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CAPÍTULO TREINTA: LA ÉPOCA DE LA GUERRA CIVIL


CAPÍTULO TREINTA

LA ÉPOCA DE LA GUERRA CIVIL

Los Estados Unidos pasaron una década entera de profunda división entre el Norte y el Sur. En 1861, después que Abraham Lincoln fue electo presidente de la nación, varios estados del Sur se separaron de la Unión. El 12 de abril de 1861, se dispararon los primeros tiros de la Guerra Civil en Fort Sumter, estado de Carolina del Sur. Este conflicto bélico fratricida duró cuatro años, costó 602.000 vidas y destruyó lo que se llamaba entonces el “Antiguo Sur”. En ese período, los Santos de los Últimos Días que estaban en Utah gozaron de relativa paz y progreso.

LOS SANTOS Y LA GUERRA CIVIL

Cuando empezó la Guerra Civil1, muchos miembros de la Iglesia recordaron la “revelación y profecía sobre la guerra” que recibió el profeta José Smith el 25 de diciembre de 1832:

“De cierto, así dice el Señor concerniente a las guerras que pronto acaecerán, comenzando por la rebelión de Carolina del Sur, de las cuales finalmente resultarán la muerte y la miseria de muchas almas…

“Porque he aquí, los estados del Sur se dividirán en contra de los del Norte…” (D. y C. 87:1, 3). Más tarde, en 1843, el Profeta había afirmado que ese derramamiento de sangre que iba a tener su comienzo en Carolina del Sur surgiría “probablemente… a causa del problema de los esclavos” (D. y C. 130:13). Muchos misioneros se habían referido a menudo a esa profecía, y los miembros sintieron cierta satisfacción en ver que la palabra del Señor se cumplía tan literalmente.

Al intensificarse el conflicto, los santos lo consideraban con diversos estados de emoción; veían el derramamiento de sangre y la devastación de los estados como un castigo de Dios que caía sobre la nación por los asesinatos de José y Hyrum Smith, por no obedecer los mandamientos del Señor y por las injusticias que se habían cometido contra ellos en Misuri e Illinois. Por otra parte, los miembros de la Iglesia seguían el ejemplo de José Smith apoyando lealmente la Constitución de los Estados Unidos. John Taylor expresó lo que sentían muchos Santos de los Últimos Días al hablarles de esta manera:

“Se nos ha echado de una ciudad a otra, de un estado a otro, sin que hubiera causa justificada. Se nos ha desterrado de los límites de lo que la gente llama ‘civilización’ y se nos ha obligado a establecer nuestros hogares en los desiertos desolados…

“¿Debemos unirnos al Norte para pelear con el Sur? ¡No! ¿Por qué? Porque en ambos casos, como se ha demostrado, se han acarreado su propia desgracia y nosotros no hemos tenido nada que ver en el asunto… No reconocemos Norte ni Sur, Este ni Oeste. Nosotros nos guiamos estricta y absolutamente por la Constitución”2.

Después de un año de los estragos de la guerra, el presidente Young reconoció que los miembros de la Iglesia estaban mucho mejor en el Oeste: “Si no nos hubieran perseguido, nos encontraríamos ahora en medio de las batallas y la carnicería que están desolando a la nación, en lugar de hallarnos donde estamos, cómodamente instalados en nuestras pacíficas viviendas en estos valles y montañas silenciosos y apartados. En lugar de ver a mis hermanos sentados con comodidad a mi alrededor, muchos de ellos estarían en las filas de vanguardia en el campo de batalla. En la seguridad que disfrutamos ahora veo las bendiciones de Dios. Somos sumamente bendecidos, sumamente favorecidos y sumamente exaltados, mientras que nuestros enemigos, que trataron de destruirnos, se ven humillados”3.

Los líderes de la Iglesia nunca consideraron siquiera la idea de apoyar a la Confederación, y cuando el presidente Abraham Lincoln les pidió soldados para proteger las líneas telegráficas continentales y las rutas de transporte, la Iglesia respondió afirmativamente con entusiasmo; además, los santos pagaban un impuesto de guerra anual de $26.982 dólares que el Congreso de los Estados Unidos le asignó al Territorio de Utah. Las Autoridades Generales confirmaban repetidamente su lealtad a la Unión y, en realidad, mientras algunos estados estaban tratando de independizarse de la Unión, Utah se esforzaba por entrar en ella.

Tanto Utah como la Iglesia sintieron inmediatamente los efectos de la separación de los Estados del Sur: el gobernador Alfred Cumming, que provenía del estado de Georgia [del Sur], consideró que era su deber renunciar a su puesto, al cual había sido nombrado por el gobierno federal, y partió de Utah rumbo a su propio estado. El general Albert Sidney Johnston, que era de Virginia [estado unido al Sur], también renunció a su cargo y se fue para unirse al ejército Confederado. Al cabo de unos meses, se retiró por completo el ejército que estaba en Utah. En marzo de 1861, la Unión, que había perdido varios estados del Sur, creó el Territorio de Nevada tomando la parte oeste del estado de Utah; en 1862 y en 1866 se agregó más tierra a Nevada, que ya en 1864 se había convertido en estado.

Después que las tropas federales se fueron de Utah, fue necesario proteger de los indios, las rutas postales y las líneas telegráficas; según se informaba, los indios se habían puesto más hostiles y habían destruido varios puestos de correspondencia entre Fort Bridger y Fort Laramie, estado de Wyoming. En la primavera de 1862, algunos oficiales militares se pusieron en contacto con Brigham Young (que ya no ocupaba el cargo de gobernador) para solicitarle que organizara un grupo de caballería que prestara servicio en la ruta durante noventa días, hasta que llegaran otras tropas de los Estados Unidos. Rápidamente se reclutó una compañía de ciento veinte hombres, listos para partir; irónicamente, estaban al mando del capitán Lot Smith, de la Milicia de Utah, cuya intervención cuatro años antes había sido fundamental para mantener alejadas del territorio a las tropas federales. Brigham Young le dio la responsabilidad de evitar el lenguaje profano y la mala conducta entre sus hombres y de cultivar relaciones pacíficas y amistosas con los indios. Los soldados hicieron su trabajo en forma admirable, no enfrentaron ninguna pelea seria, sólo tuvieron que perseguir a unos pocos indios y recibieron por su servicio el encomio del gobierno de los Estados Unidos4. Esa labor fue la única participación militar que tuvo un grupo organizado de Santos de los Últimos Días en la Guerra Civil.

También en 1862, los ciudadanos de Utah hicieron por tercera vez el intento de lograr la categoría de estado. Otra vez prepararon una constitución para el propuesto Estado de Deseret y una lista completa de funcionarios, con Brigham Young como Gobernador. Pero nuevamente les negaron la petición, principalmente a causa de la poligamia a la que el Partido Republicano, en cuyas manos estaba el gobierno federal, se oponía tenazmente.

El presidente Abraham Lincoln, que era republicano, había firmado el Acta Antibigamia de Morrill en 1862, la cual se había preparado en oposición a los Santos de los Últimos Días, pero nunca trató de ponerla en efecto. Era ecuánime en cuanto al llamado “asunto mormón” y su preocupación principal era cómo enfrentar la rebelión de los Estados del Sur. Cuando Brigham Young envió a la ciudad de Washington a T.B.H. Stenhouse, editor adjunto del Deseret News, para averiguar qué planes tenía el presidente Lincoln con respecto a los mormones, éste le dijo: “Stenhouse, cuando yo era un muchacho y vivía en la granja, en Illinois, había allá una cantidad de árboles que teníamos que cortar para limpiar el terreno. De vez en cuando, nos encontrábamos con un tronco caído que era demasiado duro para cortar, demasiado mojado para quemar y demasiado pesado para remover, así que arábamos a su alrededor. Eso es lo que pienso hacer con los mormones. Vuelva y dígale a Brigham Young que si él me deja en paz, también yo lo dejaré en paz a él”5. Durante todo el tiempo de la guerra, esa actitud tolerante del presidente Lincoln le ganó el respeto de los miembros de la Iglesia.

MEJORA LA COMUNICACIÓN

A pesar de lo que habían hecho los políticos descontentos para que mucha gente se pusiera en contra de los mormones, hubo visitantes distinguidos en Utah que quedaron favorablemente impresionados con lo que vieron y que publicaron sus comentarios. Jules Remy, un botánico francés, llegó a Salt Lake City en 1855 con el propósito de quedarse allí un mes; más tarde, en 1860, publicó en Europa sus observaciones describiendo a los santos como una gente industriosa y devota, lo cual contribuyó a cambiar la opinión de la Iglesia que muchos europeos tenían. Horace Greeley, uno de los periodistas más prominentes de la época y editor del New York Tribune, visitó Utah en 1859 y comunicó a la nación sus impresiones justas y equilibradas sobre Brigham Young y los mormones. Y una de las obras interesantes e instructivas de observación contemporánea provino de Richard Burton, a quien sus viajes por todo el mundo habían hecho famoso y que llegó a Utah en 1860; más adelante publicó un libro muy perceptivo sobre los mormones, titulado The City of the Saints [“La ciudad de los santos”], que fue sumamente popular6.

Las comunicaciones con el exterior mejoraron a partir de abril de 1860, cuando comenzó el “pony express”, servicio postal rápido. En solamente diez días, ochenta jinetes de poco peso y mucho valor repartían el correo entre Saint Joseph, Misuri, y Sacramento, California, recorriendo una distancia de aproximadamente 3.200 kilómetros; para poder realizar esta hazaña, iban cambiando de caballo más o menos cada dieciséis kilómetros, en trescientas veinte postas que había a lo largo del camino. La ruta postal atravesaba Utah, y en los dieciocho meses que duró este servicio hubo varios mormones que participaron en la peligrosa pero emocionante aventura.

La línea telegráfica transcontinental, que se terminó de instalar en Salt Lake City en octubre de 1861, fue la razón principal por la que se puso fin a ese servicio postal. A partir de ese momento, se podían enviar sin demora mensajes a los centros principales de los Estados Unidos. Eso terminó con ciertos problemas, como el de la información falsa que diseminaron los funcionarios gubernamentales “fugados” en 1851 y el del envío de la expedición militar a Utah en 1857 por el presidente Buchanan.

El presidente Brigham Young tuvo el privilegio de ser quien despachara el primer mensaje por la nueva línea del telégrafo. El Profeta envió a Cleveland, Ohio, un telegrama de felicitación al Honorable J. H. Wade, presidente de la “Pacific Telegraph Company” [Compañía de Telégrafos del Pacífico], diciendo también: “Utah no se ha separado, sino que continúa firme en favor de la Constitución y las leyes de nuestra otrora feliz nación. También tiene particular interés en empresas de tan gran utilidad como esta que acaba de llevarse a cabo”7.

Inmediatamente después que la línea telegráfica transcontinental llegó a Salt Lake City, Brigham Young empezó a hacer planes de establecer una línea de telégrafo local que conectara todas las colonias; para ello, abrió una escuela de telegrafía en Salt Lake City. Se hizo un pedido de alambre, baterías, aisladores, equipos de recibir y enviar mensajes y otros artículos pertinentes; pero, debido a la Guerra Civil, no fue posible obtenerlos hasta 1866. Para 1867 se terminó la instalación de unos ochocientos kilómetros de línea; en los años siguientes, el telégrafo se extendió a casi todas las colonias mormonas, incluso en el sur de Idaho y el norte de Arizona, y, para 1880, ya se había instalado una red de más de mil seiscientos kilómetros de líneas.

OTRA OCUPACIÓN DEL EJÉRCITO

Algunos de los primeros nombramientos políticos del presidente Lincoln para Utah resultaron ser lamentables. John W. Dawson, que era de Indiana y fue nombrado gobernador territorial, sólo permaneció un mes en Utah; apenas llegó, imprudentemente habló a la legislatura de imponer un gravamen sobre el pueblo mormón para vindicarlo de las acusaciones de deslealtad; a los pocos días, hizo una propuesta indecente a una mujer en Salt Lake City, fue acusado y tuvo que abandonar la ciudad en una situación bochornosa. Se le encontró en la posta de correos de Mountain Dell, donde había sido golpeado por un grupo de malhechores borrachos a los que después se llevó ante la justicia.

Unos dos meses más tarde el presidente Lincoln nombró a Stephen A. Harding, también de Indiana, para reemplazar a Dawson. El señor Harding había conocido a la familia de José Smith en Manchester, estado de Nueva York, y al llegar a Utah simuló ser amistoso hacia los santos; pero poco después salió a relucir su enemistad hacia la Iglesia y sus organizaciones, y acusó a los miembros de ser desleales.

Esas acusaciones dieron la justificación al departamento de guerra de la ciudad de Washington para no renovar la autorización de la compañía militar de los mormones y para enviar a la región, en cambio, a “los voluntarios de California”, bajo el mando del coronel Patrick Edward Connor. Naturalmente, a los líderes y los miembros de la Iglesia les disgustó ver llegar a una fuerza militar externa, especialmente porque se habían mostrado tan dispuestos a asumir la responsabilidad de mantener la seguridad de las rutas postales y de las líneas telegráficas y de refrenar a los indios. Lo que empeoraba la situación era la opinión que el coronel Connor tenía de que los mormones eran desleales a la Unión y que su tarea más importante consistía en vigilarlos constantemente. Los santos esperaban que el coronel se llevara a sus setecientos hombres al puesto militar que acababa de desocupar el ejército de Johnston, pero él eligió un sitio al pie de la montaña, cercano a Salt Lake City, al que nombró “Camp Douglas” en honor al ya fallecido Stephen A. Douglas8.

Las tropas llegaron en octubre de 1862 y permanecieron hasta el fin de la Guerra Civil, siendo una constante causa de irritación para la comunidad de Utah. Los soldados californianos no se hallaban contentos allí porque lo que querían era pelear en la guerra. Continuamente surgían acusaciones del ejército contra los miembros, a las que éstos respondían con otras acusaciones contra las tropas. Los santos consideraban que los militares eran un perjuicio y que contribuían a bajar los valores morales en aquel lugar que ya les era tan querido. Por otra parte, como militar, el coronel Connor, que llegó al rango de general durante su estadía en Utah, dirigía bien a sus tropas; protegía las rutas comerciales, y, en la batalla de Bear River, en enero de 1863, libró el norte de Utah y el sur de Idaho de la amenaza de los indios merodeadores; en consecuencia, los miembros de la Iglesia pudieron continuar colonizando esas zonas buenas. El coronel mantenía a sus hombres ocupados en la búsqueda de metales preciosos en las montañas9; a causa de sus esfuerzos, llegó a conocérsele en el estado como el “padre de la minería en Utah”.

En esa misma época, los santos estaban ya tan disgustados con el gobernador Harding que hicieron una petición al presidente Lincoln solicitando que lo destituyera de su cargo, a lo cual el Presidente accedió; pero, para satisfacer a “los gentiles” de Utah, también destituyó al juez John F. Kinney, que había demostrado respeto y amistad a los mormones. Dirigidos por Brigham Young los mormones, a su vez, eligieron al señor Kinney para ser su delegado ante el Congreso de 1863 a 1865; fue el único delegado en toda la historia del Territorio de Utah que no era mormón. El presidente Lincoln nombró gobernador a James Duane Doty, que había sido agente de los asuntos de los indios en Utah y que asumió el cargo en junio de 1863, gobernando con diplomacia durante todo el tiempo de la Guerra Civil10.

EL PROBLEMA CON LOS “MORRISITAS”

En el verano de 1862, ocurrió en Utah un desgraciado incidente llamado la “guerra con los morrisitas”11; éstos formaban un grupo apóstata, dirigido por un ex converso inglés que se llamaba Joseph Morris, y se habían establecido en el sur del condado de Weber, en una población con el nombre de Kington Fort que quedaba a unos cincuenta y seis kilómetros al norte de Salt Lake City. Ya en 1857 el hombre se había proclamado “profeta, vidente y revelador” del Señor, y en 1860 se había atraído algunos seguidores, entre ellos el obispo de Weber Sur y parte de su congregación. En febrero de 1861, el presidente Young mandó a los apóstoles John Taylor y Wilford Woodruff para que investigaran el caso, a consecuencia de lo cual excomulgaron a dieciséis miembros del barrio, incluso al obispo que rehusó apoyar a Brigham Young y que aseguraba que Joseph Morris era el profeta. Los “morrisitas” consagraban todas sus pertenencias a un fondo común y esperaban una inminente venida de Cristo, según las “revelaciones” de Morris.

A principios de 1862, después de varias “profecías” que no se cumplieron sobre la Segunda Venida, algunos de sus seguidores se desilusionaron y quisieron abandonar la secta llevándose las propiedades que habían consagrado; tres disidentes que intentaron escapar fueron apresados por Morris; esto hizo que sus respectivas esposas apelaran a las autoridades pidiéndoles ayuda. El 22 de mayo el juez principal, Kinney, publicó un decreto judicial para que se pusiera en libertad a los prisioneros y se arrestara a Morris y a sus ayudantes; cuando éste se negó a obedecer y continuó dando a conocer sus “revelaciones”, el juez Kinney instó al gobernador en funciones, Frank Fuller, que reuniera a la milicia para hacer cumplir la orden judicial.

El 13 de junio, por la mañana temprano, Robert T. Burton, comisionado principal del alguacil territorial, condujo a unos doscientos cincuenta hombres hasta los barrancos que estaban al sur de Kington Fort, y de allí enviaron un mensaje a Joseph Morris exigiendo que se rindiera y obedeciera la orden judicial. Éste se reunió con su grupo en una enramada, a la espera de una “revelación”. Impaciente por la demora, el agente Burton ordenó disparar dos cañonazos de modo que las balas pasaran sobre el fuerte sin tocarlo; pero el segundo disparo no se calculó bien y el proyectil cayó en la tierra arada que había delante del fuerte y rebotó, yendo a dar sobre la enramada; a consecuencia, murieron dos mujeres y una jovencita quedó gravemente herida. La batalla que empezó a causa de este suceso dio lugar a un sitio de tres días.

Al tercer día, apareció sobre el fuerte una bandera blanca de tregua y la pelea cesó. Después de exigir una rendición incondicional, el comisionado Burton entró al fuerte acompañado de treinta soldados. Morris pidió el privilegio de hablar a su gente una vez más, pero, en lugar de dar un discurso de despedida, exclamó: “¡Todos los que estén conmigo y mi Dios, en la vida o la muerte, síganme!”; al oír esas palabras, todos corrieron hacia el montón de rifles que ya habían entregado12. Hubo tiroteo de ambas partes, y Joseph Morris y John Banks, que le seguía en el mando, resultaron muertos. Durante los tres días de lucha murieron diez “morrisitas” y dos soldados de la milicia de Utah. Noventa hombres seguidores de Morris fueron conducidos a Salt Lake City, donde se les sometió a juicio por las muertes de los dos soldados y por resistir los procedimientos de la ley. Se condenó a siete de ellos, pero todos recibieron un perdón del entonces gobernador Harding. La mayoría de los demás que querían irse de allí fueron escoltados por el ejército de Connor hasta Soda Springs, en el territorio de Idaho. A pesar de que la Iglesia no estuvo directamente involucrada en el lamentable asunto, su reputación en el Este sufrió a consecuencia de esos hechos.

SURGEN DIFICULTADES EN HAWAI

Otra persona que causó gran preocupación a las autoridades de la Iglesia durante esa época fue Walter Murray Gibson, soldado mercenario. En la llamada “guerra de Utah” había abogado por la causa de la Iglesia en la ciudad de Washington, y después había ido a Salt Lake City para conocer mejor a los mormones; allí se relacionó con varios líderes de la Iglesia, dirigió la palabra a congregaciones numerosas en el viejo Tabernáculo, hablándoles de sus viajes, y el 15 de enero de 1860 fue bautizado por Heber C. Kimball, junto con su hija Talula; Brigham Young lo confirmó. Más tarde, el presidente Young rechazó la propuesta del hermano Gibson de que los santos se mudaran a las islas de las Indias Orientales, pero lo llamó para cumplir una misión en los estados del Este (Estados Unidos). Estuvo en la misión sólo seis meses, después de lo cual convenció a los miembros de Nueva York de que se le necesitaba de inmediato en Salt Lake City; éstos respondieron generosamente a su solicitud de fondos para hacer el viaje de regreso.

En noviembre de 1860, el presidente Young lo llamó a la obra misional en las islas del Pacífico, y le dijo que si magnificaba el llamamiento, haría mucho más bien de lo que jamás podría imaginar.

Llegó a Hawai en el verano de 1861 [mediados de año]; allí, se excedió en los límites de su autoridad, mezcló las enseñanzas del Evangelio con las tradiciones de los nativos y se ganó las simpatías de los santos hawaianos. Debido a que se había llamado a los misioneros anteriores para que regresaran durante el estado de guerra de Utah, Walter Gibson asumió totalmente la dirección de los miembros de la Iglesia allá. Se proclamó “Presidente en Jefe de la Iglesia de los Santos de los Últimos Días en las Islas del Mar y en las Islas Hawaianas” y persuadió a los miembros de entregarle todas sus posesiones. “Ordenó” a doce apóstoles, cobrándoles $150 dólares a cada uno por el cargo; para otras posiciones, como la de sumo sacerdote, setenta y élder, cobraba de acuerdo con la importancia del oficio. También instaló arzobispos y obispos de menor importancia13. Llevaba a cabo servicios religiosos con pompa y ceremonia excesivas, e incluso usaba mantos y exigía que los miembros se inclinaran y arrastraran en su presencia. Su objeto era formar un ejército, unir a todas las Islas Hawaianas en un imperio y proclamarse rey14.

Finalmente, en 1864, algunos miembros nativos de la Iglesia a los que preocupaba la situación escribieron a Salt Lake City contando lo que pasaba. El presidente Young envió a Ezra T. Benson y Lorenzo Snow, ambos del Quórum de los Doce Apóstoles, y a Joseph F. Smith, Alma Smith y William Cluff, que habían sido misioneros en Hawai, para resolver los problemas.

Cuando los hermanos llegaron a la isla de Lanai, donde Gibson tenía su sede, se encontraron en el puerto con vientos huracanados y un mar turbulento; al tratar de llegar a la costa en una embarcación más pequeña, ésta naufragó; los nativos que presenciaron el accidente rescataron a todos, excepto a Lorenzo Snow, cuyo cuerpo exánime hallaron por fin debajo del bote volcado. Al verlo, los presentes no tuvieron duda alguna de que estaba muerto; pero los abnegados hermanos colocaron el cuerpo sin vida sobre sus rodillas, y oraron y lo bendijeron con fe, mientras los nativos afirmaban que aquello era en vano. A continuación, los hermanos lo pusieron sobre un barril de canto al que hicieron rodar para estimularle la respiración, y luego le comprimieron el pecho y le dieron aliento boca a boca, haciéndole expulsar el aire nuevamente; así estuvieron una hora o más, antes de que él diera señales de vida15.

Después de averiguar dónde se hallaba Gibson, los élderes se dieron cuenta de que las condiciones eran aún peores de lo que se les había dicho. Lo confrontaron y le ordenaron devolver las propiedades y el dinero de los que se había apropiado en nombre de la Iglesia, a lo cual él se negó; entonces lo excomulgaron. Al cabo de unas semanas, la mayoría de los miembros hawaianos se reconciliaron con la Iglesia por medio de los líderes que les habían enviado. Hubo un hecho que ayudó a los hermanos a ganarse de nuevo la confianza de los santos del lugar: dos de ellos caminaron encima de una roca que Gibson había declarado un santuario advirtiendo que cualquiera que la pisara moriría en el acto. Una vez que pusieron en orden los asuntos de la Iglesia, los Apóstoles regresaron dejando a cargo de la misión a Joseph F. Smith y sus dos compañeros. El élder Smith adquirió una plantación en Laie, que empezó a trabajar y que llegó a ser sede de la misión y residencia de muchos de los santos hawaianos. En el siglo veinte se construyeron en esa tierra el Templo de Hawai, la Universidad Brigham Young–Hawai y el Centro Cultural Polinesio16.

LA OBRA MISIONAL Y LA INMIGRACIÓN

A pesar de la Guerra Civil que continuaba encarnizadamente en los Estados Unidos, del ejército de Connor, de los “morrisitas” y de Walter Murray Gibson, el interés principal de los líderes de la Iglesia seguía concentrado en expandir a Sión, o sea, en convertir más personas al Evangelio y congregar en Utah a la mayor cantidad posible de miembros.

Unas cincuenta colonias nuevas se establecieron durante esa época en que la mayoría de la nación se hallaba en medio de gran turbulencia, entre ellas, Saint George, en el sur de Utah, que era parte de la llamada “misión del algodón”, comenzada cuando ya no se pudo obtener más ese artículo de los estados del Sur; Pipe Springs se fundó en el norte de Arizona; Monroe, Salina y Richfield, en el centro de Utah; y Laketown, Paris y Montpellier, en la región de Bear Lake, entre Utah e Idaho. Otras colonias fundadas anteriormente, casi todas dedicadas principalmente a la agricultura, se hicieron más fuertes. A principios de la década de 1860, cuando la minería se convirtió en un negocio lucrativo en Colorado, Montana, Idaho y Nevada, en Utah se llenaban cientos de carretas con harina, granos y otros productos de granja y se despachaban a los campos mineros para vender la mercancía, haciendo así prosperar económicamente a los miembros de la Iglesia; fue un enorme beneficio para la gente que acababa de sufrir los efectos de la “guerra de Utah” y del traslado al sur.

La obra misional también se fortaleció en el período de la Guerra Civil. Aunque no hubo casi nada de actividad misional en Norteamérica durante ese tiempo, la Iglesia creció por toda Europa. La instalación del telégrafo trasatlántico contribuyó sobremanera a que hubiera comunicación con los santos europeos. En 1860, la Primera Presidencia envió a tres miembros del Consejo de los Doce, los élderes Amasa M. Lyman, Charles C. Rich y George Q. Cannon, a presidir sobre la Misión Europea y la Británica, cuya sede se hallaba en Liverpool. Los tres Apóstoles presidieron esas misiones hasta el 14 de mayo de 1862 en que los élderes Lyman y Rich regresaron a Utah; el élder Cannon fue a la ciudad de Washington brevemente, con el fin de trabajar para conseguir la categoría de estado para Utah, después de lo cual regresó a Inglaterra donde continuó presidiendo hasta su retorno a Utah en 1864.

Con el empleo de misioneros británicos y escandinavos cuando no tenían disponibles élderes estadounidenses, los Apóstoles renovaron el concepto de la congregación de Israel tanto en las Islas Británicas como en el resto del continente europeo. Luego de una disminución ocurrida durante la “guerra de Utah” e inmediatamente después, el número de conversos empezó a aumentar nuevamente. Inglaterra y Escandinavia eran los países que ofrecían un campo de labor más fértil. A fin de ahorrarle el costo a la Iglesia, Brigham Young mandó a los misioneros que viajaran sin “bolsa, ni alforja” y que consiguieran casa y comida con los miembros de la Iglesia que estuvieran dispuestos a ofrecerlas; la mayoría de los misioneros habían dejado también hijos y esposas que tenían que encargarse de su propio mantenimiento, con ayuda de los quórumes locales del sacerdocio.

Los líderes de la Iglesia estaban constantemente buscando los mejores métodos para transportar a Sión a los santos europeos. En el otoño de 1860, John W. Young, después de haber llevado al Este una caravana de provisiones, tirada por bueyes, con el objeto de proveer lo necesario para los inmigrantes, condujo un grupo de éstos en carromatos desde el río Misuri. Su empresa tuvo tanto éxito que se le permitió hablar de ello durante la conferencia general de octubre.

Después, se mandaban desde Utah carromatos tirados por bueyes en abril, llevando provisiones suficientes para la inmigración anual, y los vehículos regresaban con inmigrantes durante el verano y principios del otoño. Se llamó a algunos jóvenes como misioneros para ser los conductores de esas “caravanas de la Iglesia”. Entre los años de 1861 y 1868 la Iglesia llevó a Utah a más de dieciséis mil europeos, a un costo reducido gracias a que los santos donaban labor y suministros. Más aún, fue necesario comprar muy poco a proveedores que no fueran mormones.

EL PROGRESO DE SALT LAKE CITY

En 1860, Salt Lake City contaba con 8.200 habitantes, y para 1870 había 12.800. Según el censo de 1870, el sesenta y cinco por ciento de la población había nacido en el extranjero; la mayoría provenía de las Islas Británicas, pero también había muchos de Escandinavia. La ciudad sirvió de foco de colonización para toda la Iglesia.

El Departamento de Obras Públicas empleó la labor de los inmigrantes recién llegados para construir numerosos edificios importantes. Durante la década de 1850, se habían construido en la creciente comunidad la Casa del Consejo, el Salón Social, la Casa de Investiduras y un almacén de diezmos. Luego, en la década de 1860 se edificaron el teatro de Salt Lake, el municipio, un arsenal, la Casa de la Colmena, la Casa del León y el Tabernáculo de Salt Lake. El teatro, que se terminó en 1862, se convirtió en el centro de casi todas las actividades culturales y recreativas del valle.

De 1850 a 1870, Daniel H. Wells fue el superintendente de Obras Públicas en Salt Lake City. Además, fue oficial comandante de la Legión de Nauvoo, Segundo Consejero en la Primera Presidencia a partir de 1857, y alcalde de Salt Lake City desde 1866.

Con la convicción de que los santos se fortalecerían espiritualmente si contaban con un edificio adecuado en el que pudieran reunirse a recibir instrucción de sus líderes, el presidente Brigham Young hizo los planos para un tabernáculo nuevo; tenía la visión de una casa de adoración grande y con una cúpula. El presidente Young dirigió la construcción del peculiar edificio, con la ayuda de Henry Grow, constructor de puentes, de William H. Folsom, que era entonces arquitecto de la Iglesia, y de Truman O. Angell, que fue responsable de casi todo el interior. La construcción medía 75 m de largo por 45 m de ancho y 24 m de altura. El Tabernáculo se terminó a tiempo para la conferencia general de octubre de 1867. Al mismo tiempo, el extraordinario artesano Joseph H. Ridges, converso de Australia, construyó un órgano gigantesco para el edificio. Después de mucho buscar se encontró en Pine Valley, lugar del sur de Utah a cuatrocientos ochenta kilómetros de distancia, el tipo de madera especial que se necesitaba para el órgano y que se transportó cuidadosamente a Salt Lake City, haciendo uso de hasta veinte carretas para llevarla. Al principio, hubo problemas con la acústica, pero en 1870 se solucionaron con la construcción de una galería alta, y el afamado edificio, con capacidad para ocho mil personas, se convirtió en el lugar ideal para las reuniones grandes.

Las obras en el Templo de Salt Lake se recomenzaron en 1860, pero en 1861 los líderes de la Iglesia se dieron cuenta de que los cimientos eran defectuosos, y Brigham Young decidió que se necesitaba una nueva fundación, hecha enteramente de granito sacado de las montañas vecinas, para soportar el enorme peso del templo que se había planeado. La nueva base debía tener casi cinco metros de espesor. El presidente Young dijo: “Quiero que este templo permanezca de pie hasta el Milenio y lo quiero construido de tal manera que el Señor lo considere aceptable”17. La labor de reconstruir los cimientos fue muy lenta y la altura de las paredes no alcanzó el nivel del suelo hasta 1867.

No obstante los problemas surgidos con apóstatas y con tropas militares, en la Iglesia se sintió gozo debido a las mejoras en los medios de comunicación y transporte, al progreso de la obra misional, al aumento de la colonización y a las oportunidades económicas mejores. Mientras la mayor parte de la nación se hallaba hundida en un conflicto sangriento, las circunstancias de los Santos de los Últimos Días durante el período de la Guerra Civil presentaban un obvio contraste con las del resto de los Estados Unidos. Los ciudadanos de Utah gozaban de paz y prosperidad. Después de los años difíciles, resultado de la “guerra de Utah”, una vez más la Iglesia había empezado a avanzar en el curso que divinamente se le había trazado.

NOTAS

  1. Esta sección se ha tomado de la obra de James B. Allen y Glen M. Leonard, The Story of the Latter-day Saints. Salt Lake City: Deseret Book Co., 1976, págs. 310–312.

  2. “Ceremonies at the Bowery”, Deseret News, 10 de julio de 1861, pág. 152.

  3. En Journal of Discourses, 10:38–39.

  4. Véase “Requisition for Troops”, Deseret News, 30 de abril de 1862, pág. 348.

  5. Citado por Preston Nibley, en Brigham Young: The Man and His Work; Salt Lake City: Deseret News Press, 1936, pág. 369.

  6. Tomado de la obra de Allen y Leonard, The Story of the Latter-day Saints, págs. 318–319.

  7. Brigham Young, “The Completion of the Telegraph”, Deseret News, 23 de octubre de 1861, pág. 189.

  8. Tomado de la obra de Allen y Leonard, The Story of the Latter-day Saints, pág. 312.

  9. Véase, de Gustive O. Larson, Outline History of Utah and the Mormons; Salt Lake City: Deseret Book Company, 1958, pág. 195; y Dean L. May, “Economic Beginnings”, en Utah’s History, ed. por Richard D. Poll y otros; Logan, Utah: Utah State University Press, 1989, pág. 204.

  10. Tomado de la obra de Allen y Leonard, The Story of the Latter-day Saints, págs. 313–314.

  11. Sección tomada de la obra de E. B. Long, The Saints and the Union: Utah Territory during the Civil War. Urbana, Illinois: University of Illinois Press, 1981, pág. 90.

  12. Citado por B. H. Roberts, en A Comprehensive History of The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, Century One, 6 tomos; Salt Lake City: The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 1930, 5:47.

  13. Citado por Andrew Jenson, en “Walter Murray Gibson”, Improvement Era, dic. de 1900, pág. 87.

  14. Los tres párrafos anteriores se tomaron de la obra de Allen y Leonard, The Story of the Latter-day Saints, pág. 335.

  15. Véase, Life of Joseph F. Smith, 2ª ed., comp. por Joseph Fielding Smith; Salt Lake City: Deseret Book Company, 1969, págs. 215–216.

  16. Tomado de la obra de Allen y Leonard, The Story of the Latter-day Saints, pág. 335.

  17. Wilford Woodruff, Diario privado del Historiador 1858, anotación del 22 de agosto de 1862, Departamento Histórico de la Iglesia SUD, Salt Lake City.

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Ft. Sumter

Fort Sumter.

Cortesía del Archivo Nacional.

Historia

Fecha

 

Acontecimientos importantes

12 de abril de 1861

Comienza la Guerra Civil con los disparos en Fort Sumter.

Abril a septiembre de 1861

Se utilizan por primera vez con éxito las “caravanas de carretas de la Iglesia” para la inmigración.

Octubre de 1861

Llega a Utah el telégrafo transcontinental.

Abril de 1862

Se reúne una compañía de soldados mormones para servir en el ejército de los Estados Unidos cumpliendo deberes en las rutas.

Junio de 1862

Tiene lugar la guerra con los “morrisitas”.

Octubre de 1862

Los “voluntarios de California” llegan a Utah al mando del coronel Patrick E. Connor.

1864

Se resuelven los problemas con Walter Murray Gibson en Hawai.

Abril de 1865

Llega a su fin la Guerra Civil.

1867

Se termina el Tabernáculo de Salt Lake

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crew raising telegraph pole

Las líneas del telégrafo transcontinental.

Cortesía del Archivo Nacional.

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Patrick Edward Connor

Patrick Edward Connor (1820–1891). Después de salir del ejército, el señor Connor se quedó en Utah donde continuó en las empresas mineras hasta el día de su muerte. Nunca tuvo mucho éxito en la minería y cuando murió, sus valores ascendían solamente a unos cinco mil dólares.

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Robert Taylor Burton

Robert Taylor Burton (1821–1907) tocó en la Banda de Nauvoo, fue misionero y miembro de la Legión de Nauvoo en Utah, fue agente del alguacil territorial, miembro de la mesa de regentes de la Universidad de Deseret y miembro del cuerpo legislativo de Utah. Fue también obispo del Barrio Quince de Salt Lake City, y en 1875 recibió el llamamiento para ser consejero en el Obispado Presidente de la Iglesia.

Cortesía de la Sociedad Histórica de Utah.

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William Wallace Cluff

William Wallace Cluff (1832–1915) fue llamado para ser Obispo Presidente en los condados de Morgan, Summit y Wasatch. En 1877 fue relevado, cuando el presidente Brigham Young anunció que, como parte de la reorganización del sacerdocio de la Iglesia, a partir de entonces habría un solo Obispo Presidente de la Iglesia, que fue entonces Edward Hunter. El hermano Cluff recibió el llamamiento para presidir la Misión de Escandinavia; también fue presidente de la Estaca Summit.

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George Q. Cannon

George Quayle Cannon (1827–1901) era un hombre hábil y talentoso cuyas contribuciones a la obra fueron muy numerosas. Trabajó como misionero, fue presidente de la Misión Europea, escritor, editor y Apóstol. Fue consejero de John Taylor, Wilford Woodruff y Lorenzo Snow en la Primera Presidencia.

El élder Cannon fue el primero en traducir el Libro de Mormón al hawaiano, después de ayudar a abrir las Islas Hawaianas para la obra misional en 1850.

Gran parte de su biografía de José Smith fue escrita en la cárcel del estado de Utah, mientras se hallaba preso por la práctica de la pluralidad de esposas.

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Salt Lake Theatre

El Teatro de Salt Lake. Brigham Young pensaba que además de la religión, a la gente le hacía falta algún tipo de entretenimiento; por ese motivo, dio instrucciones a uno de sus yernos, Hiram Clawson, de comenzar la obra de un teatro que fuera adecuado para los miembros de la Iglesia. El “Salón Social”, que se había construido entre 1852 y 1853 y había sido el centro de diversiones principal de la ciudad, ya no satisfacía las necesidades.

El Teatro de Salt Lake se terminó en 1862, tenía asientos para tres mil personas y medía 44 m de largo, 24 m de ancho y 12 m de altura; en su recinto no se podían servir bebidas alcohólicas, todas las presentaciones debían empezar y terminar con una oración, y los artistas que trabajaran allí debían ser un buen ejemplo para la comunidad. Hubo muchos artistas importantes que se presentaron en el escenario de ese teatro. En 1929 el edificio fue demolido.

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Daniel H. Wells

Daniel H. Wells (1814–1891) vivía en Commerce, Illinois, cuando los santos exiliados llegaron allí procedentes de Misuri. Durante el tiempo que la Iglesia permaneció en Nauvoo, aunque no se hizo miembro, simpatizaba con la religión y era amistoso con los mormones; pero en 1846 se bautizó y se unió a los pioneros, siendo uno de los últimos santos en salir de Nauvoo.

En 1857 fue llamado para ser Segundo Consejero del presidente Brigham Young, cargo que desempeñó durante veinte años. En 1866 lo eligieron alcalde de Salt Lake City y ocupó diez años esa posición. En 1884 se le mandó para presidir la Misión Europea, y al regresar fue nombrado para ser el primer presidente del Templo de Manti, Utah.

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old Salt Lake City Hall

William H. Folsom fue el arquitecto a cargo de construir el edificio del Municipio, que se terminó en 1866 a un costo de setenta mil dólares. Al principio, era sede de las reuniones de la legislatura territorial; más tarde, lo fue de las oficinas de la policía de la ciudad. En 1960, el edificio se dividió en secciones numeradas, se desmanteló y se reconstruyó a una corta distancia hacia el sur del Capitolio del estado.