Transmisiones anuales
“No dudéis, mas sed creyentes”.


“No dudéis, mas sed creyentes”.

Transmisión de la capacitación anual de Seminarios e Institutos de Religión • 12 de junio de 2018 • Teatro del Centro de Conferencias

Élder Dale G. Renlund: Estamos agradecidos por estar con ustedes y por lo que hacen para enseñar y apoyar a los Seminarios y los Institutos en todo el mundo. Al hacerlo, recuerden siempre cuán complacido está el Señor con su servicio. Él es parte de su audiencia, está con ustedes, ha ido “delante de vuestra faz”, estará “a vuestra diestra y a vuestra siniestra”, Su “Espíritu estará en vuestro corazón” y Sus “ángeles alrededor de vosotros, para sosteneros”1.

Les doy las gracias, en nombre del Señor y de Su Iglesia, por su fe y su fidelidad. Gracias por aceptar sus responsabilidades; gracias por ayudar a los hijos del Padre Celestial a regresar a Él; gracias por invitar a Sus hijos a venir a Cristo.

Hermana Ruth L. Renlund: Gracias a este coro maravilloso que ha contribuido al Espíritu de la reunión. Estoy segura de que todos hemos sido edificados por las hermosas palabras del hermano Chad H. Webb y del élder Kim B. Clark. También les agradecemos su ejemplo de discipulado. Nos alegra tener la oportunidad de conversar hoy sobre la fe y la duda, un tema que ustedes tratan con frecuencia.

Élder Renlund: Imaginen que el barco en el que viajaban ha volcado en medio del océano. Tienen puesto un chaleco salvavidas y llevan horas nadando hacia lo que creen que es la costa más cercana, aunque no están seguros. Están muy deshidratados y cada vez que dan una brazada les sobreviene un ligero mareo. Según sus cálculos, la costa está a unos 30 km (o 18 millas) de distancia y temen por su vida. A lo lejos oyen el sonido de un pequeño motor que parece venir en dirección a ustedes y sus esperanzas de ser rescatados aumentan; ven un barco de pesca que se acerca.

Hermana Renlund: “¡Qué alivio!”, piensan; ¡y el capitán los ve! El barco se detiene y un pescador curtido por el clima les ayuda a subir a bordo. Agradecidos, gatean hasta un asiento y suspiran aliviados. El pescador les ofrece una cantimplora con agua y unas galletas saladas, que les dan el alimento necesario para recuperarse. Se sienten tan aliviados y felices; están de camino a casa.

A medida que se recuperan y se sienten mejor, empiezan a prestar atención a algunas cosas en las que no se habían fijado antes. El agua de la cantimplora sabe un poco amarga, no como hubieran preferido: agua purificada. La comida que realmente hubieran querido era una exquisitez acompañada de un dulce de chocolate. También se dan cuenta de que el amable pescador es viejo y viste unos vaqueros y botas desgastados. El pañuelo que lleva en la frente está manchado de sudor y parece ser un poco sordo.

Élder Renlund: También observan que el barco tiene mucho uso y que hay abolladuras en el lado derecho de la proa. Parte de la pintura está astillada, desgastada y descascarillada. Además, ven que cuando el pescador suelta un poco el timón, el barco vira a la derecha. Empieza a preocuparles que el barco y su capitán no puedan brindarles el rescate necesario. Le preguntan al pescador sobre las abolladuras y el timón, y él les contesta que no le preocupa demasiado porque ha conducido el barco por la misma ruta de pesca a diario durante décadas. El barco siempre lo ha llevado sano y salvo a donde quería ir.

¡Ustedes quedan atónitos! ¿Cómo que no le preocupan las abolladuras y el problema del timón? ¿Y por qué los alimentos no podrían haber sido más de su gusto? Cuanto más piensan en la embarcación y el pescador, más se preocupan y dudan de su decisión de subir a bordo. Su ansiedad aumenta y, al final, le exigen al pescador que detenga el barco y los devuelva al mar. Aunque aún están a más de 20 km (o 12 millas) de la costa, no soportan la idea de estar a bordo. Un poco triste, el pescador los ayuda a volver al océano.

Hermana Renlund: En esta parábola, el barco representa a la Iglesia y el pescador a quienes prestan servicio en ella2. El único propósito de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es ayudar al Padre Celestial y a Jesucristo en Su obra de llevar a cabo la vida eterna de los hijos del Padre3. ¿Qué nos enseñan el barco y el pescador acerca de la Iglesia? ¿Las abolladuras y la pintura descascarillada en la Iglesia alteran su capacidad de brindar ordenanzas autorizadas de salvación y exaltación que nos ayudan a llegar a ser como nuestro Padre Celestial? Si el pescador debe tomar el timón con ambas manos para mantener el curso, ¿niega eso su capacidad y la de la embarcación para llevarnos sanos y salvos a donde queremos ir? No es necesario ser un vidente ordenado, como mi esposo, para saber que volver al agua en vez de quedarse a bordo es riesgoso.

Cada miembro de la Iglesia necesita su propio testimonio de la veracidad de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Sin esa conversión, incluso un poderoso cambio en el corazón, las personas podrían empezar a centrarse en las metafóricas galletas saladas y pintura descascarillada.

Élder Renlund: El origen de mi testimonio se remonta a cuando vivía en Göteborg, Suecia. Tenía 11 años y el presidente de misión había extendido una invitación a todos los jóvenes para que leyeran el Libro de Mormón. Mi hermano mayor, a quien siempre he admirado y respetado, había aceptado el reto. Yo quería ser como él y también empecé a leerlo. En el transcurso, probablemente cuando estaba leyendo el libro de Alma, uno de los consejeros del presidente de misión nos dijo que debíamos orar acerca de lo que estábamos leyendo. Recuerdo muy bien la tarde en que acepté y puse en práctica aquella invitación. Recuerdo el apartamento donde vivíamos y el cuarto en el que dormíamos mi hermano y yo. Cuando mi hermano se quedó dormido, yo me levanté, me arrodillé al lado de la cama y comencé a ofrecer una oración sencilla para saber si el Libro de Mormón era verdadero.

No oí una voz, pero fue como si Dios me dijera: “Te he estado diciendo todo el tiempo que es verdadero”. Aquella experiencia me cambió; me cambió la vida. Dio comienzo a un proceso de creencia, de estar en el camino del convenio, de esforzarme por hacer más y mejor. Fue en Göteborg donde aprendí a arrepentirme. Fue allí donde empecé a admirar a personas que magnificaban sus llamamientos y trabajaban arduamente para edificar el Reino de Dios. Fue allí que empecé a admirar a los fieles santos de Dios, dondequiera que vivieran. Göteborg y el edificio donde nos reuníamos en Viktoriagatan se convirtieron en lugares especiales para mí.

En cuanto a los primeros conversos de Alma, leemos: “Y ahora bien, aconteció que todo esto se hizo en Mormón, sí, al lado de las aguas de Mormón, en el bosque inmediato a las aguas de Mormón; sí, el paraje de Mormón, las aguas de Mormón, el bosque de Mormón, ¡cuán hermosos son a los ojos de aquellos que allí llegaron al conocimiento de su Redentor; sí, y cuán benditos son, porque le cantarán alabanzas para siempre!”4.

En Göteborg adquirí un conocimiento de mi Redentor. Göteborg y Viktoriagatan se convirtieron en mis “aguas de Mormón”.

Hermana Renlund: ¿Dónde adquirieron ustedes un conocimiento de su Redentor? ¿Cómo se sintieron? Si lo han olvidado, les instamos a que lo recuerden y que alienten a los que enseñan a que recuerden cómo se sintieron. Ese conocimiento y esos sentimientos son el comienzo de la fe.

Tener fe es una elección que cada persona debe hacer. No es desear de manera caprichosa que algo sea verdad y convencerse a uno mismo de manera fantasiosa de que lo es; la fe es la certeza de la existencia de cosas que no hemos visto en la carne. También es un principio de acción. Tal vez pueda decirse que la fe es una especie de recuerdo espiritual de nuestra existencia preterrenal.

“Para conducir a la salvación, la fe debe centrarse en Jesucristo… La fe de una persona surge cuando esta escucha el Evangelio de labios de los ministros autorizados [como ustedes] enviados por Dios. Los milagros no la producen, sino que la fe fuerte se desarrolla mediante la obediencia al evangelio de Jesucristo. En otras palabras, la fe es resultado de la rectitud”5. La fe no se obtiene exigiendo una señal a Dios, sino al obedecer y seguir Sus mandamientos.

Élder Renlund: Dios quiere que tengamos fe. Quiere que tengamos fe para que pueda bendecirnos. Alma les dijo a los zoramitas humildes: “Y ahora bien, he aquí, ahora os digo, y quisiera que recordaseis, que Dios es misericordioso para con todos los que creen en su nombre; por tanto, él desea ante todo que creáis, sí, en su palabra”6.

La fe es la llave que da acceso a la misericordia de Dios. Después, Alma enseñó que una persona necesita decidir que quiere tener fe y obrar con fe antes de que la fe pueda crecer. Alma continúa diciendo: “Mas he aquí, si despertáis y aviváis vuestras facultades hasta experimentar con mis palabras, y ejercitáis un poco de fe, sí, aunque no sea más que un deseo de creer, dejad que este deseo obre en vosotros, sí, hasta creer de tal modo que deis cabida a una porción de mis palabras”7.

Para que la fe aumente, debemos escoger tener fe; debemos desear tenerla; debemos obrar con fe.

Hermana Renlund: Quizás una demostración ilustre este punto. Tenemos aquí una tabla con un clavo, y 12 clavos más. Y, querido (cariño), tengo una tarea para ti. ¿Podrías poner en equilibrio los otros 12 clavos sobre el que ya está clavado en la tabla?

Élder Renlund: ¿Hacer qué?

Hermana Renlund: ¿Es posible? Bien; ya pusiste uno. Tienes que poner 11 más. Al trabajar en este desafío, algunos tal vez intentarían poner un clavo encima de otro y darse por vencidos.

Élder Renlund: ¿Tienes goma de mascar?

Hermana Renlund: Uno podría pensar que ese siguiente paso no es posible. Mucha gente se rinde, pensando: “Es imposible”.

Pero si están dispuestos a decir: “¿Es posible?”, tal vez estén dispuestos a adoptar otro enfoque. Prueba de esta manera. Pon un clavo frente a ti. Ahora pon otro sobre el anterior en forma vertical, con la punta hacia ti. Pon el siguiente al lado, con la punta en dirección contraria a ti. Pon el resto de los clavos, menos el último, sobre el primero siguiendo ese patrón alternante.

Cuando lo hacen, ven que hay un método y empiezan a pensar: “Quizás sea posible”. Aumentan sus esperanzas. Finalmente, ya casi lo logran.

Élder Renlund: Mi esperanza realmente aumentó.

Hermana Renlund: Pon el último clavo encima del primero y paralelo a este, cruzado sobre los demás clavos. ¡Correcto! Exactamente. Ahora, con mucho cuidado, tomando solo el clavo de abajo, levántalos todos y pon el clavo de abajo sobre el que está clavado en la tabla.

A veces, el primer intento no funciona; de modo que, con muchos experimentos, hay que tratar una segunda vez. Sigue el mismo método. Coloca el último clavo encima de todos y con mucho, mucho cuidado…

Élder Renlund: No dijiste eso antes.

Hermana Renlund: Levanta todos los clavos y equilíbralos. ¡Perfecto! Una vez que saben cómo hacerlo, la solución parece obvia.

Élder Renlund: ¡No respires!

Hermana Renlund: Lo mismo ocurre con la manera de obtener un testimonio. Una vez que sabemos cómo se recibe una respuesta de Dios, el resultado parece seguro. Eso es lo que dice la promesa en el Libro de Mormón que mi esposo puso a prueba cuando tenía 11 años y que todos hemos seguido al obtener un testimonio: “Y cuando recibáis estas cosas, quisiera exhortaros a que preguntéis a Dios el Eterno Padre, en el nombre de Cristo, si no son verdaderas estas cosas; y si pedís con un corazón sincero, con verdadera intención, teniendo fe en Cristo, él os manifestará la verdad de ellas por el poder del Espíritu Santo”8.

Cuando se empieza con la pregunta: “¿Acaso esto no es verdadero?”, el destino es la fe. Si se empieza con la pregunta: “¿Acaso esto no es falso?”, el destino es la duda, y la duda nunca lleva a la fe.

Élder Renlund: En una ocasión, mientras asistía a una conferencia de estaca, el presidente de la estaca me pidió que me reuniera con un hombre al que llamaré Stephen. Stephen había sido miembro fiel de la Iglesia. Era exmisionero y se había casado en el templo. Había prestado servicio fielmente por muchos años, pero empezó a tener dudas sobre la Iglesia. Durante mi visita me dijo que tenía problemas con el hecho de que José Smith escribiera, o dictara, cuatro versiones de la Primera Visión. Pensaba que eso tal vez significaba que José Smith se lo había inventado.

Puse a Stephen en contacto con un hombre que trabajaba en el Departamento de Historia de la Iglesia y que había estudiado esas versiones hacía unas décadas. Stephen se reunió con él y la siguiente vez que hablé con él, le pregunté: “¿Cómo se siente en cuanto a la Primera Visión?”.

Él respondió: “Pues, me siento bien porque tuve respuestas a mis preguntas. Ese tema ya no me molesta; pero ahora me preocupa la poligamia que se practicó en Nauvoo y después del Manifiesto de 1890. Eso sí que me preocupa”.

Le pedí que hablara con otra persona del Departamento de Historia de la Iglesia y tras esa conversación me comuniqué con él y le pregunté qué tal iba todo.

Stephen dijo: “Pues, ese tema ya no me inquieta. Entiendo lo que sucedió y se han resuelto mis dudas. Pero ahora lo que me preocupa es que se privara a la gente de ascendencia africana de tener el sacerdocio”.

Hermana Renlund: Stephen era como muchas personas: había decidido dudar de manera perpetua. Con el paso del tiempo, cuando se resolvía una duda, surgía otra. No importaba cuánto se intentara dar respuesta a sus preguntas, siempre encontraba otro tema sobre el cual proyectar sus dudas. Stephen estaba practicando una versión eclesiástica del juego que nunca acaba; como ese juego de niños donde sale un topo de un agujero en una tabla y cuando lo hunden, inmediatamente sale otro de otro agujero.

La situación de una mujer que conocí en Lubumbashi, en la República Democrática del Congo, era muy diferente. Se llama Angelique. Era una exmisionera fiel que tenía un fuerte testimonio del profeta José Smith, amaba el Libro de Mormón y le encantaba todo lo referente a la Iglesia.

Cuando la conocimos, estaba leyendo un libro escrito por uno de los líderes antes de llegar a ser el Presidente de la Iglesia. El libro se había escrito antes de la revelación de 1978 y en él se sugería que, debido a ciertas cosas acaecidas en la existencia preterrenal, la gente de ascendencia africana no recibiría la exaltación. Angelique pidió ayuda para entender por qué eso era así. Un miembro actual del Cuórum de los Doce le dijo que aquel antiguo líder de la Iglesia estaba equivocado, simple y llanamente; y que solo había expresado su opinión, la cual era incorrecta. A Angelique le satisfizo la explicación. Ella obró con fe al mantenerse en la senda de los convenios y confiar en Dios.

Élder Renlund: La duda no es precursora de la fe. La luz no depende de las tinieblas para su creación. A Pedro no se le dijo, mientras se estaba hundiendo en el agua después de haber intentado andar sobre ella: “Oh Pedro, si solamente tuvieras más dudas”. No, se le dijo: “¡Oh hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?”9.

En Lectures on Faith se explican las diferencias entre la fe y la duda: “Y allí donde hay duda e incertidumbre, no hay fe ni puede haberla, pues la duda y la fe no existen en la misma persona a la vez, por lo que aquellos cuyas mentes alberguen dudas y temores no pueden tener una confianza inamovible; y donde no hay confianza inamovible, la fe es débil; y donde la fe es débil, las personas no podrán contender contra la oposición, las tribulaciones ni las aflicciones que deberán enfrentar a fin de ser herederos de Dios y coherederos con Cristo Jesús; y crecerá el desánimo en su mente, y el adversario tendrá poder sobre ellas y las destruirá”10.

Eso fue lo que le sucedió a Stephen, pues dejó que la duda y la incertidumbre ocuparan su mente y, con el paso del tiempo, carecía de la fuerza para encarar las dificultades que enfrentan los miembros de la Iglesia. Surgió el desánimo en su mente y su fe desapareció.

Hermana Renlund: Tener una pregunta sobre la Iglesia y sus doctrinas no es un problema. El problema es elegir ser un escéptico perpetuo. José Smith así lo entendía cuando leyó: “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, quien da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada”11.

Pero el pasaje continúa: “Pero pida con fe, no dudando nada”12.

En otras palabras, pidan a Dios sin dudar que Él puede darles una respuesta. La Escritura continúa diciendo: “Porque el que duda es semejante a la ola del mar, que es movida por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, ese hombre que recibirá cosa alguna del Señor. El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos”13.

A fin de recibir el tipo de respuesta que José Smith procuraba, para recibir el tipo de respuesta que no tenemos, debemos acudir a Dios con un corazón creyente y una mente deseosa de llegar a conocer Sus cosas.

Élder Renlund: Nos encanta una cita del élder John A. Widtsoe, un antiguo Apóstol de esta dispensación oriundo de Noruega. Parafrasearé lo que él dijo con tanta elocuencia: “La duda, a menos que se transmute en curiosidad por saber [de las fuentes correctas], carece de valor en el mundo… Al enorgullecerse de ser una persona que duda… el incrédulo estancado en la duda, satisfecho de sí mismo, reacio a hacer el esfuerzo [adecuado], a pagar el precio del descubrimiento [divino], alcanza inevitablemente la incredulidad y una oscuridad fangosa. Las dudas crecen como setas venenosas en la penumbra de sus cámaras mentales y espirituales. Por último, ciego como un topo en su madriguera, sustituye la razón por el ridículo y el trabajo por la indolencia. La verdad más sencilla vale lo que todas esas dudas… La duda no es mala, a menos que se convierta en el objetivo [en sí misma]. Alcanza una dignidad elevada cuando se convierte en una búsqueda activa [y divina], así como en una práctica, de la verdad… La duda que se nutre de sí misma, crece en sí misma y que, con una indolencia terca, siembra más duda, es maligna”14.

Las palabras del élder Widtsoe siguen siendo verdaderas. La duda estancada no nos lleva a conocer la realidad del Salvador Jesucristo ni a saber que tenemos un Padre Celestial bondadoso y amoroso. Podemos llegar a conocer la veracidad de la obra de los últimos días, pero eso requiere que escojamos la fe, no la duda, y que acudamos a las fuentes correctas en busca de respuestas. Requiere que reconozcamos que nosotros escogemos; no es una fuerza externa que se nos impone para saber si aceptamos la expiación de Jesucristo y las ordenanzas de salvación en nuestra vida; nosotros escogemos confiar en Dios.

Hermana Renlund: A veces, tenemos que determinar si algo es verdad o no. Mormón nos da el modelo a seguir: “Por consiguiente, todo lo que es bueno viene de Dios, y lo que es malo viene del diablo… Mas he aquí, lo que es de Dios invita e induce a hacer lo bueno continuamente; de manera que todo aquello que invita e induce a hacer lo bueno, y a amar a Dios y a servirle, es inspirado por Dios… Pues he aquí, mis hermanos, os es concedido juzgar, a fin de que podáis discernir el bien del mal; y la manera de juzgar es tan clara, a fin de que sepáis con un perfecto conocimiento, como la luz del día lo es de la obscuridad de la noche. Pues he aquí, a todo hombre se da el Espíritu de Cristo para que sepa discernir el bien del mal; por tanto, os muestro la manera de juzgar; porque toda cosa que invita a hacer lo bueno, y persuade a creer en Cristo, es enviada por el poder y el don de Cristo, por lo que sabréis, con un conocimiento perfecto, que es de Dios. Pero cualquier cosa que persuade a los hombres a hacer lo malo, y a no creer en Cristo, y a negarlo, y a no servir a Dios, entonces sabréis, con un conocimiento perfecto, que es del diablo”15.

Así que, es bastante simple. Si una decisión los lleva a hacer lo bueno y a creer en Cristo, es de Dios. Si la decisión implica hacer lo malo y negar a Cristo, es del diablo. Al recorrer la senda del convenio, pueden saber que aquello que los distrae de la senda, que les persuade a no creer en Cristo, es malo. Aquello que los persuada a creer en Dios, a amarlo y a guardar Sus mandamientos es de Dios.

Élder Renlund: Es interesante que la manera en que respondemos a las impresiones espirituales depende de si escogemos creer o dudar. Recuerdan que, en el capítulo 2 de Hechos, los Apóstoles iban a predicar cuando oyeron un sonido procedente del cielo, como un viento recio. “Y todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen… Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: He aquí, ¿no son galileos todos estos que hablan? ¿Cómo, pues, los oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido?”16.

Esos eventos asombrosos hicieron que muchos se convirtieran, pero otros tuvieron una reacción diferente. Leemos: “Pero otros, burlándose, decían: Están borrachos”17.

El Espíritu era el mismo; era el Espíritu Santo derramándose sobre aquellos Apóstoles galileos que predicaban de Jesucristo. El Espíritu se derramó en gran abundancia en el día de Pentecostés y, sin embargo, algunos se burlaron de los que se convertían y racionalizaron los eventos. A causa de ello, desaprovecharon aquel derramamiento del Santo Espíritu. ¿En qué radicó la diferencia? Fue su elección. Los que escogieron tener fe y creer, en vez de dudar, tuvieron una maravillosa experiencia espiritual que derivó en su conversión.

Hermana Renlund: Alma también habló de eso. Él dijo: “Y, por tanto, el que endurece su corazón recibe la menor porción de la palabra; y al que no endurece su corazón le es dada la mayor parte de la palabra, hasta que le es concedido conocer los misterios de Dios al grado de conocerlos por completo. Y a los que endurecen sus corazones les es dada la menor porción de la palabra, hasta que nada saben concerniente a sus misterios; y entonces el diablo los lleva cautivos y los guía según su voluntad hasta la destrucción”18.

Volviendo a nuestra parábola, los que escogen quedarse en el barco viejo, probablemente abollado y con la pintura descascarillada, son los que no endurecen el corazón; entran en la senda del convenio y permanecen en ella; y, al perseverar hasta el fin, reciben la promesa de la vida eterna. Ese es el mayor don que Dios puede dar. Es mediante ese proceso que llegamos a conocer a Jesucristo, Su realidad viviente, Su amor y Su compasión. Ese don espiritual lo recibe todo el que cualifique para ello.

En Doctrina y Convenios leemos: “A algunos el Espíritu Santo da a saber que Jesucristo es el Hijo de Dios, y que fue crucificado por los pecados del mundo; a otros les es dado creer en las palabras de aquellos, para que también tengan vida eterna, si continúan fieles”19.

Élder Renlund: En abril de 2009 fui sostenido como Autoridad General de la Iglesia, y en octubre de ese año se me pidió que hablara en la conferencia general. Forma parte del “programa de inicio para nuevas Autoridades Generales”. Estaba deseoso de que mi padre pudiera escuchar la conferencia. Toda su vida había trabajado duro como carpintero y constructor y, a los 92 años, tenía graves problemas de espalda. No podía caminar hasta el Centro de Conferencias, de modo que una de mis hermanas se aseguró de que viera la sesión en el televisor de su casa en Salt Lake City.

Después de la conferencia fui a su casa para ver qué le había parecido mi discurso. Él era un hombre de pocas palabras y no solía hacer mucho cumplidos.

Le dije: “Papá, ¿viste la conferencia?”.

Contestó: “Ja” [Sí].

Le pregunté: “Papá, ¿oíste mi discurso?”.

Contestó: “Ja” [Sí].

Le dije: “¿Y qué te pareció?”.

Su respuesta fue: “Oh, estuvo bien. Casi llegué a sentirme orgulloso”. Ese es el mejor de los cumplidos que jamás he oído de él.

Pero después me enteré de que estaba algo distraído aquella tarde porque estaba ansioso por compartir conmigo un sueño que había tenido la noche anterior. Él no era alguien que tuviese sueños; jamás tuvo ideas extravagantes y nunca lo oí decir una mentira. Siempre había sido brutal y torpemente sincero. Me dijo: “Soñé que moría y veía al Salvador, Jesucristo. Me tomaba en Sus brazos y me decía que mis pecados me eran perdonados. ¡Y qué sensación tan buena, Dale”. Eso fue todo lo que dijo y yo me abstuve de hacer más preguntas. Falleció dos meses después mientras Ruth y yo estábamos en Madagascar.

Mi padre, después de unirse a la Iglesia en Larsmo, Finlandia, a los 24 años, vivió toda su vida con la luz y el conocimiento que había recibido. Hizo todo lo que se le pidió hacer. Llegó a ser alguien digno de recibir ese don del Espíritu para saber que Jesús es el Cristo y que fue crucificado por los pecados del mundo y por sus propios pecados. El llegar a ser dignos de recibir ese don no depende de nuestro sexo ni de un oficio en el sacerdocio; depende de llegar a ser dignos de recibir ese don al escoger la fe, al escoger la senda del convenio.

Hermana Renlund: Hermanos y hermanas, al ayudar a las personas a vencer la duda y ejercer fe, están logrando lo que el presidente Russell M. Nelson nos ha instado a hacer como Iglesia. Dijo: “Nuestro mensaje al mundo es sencillo y sincero: invitamos a todos los hijos de Dios en ambos lados del velo a venir a su Salvador, recibir las bendiciones del santo templo, tener gozo duradero y calificar para la vida eterna”20. Aceptar esa invitación es un acto de fe.

Cuando enseñan, también ayudan a los que han dejado la senda del convenio. Les enseñan para beneficio de ellos, de sus hijos, sus nietos y quizás sus bisnietos. El Salvador exhortó: “Porque debéis continuar ministrando por estos; pues no sabéis si tal vez vuelvan, y se arrepientan, y vengan a mí con íntegro propósito de corazón, y yo los sane; y vosotros seréis el medio de traerles la salvación”21.

Esta es una época de gran optimismo en la Iglesia. La verdad que estuvo oculta durante siglos ha sido revelada; hay templos en toda la tierra; los misioneros predican un mensaje de gran gozo en casi toda nación. Como grupo de santos y discípulos del Señor Jesucristo, estamos unidos en ministrar de una “manera más santa”, como nos ha instado a hacer el presidente Nelson; y el Señor está apresurando Su “obra en su tiempo”22. El Señor de la viña trabajará con nosotros23. El mensaje que ustedes enseñan es un mensaje de gozo y felicidad que es una bendición para los fieles24.

Élder Renlund: La primera responsabilidad que tuve como miembro del Cuórum de los Doce fue ir y decirle al Departamento de Historia de la Iglesia que iba a reemplazar al élder Jeffrey R. Holland como asesor del departamento. Como pueden suponer, hubo “llantos y lamentos y el crujir de dientes”25 cuando se enteraron de que se reemplazaría a su amado asesor. Hubo una gran escasez de pañuelos de papel.

Como parte de mi asignación de asesor del Departamento de Historia de la Iglesia, he leído todos los tomos de The Joseph Smith Papers. También he leído el primer tomo de la nueva narrativa histórica de la Iglesia titulada Santos26. Leer todo lo que José Smith escribió o que otros informaron que él dijo ha fortalecido mi testimonio de su labor como profeta escogido por Dios para restaurar Su obra en la tierra.

José Smith nunca actuó como un impostor que confabuló para engañar. Él claramente creía que había visto lo que dijo que vio: a nuestro Padre Celestial y a Jesucristo; a Moroni; a Juan el Bautista; a Pedro, Santiago y Juan; a Moisés; a Elías; y a Elías el Profeta. Obviamente se comportó como alguien que había poseído las planchas de oro y había traducido sus textos antiguos por el don y el poder de Dios. Actuó abiertamente como alguien que recibió revelación de Jesucristo mismo. Claramente se comportó como alguien que había recibido el sacerdocio y las llaves del santo apostolado.

Sé de manera más poderosa y fiable de lo que los cinco sentidos pueden detectar y expresar que José Smith vio lo que dijo que vio, tradujo el Libro de Mormón por el don y el poder de Dios, y recibió el sacerdocio y sus llaves para la salvación del género humano. Sé que es verdad. Sé que esas llaves están actualmente en la tierra y que el presidente Nelson es el sucesor legítimo de José Smith sobre la tierra.

Lo que consideramos abolladuras y pintura descascarillada en el barco muy usado puede resultar ser algo divinamente sancionado y dirigido desde una perspectiva eterna. O bien el Señor influyó en las abolladuras y la pintura descascarillada o se vale de ellas para Sus propósitos. Sé por mí mismo que el Señor Jesucristo, dirige Su obra actualmente en la tierra. Sus siervos lo conocen bien. Yo lo conozco.

Hermana Renlund: Agradezco poder añadir mi testimonio de que sé que Jesucristo es nuestro Salvador. Cuando ejercitamos la fe, no la duda, en Su sacrificio expiatorio y los frutos de esa Expiación, nuestra vida es bendecida eternamente. Estoy agradecida de que Él haya restaurado Su Iglesia hoy, con todas las posibles bendiciones disponibles para los hijos de Dios sobre la tierra.

Élder Renlund: El mensaje que tenemos es: “No dudéis, mas sed creyentes”27. Estoy aquí en calidad de Apóstol del Señor, Jesucristo. Estoy aquí para dar testimonio especial del nombre de Jesucristo, de que Él vive y que es el Salvador del mundo. Testifico de Su extraordinaria compasión, amor e interés afectuoso por todos los hijos de Dios. Testifico de Su incomparable sacrificio expiatorio por ustedes y por mí. A medida que he llegado a conocer al Salvador, he aprendido de Su gran deseo de arreglar las cosas, de ayudar a que las heridas sanen y de enmendar los corazones quebrantados. Estos son algunos de Sus atributos excepcionales.

Verdaderamente ruego que ustedes, su familia y sus alumnos reciban las más ricas bendiciones de Dios; que ustedes ayuden a sus alumnos a tener fe en Jesucristo para que “no [duden], mas [sean] creyentes”. En el nombre de Jesucristo. Amén.