2019
“Es verdadero, es verdadero”
Marzo de 2019


“Es verdadero, es verdadero”

El autor vive en la República Democrática del Congo.

Cuando oré para obtener un testimonio del Libro de Mormón, no sucedió nada, hasta que empecé a leer la Biblia.

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Cuando tenía unos 12 años, quise saber por mí mismo que el Libro de Mormón era verdadero. En un discurso, podía testificar que el Libro de Mormón es la palabra de Dios porque mi maestra de la Primaria lo había dicho, pero en mi interior, no entendía lo que eso significaba.

Conocía la promesa de Moroni que decía que si yo leía, meditaba y oraba, también podría saberlo (véase Moroni 10:3–4). Leí durante semanas y me sentí en paz, pero no se produjo nada espectacular: ni luz, ni ángeles, ni voz. Al final, dejé de leer el Libro de Mormón.

Un día, mientras estudiaba Éxodo, leí que, cuando los israelitas no tenían alimento, Dios les envió maná. Cada persona debía recoger una cierta cantidad cada día. Él les envió alimento, pero ellos tuvieron que averiguar cómo recogerlo.

Las palabras de Nefi vinieron a mí: “… [el Señor] nunca da mandamientos a los hijos de los hombres sin prepararles una vía para que cumplan lo que les ha mandado” (1 Nefi 3:7). De esa afirmación entendí que Dios había mandado a los israelitas salir de Egipto y planeaba proveer para satisfacer su hambre. Ese pasaje del Libro de Mormón iluminó mi comprensión de la Biblia y llegué a la conclusión de que el Libro de Mormón era la palabra de Dios.

Como lo explicó el élder David A. Bednar, del Cuórum de los Doce Apóstoles, la revelación personal se asemeja más a la salida gradual del sol que a la luz que se produce repentinamente cuando encendemos un interruptor1. Comencé a ver el Libro de Mormón de una manera diferente.

Durante los meses siguientes, supe con más seguridad que nunca que el Libro de Mormón era la palabra de Dios. La impresión que sentí en numerosas ocasiones por medio de la voz del Espíritu fue: “Es verdadero, es verdadero, es verdadero”.

Todavía leo el Libro de Mormón casi todos los días y, cada vez, escucho estas palabras: “Es verdadero”.

Nota

  1. Véase David A. Bednar, “El espíritu de revelación”, Liahona, mayo de 2011, págs. 87–90.