Podemos volver a vivir con Dios

Venimos a esta vida para crecer, aprender y ser probados. Puede parecer complicado, pero no es difícil ver cuánto gozo podemos tener también en esta vida. Una parte importante del plan de nuestro Padre Celestial es que toda felicidad y satisfacción que adquirimos al aprender algo nuevo, así como el amor que desarrollamos en nuestra familia, nos acompañarán en la vida venidera.

Al igual que ocurre con nuestros lazos familiares, al morir también podemos llevar con nosotros el conocimiento obtenido en esta vida. Contrariamente a algunas imágenes que representan al cielo, no pasaremos la eternidad sentados en las nubes admirando el rostro de Dios. Tendremos más oportunidades de crecer y de ser probados. Todas estas bendiciones maravillosas dependen de nuestra fidelidad, aquí y ahora, en la medida en que nos esforcemos por guardar los mandamientos de Dios durante nuestra vida.

Nuestros espíritus son eternos

Es reconfortante saber que Dios tiene un plan para nosotros. Vivíamos con Él antes de nacer y seguiremos viviendo con Él en la eternidad si así lo elegimos. Nuestra vida sobre la tierra es fundamental para Su plan, así como la muerte. Siempre es triste cuando Dios llama a un ser querido a Su presencia, pero podemos tener la certeza de que sus espíritus continúan viviendo.

Nuestra vida no acaba cuando morimos. Nuestra vida futura se determina por la manera en que la vivimos ahora.

Tyler dice…

No se espera que esta vida termine al morir. ¡Dura mucho más! Ver más

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La vida después de la muerte

Al morir nuestro cuerpo, nuestro espíritu sigue viviendo. Los espíritus de aquellos que han recibido y vivido el plan de Dios, visitarán a aquellos que no lo hicieron, enseñándoles y dándoles la oportunidad de seguir el plan de Dios.

Los espíritus de todos se volverán a reunir con sus cuerpos físicos, los cuales no morirán nunca más. Seremos juzgados y premiados según nuestras obras. Aquellos que sigan el plan de Dios, se unirán a Él en el cielo.

Podemos hallar consuelo y paz cuando fallece un ser querido.