1990–1999
Los compañeros que valen
Octubre 1997


Los compañeros que valen

“Asistimos a las … reuniones de la Iglesia a graves del mundo en busca de compañerismo, de la buena compañía de los hermanos y de las hermanas en el Evangelio y del consuelo de la dulce comunión con el Espíritu de Dios.”

Mis queridos hermanos y hermanas, es un privilegio para mi el reunirme con ustedes en otra conferencia general de la Iglesia. En estas maravillosas reuniones me encanta oír la voz del Señor y sentir la presencia de Su Espíritu. Se regocija mi corazón ante la hermandad que compartimos como Santos de los Ultimos Días.

En Compañía De Los Santos

Uno de los muchos beneficios del ser miembros de la Iglesia es el de la compañía de los santos. Durante el tiempo de mi asignación en Europa llevamos a cabo conferencias de estaca memorables para los soldados que1

prestaban servicio militar en Alemania. Muchos de nuestros buenos hermanos y hermanas viajaban grandes distancias para asistir a las reuniones.2 Muchos de ellos llegaban la noche anterior y dormían en el piso del salón de recreo. Sin importar el sacrificio, llegaban con corazones alegres en busca de la compañía de los Santos de los Ultimos Días y de la oportunidad de ser instruidos y edificados por los lideres de la Iglesia. Cuando nos reunimos, “ya no [somos] extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios”’.

Nuestro es el mandamiento y la bendición de “reun[irnos] a menudo para ayunar y orar, y para hablar unos con otros concerniente al bienestar de [nuestras] almas” (3). Asistimos a las conferencias generales y a otras reuniones de la Iglesia a través del mundo en busca de compañerismo, de la buena compañía de los hermanos y de las hermanas en el Evangelio y del consuelo de la dulce comunión con el Espíritu de Dios. En nuestros servicios de adoración, la presencia de ese Espíritu llena nuestros corazones de amor hacia Dios y hacia nuestros hermanos.

La Compañía De La Familia

Por supuesto, nuestros mejores amigos son aquellos con los que vivimos como miembros de nuestra familia. Amorosos padres, hermanos y hermanas, hijos y otros miembros de la familia ayudan a moldear nuestro destino. Mi mejor amiga es Elisa, mi compañera eterna; ella es el corazón de nuestro hogar y nos ha inspirado a acercarnos mas al Señor. “La maternidad se acerca a lo divino. Es el servicio mas sublime y mas sagrado que podemos llevar a cabo. Coloca a la mujer que honra su sagrado llamamiento y servicio a la altura de los ángeles” (5). Su servicio se manifiesta en las palabras de un himno familiar:

Quienes nos brindan su amor

reflejan tu bondad, Señor.

Tu nos envías luz y paz

con la bondad de los demás.

Nuestros amigos buenos son

un rico y divino don;

su vida un ejemplo es,

que fortalece nuestra fe. (4).

El dulce compañerismo del matrimonio eterno es una de las bendiciones mas grandes que Dios ha concedido a Sus hijos. Ciertamente, los muchos años que he compartido con mi hermosa compañera me han proporcionado los gozos mas profundos de mi vida. Desde el principio de los tiempos, la compañía conyugal ha sido fundamental en el gran plan de felicidad de nuestro Padre Celestial.

Nuestras vidas reciben una influencia benéfica y somos edificados y ennoblecidos al saborear las dulces bendiciones al relacionarnos con seres queridos en el núcleo familiar.

La Compañía De Los Amigos

La compasión de los amigos que viven las enseñanzas de Cristo influye profundamente en nuestra vida y la cambia. Debemos recordar que el Señor a menudo envía “bendiciones de lo alto, por medio de las palabras y los actos de las personas que aman”. El amor es la esencia del Evangelio de Jesucristo. En esta Iglesia, muchas veces las oraciones en las que se pide ayuda el Señor las contesta por medio del simple servicio diario de hermanos y hermanas que se preocupan por los demás. En la bondad de los amigos genuinos, he visto reflejada la bondad del Señor mismo. Siempre me he sentido humilde al reconocer que el Salvador nos considera a todos Sus amigos cuando decidimos seguirlo y guardar Sus mandamientos. (5).

En Compañía De Los Pioneros

Este año, las celebraciones del sesquicentenario de la llegada de los pioneros nos han recordado la fortaleza que encontraron nuestros antepasados al trabajar juntos. Tenían un gran espíritu de cooperación. Se necesitó gran compañerismo para tirar de los carros de mano. Estas caravanas de carromatos y las compañías de carros de mano eran comunidades sobre ruedas. Por designio revelado, los pioneros viajaron en compañías bien organizadas con líneas de responsabilidades bien definidas. El fuerte ayudaba a llevar la carga del debil. Por medio del espíritu de cooperación se sobrepusieron a grandes dificultades y establecieron Sión en el Oeste.

El Compañerismo En El Servicio En La Iglesia

Muchas de nuestras asignaciones en la Iglesia las llevamos a cabo con compañeros. Desde que el Señor envió a Sus discípulos de dos en dos, el compañerismo ha hecho avanzar la obra del reino. La ley de testigos del Señor requiere que “por boca de dos o de tres testigos se decid[a] todo asunto” (6). Cuando las angustiadas mujeres llegaron al sepulcro vacío esa primera gloriosa mañana de Pascua, fueron dos mensajeros celestiales quienes declararon: “No esta aquí, sino que ha resucitado” (7).

Después de la ascensión del Señor del Monte de los Olivos, dos mensajeros dieron testimonio del Señor resucitado. Y ambos, el Padre y el Hijo, visitaron juntos a José Smith para dar comienzo a la gloriosa obra de la Restauración. Para dar testimonio y establecer la verdad, dos son mejores que uno.

Para edificar sobre este modelo divino, se han organizado para ese propósito los programas de la orientación familiar y el de las maestras visitantes. Se han llamado a compañeros para “velar siempre por los miembros de la iglesia, y estar con ellos y fortalecerlos” (8). Esperamos que se de especial atención a los nuevos conversos por medio de los maestros orientadores y de las maestras visitantes. Todos los hermanos y las hermanas asignados pueden magnificar sus responsabilidades de cuidar y nutrir a aquellos a quienes han sido llamados a servir. Los líderes locales, en espíritu de oración, llevan a cabo esas asignaciones bajo la dirección de la autoridad del sacerdocio y del espíritu de revelación. De manera que cuando sus líderes les pidan prestar servicio, esperamos que respondan como si el Señor mismo se los estuviera pidiendo, porque El dijo: “… sea por mi propia voz o por la voz de mis siervos, es lo mismo” (9).

Al visitar a los miembros que se les hayan asignado, ustedes llevan consigo la luz del Evangelio, el amor y el Espíritu del Señor. Aquellos que son fuertes, “debe[n] soportar las flaquezas de los débiles” (10). Trabajen estrechamente con el compañero que les haya sido asignado para llevar a cabo las visitas con toda diligencia, y recuerden que los compañeros pueden bendecirse y fortalecerse mutuamente, así como ministrar a aquellos a quienes visiten. El presidente Hinckley nos ha suplicado que hagamos todo lo posible por dar consuelo a nuestros hermanos y hermanas que “claman de dolor y de sufrimiento, de soledad y de temor. Levántenlos, con el espíritu de amor, hasta ser recibidos en los brazos de la Iglesia” (11).

Los compañerismos constituyen también la organización básica de las 318 misiones de la Iglesia. Al igual que los discípulos de la antigüedad, nuestros mas de 56.000 misioneros van de dos en dos “por todo el mundo” (12). proclamar las buenas nuevas del Evangelio. En esta obra maravillosa de salvar almas, existe una tremenda hermandad y camaradería. Cuando Alma se reunió con los hijos de Mosíah después de catorce años de servicio misional, “se alegró muchísimo de ver a sus hermanos; y lo que aumentó mas su gozo fue que aun eran sus hermanos en el Señor” (13). Las reuniones misionales todavía son un gran momento de regocijo.

Una vez que la gente haya “entrado en esta estrecha y angosta senda … [debe] seguir adelante con firmeza en Cristo” (14). El presidente Hinckley nos ha pedido en repetidas ocasiones que extendamos la mano de hermandad a los miembros recién bautizados. Nos recuerda que “no es cosa fácil convertirse en miembro de esta Iglesia” (15). Los nuevos conversos necesitan nuevas amistades; necesitan compañeros constantes que les alienten, contesten sus preguntas y los “guarden en el camino recto” (16).

La Compañía Del Espiritu Santo

En nuestra reuniones sacramentales semanales nos reunimos para “participar del pan y del (agua), en memoria del Señor Jesucristo” (17), para guardar Sus mandamientos a fin de ser dignos de la compañía constante del espíritu Santo. Es una de las bendiciones mas grande que podamos recibir. La fe en Cristo, el arrepentimiento, el bautismo y la confirmación, seguida de una vida virtuosa no califican para recibir la compañía guiadora del Espíritu de Dios. Es por medio del poder y de la influencia del Espíritu Santo que el Señor cumple Su promesa de estar siempre con nosotros y “no [nos] dejará huérfanos” (18). De la misma forma que una caricia consuela por la noche a una criatura asustada, la calidez del Espíritu Santo puede llegar a nuestro corazón y calmar nuestros temores. Así como la dulce voz de un padre [o madre] amoroso puede calmar a un bebé que llora, los susurros del Espíritu puede acallar las persistentes preocupaciones de nuestra vida.

Cuando los nuevos conversos reciben el don del Espíritu Santo, experimentan “un gran cambio … en sus corazones” (19). Como el gran misionero que es, el presidente Hinckley encuentra su mayor satisfacción en la transformación que resulta de la conversión. Al responder a un reportero en una entrevista, el presidente Hinckley dijo: “La experiencia mas grata para mi es ver lo que este Evangelio hace por la gente; les brinda una nueva dimensión de la vida; les brinda una perspectiva que jamás habían tenido; eleva sus aspiraciones hacia lo noble y lo divino. Algo milagroso les sucede, algo digno de contemplar. Acuden a Cristo para vivir” (20).

El Ser Un Buen Compañero

Un buen compañerismo empieza con un cometido personal de ser un compañero ejemplar. Hace muchos años, en la Manzana del Templo, se me enseñó la importancia de ese tipo de atención y acerca de la amorosa influencia personal. Cuando era joven, un día me dirigía a una sesión de la conferencia general, cuando alguien me tomó del codo. Era el presidente David 0. McKay. “Ven conmigo, Joseph”, dijo el presidente McKay. “Yo te ayudare a encontrar un buen asiento”.

Durante esos momentos en que caminábamos hacia el Tabernáculo, el presidente McKay parecía concentrar toda su atención en mi. Habló en forma reverente de SU amor por el Señor y de SU amor por los miembros de la Iglesia. Me miro directamente a los ojos mientras me expresaba con firmeza su testimonio.

“Quiero que sepas,.Joseph”, me dijo, “que el Presidente de la Iglesia del Señor recibe inspiración y revelación del Señor Jesucristo”. En ese momento, el Espíritu le susurró a mi corazón que el presidente David 0. McKay me estaba diciendo la verdad. Supe entonces que el era en verdad un Profeta de Dios. Ese testimonio ha permanecido conmigo durante toda mi vida, llenándome de reverencia y respeto por el oficio de nuestro Profeta.

Sentí su amor y me sentí enriquecido por su humilde acto de bondad en esos pocos minutos que estuvimos juntos. Creo que jamas volví a ser el mismo después de eso. Decidí que trataría de ser un buen compañero para los demás como el lo había sido conmigo.

Evitemos A Los Compañeros Falsos

No obstante la bendición de tener compañeros justos, también existen los peligros y las desgracias cuando se cae en malas compañías. Sabemos que debe haber “oposición en todas las cosas” (21). El hijo pródigo anduvo en malas compañías; con compañeros indeseables “desperdicio sus bienes viviendo perdidamente” (22). Alma hijo y los hijos de Mosíah fueron “revelándose contra Dios” (23) y se “[ocupaban] en destruir la iglesia” (24).

Sabemos que a menudo se nos juzga por el tipo de compañías con las que andamos. Sabemos cuanta influencia pueden tener los compañeros de clase, los amigos y los grupos de nuestra edad. Si algunos de nuestros compañeros se inclinan hacia lo que no es bueno, es preferible que de inmediato empecemos a buscar mejores amistades. Nuestros amigos deben ser compañeros que nos inspiren, que nos ayuden a ser lo mejor que podamos ser.

Cuando los verdaderos amigos cantan ese conocido himno “Para siempre Dios este con vos”, (25) ofrecemos una oración para que el Espíritu Santo acompañe a nuestros seres queridos una vez que nos hayamos separado. Este himno es una expresión profundamente conmovedora de la necesidad que tenemos de la compañía mutua y del Espíritu de Dios.

Nuestra expresión mas común en español al despedirnos es “adiós”, que viene de una contracción de la expresión “Vaya con Dios”. En una época en que la gente reconocía mas abiertamente nuestra dependencia de Dios, esa maravillosa frase se usaba en momentos de despedida para expresar amor. Todavía es una dulce expresión que invoca la compañía de Dios en periodos de separación. Entonces, la palabra “adiós”, cuando se entiende en su plenitud, significa: “Si no podemos estar juntos, si debemos separarnos, si no puedo estar contigo, entonces que Dios te acompañe”.

Mañana por la tarde nos diremos tiernos adioses unos a otros. Dios los acompañe, mis queridos hermanos y hermanas; que den y reciban las bendiciones de una buena compañía; que cada uno de ustedes sea alguien que influya en la vida de los demás para bien.

Les doy mi testimonio de que Dios vive; que ama a Sus hijos. Se que Dios ha llamado a un Profeta en nuestros días, el presidente Gordon B. Hinckley. Por medio de José Smith, nuestro Padre Celestial y Su Hijo Jesucristo restauraron Su Iglesia verdadera para bendecir a Sus hijos. En Su Iglesia hay consuelo, gozo y seguridad en la compañía de buenos compañeros. Testifico de estas verdades, en el nombre de Jesucristo. Amén.

  1. Efesios 2:19.

  2. Moroni 6:5.

  3. D. y C. 121 :37; Véase también Gordon B. Hinckley, “Las mujeres de la Iglesia”, en Liahona de enero de 1997, pág. 75.

  4. Himnos, N* 188.

  5. Véase Juan 15: 14; D. y C. 84:63, 93:45.

  6. 2 Corintios 13:1; D. y C. 6:28.

  7. Lucas 24;6.

  8. D. y C. 20:53.

  9. D. y C. 1:38.

  10. Romanos 15:1.

  11. “Una mano extendida para rescatar”, Liahona de enero de 1997, pág. 96.

  12. Marcos 16:15.

  13. Alma 17:2.

  14. 2 Nefi 31:19-20.

  15. “Los conversos y los hombres jóvenes”, Liahona de julio de 1997, pág. 53.

  16. Moroni 6:4.

  17. Moroni 6:6; Véase también D. y C. 20:75.

  18. Juan 14:18.

  19. Véase Alma 5:13; Véase también el versículo 12, 14; Mosíah 5:2.

  20. “Los conversos y los hombres jóvenes”, Liahona de julio de 1997, pág. 53.

  21. Véase 2 Nefi 2:11.

  22. Véase Lucas 15:13.

  23. Véase Mosíah 27:11.

  24. Véase Mosíah 27:10.

  25. Himnos, N9 89.