Obediencia


Muchas personas piensan que los mandamientos son agobiantes y que limitan la libertad y el desarrollo personal. Pero el Salvador enseñó que la libertad verdadera proviene únicamente de seguirle: “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:31–32). Dios da mandamientos para nuestro beneficio. Son instrucciones amorosas que tienen como fin nuestra felicidad, nuestro bienestar físico y espiritual.

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En la existencia preterrenal, el Padre Celestial presidió un gran concilio en los cielos. En él aprendimos acerca de Su plan para nuestra salvación, en el que se incluía una época de probación en la tierra: “Haremos una tierra sobre la cual éstos puedan morar; y con esto los probaremos, para ver si harán todas las cosas que el Señor su Dios les mandare” (Abraham 3:24–25). Uno de los motivos por los cuales estamos en esta tierra es para demostrar nuestra disposición a obedecer los mandamientos del Padre Celestial.

El profeta José Smith enseñó que la obediencia a los mandamientos conduce a las bendiciones de Dios. Dijo lo siguiente: “Hay una ley, irrevocablemente decretada en el cielo antes de la fundación de este mundo, sobre la cual todas las bendiciones se basan—y cuando recibimos una bendición de Dios, es porque se obedece aquella ley sobre la cual se basa” (D. y C. 130:20—21). El rey Benjamín también enseñó este principio. “Quisiera que consideraseis el bendito y feliz estado de aquellos que guardan los mandamientos de Dios”, dijo. “Porque he aquí, ellos son bendecidos en todas las cosas, tanto temporales como espirituales; y si continúan fieles hasta el fin, son recibidos en el cielo, para que así moren con Dios en un estado de interminable felicidad. ¡Oh recordad, recordad que estas cosas son verdaderas!, porque el Señor Dios lo ha declarado” (Mosíah 2:41).

Nuestra obediencia a los mandamientos es una expresión del amor que les tenemos al Padre Celestial y a Jesucristo. El Salvador dijo: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14:15). Más tarde declaró: “Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor” (Juan 15:10).

Véase también Albedrío; Plan de Salvación

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