las estacas locales, J. Edwin Baird, de la presidencia de la Estaca Box Elder, y Boyd K. Packer, un joven maestro de Seminario y miembro del sumo consejo de la Estaca Box Elder Norte, recibieron el llamamiento de ocuparse de las necesidades de esos alumnos82. El hermano Packer recordó una reunión que tuvo lugar en el tabernáculo de Brigham City en la que el presidente George Albert Smith habló sobre la necesidad de ayudar al pueblo indígena. El presidente Smith dijo que cualquiera que ayudara a los indígenas sería enormemente bendecido, un mensaje que provocó un sentimiento electrizante en Boyd K. Packer83. De los esfuerzos de los hermanos Baird y Packer surgió el programa de Seminario para indígenas a fin de proporcionar formación religiosa a los jóvenes nativos miembros de la Iglesia en todos los Estados Unidos. En la década siguiente se abrieron dieciséis Seminarios para indígenas a fin de satisfacer las necesidades de alumnos diseminados por todo el país84.

Los años inmediatamente posteriores a la guerra presenciaron otro marcado aumento en el crecimiento de los Seminarios. En esa década se crearon diecisiete Seminarios nuevos, ascendiendo el total a 109. A pesar de que los Seminarios eran una parte establecida del programa de la Iglesia, seguían provocando controversia en algunos lugares. Salt Lake City presenció una feroz batalla política a comienzos de la década de 1940 en cuanto a los derechos de los alumnos a asistir a Seminario durante la jornada escolar85. Un anuncio que apareció en el Salt Lake Tribune y en el Salt Lake Telegram, el 22 de junio de 1943, instaba a “todo ciudadano estadounidense de mente clara, ya sea mormón, católico, judío, protestante o de cualquier otra confesión” a asistir a una reunión de la Junta Directiva Escolar de Salt Lake y “¡protestar, protestar, protestar!” contra una nueva ley que autorizaba tiempo para Seminario integrado en el distrito escolar86.

Irónicamente, la falta autorización para Seminario integrado en el distrito de Salt Lake dio pie a otra adaptación: el Seminario matutino. Casi al término de la década de 1940, Marion D. Hanks, un abogado local, empezó a enseñar clases de Seminario matutino en el Seminario de la Escuela Secundaria West High School de Salt Lake City. Dado que las clases se impartían fuera de la jornada escolar y estaban exentas de créditos académicos, el hermano Hanks pudo emplear el Libro de Mormón como su texto principal. La clase tuvo tanto éxito que llamó la atención del comisionado West, quien fue a hablar en persona con el hermano Hanks sobre ella. Según una fuente:

Frank West le preguntó al hermano Hanks qué era lo que hacía. Él le respondió que estaba enseñando una clase a primera hora de la mañana. “¿Cuántos vienen?”, preguntó el comisionado West. “Sesenta”, respondió el hermano Hanks. “¿Qué les enseña?”, le preguntó. “El Libro de Mormón”, dijo el hermano Hanks. “¿Qué método sigue?”, preguntó el hermano West. “Abro el libro, leemos y analizamos lo que leemos”. “¿Cuántos vienen cada día?”, volvió a preguntar el hermano West. “Todos”, respondió el hermano Hanks87.

La década de 1950
Nuevos métodos y un nuevo liderazgo

Durante la Conferencia General de abril de 1950, diez presidentes de estaca del área metropolitana de Los Ángeles se reunieron con el élder Joseph Fielding Smith, del Cuórum de los Doce Apóstoles, para analizar la posibilidad de establecer cierto tipo de programa de Seminario para los jóvenes de sus regiones. Uno de los presidentes de estaca declaró que los jóvenes “necesitaban algún sitio al que acudir, aparte de los servicios dominicales”88. Los presidentes de estaca recibieron del élder Smith la certeza de que se abordaría el asunto, y entonces pidió a tres de los presidentes de estaca, Howard W. Hunter, de la Estaca Pasadena; Noble Waite, de la Estaca Los Ángeles Sur; y Hugh C. Smith, de la Estaca San Fernando, que empezaran las labores preliminares para iniciar el programa en el otoño de 195089.

A las pocas semanas, el comisionado Franklin L. West abordó a Ray L. Jones, un director de Seminarios de Logan, Utah, para que iniciara un nuevo programa de Seminario matutino en California. El hermano Jones, que acababa de terminar de construir su nueva casa, mostró cierta vacilación de tener que trasladar a su familia, ante lo cual el comisionado West sugirió que, durante un periodo de prueba, dejara a su familia en Logan mientras él viajaba regularmente a Los Ángeles. La primera reacción del hermano Jones fue la de rechazar la propuesta, pero tras analizarlo con su esposa y meditar al respecto en el Templo de Logan, Utah, decidió aceptarla90. Aun así, la asignación era sumamente experimental y en la entrevista de orientación, Ray Jones acosó al comisionado West a preguntas para las que recibió muy pocas respuestas satisfactorias:

¿En qué zonas se organizarán las clases? Su respuesta: No lo sé. Deberá decidirlo usted cuando llegue al sur de California.

¿Dónde se impartirán las clases? Su respuesta: No lo sé. Tal vez en la sala de estar de una vivienda particular, en un salón alquilado o, si fuera necesario, podríamos facilitarle un aula portátil que podría trasladar de un campus a otro.

¿Quiénes enseñarán las clases? Su respuesta: No lo sé. Deberá tomar la decisión después de conocer el lugar y a las personas.

¿Cuándo se impartirán las clases? Su respuesta: No lo sé. Muchas escuelas secundarias tienen turno doble y tal vez deba llegar a un acuerdo para lograr reunir a los alumnos durante 20 o 30 minutos por la mañana, o media hora al término de la escuela por la tarde91.

Una clase de Seminario matutino en San Diego en 1955. En David B. Rimington, Vistas on Visions: A Golden Anniversary History of Church Education in Southern California.

Armado con solo una vaga noción de cómo emprender el nuevo cometido, el hermano Jones marchó decidido al sur de California. La Iglesia no le facilitó fondos para el viaje, así que logró llegar al sur de California ofreciéndose como cuidador de ganado en un tren que lo transportaba desde Utah a Buena Park, California, a cambio de un viaje de ida y vuelta desde dicho estado a Logan. Al principio trabajó incansablemente para garantizarse el apoyo del sacerdocio local, y luego pasó el resto del verano de 1950 atareado con un sinfín de preparativos. Trabajó para encontrar a los maestros adecuados, capacitarlos y asegurarse de tener las instalaciones adecuadas para esa nueva empresa.

El programa de Seminario matutino comenzó en septiembre de 1950, apenas cinco meses después de que Joseph Fielding Smith se reuniera con los diez presidentes de estaca. Durante el primer año escolar participaron en el programa seis estacas con una matrícula de 195 alumnos en siete clases distintas92. La mayoría de los alumnos respondió con entusiasmo al programa. Ina Easton, una miembro local, recordó: “No era el maestro, sino la actitud y la belleza de los jóvenes que querían que el Seminario fuera bueno, y lo fue… La mayoría de los padres y los líderes del sacerdocio brindaron mucho apoyo, pero fueron los jóvenes los que sacaron el programa adelante”93. Al término de cinco años, el programa en California había crecido hasta tener cerca de 2 500 alumnos en 90 clases94.

Desde los sencillos comienzos de aquellas seis estacas de la zona de Los Ángeles, el programa se extendió hasta convertirse en el principal método de educación en la Iglesia hoy en día. El Seminario matutino logró seguir a los miembros de la Iglesia por todo el país y satisfacer las necesidades de los jóvenes SUD a nivel nacional. Actualmente, este modelo se ha adaptado a fin de que, según las necesidades locales, los alumnos asistan a clase por la mañana, al mediodía o por la tarde, en lo que se denomina “Seminario diario”. Con el tiempo, el número de alumnos de este tipo de Seminario llegó a sobrepasar al de los alumnos del Seminario integrado95.

William E. Berrett y el plantel de educación religiosa a finales de la década de 1950. William E. Berrett es el quinto, empezando de la izquierda; el siguiente a su derecha es Boyd K. Packer. Cortesía de Leland Bruderer.

La década de 1950 presenció un cambio significativo en el liderazgo de la educación en la Iglesia. En 1953, el comisionado Franklin L. West se jubiló, después de liderar el sistema por casi veinte años. Su lugar lo ocupó Ernest L. Wilkinson, rector de la Universidad Brigham Young, a quien el presidente David O. McKay pidió que dirigiera la nueva entidad: el Sistema Unificado de Escuelas de la Iglesia. El nuevo sistema proporcionaba un liderazgo unificado a todas las organizaciones educativas de la Iglesia96. El hermano Wilkinson nombró a William E. Berrett, un maestro del Departamento de Religión de BYU, para que fuera el director de todos los programas de educación religiosa.

El hermano Berrett aportó una sensibilidad diferente a los programas de Seminario e Instituto. Exceptuando un breve periodo como ayudante del fiscal general de Alaska, había dedicado toda su vida profesional a escribir y enseñar en los programas de Seminario e Instituto. William Berrett era un maestro y un escritor excepcional, autor de varios textos empleados en Seminario e Instituto. Su experiencia en el sistema se remontaba hasta las primeras capacitaciones veraniegas efectuadas bajo Adam S. Bennion97.

Una de las primeras decisiones del hermano Berrett fue la de modernizar las sesiones de capacitación de verano. Ya en 1954, todos los maestros de los programas de Seminario e Instituto se reunían en la Universidad Brigham Young. Los programas de verano iniciados treinta años antes comenzaron entonces con Autoridades Generales que impartían las clases, para luego evolucionar hasta incluir a eruditos bíblicos, tales como profesores de la Universidad de Chicago. El hermano Berrett quería volver a lo básico, y para ello invitó al élder Harold B. Lee a servir como maestro. Los presidentes Joseph Fielding Smith y J. Reuben Clark fueron algunos de los oradores de aquel verano.

Mientras que las escuelas de verano de la década de 1930 se habían centrado en la arqueología, la teología y el análisis de textos bíblicos, en vez de ello, el élder Lee se centró en la importancia de la fe y del testimonio. Aconsejó a los maestros a que no especularan, sino que compartieran su testimonio con frecuencia en el aula, y que dijeran “No lo sé”98, más bien que dar una respuesta de la que no estuvieran seguros. En vez de recalcar la erudición de los maestros, el élder Lee hizo hincapié en proteger la fe de los alumnos. Las anotaciones de la primera disertación del hermano Berrett contienen la siguiente cita del élder Lee: “De joven, estaba ansioso por mostrar mi gran inteligencia; pero conforme voy madurando, estoy ansioso por ocultar mi ignorancia”99.

Boyd K. Packer

El hermano Berrett también se rodeó de un equipo de apoyo fuerte. El élder Lee le aconsejó que “se alejara de las políticas anteriores del Departamento de Educación” mediante la elección de nuevos ayudantes100. Siguiendo su consejo, el hermano Berrett escogió a A. Theodore Tuttle, director del Instituto Reno Nevada, y a Boyd K. Packer, director de Seminarios en Brigham City, Utah, como supervisores del programa. Si bien ambos supervisores nuevos no se conocían, no tardaron en entablar una estrecha amistad. El hermano Berrett los describió más tarde como “una combinación de David y Jonatán. Eran más unidos que dos hermanos”101. Todo el personal de la oficina estableció una estrecha amistad bajo el liderazgo de William E. Berrett. Un miembro del personal de la oficina recordó: “El presidente Berrett era de esa clase de hombres a la que es fácil ser leal”102.

El programa de Seminario e Instituto continuó creciendo, pero siguió siendo una organización muy unida. Boyd K. Packer recordaba con afecto: “El presidente Berrett era un administrador poco usual, un patriarca, muy sabio y muy paciente… con un personal pequeño, como si se tratara de un pequeño negocio familiar”103. Posteriormente, el élder Tuttle comentó: “Siempre pensé que aquella fue la mejor época del sistema de Seminarios porque, por unos pocos años, conocíamos a cada persona en el sistema, pues visitábamos personalmente su clase una, dos o tres veces al año… El hermano Packer y yo contratamos a cada una de las personas, las entrevistamos, las conocíamos y cuidábamos de ellas cuando eran nuevas”104.

En calidad de supervisores viajantes del sistema, los hermanos Tuttle y Packer fueron clave en la capacitación de los maestros. Su lema, tanto para sí mismos como para los demás maestros, era: “Sigamos a las Autoridades Generales”105. Los hermanos Packer y Tuttle también recalcaron la necesidad de la ortodoxia en todo el sistema. Posteriormente, el élder Packer habló de sentirse “bastante intimidado al tener que trabajar entre hermanos tan excelentes, la mayoría de los cuales me superaban en edad, servicio, logros académicos y, según mi manera de ver las cosas, en casi todo lo demás”106. Recordó una experiencia al asistir a una sesión de capacitación de maestros en la que un maestro de más edad trató de hacer de “abogado del diablo” mediante una presentación crítica de la historia de la Iglesia y cuestionando la integridad de varios líderes de la Iglesia, pasados y presentes. El maestro terminó su presentación haciendo un llamado a los maestros para “despertar y ser más críticos y selectivos”. Tras pedírsele su opinión, el élder Packer se levantó y se sintió inspirado a hablar de la famosa escultura griega “Victoria alada de Samotracia”. Con los años, señaló, a la estatua le habían salido muchas grietas y rayones; había perdido la cabeza y los brazos, pero seguía considerándose que su valor era incalculable. Entonces, comparando a la Iglesia con la estatua, prosiguió:

“En cuanto a la Iglesia… supongo que si miramos detenidamente, podemos encontrar fallas y raspaduras, y algunas esquirlas que faltan. Supongo que es posible ver algún defecto o imperfección en un líder del pasado, o incluso del presente; no obstante, aún tenemos pruebas irrefutables, innegables, sólidas y absolutas, pues la Iglesia es lo que es y porque alguien, en un momento, con un ingenio espiritual inspirado y supremo, puso manos a la obra de manera obediente y, bajo inspiración, la organizó; y así es como llegó a existir. Mejor es que nos elevemos para apreciar su belleza y genialidad, que desprestigiarla y buscar las fallas”107.

Entonces el élder Packer les advirtió: “Maestros y compañeros, no se está juzgando al Evangelio ni a la Iglesia, se nos está juzgando a nosotros”108.

Alentados por el hermano Berrett, los administradores de Seminario e Instituto se esforzaron por lograr una relación mucho más estrecha entre los maestros de Seminario e Instituto y los líderes de la Iglesia. El élder Tuttle recordó: “Por nuestra parte hubo un intento definido de unir más a las Autoridades Generales y a los maestros”109. La amistad entre los hermanos Tuttle y Packer prosiguió después de que se llamara a A. Theodore Tuttle como miembro del Primer Consejo de los Setenta en 1958. Pocos años después, cuando Boyd K. Packer fue llamado como ayudante del Cuórum de los Doce, “el hermano Berrett bromeó diciendo que su oficina era la escuela donde se formaban a futuras Autoridades Generales”110.

Bajo el liderazgo del hermano Berrett se iniciaron reuniones locales y regionales de maestros, así como un nuevo programa de capacitación para futuros maestros, y prosiguieron las capacitaciones de verano. También empezó a alentar a los maestros a que obtuvieran estudios de postgrado; les aumentó los salarios e hizo los arreglos para que recibieran seguro médico como parte de sus contratos laborales111. Tal vez al recordar sus años de carestía como maestro durante la Gran Depresión, el hermano Berrett trabajó incansablemente para hacer que la vida de los maestros de Seminario e Instituto fuera algo más cómoda.

La década de 1960
Extendiéndose mundialmente

En 1961, las Oficinas Generales de la Iglesia recibieron una solicitud para un programa de Seminario de parte del presidente de la Estaca Brisbane, Australia112. El presidente David O. McKay y la Mesa Directiva de Educación consideraron detenidamente la solicitud y empezaron a buscar la manera de llevar la educación religiosa a las Áreas internacionales de la Iglesia. Los élderes A. Theodore Tuttle y Boyd K. Packer, que ahora eran Autoridades Generales, también abogaban intensamente por ampliar los programas de Seminario e Instituto. Menos de dos meses después de haber llegado a Sudamérica como Presidente de Área, se recibió una solicitud del élder Tuttle para instituir el programa de Seminario en Uruguay. Durante los cinco años de su llamamiento en Sudamérica, se siguieron multiplicando las solicitudes para establecer Seminario en dicha región113. Mientras tanto, en las Oficinas Generales de la Iglesia en Salt Lake City, el élder Packer seguía abogando firmemente con la mesa directiva de la Iglesia a favor de los programas de Seminario e Instituto. Cuando la Iglesia sufrió una crisis presupuestaria en 1963, el élder Packer presentó una carta al presidente McKay en la que argumentaba fervientemente que los Seminarios y los Institutos constituían “un medio comprobado y eficaz para brindar instrucción religiosa” a los jóvenes de la Iglesia114.

Durante ese mismo periodo siguieron inundando la oficina del hermano Berrett las solicitudes para tener Seminarios en todas partes del mundo. Una carta de un oficial estadounidense estacionado a Alemania que había recibido la asignación de enseñar una clase de Seminario matutino comenzaba con esta breve frase: “Estimado presidente Berrett: ¡SOCORRO!”. El oficial explicó que acababan de comunicarle que se habían matriculado el hijo del Presidente de Área y nueve jóvenes más, y terminaba su carta como comenzó: “… ¡SOCORRO!”115. También empezaron a llegar otras solicitudes procedentes de fuera de los Estados Unidos116. A petición del presidente Ernest L. Wilkinson y de la Primera Presidencia, William E. Berrett viajó a Europa en 1963 y nuevamente en 1965, procurando encontrar la mejor manera de llevar el programa de Seminario a esos países117. En ambas ocasiones, el hermano Berrett regresó profundamente desalentado con lo que vio. Ninguna escuela de ninguno de aquellos países tenía suficientes alumnos SUD como para implementar el programa de Seminario integrado, y las deficiencias en el transporte no hacían viables los programas de Seminario matutino. Frustrado, señaló: “Hasta que no creemos un programa nuevo, no podremos llevar el programa de Seminario a Inglaterra ni a ningún otro país”118.

El hermano Don Bond, a la derecha, aparece junto a Duane H. Banks, un presidente de estaca local, durante el programa piloto del curso individual supervisado de Seminario en Davenport, Iowa. Cortesía de Don Bond

La solución llegó por inspiración a varias personas diferentes. Donald Wilson, maestro de Seminario en Cardston, Canadá, propuso un programa donde los alumnos estudiaran las Escrituras en su tiempo personal y se reunieran ocasionalmente con un maestro y grupos más numerosos de compañeros. Los viajes se podrían reducir a reuniones semanales o mensuales119. Ernest L. Eberhard, Jr., director del Departamento de Cursos de Estudio, tomó la idea y bosquejó un curso de estudio que se adecuara a ese nuevo enfoque. La Mesa Directiva de Educación de la Iglesia aprobó un estudio piloto gracias a la ayuda del élder Boyd K. Packer. Se envió a un solo maestro, Donald R. Bond, al medio oeste de los Estados Unidos a poner a prueba el programa y, aunque solo llevaba cuatro años enseñando Seminario cuando recibió la asignación, puso manos a la obra con entusiasmo120. Los líderes locales del sacerdocio también recibieron el programa con gran entusiasmo. Un presidente de estaca se ofreció alegremente a tomarse una semana libre para llevar al hermano Bond a conocer la zona y presentarle personalmente a los líderes locales121.

El nuevo programa se inauguró en el otoño de 1967 y se recibió como un gran experimento que requirió una cantidad extraordinaria de trabajo por parte de los empleados del Departamento de Cursos de Estudio. Uno de ellos recuerda que dejó copias del primer borrador de las lecciones sobre el escritorio de Ernest Eberhard un lunes, para luego retocarlos e imprimirlos durante la semana y enviarlos por avión el jueves por la noche a fin de que los maestros en el campo pudieran usarlos para enseñar el sábado. Él dijo: “No recuerdo haberme ido a la cama a dormir durante el año o los dos años que duró ese proceso. Fue una época ajetreada… ¡Empezábamos a las 6:30 de la mañana y podíamos considerarnos afortunados si alguna de esas semanas lográbamos salir a las 11 de la noche!”122. Arnold J. Stringham, otro redactor de materiales de estudio, recuerda haber visitado a Don Bond en el campo a la vez que escribía la siguiente lección sentado en el asiento posterior del automóvil123. Pero todo ese esfuerzo dio fruto; el programa tuvo un éxito inmediato y recibió evaluaciones entusiastas. Un presidente de rama escribió a las oficinas centrales: “Este programa les brinda una causa: la del Evangelio; y no puede haber nada mejor. Cómo desearía que todos los jóvenes ‘extremistas’ —los hippies, los que queman sus cartillas de alistamiento, los que se sublevan, etc.— pudieran captar la visión del programa de Seminario”124. Siguieron llegando excelentes resultados y la Mesa Directiva de Educación de la Iglesia comenzó a considerar seriamente el programa como una manera de brindar educación religiosa a la Iglesia en todo el mundo. El élder Marion G. Romney recibió la asignación de investigar esa posibilidad en persona, y Don Bond empezó a recibir llamadas telefónicas del élder Romney con muchas preguntas penetrantes. Don Bond escribió en su diario el día en que la Mesa Directiva de Educación de la Iglesia se reunió para analizar este asunto en mayo de 1968:

“Me encontraba de camino a Vincennes, Indiana. Salí de la autopista y encontré un lugar retirado donde me arrodillé al borde de la carretera y expresé mi solemne testimonio del gran efecto que habían producido en mí los alumnos que con regularidad se relacionaban con ese estudio diario de las Escrituras y del Evangelio; oré para que las Autoridades Generales que en ese momento se hallaban reunidas en las Oficinas Generales de la Iglesia en Salt Lake City también pudieran sentir esa influencia. Al regresar a la carretera, tuve la certeza de que el presidente [N. Eldon] Tanner vería el programa de Seminario en Inglaterra en pocos meses. Ciertamente, el informe del élder Romney se presentó con gran entusiasmo por lo favorable que resultaba el programa para incrementar la eficacia de la noche de hogar y de la orientación familiar125.

Se cumplió lo que el hermano Bond había sentido. Antes del término del verano se asignaron los primeros maestros que introducirían los programas de Seminario e Instituto en Inglaterra y Australia.

John Madsen. Foto tomada durante su servicio como miembro del Primer Cuórum de los Setenta.

El hermano Berrett seleccionó a John Madsen, un maestro de veintinueve años oriundo de Salt Lake City, y a J. L. Jaussi, un veterano de Seminario e Instituto, para iniciar el programa en Inglaterra y Australia respectivamente. El hermano Jaussi recuerda cuando entró en el despacho del hermano Berrett y se le comunicó su nueva asignación. Asombrado, preguntó cuándo tenía que partir, a lo que el hermano Berrett le respondió: “¿Cuánto tardaría en hacer las maletas?”126. Don Bond regresó brevemente del medio oeste para impartir un curso intensivo sobre el programa del curso de estudio individual supervisado a ambos pioneros. Aparte de esa sola reunión con Don Bond, no recibieron ninguna otra capacitación formal. La familia Madsen partió para Inglaterra en agosto de 1968 y los Jaussi salieron para Australia al mes siguiente127. Tiempo después, John Madsen recordó el ambiente de entusiasmo de esa época: “Reinaba cierta sensación de aventura, y de un modo sumamente real, cierto tipo de sentimiento pionero… Me conmovió profundamente que tuviéramos el privilegio de participar en esa gran obra; así es como nos sentíamos. Era un privilegio sagrado, una responsabilidad sagrada”128.

El hermano Berrett acompañó personalmente a los Madsen a Inglaterra para presentar el programa. Tras reunirse con las estacas seleccionadas para la prueba piloto, la influencia del hermano Berrett contribuyó a aliviar cualquier inquietud. John Madsen quedó maravillado con la labor del hermano Berrett con los líderes locales del sacerdocio: “El presidente Berrett fue un experto al tratar con aquellos maravillosos líderes del sacerdocio. Era un hombre que tenía la apariencia de un profeta; que hablaba como un profeta y que poseía el porte y la dignidad de un verdadero patriarca… Era un hombre de una dignidad, un carácter y un espíritu maravillosos. Aquellos magníficos hermanos lo escuchaban mientras él les describía lo que el estudio sistemático del Evangelio haría por sus jóvenes, y sin vacilación ni pregunta alguna, aquellas presidencias respondían de manera unánime e inmediata: ‘Sí, eso es lo que queremos’”129.

Transcurrida una semana, el hermano Berrett regresó a casa y los Madsen emprendieron la difícil tarea de realizar los arreglos para el programa, pues no había materiales de estudio ya que aún se estaban redactando. El hermano Madsen no tenía precedente alguno excepto la labor de Don Bond en el medio oeste de los Estados Unidos, y pocos miembros en Inglaterra conocían el programa. Al principio, los agentes de aduanas no dejaron pasar los materiales de Seminario a Inglaterra. Cuando por fin llegaron, el hermano Madsen los entregó en persona a cada maestro bajo su mayordomía130.

A pesar de todas esas dificultades, los miembros de la Iglesia en Inglaterra no tardaron en captar la visión y la respuesta fue mucho mayor de lo que el hermano Madsen esperaba, a pesar de la falta de materiales y capacitación. Con la intención de poner en marcha solamente un programa del curso de estudio individual supervisado, se matriculó a suficientes alumnos para varias clases de Seminario matutino. La primera clase de Seminario en Gran Bretaña se congregó con diecinueve alumnos a las 7:00 de la mañana del 19 de agosto de 1968 en el Barrio Glasgow, de Escocia, tan solo quince días después de la llegada de los Madsen al país. Desde ese pequeño comienzo, tanto las clases del curso de estudio individual supervisado como del Seminario matutino siguieron creciendo131. Los alumnos de cada región se reunían una vez al mes en una reunión conocida cariñosamente como el “Supersábado”, en la que recibían más instrucción, se capacitaba a los maestros y se celebraban competencias de las Escrituras. Esas competencias se hicieron tan famosas en Inglaterra que hasta se realizó un campeonato nacional132. El crecimiento de los programas requirió más supervisión, y llegaron refuerzos a Gran Bretaña y Australia. Otro contingente de maestros estadounidenses viajó a Nueva Zelanda al año siguiente para iniciar los programas en ese país133.

El lanzamiento de los programas internacionales fue el logro supremo de los diecisiete años de William E. Berrett como Administrador de Educación Religiosa. En el verano de 1970 se anunció que Neal A. Maxwell iba a ser el nuevo Comisionado de Educación de la Iglesia, y con él llegó un cambio completo en el liderazgo de Seminarios e Institutos. Clarence F. Schramm, coordinador en el sur de California y posteriormente ayudante ejecutivo del administrador, recordó cómo el hermano Berrett recibió la llamada en la que se le comunicó que se jubilaría: “Volvió y llamó a Neal Maxwell, y después regresó como si nada hubiera ocurrido. Luego dio un sermón clásico, uno absolutamente clásico, sobre cómo debemos apoyar a la administración, en especial a la administración de la Iglesia, y agregó: ‘Séanle fieles a la persona que los sustituya’. Jamás olvidaré aquella experiencia”134.

El ritmo de los Seminarios e Institutos se aceleró en la década de 1960. Cuando el hermano Berrett fue nombrado en 1953, había aproximadamente 34 000 alumnos, la mayoría en el oeste del país. El total de alumnos matriculados en Instituto eran unos 4000. Cuando el hermano Berrett se jubiló en 1971, las inscripciones en Seminario habían aumentado hasta 126 000 alumnos y las de Instituto hasta casi 50 000; y los programas habían dado su primer paso en el escenario mundial135. También fue aquél un tiempo de experimentación e innovación, pues empezaron a introducirse nuevas técnicas en los medios de comunicación que incrementaron la eficacia de los maestros.

Durante su trabajo con los Seminarios para alumnos indígenas, George D. Durrant, Wayne B. Lynn y Douglas J. Larson empezaron a elaborar una sencilla filmina titulada “Tom Trails” para ilustrar los principios del Evangelio. Las filminas no tardaron en hacerse famosas en todos los Seminarios, y no solo en el programa para alumnos indígenas. El hermano Durrant recordaba haber asistido a un partido de baloncesto en una escuela de educación secundaria en 1972, cuando la banda empezó a tocar el tema musical de Tom Trails. El hermano Durrant le preguntó a un alumno que estaba sentado a su lado a qué escuela pertenecía ese tema musical, y el joven respondió: “Es la canción favorita de todos en la escuela. ¡Es Tom Trails!”136. El hermano Durrant recordaba: “Creíamos que les parecería graciosa, pero se convirtió en todo un éxito”137. Al poco tiempo, las filminas se ampliaron hasta abarcar temas delicados como la inmoralidad, el arrepentimiento e incluso la muerte. Los materiales de estudio se adaptaban al grado en que los Seminarios crecían internacionalmente. En Latinoamérica, “Tom Trails” se llamó “Pepe Pérez” y produjo un gran efecto138. Esas innovaciones no eran más que el principio. Para finales de la década de 1960, los programas de Seminario e Instituto habían probado con creces su éxito en países de habla inglesa, y ahora se acercaba la hora en que el programa iría “a toda nación” (D. y C. 133:37).

La década de 1970
A toda nación

Cuando Neal A. Maxwell asumió el cargo de Comisionado de Educación de la Iglesia en 1970, nombró a Joe J. Christensen como Comisionado Adjunto de Educación de la Iglesia. El llamamiento fue una completa sorpresa para el hermano Christensen, quien se hallaba sirviendo como presidente de misión en la Ciudad de México. Los Christensen regresaron inmediatamente de la misión aunque tenían solo un par de meses de haber llegado139. Con programas de éxito ya en marcha en diversos países, el comisionado Maxwell quería hacer de la educación religiosa una prioridad. Posteriormente recordaría: “Sentíamos que los Seminarios e Institutos podían seguir a la Iglesia dondequiera que se estableciera”140. Pocos meses después de anunciarse el cargo del comisionado Maxwell y su personal, la Mesa Directiva de Educación de la Iglesia anunció que los Seminarios e Institutos seguirían a los miembros de la Iglesia en todo el mundo141.

El comisionado Neal A. Maxwell con Robert Stout, coordinador de Seminarios en Japón, aproximadamente en el año 1970.

Durante los años siguientes, docenas de maestros estadounidenses viajaron por todo el mundo con la asignación de iniciar programas de Seminario e Instituto. En un periodo de tres años, se les confió cumplir con tres objetivos: “(1) Cultivar una relación de trabajo positiva con los líderes del sacerdocio; (2) Iniciar el programa del curso de estudio individual supervisado y matricular a los alumnos de secundaria y de edad universitaria interesados; (3) Encontrar y capacitar a una persona que pudiera ofrecer liderazgo nativo localmente, para evitar tener que exportar a otros [maestros] de los Estados Unidos”142. E. Dale LeBaron, un maestro al que se envió a Sudáfrica, describió más tarde la naturaleza monumental de la obra: “Ocurrió en un periodo de tiempo tan breve, cuatro o cinco años, que pareció más una especie de ataque sorpresa. Fue interesante ver que no solo había ciertas partes del mundo listas, sino que casi todo el mundo estaba listo”143.

Una de las primeras clases de Seminario impartidas en las Filipinas, aproximadamente en el año 1970. Cortesía de Steve Iba.

Los años siguientes trajeron consigo una nueva serie de aventuras a la familia de Seminario e Instituto, a lo largo de todo el mundo. Los maestros enviados a lanzar los programas trabajaron incansablemente para que estos se iniciaran independientemente de los retos del entorno, las largas distancias e incluso la inestabilidad política. En Brasil, David A. Christensen y los cuatro integrantes de su familia durmieron en un colchón, el único “mobiliario” que tenían, durante un mes y medio hasta que fue posible enviarles fondos para solucionar el problema144. En las Filipinas, Stephen K. Iba pagó a su chófer 20 pesos extra para que atravesara un paraje inundado a fin de llegar hasta el muelle donde aguardaban los materiales para los maestros. Cuando el auto quedó atascado, Steve Iba, con camisa blanca y corbata, se bajó a empujar mientras su esposa, con un bebé en brazos, se puso de pie en el asiento del automóvil para escapar de la corriente de agua que se precipitaba hacia adentro. Al final los rescataron varios jóvenes filipinos, cada uno de los cuales recibió 10 pesos por las molestias145.

Esta foto de Robert Arnold impartiendo una clase de Seminario en Guatemala apareció en la publicación Church News el 15 de enero de 1972 (pág. 8).

En Guatemala, a Robert B. Arnold, coordinador del SEI, lo abordaron soldados del gobierno debido al equipo de duplicación que fue hallado en su vivienda. Los soldados asumieron que se estaba empleando el equipo para imprimir propaganda antigubernamental, hasta que Bob Arnold les explicó que él era un mormón que estaba tratando de poner en marcha un programa educacional. El líder de los soldados le dijo: “¿Ustedes son mormones? Yo tengo una sobrina que es mormona”, y se fueron a la casa siguiente146. En Chile, Richard L. Brimhall se sentó sobre el tejado de su casa con sus hijos para ver cómo los cazas bombardeaban el palacio presidencial durante el golpe de estado de 1973 que derrocó al gobierno marxista147.

Pero aun más sorprendentes que los relatos de los maestros estadounidenses lo eran los de los maestros locales contratados para hacerse cargo del programa. Joe J. Christensen reflexionó más adelante: “No hay duda alguna de que aquellos pioneros del SEI que fueron enviados tuvieron la inspiración para seleccionar a muchos de los que trabajaron en el sistema. ¡Y qué gran obra hicieron!”148. En Centroamérica se seleccionó a Carlos H. Amado, un joven arquitecto, para liderar el sistema, y quien más tarde prestó servicio como obispo, presidente de estaca y presidente de misión. Fue llamado al Segundo Cuórum de los Setenta en abril de 1989 y al Primer Cuórum de los Setenta en octubre de 1992149. Cuando los programas llegaron a Corea, no se pudo encontrar a ningún maestro estadounidense con las aptitudes necesarias, así que los administradores simplemente recurrieron a un coreano, Rhee Ho Nam, para lanzar el programa. Él llegó a ser el primer presidente de estaca de Corea del Sur, y más tarde prestó servicio como presidente de misión150. En todo país aparecieron hombres y mujeres capaces para enseñar y administrar los programas. El progreso del programa fue tan rápido que Joe J. Christensen le dijo al comisionado Maxwell que era “como tratar de contener una explosión”151.

Administradores de zona, aproximadamente en el año 1980. Fila de atrás: Frank M. Bradshaw, Frank D. Day y Dan J. Workman. Fila de enfrente: Bruce M. Lake y Alton L. Wade. Cortesía de Alton Wade.

A medida que los Seminarios e Institutos empezaban a tener influencia en la Iglesia mundial, la Iglesia internacional también cambió profundamente a Seminarios e Institutos. Maestros y administradores empezaron a cobrar una perspectiva más amplia de la obra, y surgió un nuevo espíritu de unidad que trascendió las fronteras de los países, y no hay mejor ejemplo de este fenómeno que el de Franklin D. Day. Antes de trabajar para el sistema educativo de la Iglesia, el hermano Day prestó servicio en el Cuerpo de Marines Estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial. El hermano Day, veterano de las sangrientas batallas de la guerra del Pacífico, recordaba: “Los Marines se entrenaban bien, no solo en el manejo de las armas, sino en cómo odiar al enemigo”152. A medida que los programas mundiales florecían, el mundo se dividió en “zonas”, cada una con su propio administrador. Se seleccionó a Frank Day como administrador de la zona de Asia. Al viajar a Okinawa, escenario de una de las batallas más sangrientas en las que había luchado, se encontró lleno de pavor, preguntándose cómo podría superar el odio profundamente arraigado en su interior a causa de las experiencias de la guerra. Recordó que bajó muy nervioso del avión y vio a Kan Watanabe por primera vez; era el presidente de misión y había ido a recogerlo. Se abrazaron. “En cuestión de segundos desaparecieron la amargura, el odio, el entrenamiento y el temor de años”, recordó153.

Durante su trabajo en el oriente, el hermano Day presenció la misma clase de milagros en el corazón de todos los hombres que tomaron parte en el programa. En una convención de Área vio a dos maestros, uno coreano y el otro japonés, abrazándose al despedirse y dándose las gracias mutuamente. Al meditar en la larga historia de conflictos entre ambos países, Frank Day reflexionó en el poder del Evangelio para superar cualquier barrera: “Sentí que, aunque no pudiéramos hacer nada más que unir a las personas y dejar que el Espíritu del Señor obrara en ellas, cualquier otra cosa que aprendieran merecería la pena”154.

Joe J. Christensen, aproximadamente en 1970. Cortesía de Norma Horton.

Durante ese periodo se produjeron cambios trascendentales en el sistema educativo en los Estados Unidos. Uno de los logros de los que Joe J. Christensen se sentía más orgulloso era el que el Libro de Mormón se incluyera en los cursos de estudio obligatorios de Seminario. El Libro de Mormón se había impartido de manera esporádica en los salones de clase durante años, y como parte de un curso de noveno grado desde 1961; pero en 1972 el hermano Christensen remitió una propuesta para hacer del curso un requisito de la graduación de Seminario. Dicha medida se recibió con enorme aprobación. El presidente Spencer W. Kimball, al hablar más tarde con Joe Christensen, dijo: “Me pregunto por qué no hicimos esto hace años”155.

En 1977, Stanley A. Peterson fue nombrado Comisionado Adjunto de educación religiosa. Otro punto culminante para Seminarios e Institutos se produjo en 1978 cuando la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU, por sus siglas en inglés) presentó un pleito jurídico contra el Distrito Escolar de Logan por la práctica del Seminario integrado y la concesión de créditos académicos por los cursos del Antiguo y el Nuevo Testamento. Si bien la Iglesia decidió no participar directamente en el caso, este supuso el primer problema serio para el programa de Seminario integrado desde 1930. Durante el verano de 1978, diversos testigos subieron al estrado para testificar sobre la naturaleza del sistema de Seminario; incluso Joe J. Christensen tuvo que declarar ante el tribunal. Finalmente, el juez del caso dictaminó a favor de la ACLU y declaró ilegal la concesión de los créditos académicos de Seminario. Dos años después, tras una apelación, otro juez de un tribunal superior anuló la decisión inicial. A pesar del resultado favorable, la administración de Seminarios e Institutos decidió dar por finalizada la práctica de dar créditos académicos.

Al final, el resultado del pleito se convirtió en una bendición inesperada para el programa. Se concluyó la concesión de créditos académicos, pero el sistema de Seminario integrado, tras casi sesenta años en funcionamiento, se hallaba ahora respaldado legalmente. Los maestros ya no encontraron restricción alguna para enseñar doctrinas específicas SUD junto con la Biblia. Los administradores de zona esperaban un descenso en las matrículas una vez retirados los créditos, pero, en vez de ello, después del cambio, aumentaron156.

El comisionado Jeffrey R. Holland y el administrador de zona Alton L. Wade durante una visita al Pacífico Sur, aproximadamente en 1979. Cortesía de Alton Wade.

Otro notable grupo de líderes tomó las riendas del liderazgo de la educación religiosa durante la década de 1970. En 1976, Jeffrey R. Holland sucedió a Neal A. Maxwell como Comisionado de Educación de la Iglesia. Cuando Joe J. Christensen se fue en 1979, Stanley A. Peterson se hizo cargo como administrador en jefe. El progreso del programa ya no se medía por el número de Seminarios e Institutos que se edificaban, sino por la cantidad de países en donde se iniciaba el programa.

Stanley A. Peterson

Para 1980, los programas de Seminario e Instituto estaban firmemente establecidos en un número impresionante de países. Ese año se llamó a Henry B. Eyring para suceder a Jeffrey R. Holland como comisionado. El adaptarse a las nuevas circunstancias del papel mundial del programa supuso un conjunto diferente de retos para el comisionado Eyring.

La década de 1980
La enseñanza de las Escrituras

Durante la década de 1980, a medida que continuaba la expansión mundial de Seminarios e Institutos, el programa a veces se establecía en lugares sorprendentes. Seminario llegó a Alemania Oriental en 1980, nueve años antes de la caída del Muro de Berlín, a petición de los líderes locales de la Iglesia. Manfred Schutze, un presidente de distrito, recuerda los sacrificios necesarios para llevar el programa a una nación comunista: “En realidad no teníamos maestros suficientes, porque todos estábamos atareados con dos o tres llamamientos, pero dijimos: ‘Seminario es importante’, y el programa fue recibido al instante con gran entusiasmo por parte de los jóvenes”157. Las lecciones semanales y los supersábados se llevaban a cabo bajo la atenta mirada de los funcionarios comunistas. Cada lección tenía que escribirse a máquina para cada uno de los maestros, y los alumnos no tenían otros materiales que las Escrituras.

Henry Kosak, un joven de dieciséis años, recuerda haber aprendido “maneras totalmente diferentes de estudiar las Escrituras, como por ejemplo, sustituir mi nombre por el de Nefi. Todavía lo recuerdo”158. Los líderes de la Iglesia utilizaron Seminario como una oportunidad para analizar las filosofías ateas que se impartían en los centros escolares de Alemania Oriental. La madre de Klaus Peter Bartsch prestó servicio como maestra de Seminario en su rama. “Tuve la oportunidad de leer directamente del manual”, recuerda. “Lo estudiaba durante horas porque encontraba en él las explicaciones que nos ayudaron a entender mejor el Evangelio. Los programas de Seminario e Instituto fueron una verdadera fuente de fortaleza”159.

Gerald N. Lund

Al expandirse la Iglesia en un número cada vez mayor de países, los retos de traducir y adaptar los materiales de estudio a diferentes culturas se hicieron cada vez más patentes. El presidente Spencer W. Kimball pidió a todos los departamentos de la Iglesia que “redujeran y simplificaran”. Durante una reunión, una Autoridad General depositó un manual de Instituto de 1500 páginas sobre el Libro de Mormón junto al Libro de Mormón y dijo: “Ahora, explíquenme otra vez por qué necesito esto (señalando al manual)… para enseñar esto (señalando al Libro de Mormón)”160. Con la carga de estas inquietudes en su mente, Stan Peterson reunió a los responsables del equipo de Cursos de Estudio — David A. Christensen, Jay E. Jensen y Gerald N. Lund — para buscar una solución. El hermano Peterson recalcó la necesidad de reducir el volumen de los materiales de estudio, e incluso pidió a esos hombres que salieran de la oficina central, se reunieran y hallaran una respuesta. Los cuatro oraron juntos y el hermano Peterson se sintió inspirado a decir: “Satanás no quiere que esto suceda. Hará todo lo posible por impedirles que cumplan con esta tarea”161.

Los tres hombres alquilaron un cuarto en un centro de veraneo de Midway, Utah, para encontrar una solución al problema. Cada uno empezó un ayuno en preparación para la reunión. Stan Peterson recuerda: “Cada uno de ellos tuvo cierta clase de desastre en casa con la familia”162. Consideraron no ir, pero al final fueron todos, con la esperanza de hallar una respuesta. Durante su retiro, estudiaron y consideraron pasajes del Libro de Mormón, Doctrina y Convenios y el discurso “El curso trazado” de J. Reuben Clark163. La respuesta que recibieron fue que se alejaran del método de enseñar el Evangelio como una serie de conceptos, práctica ampliamente extendida en los cursos de estudio de Seminario e Instituto, y en su lugar enseñaran las Escrituras de manera secuencial. Jerry Lund resumió el procedimiento: “No solo usando las Escrituras, no solo acerca de las Escrituras, no solo con las Escrituras, sino enseñar las Escrituras”164. David Christensen bromeó posteriormente que a su regreso del centro vacacional se sentía como Moisés al descender del monte Sinaí con las tablas de los mandamientos. Sus ideas recibieron amplia aprobación de los líderes de la Iglesia. El hermano Lund recordaría en otra ocasión: “Fue una de esas cosas que, en el momento de presentarla, nos dijeron: ‘Esto es lo correcto’”165.

Antes de esa experiencia, los materiales de estudio acudían a las Escrituras en busca de relatos, ejemplos y actividades, pero los cursos giraban en torno a series de conceptos como la fe, la honradez y el arrepentimiento. Siguiendo esta nueva directiva, los maestros comenzaron a enseñar las Escrituras en la secuencia en la que aparecen en los libros canónicos. En 1981, el élder Bruce R. McConkie pronunció un discurso para educadores religiosos en el que explicó más esta práctica: “Si desean saber qué énfasis deben dar a los principios del Evangelio, limítense a enseñar todos los libros canónicos y, de manera automática, en el proceso, habrán puesto el énfasis del Señor en cada doctrina y principio”166. Stan Peterson hizo de ese enfoque en las Escrituras una de las metas principales de su liderazgo. Durante los veinte años siguientes se eliminó cerca del 88 por ciento de los materiales de estudio a cambio de un enfoque simplificado en el que se hacía hincapié en las Escrituras.

El llamado a poner mayor hincapié en las Escrituras incluyó no solo los manuales, sino cada aspecto de los materiales de estudio, incluso los materiales audiovisuales. Durante los años posteriores a “Tom Trails”, los productos audiovisuales en el aula se habían transformado en lo que el hermano Peterson denominaba “novelas mormonas”: relatos larguísimos en formato seriado sobre jóvenes que se esforzaban por vivir los principios del Evangelio, se descarriaban y luego regresaban. Durante la década de 1980, el equipo de los cursos de estudio evaluó muy de cerca la manera de lograr mayor armonía entre los productos audiovisuales y el nuevo enfoque en las Escrituras167. Paul V. Johnson, miembro del equipo de materiales audiovisuales, recordó las instrucciones específicas de “tener más variedad y centrar algunos de los materiales más en la doctrina; algunos de ellos más en el relato de las Escrituras; y hacerlos menos limitados, en vez de pensar ‘Es una película que podemos ver’, que fuera más: ‘Es algo que puedo utilizar como una herramienta en el aula’”168. El equipo también procuró dar a los materiales un enfoque más multicultural en lugar de centrarlos en experiencias de alumnos de los Estados Unidos169.

La década de 1990
Se amplía el horizonte

Stanley A. Peterson, Henry B. Eyring y Harold F. Western

Stanley A. Peterson siguió siendo el Administrador de Educación Religiosa y Educación Primaria y Secundaria durante dos décadas, sirviendo bajo diversos comisionados. En 1986, J. Elliot Cameron sustituyó al élder Henry B. Eyring como Comisionado de Educación de la Iglesia; el élder Eyring había sido llamado al Cuórum de los Setenta, aunque en 1992 volvió a ocupar el puesto de comisionado. Tres años después fue llamado al Cuórum de los Doce Apóstoles, pero siguió siendo comisionado, siendo esta la primera vez que una Autoridad General dirigía el Sistema Educativo de la Iglesia desde que lo hizo el élder John A. Widtsoe en la década de 1930. Desde el nombramiento del élder Eyring, el cargo de comisionado lo ha ocupado una Autoridad General.

Mientras el programa estuvo bajo su dirección, Stan Peterson prosiguió con el hincapié en el liderazgo local. Además, en vez de desplazar a familias jóvenes, comenzó la nueva práctica de llamar a maestros jubilados y a sus cónyuges a servir en misiones para establecer los programas de Seminario e Instituto en nuevos países170. Después de haber sido llamado a una de esas misiones, uno los antiguos colegas del hermano Peterson le dijo, bromeando: “A ver, Stan, dime una vez más por qué me jubilé antes de tiempo para luego tener que ir y hacer gratis aquello por lo que me han estado pagando todos estos años”171. La capacitación y contratación de miembros locales que realizaron estos misioneros para dirigir los programas siguió dando sus frutos. El hermano Peterson señaló: “Vi personalmente el valor de utilizar a gente local, a fin de que pudieran crecer y que el programa fuera suyo. Podían sentir que les pertenecía”172.

Stan Peterson viajaba con frecuencia para observar el progreso del programa, y recordó una experiencia emocionante en Inglaterra al asistir a una clase de Seminario matutino que impartía una maestra que tenía ese llamamiento. Todos los alumnos llegaron en bicicletas que el barrio había comprado tras recabar fondos, y lo que les permitió asistir a Seminario. El hermano Peterson recordaba: “Aquella maestra tenía unos treinta jóvenes en el aula sentados en un gran círculo y la escuchaban ensimismados mientras presentaba una bella lección. Pensé que eso podría haber sucedido en Salt Lake City, y no habría sido nada mejor”173.

Después de la caída del comunismo en Rusia, la década de 1990 vio la expansión de los programas de Seminario e Instituto a Europa Oriental y a otros países; seguían abriéndose nuevas fronteras. Los maestros de Seminario e Instituto siguieron funcionando en diversas circunstancias a fin de llegar hasta los alumnos que tenían a su cargo. Dondequiera que servían, se esforzaban para que sus países fueran mejores. Donald E. Harper prestó servicio en calidad de director de Instituto en Sudáfrica durante décadas. Cuando él y su esposa estaban recién casados, viajaron a Salt Lake City para determinar la posibilidad de trasladarse a vivir en los Estados Unidos, pero, en una reunión que el élder Harold B. Lee tuvo con ellos, les aconsejó que permanecieran en su país. El hermano Harper recuerda: “Me miró directamente y me dijo: ‘Hermano Harper, no lo necesitamos aquí. Vuelvan a Sudáfrica y ayuden a edificar la Iglesia allá, y recibirán los deseos de su corazón’”174. Los Harper regresaron a Sudáfrica y fueron contratados para dirigir el programa de Seminario e Instituto. Siendo testigos de las injusticias del apartheid en su propio país, el hermano y la hermana Harper trabajaron para fomentar la unidad entre los miembros de la Iglesia blancos y negros.

Durante una conferencia regional efectuada en Sudáfrica, a la que asistieron los apóstoles Howard W. Hunter y Boyd K. Packer, el hermano Harper pidió que el Instituto preparara un coro mixto de alumnos negros y blancos. Su esposa, Milja, fue la directora del coro, dirigiendo el coro mixto en una época en la que los miembros blancos aún eran mayoría en la Iglesia. Don Harper comentó: “Lo más importante de aquella experiencia fue ver que era posible, en el grupo de esa edad, crear esa mezcla… y esa unidad. No podría haber pedido un coro de adultos con un tercio de integrantes negros… Fue la nueva generación la que lo hizo posible, pues son totalmente daltónicos al color de la piel”175. Los Harper, fieles a la promesa del élder Lee, también vieron cómo las bendiciones del templo llegaban a su país con la apertura del Templo de Johannesburgo.

Milja Harper (delante) dirigió un coro multirracial en una conferencia regional efectuada en Sudáfrica. Cortesía de Don y Milja Harper.

El siglo XXI
Se mantiene el rumbo

Élder Paul V. Johnson

Stanley A. Peterson se jubiló en 2001 y fue reemplazado por Paul V. Johnson como Administrador de Educación Religiosa y Educación Primaria y Secundaria. Tras los ataques terroristas de septiembre de 2001, el mundo entró en un nuevo periodo de incertidumbre. El mensaje básico de los programas siguió siendo el mismo, pero se hizo necesario efectuar cambios administrativos para hacer frente a las realidades del nuevo mundo. El simposio del SEI, que se efectuaba anualmente en BYU desde 1977, se postergó de manera parcial a causa de las dificultades que entrañaba el viajar en los meses posteriores a los ataques, y se suspendió definitivamente en 2003. Si bien las restricciones para viajar influyeron en la decisión de poner fin al simposio, también supuso un nuevo rumbo en la manera de pensar. Paul Johnson había servido como presidente del simposio y tomó la difícil decisión de suspenderlo. Más adelante comentaría: “Percibía que el comisionado y la mesa directiva realmente deseaban analizar los programas y ser meticulosos con cualquier cosa que implicara viajar, presupuestos adicionales y demás; reevaluar todo y ver si había algo de lo que pudiéramos prescindir, lo cual es siempre sumamente difícil”176.

Uno de los problemas que había tenido el simposio en el pasado es que estaba centrado excesivamente en Estados Unidos y no reflejaba las necesidades del sistema en todo el mundo. En su lugar, Seminarios e Institutos inició una transmisión anual vía satélite capaz de llegar a los maestros de SeI en todos los cabos de la tierra177. La primera transmisión, efectuada el 1 de agosto de 2003, incluyó discursos de administradores del SEI, así como discursos y capacitaciones a cargo de los élderes Richard G. Scott y Henry B. Eyring178. La transmisión se convirtió en una tradición anual que contaba con la participación de administradores y Autoridades Generales, e incluso coros de diversos grupos de Seminario e Instituto de todo el mundo, lo cual permitió unir aún más a toda la familia de SeI.

A pesar de los muchos cambios importantes acaecidos durante esta década, seguía habiendo un fuerte sentimiento de continuidad. El presidente Boyd K. Packer, que en aquel tiempo era Presidente en Funciones del Cuórum de los Doce Apóstoles y cuyas raíces en SeI se remontaban a la época de Abel S. Rich, director del segundo Seminario de la Iglesia, siguió siendo un guía y mentor importante para los líderes del programa. Poco después de que Paul Johnson se convirtiera en Administrador de Seminarios e Institutos de Religión, el presidente Packer lo invitó a su casa y le mostró el borrador de una carta de la Primera Presidencia en la que se instaba a los líderes de la Iglesia a “elevar el nivel” en lo referente a la dignidad y la preparación de los misioneros. El comisionado Johnson recordó más tarde: “La leyó conmigo y dijo: ‘¿Qué significa esto para sus Seminarios e Institutos?’. Respondí: ‘Probablemente signifique que debemos ponernos a la altura’. ‘Exacto’, añadió él. ‘Tienen que prepararlos mejor. Tienen que asegurarse de que estén listos para servir en una misión’”179.

En los meses siguientes hubo reuniones con el presidente Gordon B. Hinckley, con el élder M. Russell Ballard y dentro de la propia administración sobre cómo hacer de los programas de Seminario e Instituto una herramienta mejor para preparar misioneros. Como resultado de esas reuniones, la administración emitió un documento en el que figuraba un nuevo énfasis en la enseñanza. Entre diversas e importantes directivas, el nuevo énfasis indicaba a los maestros que debían instruir a los alumnos para que fueran capaces de “explicar, compartir y testificar de las doctrinas y los principios del Evangelio”180.

Portada del DVD que se produjo para explicar El énfasis en la enseñanza.

A lo largo de su historia, la dirección profética hizo de Seminarios e Institutos de Religión una entidad educativa completamente singular. Los maestros del sistema, si bien enseñaban principalmente acerca de profetas del pasado, también presenciaron la guía de los profetas modernos. Roger G. Christensen, secretario de la Mesa Directiva de Educación de la Iglesia (y ayudante del comisionado), recordó una experiencia que ilustra el poder que tienen los profetas modernos cuando enseñan de las Escrituras. Durante un viaje a BYU–Idaho, el élder Eyring le preguntó si podían detenerse y visitar un Seminario en Idaho Falls, lo cual provocó cierto retraso en el horario previsto. Al entrar en el aula, el maestro, completamente emocionado, invitó sabiamente al élder Eyring a dirigir unas palabras a los alumnos. El hermano Christensen recuerda:

En una de las clases [el presidente Eyring] dijo: “¿Sobre qué trata la lección hoy?”. Uno de los alumnos respondió: “Estamos aprendiendo de cuando Jesús llamó a los doce apóstoles”. Y él dijo: “¡Da la casualidad que yo también sé un poco de cómo funciona eso!”, y entonces habló de su llamamiento como miembro del Cuórum de los Doce, lo cual significa ser un testigo especial de Cristo. Fue increíble ver el efecto de sus palabras en aquellos jóvenes… Pasamos a otra clase e hizo la misma pregunta: “¿Sobre qué están aprendiendo hoy?”. Le dijeron: “Estamos aprendiendo sobre algunos de los milagros que hizo Jesús”. Entonces dijo: “¿Cuál creen ustedes que fue el milagro más grande?”. Una joven que estaba sentada en la última fila levantó la mano y dijo: “Creo que fue la Expiación”. Al salir del edificio, el élder Eyring se volvió a mí y me dijo: “La Iglesia está en buenas manos, porque hay verdaderos creyentes en nuestras aulas de Seminario”181.

El comisionado Eyring siguió liderando el Sistema Educativo de la Iglesia hasta 2005, cuando se llamó al élder W. Rolfe Kerr, de los Setenta, para ser Comisionado del Sistema Educativo de la Iglesia. Ese mismo año, Paul V. Johnson fue llamado como miembro del Cuórum de los Setenta. Garry K. Moore le sucedió como Administrador de Educación Religiosa y Educación Primaria y Secundaria del SEI. Los nuevos líderes continuaron edificando sobre la labor de sus predecesores. El élder Kerr pidió a los maestros que “ampliaran nuestra visibilidad” y “aumentaran nuestro impacto” en el programa dondequiera que sirvieran182.

Chad H. Webb

En 2008, el élder Paul V. Johnson se convirtió en Comisionado del Sistema Educativo de la Iglesia tras el servicio del élder Kerr, y Chad H. Webb sucedió a Garry Moore como Administrador de Seminarios e Institutos de Religión. En calidad de nuevo líder de Seminarios e Institutos, el hermano Webb recalcó la importancia de la guía profética en la enseñanza que tiene lugar dentro del sistema, y dijo:

“Si tuvieran que revisar los últimos diez años de discursos que Autoridades Generales han pronunciado para el SEI, verían un mensaje constante: ‘Debemos invitar al Espíritu Santo a llevar el Evangelio a lo profundo de la vida de nuestros alumnos…

El Espíritu testificará de las cosas que estamos enseñando si somos fieles a las Escrituras’”183.

En 2009, al llegar a su fin el primer siglo de Seminario, los líderes del sistema emitieron una declaración de propósito para aclarar la función de Seminarios e Institutos de Religión: “Nuestro propósito es ayudar a los jóvenes, y a los jóvenes adultos, a entender y confiar en las enseñanzas y en la expiación de Jesucristo, a hacerse merecedores de las bendiciones del templo y a prepararse ellos mismos, a su familia y a los demás para la vida eterna con su Padre Celestial”184.

Para conmemorar el centenario del comienzo del programa de Seminario hubo una transmisión mundial del centenario el 22 de enero de 2012 con el presidente Boyd K. Packer185.

Epílogo

Al otro lado de la calle, frente a la Escuela Secundaria Granite, aún se levanta un edificio de Seminario en el mismo lugar donde estuvo el edificio original. El primer edificio del Seminario de Granite se remodeló extensamente en 1924 y de nuevo en 1929 para dar cabida a la creciente población estudiantil186. Partes del edificio original siguieron en uso hasta 1993, cuando se derribó por completo la estructura original y se reemplazó con un edificio nuevo187. La Escuela Secundaria Granite se cerró en 2009, pero el Seminario siguió adelante. El edificio renovado y restaurado sirve ahora como sede de programas de SeI para personas con discapacidad auditiva, donde se imparten clases y se emiten videoconferencias en lenguaje de señas estadounidense a alumnos de lugares remotos. En el lugar donde antes se reunían alumnos, ahora confluyen alumnos de todos los Estados Unidos.

El espíritu de innovación que lanzó el programa de Seminario hace cien años todavía perdura en el interior de sus paredes. El antecedente cultural, educativo y geográfico del programa de Seminario ha cambiado radicalmente, pero los cimientos espirituales y las verdades básicas que respaldan al programa siguen siendo los mismos. Seminario ha crecido de ser un pequeño programa iniciado por una estaca a convertirse en un esfuerzo mundial para enseñar el Evangelio, ayudar al sacerdocio y fortalecer a las familias de la Iglesia. Tal y como enseñó el profeta Alma: “… por medio de cosas pequeñas y sencillas se realizan grandes cosas” (Alma 37:6). El programa de Seminario se extendió desde sus humildes comienzos hasta convertirse en un programa que llega a todos los lugares donde la Iglesia se encuentra establecida. En el año de su centenario, las inscripciones en el programa de Seminario llegaron a 375 389 alumnos en 146 países, mientras que el programa de Instituto alcanzó los 352 441 alumnos en 144 países, con un total de 727 830 matrículas en todo el mundo188. Sin duda, en el próximo siglo del programa de Seminario presenciaremos innovaciones tan radicales como las de Seminario integrado, matutino e individual supervisado lo fueron en su día. Los métodos de enseñanza, los cursos de estudio y la tecnología han cambiado con el paso del tiempo, pero los elementos básicos de Seminario: la relación maestro-alumno, el poder de la palabra y la fortaleza que se obtiene cuando los jóvenes están juntos, siguen constantes en la actualidad. El élder Henry B. Eyring resumió muy bien la esencia misma de Seminario cuando dijo: “Cuando Seminario da resultado, existe un maestro que tiene un testimonio y que ama a los jóvenes”189.

Edificio del Seminario de Granite en noviembre de 2011.

Notas

1. El edificio del Seminario de Granite aparece en la portada de este documento.

2. Véase “Seminaries and Institutes of Religion Annual Report for 2011”, págs. 1–3. Las cifras exactas de SeI informan que actualmente hay 369 373 alumnos matriculados en Seminario en todo el mundo y 348 111 matriculados en Instituto. Hay 3 293 empleados a tiempo completo y parcial, y 46 244 misioneros de servicio a la Iglesia y maestros que sirven como llamamiento. Los misioneros de tiempo completo, los misioneros de servicio a la Iglesia de tiempo parcial y los maestros que sirven como llamamiento donaron 21 041 020 horas de servicio a los programas de SeI en 2011.

3. Boyd K. Packer, “Teach the Scriptures” (discurso dirigido a maestros de religión del SEI, 14 de octubre de 1977), pág. 3.

4. Joseph F. Merrill, “A New Institution in Religious Education”, Improvement Era, enero de 1938, pág. 12.

5. Véase de Albert Theodore Tuttle, “Released Time Religious Education Program of the Church of Jesus Christ of Latter-day Saints” (tesis de maestría, Universidad de Stanford, 1949), pág. 56.

6. Véase de Joseph F. Darowski, “Schools of the Prophets: An Early American Tradition”, Mormon Historical Studies, tomo IX, núm. 1, primavera de 2008, págs. 1–14.

7. Citado en la compilación hecha por James R. Clark, Messages of the First Presidency of The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 6 tomos, 1965–1975, tomo III, pág. 168.

8. Véase de John D. Monnett, “The Mormon Church and Its Private School System in Utah: The Emergence of the Academies, 1880–1892” (disertación doctoral, Universidad de Utah, 1984).

9. Véase de D. Michael Quinn, “Utah’s Educational Innovation: LDS Religion Classes, 1890–1929”, Utah Historical Quarterly, tomo XLIII, págs. 8, 379–384. La obra más exhaustiva de aquellas primeras clases de religión SUD es la de Brett D. Dowdle, “‘A New Policy in Church School Work’: The Founding of the Mormon Supplementary Religious Education Movement” (tesis de maestría, Universidad Brigham Young, 2011).

10. Véase de Milton L. Bennion, Mormonism and Education, 1939, pág. 177.

11. Véase deCharles Coleman y Dwight Jones, recopilación, “History of Granite Seminary, 1933”, págs. 4–5, manuscrito inédito, MS 2337, Biblioteca de Historia de la Iglesia.

12. Merrill, “A New Institution”, pág. 55.

13. Véase de Casey Paul Griffiths, “The First Seminary Teacher”, Religious Educator, tomo IX, núm. 3, 2008, págs. 115–130.

14. Thomas J. Yates, “Autobiography and Biography of Thomas Jarvis Yates”, Biblioteca de Historia de la Iglesia, pág. 42.

15. Véase de  Merrill, “A New Institution”, pág. 55.

16. Véase de Coleman y Jones, “History of Granite Seminary, 1933”, págs. 6–7.

17. Véase de Coleman y Jones, “History of Granite Seminary, 1933”, pág. 7.

18. Véase de Yates, “Autobiography”, pág. 80.

19. Véase “New Building Dedicated at Granite, the Oldest Seminary in the Church”, 10 de septiembre de 1994, www.ldsChurchNews.com/articles/24154/New-building-dedicated-at-Granite-the-oldest-Seminary-in-the-Church.html.

20. Ward H. Magleby, “Granite Seminary 1912”, Impact: Weekday Religious Education Quarterly (invierno de 1968), pág. 15.

21. Véase de Coleman y Jones, “History of Granite Seminary”, pág. 8; Yates, “Autobiography”, pág. 81.

22. Véase de Henry B. Eyring, “Conocer y amar a Dios” (Una velada con el presidente Henry B. Eyring, 26 de febrero de 2010), pág. 5.

23. Véase de Tuttle, “Released Time Religious Education”, págs. 69–70.

24. Véase de Tuttle, “Released Time Religious Education”, págs. 71–74.

25. Véanse las actas de la Junta Educativa del Estado de Utah, 5 de enero de 1916, citado en Tuttle, “Released Time Religious Education”, págs. 65–66.

26. Acta de la Mesa Directiva General de Educación de la Iglesia, 27 de enero de 1915, Centennial History Project Papers, UA 566, caja 24, carpeta 8, Colecciones Especiales de BYU.

27. Véase de Kenneth G. Bell, “Adam Samuel Bennion: Superintendant of LDS Education—1919 to 1928” (tesis de maestría, Universidad Brigham Young, 1969), pág. 48.

28. Véase de Bell, “Adam Samuel Bennion”, págs. 51–54. Aunque la mayoría de las academias se cerraron, se conservaron y ascendieron de categoría algunas escuelas para servir como colegios universitarios menores para la formación de maestros. Entre estas se cuentan Dixie College, Snow College, Weber College, LDS University en Salt Lake City, Brigham Young College en Logan, Gila College en Arizona y Ricks College en Idaho. También se conservó la Academia Juárez, en México, que sigue abierta en 2012. Véase Scott C. Esplin, “Education in Transition: Church and State Relationships in Utah Education, 1888–1933” (disertación doctoral, Universidad Brigham Young, 2006), págs. 164–165.

29. Véase de Tuttle, “Released Time Religious Education”, págs. 71–73.

30. Actas de la Mesa Directiva General de la Iglesia, 3 de marzo de 1920, citado en Bell, “Adam Samuel Bennion”, pág. 53.

31. Véase de Bell, “Adam Samuel Bennion”, pág. 54.

32. Véase de Bell, “Adam Samuel Bennion”, págs. 76–77.

33. William E. Berrett, “My Story”, pág. 38, manuscrito inédito, Colecciones Especiales de BYU.

34. Citado en Bell, “Adam Samuel Bennion”, págs. 84, 86.

35. Citado en Bell, “Adam Samuel Bennion”, pág. 90.

36. Véase de William E. Berrett, A Miracle in Weekday Religious Education, 1988, pág. 49.

37. Para conocer los antecedentes históricos de J. Wyley Sessions, véase Griffiths, “The First Institute Teacher”, págs. 175–201.

38. Relato oral de J. Wyley y Magdalene Sessions, entrevista de Richard O. Cowan, 29 de junio de 1965, transcripción de la grabación de audio por Casey P. Griffiths, págs. 8–9. Véanse también el relato oral de J. Wyley Sessions, entrevista de Marc Sessions, 12 de agosto de 1972, Laguna Hills, California, “The Joint Oral History Project”, Brigham Young University Alumni Association Emeritus Club, 1982, BYU Archives, MS 15866, Biblioteca de Historia de la Iglesia; Leonard J. Arrington, “The Founding of LDS Institutes of Religion”, Dialogue, tomo II, núm. 2 (verano de 1967), págs. 137–147; Ward H. Magleby, “1926, Another Beginning, Moscow, Idaho”, Impact, invierno de 1968, pág. 22; Dennis A. Wright, “The Beginnings of the First LDS Institute of Religion at Moscow, Idaho”, Mormon Historical Studies, tomo X, página 1, primavera de 2009, pág. 72.

39. Sessions, relato oral, 1965, pág. 9.

40. Para conocer los antecedentes históricos de los primeros intentos de llevar algún tipo de educación de la Iglesia a Moscow, véase Wright, “Beginnings of the First LDS Institute”, págs. 65–72.

41. Sessions, relato oral, 1972, pág. 5.

42. Véase Magleby, “1926, Another Beginning”, pág. 23; Sessions, relato oral, 1965, pág. 13.

43. Al asistir a una presentación sobre J. Wyley Sessions en la conferencia de la Mormon History Association efectuada en mayo de 2011, Casey P. Griffiths fue abordado por un hombre mayor que había conocido al hermano Sessions en persona. Se echó a reír de inmediato al pensar en su viejo maestro y confirmó el apodo de “Smiley [sonriente] Wyley”.

44. En Magleby, “1926, Another Beginning”, pág. 31.

45. En Magleby, “1926, Another Beginning”, pág. 32. Como uno de los primeros oriundos de Utah en recibir un doctorado, el comisionado Merrill estaba íntimamente familiarizado con las dificultades que describe en su carta. Él mismo las experimentó de joven en la Universidad John Hopkins. Véanse Casey P. Griffiths, “Joseph F. Merrill: Latter-day Saint Commissioner of Education, 1928–1933” (tesis de maestría, Universidad Brigham Young, 2007), págs. 24–30; Joseph F. Merrill, “The Lord Overrules”, Improvement Era, julio de 1934, págs. 413, 447.

46. Véase de Sessions, relato oral, 1965, pág. 12.

47. Véase de Wright, “Beginnings of the First LDS Institute”, pág. 72.

48. Magleby, “1926, Another Beginning”, pág. 27.

49. J. Wyley Sessions para Ward H. Magleby, 29 de diciembre de 1967, Laguna Hills, California, Sessions Collection, caja 2, carpeta 5, Colecciones Especiales de BYU.

50. Véase de J. Wyley Sessions, “The Latter-day Saint Institutes”, Improvement Era, julio de 1935, pág. 414.

51. J. Wyley Sessions para Ward H. Magleby, 6 de enero de 1968, Laguna Hills, California, Sessions Collection, caja 2, carpeta 5, Colecciones Especiales de BYU.

52. Véase de Magleby, “1926, Another Beginning”, pág. 32.

53. Véase de Arrington, “Founding of LDS Institutes”, pág. 143.

54. Véase de Arrington, “Founding of LDS Institutes”, pág. 143.

55. Véase de Griffiths, “First Institute Teacher”, págs. 187–191.

56. Sessions, “The Latter-day Saint Institutes”, pág. 412.

57. Véase “Seminaries of LDS Church Put under Study by School Officials”, Salt Lake Tribune, 9 de enero de 1930, págs. 1, 14.

58. “Seminaries of LDS Church”, pág. 14.

59. Véase “Seminaries of LDS Church”, pág. 14.

60. Véase “Seminaries of LDS Church”, pág. 14.

61. “Head of System Answers Attack upon Seminaries”, Deseret News, 9 de enero de 1930, pág. 1.

62. Véase “Church Leaders Protest Battle on Seminaries”, Deseret News, 7 de abril de 1930, pág. 1.

63. Merrill para la Junta Educativa del Estado de Utah, “A Reply to Inspector Williamson’s Report to the State Board of Education on the Existing Relationship between Religious Seminaries and Public High Schools in the State of Utah and Comments Thereon by a Special Committee of the Board”, 3 de mayo de 1930, Buchanan Collection, caja 57, carpeta 13, Colecciones Especiales de la Universidad de Utah, págs. 23–24.

64. Véase “State Retains Credit Rating of Seminaries”, Salt Lake Tribune, 24 de septiembre de 1931.

65. Véase de Ernest L. Wilkinson, ed., Brigham Young University: The First One Hundred Years, 4 tomos, 1975–1976, tomo II, pág. 288.

66. Véanse de Russel B. Swensen, “At the University of Chicago Divinity School: A Personal Reminiscence”, Dialogue, verano de 1972, págs. 37–47; T. Edgar Lyon Jr., T. Edgar Lyon: A Teacher in Zion, 2002, págs. 123–145; Casey Paul Griffiths, “The Chicago Experiment: Finding the Voice and Charting the Course of Religious Education in the Church”, BYU Studies, tomo XLIX, núm. 4, 2010, págs. 91–130.

67. Véase “Dr. Joseph F. Merrill Succeeds Dr. Widtsoe in Europe”, Deseret News, 18 de julio de 1933, pág. 1.

68. Citado en Richard Sherlock, “Faith and History: The Snell Controversy”, Dialogue, tomo XII, núm. 1 (primavera de 1979), págs. 27–41.

69. Véase de J. Reuben Clark, hijo, “El curso trazado por la Iglesia en la educación” (discurso para líderes de Seminario e Instituto, 8 de agosto de 1938), pág. 7; véase también Improvement Era, septiembre de 1938, pág. 571

70. Sterling M. McMurrin y L. Jackson Newell, Matters of Conscience: Conversations with Sterling M. McMurrin on Philosophy, Education, and Religion, 1996, pág. 115.

71. S. O. Bennion, Deseret News Publishing Co., to J. Reuben Clark, 15 de agosto de 1938, Clark Papers, MSS 303, caja 215, carpeta 8, Biblioteca de Historia de la Iglesia.

72. J. Reuben Clark para Samuel O. Bennion, 20 de agosto de 1938, Clark Papers, caja 215, carpeta 8, Biblioteca de Historia de la Iglesia.

73. Clark, “El curso trazado”, pág. 2.

74. Véase de Tuttle, “Released Time Religious Education”, págs. 71–72.

75. Véase de Berrett, Miracle in Weekday Religious Education, pág. 224.

76. Véase de Berrett, Miracle in Weekday Religious Education, pág. 54.

77. Berrett, “My Story”, págs. 41–42.

78. Véase de Tuttle, “Released Time Religious Education”, pág. 76.

79. Diario de la oficina de J. Reuben Clark, 21 de marzo de 1940, adenda, Clark Papers, caja 11, carpeta 1, Biblioteca de Historia de la Iglesia; cursiva en el original.

80. Véase de M. Lynn Bennion, Recollections of a School Man: The Autobiography of M. Lynn Bennion, 1987, pág. 108.

81. J. Reuben Clark para J. Karl Wood, 27 de mayo de 1941, Clark Papers, MS 303, caja 224, Biblioteca de Historia de la Iglesia.

82. Véase de Boyd K. Packer, “A History of the Indian Seminaries of the Department of Education, Church of Jesus Christ of Latter-day Saints”, pág. 1, manuscrito inédito, William E. Berrett Collection, MSS 1955, caja 1, carpeta 1, Colecciones Especiales de BYU.

83. Entrevista a George Durrant por Leland Gentry, 14 de junio de 1991, Church record 102 157, Biblioteca de Historia de la Iglesia, pág. 5.

84. Véase de Packer, “History of the Indian Seminaries”, pág. 11.

85. Véase de Frederick S. Buchanan, “Masons and Mormons: Released-Time Politics in Salt Lake City, 1930–1956”, Journal of Mormon History, tomo XIX, núm. 1, 1993, págs. 61–115.

86. Citado en Buchanan, “Masons and Mormons”, págs. 94–95. El hombre que pagó el anuncio, y cuyo nombre aparecía en él como su patrocinador, David W. Saunders, admitió posteriormente que había malinterpretado el propósito del Seminario integrado. Habiendo llegado de Indiana apenas un año antes, Saunders ni siquiera sabía qué significaban las siglas SUD. Saunders declaró que el anuncio lo habían pagado los “Jack Mormons”: mitad mormones y mitad nada; él ni siquiera asistió a la reunión de la junta a la que el anuncio instaba a ir a protestar. Durante el resto de la década de 1940 y en la de 1950, el Seminario integrado se fue incorporando de manera gradual en el distrito escolar de Salt Lake. Véase también Buchanan, págs. 96–102.

87. Kenneth W. Godfrey a David B. Rimington, 17 de marzo de 1986, en David B. Rimington, Vistas on Visions: A Golden Anniversary History of Church Education in Southern California, 1988, pág. 22. Véase también “Early-Morning Seminary Celebrates 60 Years”, 27 de septiembre de 2010, http://lds.org/church/news/early-morning-seminary-celebrates-60-years?lang=eng&query=early+morning+seminary.

88. Entrevista a E. Garrett Barlow por David Rimington, junio de 1985, en Rimington, Vistas on Visions, pág. 21.

89. Véase de Dennis A. Wright, “Good Morning Los Angeles: The Beginning of the Early Morning Seminary Program”, en Regional Studies in Latter-day Saint Church History: California, ed. David F. Boone, Robert C. Freeman, Andrew H. Hedges y Richard Neitzel Holzapfel, 1998, pág. 224.

90. Véase de Wright, “Good Morning Los Angeles”, pág. 225.

91. Ray L. Jones, informe de cinco páginas sobre los comienzos del Seminario matutino en Los Ángeles, citado en Wright, “Good Morning Los Angeles”, pág. 225.

92. Véase de Wright, “Good Morning Los Angeles”, págs. 227–229. Las seis estacas seleccionadas fueron Los Ángeles, Inglewood, Los Ángeles Sur, Pasadena, San Fernando y Los Ángeles Este.

93. Entrevista a Ina Easton por David B. Rimington, julio de 1985, citado en Wright, “Good Morning Los Angeles”, págs. 229–230.

94. Véase de Wright, “Good Morning Los Angeles”, pág. 233.

95. En 2010, la matrícula del Seminario diario fue de 216 961 frente a 115 787 del Seminario integrado. Véase “Seminaries and Institutes of Religion Annual Report for 2010”, pág. 2.

96. Véase de Ernest L. Wilkinson y W. Cleon Skousen, Brigham Young University: A School of Destiny, 1976, págs. 479–480.

97. La mejor fuente sobre los antecedentes de William E. Berrett en cuanto a la educación en la Iglesia es la de Berrett, “My Story”.

98. El élder Lee estaba citando al élder Matthew Cowley.

99. Summer School Lectures, 1954, anotaciones inéditas de Harold B. Lee, biblioteca de investigación de Seminarios e Institutos.

100. Berrett, “My Story”, pág. 77.

101. Berrett, “My Story”, pág. 129.

102. Marshall T. Burton citando a George D. Durrant, entrevista por Casey P. Griffiths, 3 de febrero de 2011, pág. 8.

103. Entrevista a Boyd K. Packer por Leland Gentry, 17 de enero de 1992, Church record 102 157, caja 2, carpeta 31, Biblioteca de Historia de la Iglesia, pág. 8.

104. Relato oral de A. Theodore Tuttle, entrevista por Gordon Irving, OH 360, Biblioteca de Historia de la Iglesia, pág. 116.

105. En Lucile C. Tate, Boyd K. Packer: A Watchman on the Tower, 1995, pág. 121.

106. Véase de Boyd K. Packer, Teach Ye Diligently, 1991, pág. 208.

107. Packer, Teach Ye Diligently, pág. 210.

108. Packer, Teach Ye Diligently, pág. 211.

109. Entrevista a Tuttle, pág. 124.

110. Véase de Tate, Boyd K. Packer, pág. 121.

111. Véase de Berrett, “My Story”, págs. 79–80.

112. Véase de David O. McKay Diary, 20 de abril de 1961, David O. McKay Papers, MS 668, caja 46, carpeta 5, Colecciones Especiales de la Universidad de Utah.

113. Véase de Mark L. Grover, A Land of Promise and Prophecy: Elder A. Theodore Tuttle in South America, 1960–1965, 2008, págs. 86–87; actas de una reunión con Ernest L. Wilkinson y William E. Berrett, 1 de junio de 1961, archivos administrativos del SEI, Church record 102 125, caja 11, carpeta 10, Biblioteca de Historia de la Iglesia. Los archivos administrativos del SEI de este periodo muestran una abundante cantidad de solicitudes para programas de Seminario e Instituto de países latinoamericanos, algunas escritas por el élder Tuttle mismo y coincidiendo con el periodo de cinco años durante los que supervisó la obra en la región. Las solicitudes de programas en Guatemala, Brasil, Uruguay, Argentina y la Misión Andina (Perú, Ecuador y Bolivia) pueden encontrarse en los registros de este periodo (véanse los archivos administrativos del SEI, caja 11, carpetas 8–10, Biblioteca de Historia de la Iglesia).

114. Boyd K. Packer para David O. McKay y consejeros, 18 de febrero de 1963; se puede encontrar una copia completa de la carta en McKay Diary, 5 de marzo de 1963, caja 53, carpeta 7, McKay Papers, Colecciones Especiales de la Universidad de Utah; cursiva en el original.

115. Carta del teniente coronel A. E. Haines para William E. Berrett, 1 de septiembre de 1963, Nueva York, archivos administrativos del SEI, caja 10, carpeta 10, Biblioteca de Historia de la Iglesia.

116. Véase la entrevista a William E. Berrett por E. Dale LeBaron, 6 de mayo de 1991, pág. 2 (copia en poder de Casey P. Griffiths).

117. Véase entrevista a Berrett, 1991, pág. 5; Berrett, Miracle in Weekday Religious Education, pág. 160.

118. Relato oral de William E. Berrett, entrevista por Thomas E. Cheney, 27 de enero de 1982, UA OH 69, Colecciones Especiales de BYU, pág. 16. Véase también el relato oral de Berrett, 1991, pág. 5.

119. Véase de Donald Wilson, “History of the Latter-day Saint Home Study Program”, pág. 1, manuscrito inédito, MS 4941, Biblioteca de Historia de la Iglesia.

120. Véase la entrevista de Donald R. Bond por E. Dale LeBaron, 13 de junio de 1991, pág. 4 (copia en poder de Casey P. Griffiths). Donald R. Bond, “A New Type of Seminary: A Grain of Mustard Seed”, pág. 2, manuscrito inédito (copia en poder de Casey P. Griffiths). Las tres zonas seleccionadas para el programa piloto fueron Des Moines y Davenport, Iowa; y Vincennes, Indiana.

121. Véase la entrevista a Bond, 1991, pág. 16.

122. Entrevista a Donald B. Jessee por E. Dale LeBaron, 5 de julio de 1991, págs. 18–19, 21 (copia en poder de Casey P. Griffiths).

123. Véase de Arnold J. Stringham, “My Experience in Seminary Curriculum”, págs. 3–4, manuscrito sin publicar (copia en poder de Casey P. Griffiths; cortesía de Arnold Stringham).

124. R. Wayne Linke para Ernest L. Eberhard Jr., 20 de diciembre de 1967, Marshalltown, Iowa (copia en poder de Casey P. Griffiths).

125. Bond, “A New Type of Seminary”, pág. 5.

126. Entrevista de J. L. Jaussi por E. Dale LeBaron, 28 de marzo de 1991, pág. 7 (copia en poder de Casey P. Griffiths).

127. Véase la entrevista a John y Diane Madsen por E. Dale LeBaron, 8 de agosto de 1991, pág. 34.

128. Entrevista a Madsen, pág. 40.

129. Entrevista a Madsen, pág. 43.

130. Véase la entrevista a Madsen, pág. 74.

131. Véase de John Madsen, “A Brief Account of the Introduction of the Church Education in Great Britain”, pág. 4, manuscrito inédito (copia en poder de Casey P. Griffiths).

132. Véase la entrevista a LaVelle Moss por E. Dale LeBaron, 12 de junio de 1991, págs. 23–24 (copia en poder de Casey P. Griffiths).

133. Véase de E. Dale LeBaron, “Go Ye into All the World: Pioneering in Church Education”, pág. 65, manuscrito inédito, biblioteca de investigación de Seminarios e Institutos.

134. Entrevista a Clarence F. Schramm por Casey P. Griffiths, 8 de noviembre de 2010, pág. 25. Poco después de jubilarse el hermano Berrett, el comisionado Maxwell le pidió que recopilara una historia de los Seminarios e Institutos, asignación que abrazó con entusiasmo, Más adelante recopiló cinco tomos de material — más de 3000 páginas; véase Berrett, Miracle in Weekday Religious Education, pág. xi.

135. Véase de Berrett, “My Story”, págs. 80–81.

136. Citado en Daniel Lund Hess, “The Evolution of Media in the Church Educational System of The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints” (tesis de maestría, Universidad Brigham Young, 2002), pág. 23.

137. Entrevista a George D. Durrant por Casey P. Griffiths, 25 de febrero de 2011.

138. Véase de Hess, “Evolution of Media”, pág. 22.

139. Véase el relato oral de Joe J. Christensen, entrevista por David J. Whitaker, 1977, OH 319, Biblioteca de Historia de la Iglesia, pág. 8.

140. Entrevista a Neal A. Maxwell por E. Dale LeBaron, 3 de marzo de 1992, pág. 3 (copia en poder de Casey P. Griffiths).

141. Véase el relato oral de Christensen, 1977, pág. 10.

142. Joe J. Christensen, “The Globalization of the Church Educational System”, en Reid L. Neilson, ed., Global Mormonism in the 21st Century, 2008, pág. 191.

143. En la entrevista a David A. Christensen por E. Dale LeBaron, 19 de mayo de 1991, pág. 73 (copia en poder de Casey P. Griffiths).

144. Véase la entrevista a Christensen, 1991, pág. 25.

145. Véase la entrevista a Stephen K. Iba por E. Dale LeBaron, 26 de junio de 1991, pág. 25 (copia en poder de Casey P. Griffiths).

146. Entrevista a Robert B. Arnold por E. Dale LeBaron, 2 de mayo de 1991, pág. 12 (copia en poder de Casey P. Griffiths).

147. Véase la entrevista a Richard L. Brimhall por E. Dale LeBaron, 11 de junio de 1991, pág. 99 (copia en poder de Casey P. Griffiths).

148. Entrevista a Joe J. Christensen por E. Dale LeBaron, 13 de abril de 1991, pág. 30 (copia en poder de Casey P. Griffiths).

149. Véase la entrevista a Bruce M. Lake por E. Dale LeBaron, 1 de mayo de 1991, págs. 9–10 (copia en poder de Casey P. Griffiths).

150. Véase de Spencer J. and Shirley J. Palmer, eds., The Korean Saints: Personal Stories of Trial and Triumph, 1950–1980, 1995, págs. 184–190.

151. Relato oral de Neal A. Maxwell, entrevista por E. Dale LeBaron, 3 de marzo de 1992, pág. 19 (copia en poder de Casey P. Griffiths).

152. Relato oral de Franklin D. Day, entrevista por David J. Whittaker, 22 de julio de 1977, OH 366, Biblioteca de Historia de la Iglesia, pág. 16.

153. Relato oral de Day, 1977, por Whittaker, pág. 18.

154. Entrevista a Franklin D. Day por E. Dale LeBaron, 3 de mayo de 1991, pág. 37 (copia en poder de Casey P. Griffiths).

155. Joe J. Christensen, “Abiding by its Precepts”, en Gaye Strathearn y Charles Swift, eds., Living the Book of Mormon: Abiding by its Precepts, Sidney B. Sperry Symposium, 2007, pág. 3.

156. Véase de Berrett, Miracle in Weekday Religious Education, pág. 188.

157. Citado en Raymond Kuehne, Mormons as Citizens of a Communist State: A Documentary History of The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints in East Germany, 1945–1990, 2010, pág. 181.

158. Entrevista a Henry Kosak por Casey P. Griffiths, 7 de abril de 2011, pág. 3. El hermano Kosak fue maestro de Seminario y en la actualidad sirve como director de Área de SeI en el Área Europa Este.

159. En Kuehne, Mormons as Citizens of a Communist State, págs. 181–182.

160. Kelly P. Anderson, Sean R. Dixon, Tracy R. Kirkham y Gregory B. Wightman, “Foundations of Sequential Scripture Teaching in the Church Educational System”, pág. 8, manuscrito inédito, Universidad de Phoenix, 1997 (copia en poder de Casey P. Griffiths).

161. Entrevista a Stanley A. Peterson por Jeffrey L. Anderson, 17 de febrero de 2000, pág. 23; transcripción cortesía de Seminarios e Institutos.

162. Entrevista a Peterson, 2000, pág. 23.

163. Véase de Anderson, “Foundations of Sequential Scripture Teaching”, pág. 9.

164. Anderson, “Foundations of Sequential Scripture Teaching”, pág. 10.

165. Anderson, “Foundations of Sequential Scripture Teaching”, pág. 11.

166. Bruce R. McConkie, “The Foolishness of Teaching” (discurso dirigido a maestros de religión del SEI, 19 de septiembre de 1981), pág. 7.

167. Véase de Hess, “Evolution of Media”, pág. 37.

168. Entrevista a Paul V. Johnson por Casey P. Griffiths, 19 de enero de 2010, pág. 2.

169. Véase entrevista a Johnson, 2010, pág. 3.

170. Véase la entrevista a Stanley A. Peterson por E. Dale LeBaron, 1 de mayo de 1991, pág. 7 (copia en poder de Casey P. Griffiths).

171. Entrevista a Peterson, 1991, pág. 8.

172. Entrevista a Peterson, 1991, pág. 21.

173. Entrevista a Peterson, 1991, pág. 23.

174. Conversación telefónica entre Don y Milja Harper y Casey P. Griffiths, 25 de octubre de 2011.

175. Conversación telefónica con los Harper.

176. Entrevista a Johnson, 2010, pág. 7.

177. SeI es el acrónimo de Seminarios e Institutos de Religión, nombre que se prefiere para los programas de educación religiosa del Sistema Educativo de la Iglesia. Con los años, los programas de Seminario e Instituto se han denominado de muchas maneras, a veces simplemente SEI o Sistema Educativo de la Iglesia. No obstante, conviene aclarar que el Sistema Educativo de la Iglesia es el término bajo el que se acogen cinco entidades educativas diferentes operadas por la Iglesia: la Universidad Brigham Young, la Universidad Brigham Young–Hawái, la Universidad Brigham Young–Idaho, el LDS Business College [Instituto Superior de Comercio SUD] y Seminarios e Institutos de Religión (donde se incluyen las escuelas de enseñanza primaria y secundaria que tiene la Iglesia en el Pacífico y en México). Al reconocer la confusión que podía derivarse de esos términos, la Mesa Directiva de Educación de la Iglesia envió una notificación con fecha del 10 de marzo de 2008 en la que se anunciaba el cambio en el nombre organizativo de la educación religiosa al de simplemente Seminarios e Institutos de Religión.

178. Discursos disponibles en si.lds.org tras entrar al sistema.

179. Entrevista a Johnson, 2010, pág. 10.

180. El énfasis en la enseñanza y el aprendizaje, 2009.

181. Entrevista a Roger G. Christensen por Casey P. Griffiths, 1 de septiembre de 2010, pág. 29.

182. W. Rolfe Kerr, “En la obra del Señor” (Transmisión de capacitación vía satélite del SEI, agosto de 2005), pág. 7.

183. Chad H. Webb, “Profundizar la conversión” (transmisión vía satélite del SEI, 7 de agosto de 2007), págs. 1, 4.

184. El énfasis en la enseñanza y el aprendizaje

185. El discurso de Boyd K. Packer sobre el centenario, “Cómo sobrevivir en territorio enemigo” se encuentra en línea en www.si.lds.org o en at www.lds.org.

186. Véase de Coleman y Jones, “History of Granite Seminary, 1933”, págs. 18, 23.

187. Véase “Granite Seminary: Spanking New Building Now Stands Where First Classes Were Held in 1912”, Church News, 4 de septiembre de 1993, págs. 8–9.

188. Matriculación mundial del curso 2010–2011 en el informe anual de SeI para 2012, pág. 5.

189. Henry B. Eyring, “Un análisis sobre el estudio de las Escrituras: Entrevista con el élder Henry B. Eyring”, Liahona, julio de 2005, pág. 8.

 

Publicado por La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

Salt Lake City, Utah

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