2017
Bendecido por mi fiel hermana
Marzo de 2017


Bendecido por mi fiel hermana

El autor vive en Nueva York, EE. UU.

No sería el hombre que soy ahora si no fuera por la influencia recta de mi hermana mayor.

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Thelma and Rafael

Soy afortunado por haber tenido buenas mujeres en mi vida: una madre amorosa y valiente, hermanas sabias y fieles y una esposa cariñosa y comprensiva. Deseo honrar a una de estas influyentes mujeres, a mi hermana mayor, Thelma, por el impacto que tuvo en mi vida por medio de su continuo buen ejemplo.

Cuando yo era joven, mi padre me enseñó a seguir el ejemplo de Thelma cuando él y mi mamá no estuvieran presentes, y estoy eternamente agradecido por ese consejo.

Tomar la determinación de aprender

Tres de mis ocho hermanos se unieron a la Iglesia en El Salvador el mismo día que yo. Cuando nos bautizamos, Thelma tenía 14 años y era la mayor de mis hermanos. En ese entonces yo tenía 8 años y era el menor de la familia, así que ella era nuestra líder.

Conocimos la Iglesia por medio de un vecino que cantaba canciones que posteriormente supimos que eran himnos. Nuestro vecino nos habló de un lugar maravilloso llamado Primaria, donde los niños aprendían a cantar. Contactó a los misioneros, y ellos comenzaron a visitar nuestro hogar para enseñarnos.

Sin embargo, mi papá tenía fuertes sentimientos contra la Iglesia y contra la idea de que los misioneros enseñaran a sus hijos. Como yo era pequeño, no comprendí por lo que esos élderes pasaron para llevar el Evangelio a nuestra vida. Papá los echaba si los hallaba en casa y apagaba las luces deliberadamente si los élderes pasaban a visitarnos en la noche. A pesar de que mi papá era implacable en sus intentos por evitar que los misioneros nos enseñaran, Thelma estaba doblemente decidida a aprender el Evangelio y leer el Libro de Mormón. Thelma y los misioneros jamás se dieron por vencidos, y estoy agradecido por eso.

Era muy difícil asistir a la Iglesia porque papá trataba de detenernos por medio de una variedad de tácticas, como pedirnos que hiciéramos quehaceres antes de ir a la capilla.

Un domingo en la mañana fue particularmente difícil. Él no quería dejarnos ir, pero nosotros nos negábamos a que nos detuviera. Pateó un cesto de basura y su contenido quedó desparramado por el piso que acabábamos de limpiar. Thelma comenzó a recoger la basura en silencio, sin quejarse. Después de limpiar nuevamente el piso, preguntó si podíamos ir a la Iglesia. Habíamos terminado todos los quehaceres y más, pero aun así él no quería darnos permiso. Al final preguntó enfáticamente: “Después de todo, ¿por qué insisten en ir a esa iglesia?”. Entonces Thelma compartió un poderoso testimonio de la veracidad del Evangelio y del mensaje de la restauración del Evangelio. Cuando ella terminó, mi papá hizo un gesto con la mano y nos dio permiso.

Después de ese incidente papá nunca más trató de detenernos y con el tiempo, aunque no le gustaba, dio su consentimiento para que nos uniéramos a la Iglesia.

Servir desde el principio

Yo no tenía problema en asistir a la Iglesia el domingo, pero no me entusiasmaba tanto ir a la Primaria porque, en ese entonces, era los sábados por la mañana. Cuando yo tenía 10 años, Thelma llegó a casa un sábado y les habló a mis otros hermanos acerca de un partido de fútbol entre los diáconos y los Lobatos (scouts de 11 años de edad). Señaló que era una lástima que yo me hubiera perdido el partido por no haber asistido a la Primaria. De más está decir que fui el siguiente sábado (con mi calzado de fútbol puesto) y que nunca más falté.

Cuando Thelma tenía 16 años fue llamada a ser la presidenta de la Primaria. Nuestro obispo había estado tratando de encontrar a alguien que superara los muchos desafíos que la organización Primaria estaba afrontando. El barrio abarcaba un área extensa, y para muchas familias que tenían niños pequeños era difícil y costoso viajar en autobús para ir a la Iglesia tanto los sábados a la Primaria como los domingos. Muchos de esos niños no asistían a la Primaria, y no se había encontrado una solución. El obispo había sentido la inspiración de llamar a Thelma, pero no lo hacía porque ella era demasiado joven. Siguió sintiendo esa impresión, y después de recibir la aprobación del presidente de estaca, el obispo le extendió el llamamiento a mi hermana.

Esa resultó ser una decisión inspirada que bendijo a muchos niños, entre ellos a mí. Thelma magnificó su llamamiento al seguir la inspiración, usar el sentido común e implementar ideas innovadoras para desarrollar programas de capacitación a fin de llevar el Evangelio a los niños. Les pidió a sus consejeras y a las maestras que tuvieran reuniones de la Primaria en varios lugares más cercanos a sus casas, y capacitó regularmente a esas maestras. Esa solución permitió que los miembros ahorraran tiempo y dinero, e hizo que los niños que antes no asistían a la Primaria recibieran las bendiciones de esa maravillosa organización.

Un ejemplo de fe

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Thelma and Rafael

A medida que pasaba el tiempo, mis hermanos y yo continuamos siguiendo el ejemplo de Thelma. Hacíamos la noche de hogar y asistíamos a todas las reuniones de la Iglesia. Poco después de que me ordenaran diácono, Thelma se dirigió a mí durante una noche de hogar y me reconoció como el poseedor del sacerdocio de la familia. Este acontecimiento me enseñó una valiosa lección acerca del respeto por el sacerdocio.

Ella también se aseguró de que nunca me faltara el apoyo necesario e incentivos adicionales para asistir a mis reuniones del sacerdocio o para cumplir mis responsabilidades. Por ejemplo, Thelma se valía de toda táctica ruidosa y enérgica para sacarme de la cama los domingos en la mañana a fin de que yo asistiera a la reunión del sacerdocio. También me enseñó a esperar con ilusión mis avances en el Sacerdocio Aarónico.

En la Mutual y en Seminario no me importaba que siempre se me conociera como “el hermano de Thelma”. Algunos amigos míos tenían el apoyo de sus padres en la Iglesia, pero yo tenía a mi obispo, a los líderes de los Hombres Jóvenes y a Thelma.

Thelma continuó siendo un ejemplo para mí al desempeñar varios llamamientos hasta que se fue a la misión. Prestó servicio de manera honorable en la Misión Guatemala Quetzaltenango, y los frutos de su labor incluyeron el bautismo de nuestra madre dos días después de que Thelma regresó a casa. Nuestro gozo fue completo cuando yo, que entonces era presbítero, llevé a cabo esa sagrada ordenanza. Siguiendo el ejemplo de Thelma, comencé a prepararme seriamente para servir en una misión.

Después de su misión, Thelma se mudó a Estados Unidos para ir a la Universidad Brigham Young, a pesar de nuestra humilde condición económica, y siguió siendo una gran influencia para mí a pesar de la distancia.

Después de que regresé a casa de servir en la Misión Guatemala Ciudad de Guatemala, yo también viajé a Provo, Utah, para ir a BYU. Estaba agradecido por la bondad y el apoyo de tanta gente que me ayudó a ir allí. Sin embargo, aun así el dinero no iba a alcanzar.

Poco después de que llegué a Provo, Thelma y yo repasamos nuestra situación económica. Ambos llegamos a la conclusión de que aun con mi empleo de medio tiempo, no teníamos suficiente dinero como para pagar mi alquiler y el de ella durante todo el año académico. Sin embargo, Thelma nunca dudó que superaríamos esa prueba; ella confiaba en que el Señor prepararía el camino. Menos de una semana después, Thelma recibió una carta del departamento de español de BYU. Cuando la abrió, me miró y exclamó: “¡Así! ¡Así es como vamos a pagar tu alquiler!”. La carta le informaba que habían aceptado su solicitud para ser maestra auxiliar, lo cual aumentaría sus ingresos.

Superar un desafío médico

Con el paso de los años, Thelma continúa siendo una fuente de inspiración. Ella afronta la adversidad mejor que cualquier otra persona que conozco. Cuida de su maravilloso hijo que tiene síndrome de Down, de nuestra anciana madre y de su esposo, quien padece una enfermedad grave. Además, como si eso fuera poco, tiene sus propios problemas de salud.

Hace unos años, Thelma se sometió a una cirugía cerebral para aliviar la presión de un quiste. Dadas las necesidades de sus seres queridos, la intimidaba la posibilidad de que hubiera alguna complicación. Oró en busca de ayuda e inspiración, y fue al templo. A través de todo ello, su fe no flaqueó, pero tenía dudas respecto a poner su vida en manos del doctor que realizaría la delicada operación. Durante ese tiempo, Thelma visitó a una querida amiga y le expresó su preocupación por la cirugía. La amiga de Thelma le preguntó cuál era el nombre del doctor, y cuando lo escuchó le dijo que el cirujano era miembro de su barrio. Le dijo a Thelma que él era un miembro fiel de la Iglesia y un poseedor digno del sacerdocio, y que a menudo escuchaba himnos de la Iglesia mientras realizaba una operación. Esa información, aunque era sencilla, fue una tierna respuesta a las oraciones de Thelma. La vida y las experiencias espirituales de Thelma son una fuente de fortaleza y testimonio continuos en mi propia vida.

Pienso en los jovencitos que tal vez experimenten una crianza similar a la mía. Pienso en aquellos que no tienen un modelo masculino a seguir en el hogar, que solo encuentran un refugio en la Iglesia, y en quienes crecen en países llenos de dificultades. A ellos les digo: Nunca se den por vencidos; permanezcan cerca del Señor y de Sus siervos. Agradezco que el Señor me dio el apoyo que necesitaba para alentarme a alcanzar mis metas y llegar a ser la persona que soy ahora.