1990–1999
Una llave eterna
Octubre 1990


Una llave eterna

Mis queridos hermanos, poseedores del sacerdocio, Jesucristo dijo: “Porque, ¿qué aprovechara al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” (Marcos 8:36.) Y podríamos agregar: “¿si perdiere su alma y su familia?”

Cuando salí de California con destino a Salt Lake City para recibir capacitación y ser apartado para una misión en Arizona, pase algunos momentos de gran inquietud. Había perdido todas mis llaves; las del auto, la casa, el trabajo y la de mi llamamiento en la Iglesia, todas habían quedado atrás, y me deprimió el no tener ninguna llave; hasta me parecía tener los bolsillos vacíos.

Entonces me asaltó el consolador pensamiento de que todavía poseía la llave más importante de todas y que la tendría eternamente si era digno de ella. Esa llave, por supuesto, es la llave patriarcal con mi familia.

Me di cuenta de que la mayoría de las llaves son temporarias, especialmente las que controlan las cosas materiales, las que, con el tiempo, se corrompen con la polilla y el orín. Las llaves del liderato del sacerdocio y otras de la presidencia son importantísimas; pero aun así, por naturaleza, la mayoría de ellas son temporales, ya que a su debido tiempo, después de servir fielmente, tendremos que entregarlas a otras personas.

No obstante, se nos permitirá conservar la llave patriarcal. Padres, vosotros poseéis la llave para realizar la obra que varios Profetas han declarado de vital importancia. El presidente Harold B. Lee dijo: “… la obra más importante que habréis de realizar esta dentro de las paredes de vuestro hogar”, y el presidente David 0. McKay dijo: “No hay éxito en la vida que compense el fracaso en el hogar”.

Muchos en el mundo se alarman, y con cierta justificación, por el pavoroso deterioro que sufre la familia actual. La solución más eficaz a ese problema yace en un padre honorable, integro y fiel, que guíe a su familia con rectitud y justicia. Esa labor y ese llamamiento de gran gozo consiste en hacer lo que sea necesario para que vosotros y vuestra familia regresen unidos a vivir con nuestro Padre Celestial.

Es probable que no se nos llame a soportar las privaciones por las que pasaron muchos de nuestros antepasados pioneros, pero a pesar de ello, las pruebas que tenemos que sufrir son mucho más desmoralizadoras y aviesas. Con frecuencia esas pruebas pueden ocurrir cuando interpretamos mal nuestros derechos y nuestro albedrío o al sentir una atracción hacia un mundo mal encaminado. Diariamente nos enfrentamos con personas egoístas, oportunistas y que viven sólo para satisfacer sus propios deseos. El anticristo Korihor, en el Libro de Mormón, enseñó una doctrina dañina semejante al decir “que no se podía hacer ninguna expiación por los pecados de los hombres, sino que en esta vida a cada uno le tocaba de acuerdo con su destreza; por tanto, todo hombre prosperaba según su genio, todo hombre conquistaba según su fuerza; y no era ningún crimen el que un hombre hiciese cosa cualquiera” (Alma 30: 17). Esa filosofía coincide en gran manera con la del mundo actual.

Con eso en mente, ¿qué guía tiene un padre? ¿Cómo dirige debidamente su posesión más preciada en medio de los obstáculos de la vida?

Padres, tenéis que ser héroes para vuestras familias. Lo necesitan. Sus integrantes serán presionados y tentados a aceptar a los así llamados héroes actuales, que no son necesariamente dignos de su admiración, ni de que traten de seguir su ejemplo. Los héroes deportivos y del mundo artístico, y son muchos, con frecuencia son ejemplos de deshonestidad, irresponsabilidad e infidelidad. Con descaro e indiferencia hacen alarde de esas debilidades de carácter y de inmoralidad ante un mundo que los admira y acepta, tal como dijo Korihor, “de acuerdo con su destreza”.

¿No debería el padre llegar a ser el héroe de su familia, un padre digno de atención, digno de admiración? ¿Un héroe cuyo ejemplo es digno de seguir? Ciertamente, pero ¿cómo?

Primero, es necesario que le dediquéis a la familia una cantidad considerable de tiempo. No sólo un momento aquí y allá cuando el tiempo os sobre; ni debéis utilizar la famosa expresión “Hablaremos de eso después”, sino que daréis libremente de las horas del día y en forma constante, aun cuando para ello debáis sacrificar eventos sociales, diversiones y actividades económicamente lucrativas. Ni todo el dinero del mundo, ni los grandes logros mundanos, por grandes que estos sean, ni la práctica de actividades atléticas o deportivas os llevaran de regreso indemnes, con vuestra familia, a la presencia del Padre.

El presidente Joseph F. Smith citó las palabras del Salvador comprendidas en el Evangelio de Marcos: “¿Que aprovechara el hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” (Marcos 8:36.) Luego el presidente Smith continuó: “¿Que me aprovecharía, si saliera al mundo y ganara extranjeros para el redil de Dios y perdiera a mis propios hijos? ¡Oh Dios, no permitas que pierda a los míos! No puedo perder a los míos, los que Dios me ha dado y por quienes soy responsable ante el Señor, y los cuales dependen de mí para que les dé orientación, instrucción y una influencia correcta” (Doctrina del Evangelio, pág. 454.) La salvación de nuestra familia requerirá todo lo que tengamos para salvar todo lo que tenemos. De modo que es imperante que les deis todo el tiempo que sea necesario. Si así lo hiciereis, seria magnifico, ya que tanto vosotros como vuestras familias tendréis resultados positivos y maravillosos en forma casi inmediata.

¿Y que más hay que hacer? He mencionado anteriormente la fidelidad. Es absolutamente indispensable que toméis la determinación de ser siempre leales y fieles a vuestras respectivas esposas, a quienes previamente habéis hecho esas promesas. El ejemplo que deis de infinito amor y respeto hacia ella, estando los dos unidos en propósito y amor, establecerá una guía extraordinaria de fortaleza que vuestros hijos desearan seguir. La palabra y los hechos de ambos, juntos en un frente unido para enseñar y guiar a vuestros hijos, serán la “trompeta cierta” (véase 1 Corintios 14:8) de fortaleza y unidad que los guiara hacia la senda de seguridad. Lealtad y devoción son sinónimos de fidelidad, los que serán puntos de apoyo fundamentales en vuestro cimiento de la fidelidad. “Amaras a tu esposa con todo tu corazón, y te allegaras a ella y a ninguna otra” (D. y C. 42:22).

Padres, una de vuestras mayores fuentes de recursos son las Escrituras. Nunca consideraríais comprar una maquinaria complicada y de mucha técnica y ponerla en funcionamiento sin antes estudiar el manual de instrucciones. Y aun después, es muy posible que os dirigierais a él con frecuencia. El manual de instrucciones para vuestra familia, que es una inversión algo complicada y de gran consideración, es en verdad el “manual de instrucciones” original: nuestras queridas Escrituras. Estas encierran innumerables instrucciones y ejemplos. Con frecuencia, encontrareis la respuesta antes de que surja la pregunta. Para eso es necesario estudiarlas diariamente. Es también vital mantener abiertos los medios de comunicación con la Fuente de toda sabiduría y verdad por medio de la oración diaria, tanto familiar como personal.

Por último, ¿qué mejor fuente de guía podemos tener que la proveniente del Profeta viviente? Si seguís el consejo de las Autoridades Generales, os cubrirá un gran velo de seguridad, tanto a vosotros como a vuestras familias.

Padres, ¡cuán bendecidos sois de contar con “oráculos de Dios” (véase D. y C. 90:5) que os mantienen al tanto de nuevas instrucciones para guiar a vuestras familias a través de los desafíos de esta época moderna! El no oírlas o hacer caso omiso de ellas, el no comprenderlas ni ponerles atención es como atravesar un mar en un pequeño bote, sin la ayuda de una brújula.

Por lo tanto, padres, debéis llegar a ser el héroe de la familia; dignos, no sólo de la atención sino también de la admiración de sus miembros. Eso requerirá una constante inversión de tiempo y una fidelidad total, tanto emocional como física, entre vosotros y vuestras compañeras eternas, unidos por un propósito común. Requerirá que, por medio del estudio y la oración, demostréis que dependéis constantemente del Señor. Requerirá que sigáis a las Autoridades Generales en todo sentido, escuchándolos, entendiendo sus enseñanzas y poniéndolas en practica. Esta sencilla fórmula unirá y fortalecerá a vuestras familias, las que serán entonces ricamente bendecidas por nuestro Padre.

Ruego que Dios bendiga a todos los padres para que, en rectitud, adquieran y conserven esa llave patriarcal para bendición de las familias de toda la Iglesia. En el nombre de Jesucristo. Amén.