2016
Gracias por darme a conocer el Evangelio
Julio de 2016


Gracias por darme a conocer el Evangelio

Scott Edgar, Utah, EE. UU.

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Ilustración por Stan Fellows.

A principios de la década de 1980, mi familia y yo vivíamos en Alemania Occidental y pertenecíamos a la Estaca de Militares de Kaiserslautern, Alemania. En aquella época, los líderes locales hacían mucho hincapié en la obra misional. Nos decían que, en nuestro círculo de amigos, el Señor había puesto a algunos de Sus hijos en espíritu selectos que estaban buscando el evangelio de Jesucristo.

Mi esposa, Jenny, y yo creíamos que realmente era así. Nuestros líderes nos animaban a todos a buscar amigos que no fueran miembros y que pensáramos que estarían interesados en escuchar el Evangelio. Teníamos que hacer una lista de aproximadamente diez personas y luego ayunar y orar sobre la lista de amigos y decidir con quiénes hablaríamos primero. Nosotros decidimos contactar a dos compañeros de trabajo de mi oficina. Primero hablé con Chris, un hombre joven y soltero que no mostró mucho interés en ese momento. Después, decidimos que hablaría con Bruce Hamby, un hombre bueno y amable que tenía una familia joven.

Sin embargo, pasaron varios días y me empecé a sentir nervioso de tener que hablar con él sobre el Evangelio. Finalmente, un día Jenny me llamó a la oficina y me preguntó: “¿Ya hablaste con Bruce?”; a lo que respondí: “No, pero pronto lo haré”. Entonces Jenny me preguntó si Bruce estaba en la oficina, y le dije que sí, tras lo cual me dijo: “Scott, deja el teléfono. ¡Yo esperaré mientras tú vas a hablar con él!”.

Dejé el teléfono y, nervioso, fui donde estaba Bruce y le pregunté: “Bruce, ¿sabías que soy miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días?”. Dijo que sí, y entonces le pregunté: “¿Te interesaría aprender más sobre la Iglesia?”. Respondió: “Sí, me gustaría”.

En el transcurso de las semanas que siguieron, Bruce, su esposa, Ella, y su hija, Tanya, fueron a nuestra casa a cenar y se reunieron con los misioneros; recibieron las lecciones, asistieron a las reuniones de la Iglesia con nosotros, aceptaron el Evangelio y se bautizaron. Fue un día gloriosamente maravilloso y feliz. Bruce estaba agradecido de que le hubiéramos dado a conocer el Evangelio a su familia, e incluso Chris, el joven de la oficina, asistió al bautismo y quedó impresionado. Tiempo después, Bruce y Ella hablaron con Chris del Evangelio y gracias a su hermanamiento, los misioneros le enseñaron a Chris y él también se unió a la Iglesia.