2006
El uso prudente del albedrío
enero de 2006


El uso prudente del albedrío

El albedrío moral, la capacidad de escoger por uno mismo, es una parte fundamental del gran plan de felicidad de nuestro Padre Celestial. Como el Señor le dijo a Adán: “Y les es concedido [a tus hijos] discernir el bien del mal; de modo que, son sus propios agentes” (Moisés 6:56).

Si se usa correctamente, el albedrío moral nos permite superar los obstáculos, adquirir las características de la santidad y reunir los requisitos necesarios para tener la vida eterna, “el mayor de todos los dones de Dios” (D. y C. 14:7). Jacob declaró: “…recordad que sois libres para obrar por vosotros mismos, para escoger la vía de la muerte interminable, o la vía de la vida eterna” (2 Nefi 10:23).

Parece ser tan sencillo. Entonces, ¿por qué no siempre tomamos las decisiones correctas? Una de las razones es que las consecuencias de nuestros actos no siempre son inmediatas, lo cual es especialmente perturbador en un mundo en el que estamos acostumbrados a ver resultados rápidos. El presidente Spencer W. Kimball (1895–1985) declaró: “Si a los actos de maldad les siguieran inmediatamente el dolor, el pesar y un castigo total, ningún alma volvería a hacer el mal. Si a los que hacen el bien se les dieran de forma instantánea el gozo, la paz y las recompensas, no existiría la maldad; todos haríamos el bien y no por lo bueno de hacer el bien. No habría prueba de fortaleza, ni desarrollo de carácter, ni incremento de poder, ni libre albedrío… También faltaría el gozo, el éxito, la resurrección, la vida eterna y lo divino”1.

De la misma forma que nosotros, Toshio Kawada, del Barrio Obihiro, Estaca Sapporo, Japón, ha tenido que tomar decisiones importantes al enfrentarse con las dificultades de la vida. Se unió a la Iglesia en 1972 y él y su esposa Miyuki se sellaron en el Templo de Laie, Hawai, en 1978. Tienen dos hijos. El hermano Kawada prestó servicio como presidente de la Rama Obihiro, como presidente del Distrito Kushiro, Japón, y como consejero de la presidencia de la Misión Japón Sapporo durante muchos años.

Hace más de 20 años, cuando sus hijos eran aún muy pequeños, el hermano Kawada trabajaba para su padre en una granja lechera. Un día, de forma trágica, se quemó el gran establo donde mantenían las vacas lecheras y toda la maquinaria. Al verse en la ruina, su padre fue a la asociación sindical de granjeros a pedir un préstamo, pero éste le fue negado. Posteriormente, su padre y su hermano mayor se declararon en bancarrota. Aunque legalmente el hermano Kawada no era el responsable, sintió la obligación de ayudar a pagar todas las deudas.

Mientras el hermano Kawada pensaba en la forma de solucionar su problema, decidió sembrar zanahorias. Él había cultivado papas, pero no sabía cómo cultivar zanahorias. Plantó las semillas y oró fervientemente para que sus zanahorias crecieran.

Durante todo ese tiempo, el hermano Kawada servía fielmente en la Iglesia, guardaba el día de reposo y pagaba su diezmo. Cuando él y su familia se ponían su mejor ropa y asistían a las reuniones dominicales, muchos vecinos se burlaban de ellos. El perder un día de trabajo a la semana en los campos era difícil, en especial durante la época de la cosecha. No les era fácil pagar el diezmo, pero lo ofrecían al Señor de manera alegre y obediente.

Llegó el otoño, y las zanahorias del hermano Kawada resultaron ser extraordinariamente dulces y grandes y de un color fuerte y excepcional. Tuvo una cosecha abundante y fue a la asociación sindical de granjeros a pedir ayuda, pero rehusaron vender sus zanahorias a través de su sistema de distribución. Él oró y ayunó y sintió la inspiración de buscar a un distribuidor de vegetales en Tokio, lo cual es algo difícil de conseguir sin conocer a alguien o tener alguna conexión.

El hermano Kawada tuvo la bendición de encontrar a un gran distribuidor en Tokio. Desde entonces ha tenido mucho éxito y ha pagado todas las deudas de su padre. En la actualidad, es dueño de un importante negocio agrícola con muchos empleados y enseña a los granjeros jóvenes cómo organizar sus negocios de manera eficaz.

Aun mientras se encontraba bajo circunstancias difíciles, el hermano Kawada decidió ser fiel a las promesas que había hecho en sus convenios bautismales, del sacerdocio y del templo. Aunque hubiera sido fácil buscar una excusa para trabajar el día de reposo, para no servir en la Iglesia y para no pagar su diezmo hasta que se resolvieran sus dificultades, él se mantuvo resuelto a seguir el consejo de “[buscar] primeramente el reino de Dios y su justicia”. En ese momento fue que descubrió que en realidad “todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33).

Guardo respeto por Toshio Kawada, no sólo porque superó los momentos de dificultad y se convirtió en un granjero de éxito. Es aún más impresionante la forma en que tomó decisiones con valor en un momento difícil, a sabiendas de que no necesariamente recibiría una recompensa inmediata, o tal vez recompensa temporal alguna. Su ejemplo del uso prudente del albedrío y del aferrarse firmemente a los principios eternos es un ejemplo digno de emulación.

El Testimonio de Toshio Kawada

Cuando nos casamos, mi esposa y yo tomamos la decisión de guardar el día de reposo aunque éramos granjeros. Recuerdo un mensaje de la Primera Presidencia, de 1978, del presidente Spencer W. Kimball, que habló del gozo que sentía al ver la maquinaria inmóvil en los campos el día domingo. Dijo que el guardar el día de reposo es una expresión de la fe de los Santos de los Últimos Días (véase “The Sabbath—a Delight”, Tambuli, julio de 1978, pág. 1).

En esa época, compartíamos la maquinaria con otros granjeros. Cuando se trabaja con otras personas, es difícil decir que no se trabajará en el día de reposo, así que abandonamos la práctica de colaborar con otros granjeros en el cultivo y dejamos de cultivar papas.

En cuanto a los llamamientos

Además, yo era el presidente de la rama. Si yo no iba a la Iglesia el domingo, no podría cumplir con mis responsabilidades. Había ocasiones en que me levantaba a las 3:00 de la mañana, ordeñaba las vacas, alimentaba a los animales y luego iba a la Iglesia, efectuaba entrevistas y volvía a casa a las 5:00 de la tarde. Más tarde, volvía a ordeñar las vacas. Eran las 10:00 de la noche cuando terminaba de hacer todo. Aún recuerdo los días cuando suspiraba: “Por fin terminé”.

En cuanto a los sacrificios para guardar el día de reposo

A veces trabajábamos hasta la medianoche los sábados para poder guardar el día de reposo. Íbamos a la Iglesia al día siguiente, muchas veces sin haber dormido mucho. En una ocasión, al volver a casa después de la Iglesia, una vaca se había quedado varada en la cerca alrededor de la pastura y había muerto. Hubo ocasiones en que el heno ya cultivado se había malogrado al quedar a la intemperie bajo la lluvia en un día de reposo, causando millones de yenes en pérdidas. Sabíamos que los accidentes no ocurrían sólo porque era domingo. Si uno se preocupa por ese tipo de cosas, nunca se podría guardar el día de reposo. Los accidentes pueden ocurrir en cualquier momento.

En cuanto a la fe y la perseverancia

Cuando se quemó el establo y perdimos nuestro ganado, algunos dijeron: “No puedo creer que hayan podido sobreponerse”. Respondimos que no lo habríamos logrado de ninguna otra forma que como lo hicimos. Sólo nos preocupamos por guardar el día de reposo y superar el dolor. Creíamos que el Señor velaba por nosotros y nos bendecía.

En cuanto el cultivo de zanahorias

Tuvimos mucho éxito al plantar zanahorias. Por fin comenzábamos a tener un poco de orden en nuestra vida. Con el cultivo de zanahorias, no importaba si llovía o si dejábamos de trabajar cada domingo. Podíamos tomar nuestras propias decisiones y servir más fácilmente en cualquier llamamiento al que se nos llamara.

En nuestro negocio, contratamos a muchas personas para realizar trabajo a tiempo parcial. Cuando estamos muy ocupados, nuestros empleados sugieren que trabajemos los domingos, pero yo les digo que nosotros simplemente no lo hacemos. Cuando nuestros empleados se enteran de eso, trabajan fuertemente y muy pocas veces toman días libres. Los domingos, los empleados jóvenes pasan el día con sus hijos, y los mayores de edad visitan a sus nietos.

En cuanto a la gratitud al Señor

Obedecer los mandamientos de Dios ha sido importante para nosotros. Nos mantuvimos firmes en nuestra decisión de guardar el día de reposo y no nos dejamos vencer. Al hacer todo lo que estuvo a nuestro alcance, nuestros hijos aprendieron que hay un Dios y que Él nos bendice. Nuestros hijos realmente escuchan y recuerdan.

Cuando nuestro hijo mayor servía en la Misión Japón Fukuoka, el presidente de la misión solía presentarlo con estas palabras: “El padre del élder Kawada dejó de cultivar papas para guardar el día de reposo. El élder Kawada se crió en una familia como ésa”.

Nos sentimos felices al ver a nuestros hijos. Ellos asisten a la Iglesia, han servido en misiones y se han casado en el templo. Estamos agradecidos a nuestro Padre Celestial, que nos conoce y nos ha bendecido.

Observancia del día de reposo

“A veces se describe la observancia del día de reposo como un asunto de sacrificio y abnegación, pero no es así… El día de reposo es un día santo en el que se hacen cosas dignas y santas. Es importante dejar de trabajar y de realizar actividades recreativas, pero eso no es suficiente. El día de reposo requiere hechos y pensamientos constructivos… Para observarlo, la persona se encontrará de rodillas en oración, preparando lecciones, estudiando el Evangelio, meditando, visitando a los enfermos y a los necesitados, escribiendo cartas a los misioneros, descansando, leyendo material sano y asistiendo a todas las reuniones en las que se espera su presencia”.

Presidente Spencer W. Kimball, (1895–1985), “The Sabbath—a Delight”, Tambuli, julio de 1978, pág. 4.

Nota

  1. The Teachings of Spencer W. Kimball, ed. Edward L. Kimball, 1982, pág. 77.