Escrituras
Hechos 9


Capítulo 9

Jesús se aparece a Saulo — Saulo es un instrumento escogido — Ananías restaura la vista a Saulo — Saulo es bautizado e inicia su ministerio — Pedro sana a Eneas y levanta a Dorcas de la muerte.

1 Y Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, fue al sumo sacerdote

2 y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallaba algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén.

3 Pero yendo por el camino, aconteció que, al llegar cerca de Damasco, súbitamente le rodeó un resplandor de luz del cielo;

4 y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?

5 Y él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y el Señor dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón.

6 Él, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y allí se te dirá lo que debes hacer.

7 Y los hombres que iban con Saulo se detuvieron atónitos, oyendo a la verdad la voz, pero sin ver a nadie.

8 Entonces Saulo se levantó del suelo y, abriendo los ojos, no veía a nadie; así que, llevándole de la mano, le trajeron a Damasco,

9 donde estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió.

10 Había entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor dijo en visión: Ananías. Y él respondió: Heme aquí, Señor.

11 Y el Señor le dijo: Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí, él ora,

12 y ha visto en visión a un varón llamado Ananías que entra y le impone las manos para que recobre la vista.

13 Entonces Ananías respondió: Señor, he oído de muchos acerca de este hombre y de cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén;

14 y aun aquí tiene autoridad de los principales sacerdotes para prender a todos los que invocan tu nombre.

15 Y le dijo el Señor: Ve, porque instrumento escogido me es este para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes y de los hijos de Israel;

16 porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre.

17 Ananías entonces fue y entró en la casa, e imponiéndole las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo.

18 Y de inmediato le cayeron de los ojos como escamas, y recobró al instante la vista; y levantándose, fue bautizado.

19 Y cuando hubo comido, fue fortalecido. Y estuvo Saulo por algunos días con los discípulos que estaban en Damasco.

20 Y enseguida predicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo que este era el Hijo de Dios.

21 Y todos los que le oían estaban atónitos y decían: ¿No es este el que asolaba en Jerusalén a los que invocaban este nombre, y a eso vino acá, para llevarlos presos ante los principales sacerdotes?

22 Pero Saulo mucho más se fortalecía y confundía a los judíos que moraban en Damasco, demostrando que Jesús es el Cristo.

23 Y pasados muchos días, los judíos decidieron en consejo matarle;

24 pero sus asechanzas fueron conocidas por Saulo. Y ellos vigilaban las puertas de día y de noche para matarle.

25 Entonces los discípulos, tomándole de noche, le bajaron por el muro, descolgándole en una canasta.

26 Y cuando llegó a Jerusalén, intentaba reunirse con los discípulos; pero todos le tenían miedo, no creyendo que fuese discípulo.

27 Entonces Bernabé, tomándole, lo trajo a los apóstoles y les contó cómo Saulo había visto al Señor en el camino, que le había hablado, y cómo en Damasco había hablado osadamente en el nombre de Jesús.

28 Y entraba y salía con ellos en Jerusalén,

29 y hablaba osadamente en el nombre del Señor; y disputaba con los griegos, pero ellos procuraban matarle.

30 Cuando los hermanos lo supieron, le acompañaron hasta Cesarea y le enviaron a Tarso.

31 Las iglesias entonces tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria, y eran edificadas, andando en el temor del Señor; y con el consuelo del Espíritu Santo, se iban multiplicando.

32 Y aconteció que Pedro, viajando por todas partes, vino también a los santos que habitaban en Lida.

33 Y halló allí a uno que se llamaba Eneas, que hacía ocho años que estaba en cama, pues era paralítico.

34 Y le dijo Pedro: Eneas, Jesucristo te sana; levántate y haz tu cama. Y enseguida se levantó.

35 Y le vieron todos los que habitaban en Lida y en Sarón, quienes se convirtieron al Señor.

36 Había entonces en Jope una discípula llamada Tabita, que interpretado quiere decir Dorcas. Esta abundaba en buenas obras y en limosnas que hacía.

37 Y aconteció que en aquellos días enfermó y murió. Y después de haber lavado el cuerpo, lo pusieron en un aposento alto.

38 Y como Lida estaba cerca de Jope, los discípulos, oyendo que Pedro estaba allí, le enviaron dos hombres a rogarle: No tardes en venir a nosotros.

39 Entonces Pedro se levantó y fue con ellos; y cuando llegó, le llevaron a la sala, donde le rodearon todas las viudas, llorando y mostrando las túnicas y los vestidos que Dorcas había hecho cuando estaba con ellas.

40 Entonces, mandando fuera a todos, Pedro se puso de rodillas y oró; y volviéndose hacia el cuerpo, dijo: ¡Tabita, levántate! Y ella abrió los ojos y, al ver a Pedro, se incorporó.

41 Y él le dio la mano y la levantó; entonces, llamando a los santos y a las viudas, la presentó viva.

42 Esto fue notorio por toda Jope, y muchos creyeron en el Señor.

43 Y aconteció que Pedro se quedó muchos días en Jope en casa de un cierto Simón, curtidor.