Liahona
Aceptar el poder sanador del arrepentimiento y el perdón
Abril de 2024


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Aceptar el poder sanador del arrepentimiento y el perdón

De su discurso, “Asking, Seeking, and Knocking: A Compassionate Pattern”, pronunciado en la Universidad Brigham Young–Hawái el 29 de enero de 2023. Para ver el discurso completo, visita speeches.byuh.edu.

Encuentra respuestas a tres preguntas sobre el arrepentimiento y el perdón.

Imagen
un hombre orando y con aspecto esperanzador

Hace unos meses, invité a alumnos de BYU–Hawái a enviar a un Apóstol una pregunta sobre lo que les preocupaba más como discípulos de Jesucristo. Agrupé las preguntas en temas similares. Uno de esos grupos se relacionaba con arrepentirnos y ser perdonados de nuestros pecados, sentirnos dignos de participar de la Santa Cena y sentir el amor de Dios por nosotros aun cuando nos sintamos indignos. Ahora quisiera hacer un comentario al respecto.

¿Puede Dios seguir amándome aun cuando yo haya pecado?

Es interesante notar que el principio del arrepentimiento viene después de la fe en Jesucristo. Bueno, debo decirles que Dios nos ama, incluso si estamos muy inmersos en el pecado. Se nos perdona cuando nos hemos humillado ante Dios, hemos buscado el consejo de los líderes apropiados de la Iglesia, según sea necesario, y nos hemos arrepentido de nuestros pecados y los hemos abandonado. El dar esos pasos nos acerca más al Salvador, quien al final puede librarnos de la culpa, del pesar y del cautiverio espiritual y físico.

¿Por qué me sigo sintiendo culpable aun después de haberme arrepentido?

No sabemos por qué a veces seguimos sintiendo culpa aun cuando nos hemos arrepentido de los pecados que cometimos. En lugar de especular, hablen con el Padre Celestial al respecto. Háganle la pregunta a Él directamente. Sé que, con el tiempo, Él les revelará lo que necesitan. En lo personal, todavía tengo algunos recuerdos de algunos de mis errores pasados. Al haber orado en cuanto a ello, el Señor me dijo que he sido perdonado y no debería preocuparme por esas cosas. Sin embargo, también siento que esos recuerdos son una advertencia para que me esfuerce por evitar volver a caer en esos errores.

Así que no es del todo negativo tener esos recuerdos. Los veo como una demostración del amor que Dios tiene por mí, ya que Él me advierte constantemente que evite tomar ese camino de nuevo. Al esforzarnos continuamente por dar lo mejor de nosotros mismos, manifestando por medio de nuestras obras el deseo de limpiar el vaso interior (véase Alma 60:23), los sentimientos de culpa y desánimo tienden a desaparecer. Con el tiempo, nuestra experiencia puede ser como la de Alma, quien testificó que después de arrepentirse “seguía recordando sus pecados, pero ese recuerdo dejó de afligirlo y de atormentarlo porque sabía que se le había perdonado”1.

¿Cómo puedo perdonar a los que me han hecho daño?

Una inquietud interesante que se expresa en las preguntas enviadas tiene que ver con perdonar a quienes nos ofendieron y nos hicieron cosas malas.

Es una pregunta interesante. Concentrémonos en algunos principios y veamos cómo podemos ponerlos en práctica. Al estudiar la palabra de Dios, aprendemos que perdonar a los demás trae consigo grandes bendiciones espirituales, incluso paz y esperanza. Tal vez la más importante de esas bendiciones es que al perdonar a los demás también podemos ser perdonados de nuestros propios pecados. El Señor nos enseña que el perdón es un mandamiento universal y que a nosotros nos es “requerido perdonar a todos los hombres” (Doctrina y Convenios 64:10). Sin embargo, a veces puede ser difícil.

En ocasiones permitimos que el orgullo, el temor, el resentimiento o la amargura nos desanimen y bloqueen nuestra capacidad de sentir esperanza. No obstante, el valor para perdonar llega a aquellos que ponen su fe y confianza en el Señor. Con Su ayuda, podemos hallar la fortaleza para perdonar a los demás, ya sea que hayan cometido un pecado grave o una ofensa no intencionada. Perdonar significa dejar de culpar por un daño del pasado. También es liberar una carga significativa y seguir adelante con la vida.

En cuanto al olvido, es importante recordar que “perdonar no significa olvidar que la ofensa se produjo o pretender que nunca sucedió. No significa que [se] vaya a permitir que el [comportamiento hiriente] continúe, ni que sea posible que todas las relaciones se puedan reparar. El perdonar a alguien no significa que el agresor no tendrá que rendir cuentas por sus acciones; significa que el Salvador puede ayudar[t]e a dejarlo todo atrás”2.

A continuación se presentan algunas sugerencias para ayudar en este proceso: 

  • Orar para tener humildad. La humildad es lo opuesto al orgullo, que es el principal obstáculo en nuestro esfuerzo por perdonar. El orgullo nos lleva a centrarnos en los sentimientos de rencor hacia los demás. También nos hace pasar por alto nuestras propias debilidades, errores y pecados. El Señor nos promete: “Si se humillan ante mí, y tienen fe en mí, entonces haré que las cosas débiles sean fuertes para ellos” (Éter 12:27). De acuerdo con nuestra humildad y fe, el Señor nos ayudará a llegar a ser más semejantes a Él y a perdonar verdaderamente como Él lo hizo. 

  • Expresar gratitud. El expresar gratitud invita al Espíritu más plenamente a nuestra vida, lo cual puede ablandar y cambiar nuestro corazón. Consideren hacer una lista de cosas por las que estén agradecidos. Busquen manifestaciones diarias del amor de Dios. A medida que cultiven una actitud de gratitud, tal vez descubran que incluso pueden encontrar razones para estar agradecidos por sus pruebas.

  • Tener paciencia. Perdonar cuando se tiene mucho dolor puede tomar tiempo. Una mujer que se recuperaba de un doloroso divorcio recibió este sabio consejo de su obispo: “Haga sitio en el corazón para el perdón y, cuando llegue, recíbalo”. Pueden hacer sitio para el perdón por medio de la oración sincera, el estudio y la meditación. Deleitarse en las palabras de Cristo a diario también los ayudará a acercarse más a Él y les brindará gran poder sanador en sus vidas (véanse 2 Nefi 31:20; Jacob 2:8).

  • Dejar el pasado atrás. La historia es historia y no se puede cambiar, pero pueden centrar su energía en el presente, porque hoy tienen el poder de escoger perdonar. Depositen sus cargas en el Señor. Él dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). Recuerden que, además de tomar sobre Sí los pecados del mundo, Cristo tomó sobre Sí nuestros dolores y debilidades (véanse 2 Nefi 9:21; Alma 7:11–12; Doctrina y Convenios 18:11). Si se lo permiten, Él puede aligerar su carga.

Encontrar la fortaleza para perdonar puede ser difícil, pero el Salvador y Su Expiación lo hacen posible. En verdad, al abrir nuestro corazón para perdonar a los demás, seremos bendecidos con paz. Los invito a aceptar el poder sanador del perdón.