2022
Ver los mandamientos como bendiciones
Abril de 2022


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Éxodo 18–20

Ver los mandamientos como bendiciones

Cuando realmente entendemos los mandamientos, podemos ver que son una evidencia del gran amor que el Padre Celestial y Jesucristo tienen por nosotros.

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mujer consultando un mapa

Durante la última mitad de mis años universitarios trabajé como productora del programa de radio de mi universidad. Era un trabajo divertido, con mucha libertad creativa, pero también había muchas reglas. A grandes rasgos, mi trabajo consistía en producir contenido radiofónico. Aunque pudiera parecer que eso lo explicaba todo, los detalles del trabajo estaban en un documento exhaustivo de varias páginas que incluía reglas sobre cómo escribir correos electrónicos, la preparación de entrevistas, los cortes de audio y todo tipo de cosas de las que nunca había oído hablar.

Al principio me sentí desalentada, intentando recordar todos los detalles, pero llegué a apreciar esa lista, pues me ayudó a ser una mejor productora. No era una lista restrictiva que me impedía utilizar mi creatividad; antes bien, me ayudó a convertir mis ideas en un producto real y terminado. Era un conjunto de pautas creadas por personas que conocían el trabajo mucho mejor que yo.

Me gusta pensar en los mandamientos de la misma manera. Los dos grandes mandamientos —amar a Dios y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (véase Mateo 22:35–40)— son parte de la descripción general de nuestro trabajo como personas en la tierra. El resto de los mandamientos son instrucciones más detalladas sobre cómo lograr eficazmente esas metas, descritas por un amoroso Padre Celestial que conoce el trabajo a la perfección.

Los mandamientos son bendiciones

Cuando verdaderamente comprendemos los mandamientos, los vemos como bendiciones. Son instrucciones adicionales que el Padre Celestial, con Su perspectiva perfecta, nos da para ayudarnos a regresar a casa con Él. El presidente Russell M. Nelson enseñó: “Debido a que el Padre y el Hijo nos aman con un amor infinito y perfecto, y a causa de que saben que no podemos ver todo lo que Ellos ven, nos han dado leyes que nos guiarán y protegerán” 1 .

La hermana Carole M. Stephens, ex Primera Consejera de la Presidencia General de la Sociedad de Socorro, ilustró ese punto cuando contó la historia de Chloe, su enérgica nieta de tres años, a quien no se podía convencer de que tuviera el cinturón de seguridad abrochado en el auto. A pesar de los intentos genuinos de la hermana Stephens por alentarla, Chloe siguió desabrochando el cinturón y se negó a mantenerse bien asegurada en su asiento.

Finalmente, después de explicarle que el cinturón era para su propia seguridad, a Chloe se le iluminó el rostro y exclamó: “Abuela, ¡quieres que me ponga mi cinturón de seguridad porque me amas!” 2 . Con el tiempo, Chloe llegó a entender que a menudo las reglas provienen del amor. Tal es el caso con los mandamientos de Dios.

Los mandamientos son un evidencia del gran amor que nuestro Padre Celestial y Jesucristo tienen por nosotros, y una oportunidad para que demostremos nuestro amor y obediencia hacia Ellos. “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14:15) es un pasaje de las Escrituras que oímos a menudo y su significado es conmovedor. El élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó: “[L]a característica suprema del amor es siempre la lealtad” 3 . Solo puedo imaginarme el amor que el Padre Celestial y Jesucristo deben sentir cuando nos esforzamos por seguir Sus instrucciones y por vivir de una manera que nos permita regresar a Su presencia algún día.

El camino que nos queda por delante

Eso no significa necesariamente que será fácil observar los mandamientos de Dios. Aun cuando entendamos Su amor y las razones que hay detrás de los mandamientos, algunos de ellos todavía pueden ser difíciles de cumplir (véanse 2 Nefi 2:11, Mosíah 3:19).

Moisés habló de esto justo después de descender del monte Sinaí con los Diez Mandamientos, cuando dijo a los israelitas: “… para probaros vino Dios” (Éxodo 20:20). Probar significa examinar o evaluar (véase Malaquías 3:10). Por muy amorosos que sean estos mandamientos, también son una parte importante del plan del Padre Celestial para Sus hijos de “proba[rlos], para ver si harán todas las cosas que el Señor su Dios les mandare” (Abraham 3:25). Los mandamientos nos dan la oportunidad de utilizar intencionalmente nuestro albedrío para, como enseñó el presidente Nelson, “e[legir] regresar a Él, preparados, cualificados, investidos, sellados y fieles a los convenios que hicieron en los santos templos” 4 .

Cuando sintamos que hay mucho que mantener en equilibrio y hacer, podemos recordar que es el mundo, no el Evangelio, el que crea las complejidades de nuestra vida. El élder Gary E. Stevenson, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó:

“Se ha dicho que el evangelio de Jesucristo es ‘simplemente hermoso y hermosamente simple’. El mundo no lo es; es complicado, complejo y lleno de turbulencia y contención. Somos bendecidos al tener cuidado de no permitir que la complejidad, tan común en el mundo, se interponga en la manera en que recibimos y ponemos en práctica el Evangelio […].

Todos debemos esforzarnos por mantener sencillo el Evangelio” 5 .

En esos momentos en que nos sentimos abrumados por las exigencias de la vida, puede ser útil recordar los mandamientos en su forma más sencilla: Amar a Dios. Amar al prójimo. Amarse a uno mismo. Todos los demás mandamientos que Dios nos ha dado son extensiones de estos mandamientos fundamentales y de Su amor por nosotros.