2006
Un regalo para mi padre
enero de 2006


Un regalo para mi padre

Mi padre falleció en un trágico accidente cuando yo era una niña de tan sólo dos años de edad. Mi hermana tenía siete años de y mi hermano tenía seis. La vida se tornó muy difícil para mi madre, quien tuvo que enfrentarse sola a la vida al lado de sus tres pequeños hijos. Por alguna razón ella decidió decirme que mi padre se había ido de viaje. Quizás sentía tanta tristeza que no tuvo el valor para decirme la verdad.

Así que seguía guardando esperanzas de verlo, de escuchar su dulce voz y de que me envolviera en sus brazos. Lo esperaba cuando llegaba mi cumpleaños. Lo esperaba cuando llegaba la Navidad.

Entonces un día me enteré de la verdad por medio de una niña de mi edad que era vecina. Fue algo devastador; lloré muchísimo. Más que antes, comencé a observar a otros niños con sus padres y me parecía algo muy cruel.

Pasaron los años y me bauticé en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Me casé con un hombre bueno que no era miembro de la Iglesia. Pero él obtuvo un testimonio y decidió bautizarse.

Por ser miembros de la Iglesia, una bendición maravillosa llegó a nuestra vida: Aprendimos que las familias pueden ser eternas, que un eslabón en la cadena de nuestra familia que se había quedado desengarzado podría ser unido al resto de la familia. A través de las ordenanzas del templo, mi padre podría ser bautizado vicariamente y sellado a sus padres y finalmente yo sería sellada a él.

Mi esposo se bautizó por mi padre e hicimos arreglos para que se llevaran a cabo todas las ordenanzas del templo necesarias. El Espíritu del Señor nos trajo una gran felicidad. La angustia por la que había pasado de niña ya no me parecía importante al compararla con este gozo inmenso y esta bendición. El saber que las familias pueden ser eternas fue mejor que todas las Navidades y todos los cumpleaños que mi padre y yo pudimos haber pasado juntos.

Hoy en día mi padre está sellado a sus padres, y ellos, a su vez, están sellados a sus padres. Como resultado de la felicidad que he sentido, dedico gran parte de mi tiempo a la historia familiar, para ayudar a unir a las familias. La obra del templo trae a nuestras vidas las más grandes bendiciones.

Silvia Girard es miembro del Barrio Spencer 5, Estaca Magna, Utah Central.