1990–1999
Un ejemplo para los creyentes
Octubre 1991


Un ejemplo para los creyentes

“Cuando hayáis hecho lo mejor que habéis podido, sentíos satisfechas y no miréis hacia atrás … En vez de disgustaros con vosotras mismas por lo que no habéis hecho. felicitaos por lo que habéis hecho.”

Mis queridas hermanas, tanto jovencitas como mayores, es un gran honor para mi hablaros algunos minutos esta noche. Ruego que el Señor me bendiga para que mis palabras os sean de beneficio.

Me doy cuenta de que sois un auditorio muy variado. Veo hermosas caras jóvenes e inocentes en donde se refleja la alegría de vivir. Veo también abuelas de cabellos blancos, que irradian un sincero amor por el Señor. Sin duda algunas de vosotras os habéis bautizado recientemente mientras que otras habéis pasado la vida sirviendo fielmente en la Iglesia.

Entre vosotras hay casadas y solteras, divorciadas y que estáis criando a vuestros hijos solas, y viudas. Muchas de vosotras tenéis salud y felicidad y gozáis de armonía espiritual, mientras que otras lleváis la carga de enfermedades, soledad y tal vez estáis luchando por encontrar la paz mental. También es muy posible que otras os estéis esforzando por ser “supermamás”. Sentís la necesidad de pasar tiempo con vuestro marido y vuestros hijos; queréis aseguraros de tener la oración familiar, hacer la noche de hogar y leer las Escrituras. Además, sentís que tenéis que ayudar a los hijos con las tareas escolares y las lecciones de música; mantener la casa en orden y preparar comidas nutritivas; mantener la ropa limpia y arreglada; llevar a los niños y posiblemente a los amiguitos a distintas lecciones, practicas y juegos; aseguraros de que estén donde deben estar y cuando deben estar. Y todo dentro de la familia y el hogar. ¡El sólo leer todo esto me cansa! Esto no incluye la Asociación de Padres y Maestros, el servicio voluntario, el cuidar a los familiares enfermos o ancianos. Sentís la necesidad de proteger a vuestras familias de las muchas influencias malas del mundo como los programas de televisión, las películas y los videos de dudosa moralidad, el alcohol, las drogas y la pornografía. Sois dedicadas y cumplís fielmente vuestros llamamientos de la Iglesia. Además, muchas de vosotras debéis salir a ganaros el sustento porque las presiones económicas son reales y no se pueden pasar por alto. Si algo quedara de lado o se descuidara, quizás sentiríais que habéis fracasado.

A las que os sintáis preocupadas y abrumadas y os preguntéis si podréis correr lo bastante rápido para lograr hacer todo lo que pensáis que deberíais hacer, os sugiero que aprendáis a enfrentar las tareas de cada día lo mejor que podáis, sin sentimientos de culpabilidad o ineptitud. Me contaron de un cartel que vieron pegado en el parachoques de un automóvil que parece decirlo todo: “Dios me puso en la tierra para que hiciera cierta cantidad de cosas. En este momento estoy tan atrasado, que si tengo que hacer todo antes de morir, no voy a morir jamás .

Recordad, hermanas, todos tenemos cometidos que cumplir mientras pasamos las pruebas de la mortalidad y es probable que muchas veces pensemos que los nuestros son los mas difíciles. Hay que reconocer las limitaciones; nadie puede hacer absolutamente todo. Cuando hayáis hecho lo mejor que hayáis podido, sentíos satisfechas y no miréis hacia atrás preguntándoos que podríais haber hecho para hacer mas. Estad en paz con vosotras mismas. En vez de disgustaros con vosotras mismas por lo que no habéis hecho, felicitaos por lo que habéis hecho. Este consejo se lo doy a mis cinco hijas y a mis dos nueras cuando se preocupan ante la idea de si están haciendo todo lo que ellas piensan que deberían hacer. Recordad, nuestro Padre Celestial nunca espera que hagamos mas de lo que podemos hacer. Si vuestro marido y vuestros hijos necesitan que les recordéis esto, no vaciléis en compartir este consejo con ellos.

Sean cuales fueren vuestras circunstancias actuales, vosotras, mujeres devotas de esta gran organización mundial, estáis efectuando, como sólo vosotras podéis hacerlo, un notable servicio al ayudar a establecer y fortalecer la Iglesia. Las mujeres tienen un papel muy importante en la tarea de ayudar a la gente a aceptar el evangelio y plantar firmes testimonios en sus corazones.

Hay mujeres fieles que recientemente se han unido a la Iglesia que ya están ayudando en esta obra en muchos países del este de Europa y la Unión Soviética, los que últimamente han abierto sus puertas al Evangelio. La obra va adelante en el vasto continente africano y va rápido gracias al servicio de mujeres fieles. Mujeres de Asia que viven con rectitud se han unido a la Iglesia y contribuyen a que esta se fortalezca en sus países. Muchas mujeres maravillosas sirven con valor al Señor en Latinoamérica y en las islas del mar. En verdad, queridas hermanas, vuestra influencia para el bien se esta haciendo sentir en ciento treinta y cinco países y territorios en donde el Evangelio se enseña en la actualidad. La fortaleza de esta Iglesia desde sus comienzos en 1830 ha aumentado y continuara aumentando gracias al servicio fiel de buenas mujeres como vosotras.

Quiero que sepáis que vuestros lideres os aman y oran por vosotras; que entendemos vuestros problemas y que, a pesar de las circunstancias por las que estéis pasando en estos momentos, cada una de vosotras es de gran valor para nuestro Padre Celestial y Su Hijo Amado, el Señor Jesucristo.

Los oficiales de las mesas generales de la Iglesia viajan por las naciones de la tierra y escuchan, enseñan y testifican de la veracidad del evangelio. Al visitar a los miembros, reconocemos la influencia positiva que vosotras tenéis sobre esta gran obra. Sabemos que sois fieles a la Iglesia y que amáis al Señor; sentimos vuestra influencia alentadora.

Sed pacientes y sabed que las Autoridades Generales están enseñando a los lideres del sacerdocio de estacas y barrios a escucharos y a consultar con vosotras sobre asuntos relacionados con las necesidades de las mujeres, jóvenes y mayores. Vuestras opiniones son valiosas y esenciales para estos hermanos porque nadie tiene las perspectivas y el discernimiento que vosotras poseéis. Vosotras podéis cooperar en la tarea de fortalecer los hogares y las familias de la Iglesia. Nos asombramos ante la fortaleza que demostráis, valoramos el servicio que prestáis y nos regocijamos en vuestra constante búsqueda de la vida eterna.

Por medio de vuestra fe y rectitud personal en guardar los mandamientos del Señor Jesucristo, podéis obtener todas las bendiciones que nuestro Padre Celestial ha prometido a Sus hijos obedientes.

Quizás algunas de vosotras no tengáis la oportunidad en esta vida de ver cumplidos todos los deseos justos de vuestro corazón; pero podéis estar seguras de que no se os negara ninguna bendición eterna si os mantenéis fieles y vivís de acuerdo con los principios del evangelio durante todo el tiempo de vuestra vida terrenal.

De vez en cuando, los lideres de la Iglesia tratan de daros guía para vuestro bienestar espiritual y temporal. Un principio que enseñamos constantemente es el valor de la preciosa libertad que el Señor os ha dado para que toméis vuestras propias decisiones. El albedrío moral permite a los hijos de Dios elegir lo que creerán y cómo vivirán en la mortalidad. Tomando como base vuestra obediencia en vivir los principios del evangelio, seréis juzgadas de acuerdo con vuestras obras. Con el maravilloso don del albedrío moral, podéis estudiar las Escrituras y las enseñanzas de los lideres de la Iglesia, y con la inspiración del Espíritu hacer elecciones correctas que darán paz y gozo eterno a vuestras almas.

Creo que la mayoría de vosotras conocéis la clásica novela de Victor Hugo, Los miserables. Un compositor moderno ha hecho de esa historia una obra musical donde relata las consecuencias de las elecciones que se hacen en el curso de la vida, algunas erradas, pero muchas magníficamente correctas.

La figura principal, Jean Val Jean, es condenado a cadena perpetua de trabajos forzados por haber robado un pedazo de pan para que sus seres queridos no murieran de hambre. Escapa de la prisión y encuentra refugio y comida en la casa de un cura párroco. Amargado y sin esperanzas, huye antes del amanecer llevándose un candelabro de plata de la mesa de la rectoría. La policía lo aprehende y le pide al párroco que identifique el candelabro que le han robado. Este les dice no sólo que le regaló el candelabro a Jean Val Jean, sino que este había dejado olvidado el que hacia juego con el que se había llevado. Agradecido y humillado, Jean promete vivir una vida de servicio a Dios y a sus semejantes.

Años después, debido a una confusión de identidad, un hombre es condenado a cumplir la sentencia de Jean Val Jean. Este ahora debe hacer una elección aparentemente imposible.

El repasa en su mente las consecuencias que tendrá que sufrir si decide entregarse, darse a conocer y cumplir su condena. En esos años se ha convertido en un hombre de mucho éxito. Ha dado trabajo a miles; estos quedaran sin empleo. Es el alcalde; su ciudad sufrirá. Ha ayudado a muchos; estos no tendrán quien les proteja. No hay duda de que se justifica si permanece en silencio.

Desde lo mas profundo de su alma, oímos los versos de la canción:

“¿Puedo condenar a este hombre?

a Hacer de cuenta que no veo su agonía? …

¿Puedo escapar para siempre? …

Si hablo, me condenan; si guardo silencio seré’ maldecido”.

Y de su desesperación escuchamos su decisión:

“Mi alma pertenece a Dios. Lo sé.

Así lo pacté hace tiempo.

El me dio esperanza cuando no la había.

Me dio fuerzas para seguir adelante”.

Enfrentado a la eterna pregunta: “¿Quien soy?” y reconociendo que si el no habla, el engañado será el mismo, contesta: “¿Quien soy? ¡Yo soy Jean Val Jean! “

Ahora, mis queridas hermanas, a cada una de vosotras se os pedirá a menudo que os hagáis la pregunta: “¿Quien soy?” No conozco mejor respuesta para las mujeres de la Iglesia que la que se encuentra en el Lema de las Mujeres Jóvenes:

“Somos hijas de un Padre Celestial que nos ama y nosotras lo amamos a El. Seremos ‘testigos de Dios en todo momento, en todas las cosas y en todo lugar’ a medida que procuremos vivir de acuerdo con los Valores de las Mujeres Jóvenes, que son: Fe, Naturaleza divina, Valor individual, Conocimiento, Elección y responsabilidad, Buenas obras e Integridad.

Creemos que al aceptar y poner en practica estos valores, estaremos preparadas para hacer convenios sagrados y cumplirlos, para recibir las ordenanzas del templo y para gozar de las bendiciones de la exaltación”.

A mi juicio, esta es una declaración inspirada, y si todos los hijos de nuestro Padre la entendieran y la siguieran, este mundo sería mucho mejor. Si vivís teniendo como guía esas verdades, no seréis arrastradas por la corriente de mujeres que no saben quienes son, la razón de su existencia ni el papel importante que tienen en el plan de salvación.

En 1979, la hermana Camilla E. Kimball leyó el mensaje que el Presidente de la Iglesia, Spencer W. Kimball, dirigió a las mujeres de la Iglesia, así corno lo estoy haciendo yo ahora. En esa ocasión, hablando como Profeta de Dios y usando palabras realmente proféticas, el proclamó:

“Gran parte del progreso y crecimiento que tendrá la Iglesia en estos últimos días se deberá a que habrá muchas mujeres en el mundo que, teniendo un gran sentido de espiritualidad, se sentirán atraídas a la Iglesia. Pero esto sólo puede suceder si las mujeres de la Iglesia viven en forma justa y prudente … Las mujeres ejemplares … constituirán una influencia significativa en el desarrollo de la Iglesia, tanto desde el punto de vista numérico como del punto de vista espiritual” (véase “Vuestro papel como mujeres

justas”, Liahona, enero de 1980, pág. 17 l; cursiva agregada).

¡Que palabras ennoblecedoras, mis queridas hermanas! ¡Mujeres ejemplares! Que promesa gloriosa el saber que podéis fortalecer a aquellos que os rodean.

Mujeres jóvenes, en octubre del año pasado les hable a los hombres en la sesión del sacerdocio de la conferencia general, refiriéndome principalmente a la moral. Les dije que tuvieran una actitud considerada hacia las mujeres de todas las edades. Les enseñé que os debían respetar y mostraros una sencilla y sincera cortesía. Les aconseje que nunca sucumbieran al sentimiento de que la influencia de los amigos es una justificación para cualquier clase de transgresión moral. Cualquier clase de transgresión siempre va acompañada de la perdida de la estimación propia.

Vosotras, mujeres jóvenes, tenéis la responsabilidad de vivir vidas ejemplares para que los jóvenes respeten vuestros valores y os traten como las hijas de Dios merecen que las traten.

Es absolutamente necesario que haya hijas de Dios, nuestro Padre Eterno, que vivan con rectitud para que la Iglesia cumpla con su destino de preparar la tierra para la segunda venida del Señor Jesucristo.

Que Dios os bendiga, queridas hermanas, para que seáis un ejemplo, una luz para quienes os rodean. Vosotras sois hijas de nuestro Padre Celestial y El os ama. Que manifestéis su amor por El viviendo con rectitud y llevando vidas ejemplares.

Queridas hermanas, tened siempre en vuestro corazón la seguridad de que esta es la Iglesia verdadera. Os testifico que Jesucristo vive y preside esta Iglesia. El presidente Benson es el Profeta del Señor; nuestro Padre Celestial y Su Hijo Amado sienten mucho amor por las queridas mujeres de la Iglesia, así como todos sus lideres. Que Dios os bendiga ahora y siempre es mi humilde oración, en el nombre de Jesucristo. Amen.