Preguntas y respuestas


“¿Qué tiene de malo probar el alcohol o el tabaco sólo una vez?”

“Las Escrituras nos enseñan que para ejercer nuestro albedrío, debe existir la oposición en el mundo—el bien y el mal—, y que debe [atraernos] lo uno o lo otro’ (2 Nefi 2:16; cursiva agregada). No es necesario que de vez en cuando cedas a la seducción de las malas decisiones para que tu albedrío sea auténtico. Lo que es importante es la capacidad de distinguir el bien del mal. No es necesario conocer tanto el bien como el mal, pero sí conocer la diferencia que existe entre el bien y el mal y, por consiguiente, escoger el bien” (Liahona, junio de 2008, págs. 26–27).

“¿Cómo puedo convencer a mis amigos de que nuestras normas en realidad nos liberan y no son una carga?”

“Quienes cumplen con las normas del Evangelio no sacrifican su albedrío, sino que eligen hacer lo que les brinda más bendiciones y paz interior. Saben que la desobediencia únicamente les traerá problemas, problemas que eligen evitar” (Liahona, febrero de 2010, pág. 50).

“¿Por qué nuestro amoroso Padre Celestial permite que ocurran cosas malas a gente inocente?”

“La pregunta de que por qué permite Dios que ocurran cosas malas a gente inocente nos la hemos hecho la mayoría de nosotros en algún momento. El Evangelio nos ayuda a comprender la necesidad de la adversidad. Si entendemos el plan de salvación y contemplamos nuestras experiencias con una perspectiva eterna, quizás lleguemos a entender y a aceptar las lecciones de la mortalidad como algo necesario para nuestro crecimiento espiritual. Reconocemos que somos bendecidos con el albedrío para elegir cómo reaccionar ante tales lecciones” (Liahona, febrero de 2001, pág. 22).

“¿Por qué la Iglesia no hace una lista en la que se me indique exactamente las cosas que puedo hacer y las que no puedo hacer?”

“Parte de la vida consiste en aprender a utilizar el albedrío en vez de seguir instrucciones detalladas como si fuéramos un robot” (Liahona, agosto de 2003, pág. 22).

“¿Cómo puedo ayudar a mi hermano menos activo que se aísla del resto de la familia?”

“Tras esta pregunta yace el asunto fundamental del albedrío. A veces, cuando nuestros seres queridos se alejan del Evangelio y de la familia, nos sentimos tan preocupados que queremos presionarles o incluso forzarles para que vuelvan; pero esto no sólo es imposible, sino contrario al plan del Señor” (Liahona, junio de 2003, pág. 44).