1990–1999
Los Profetas Son Inspirados
Octubre 1996


Los Profetas Son Inspirados

“Yo se que la obra que efectuamos es el Evangelio de nuestro Salvador, nuestro Señor Jesucristo, tal como El lo enseño cuando estuvo sobre la tierra.”

Es para mi un honor estar aquí y ser parte de esta gran conferencia. Me alegra que la Primera Presidencia haya decidido incluirme otra vez en el programa. Al ir envejeciendo tenemos ciertas limitaciones; yo reconozco las mías, pero a veces podemos aprender a escurrir el bulto. Si la visión se nos empieza a debilitar, he descubierto que podemos compensar la deficiencia al hacer otras cosas y esquivar esa pequeña debilidad, y quizás fortalecer otras. Pero a pesar de todo eso, quiero que sepan en cuanto a mi amor por el Evangelio y por el conocimiento que tengo de su veracidad.

Como himno intermedio entonamos una canción maravillosa, “Ya regocijemos”, escrito por W. W. Phelps (Himnos, # 93). Fue escrito después de un incidente ocurrido en Independence, Misuri, en donde el hermano Phelps era el editor de un pequeño periódico. El tenía una imprenta, y las personas que no simpatizaban con la Iglesia decidieron destruirla; la chusma entró a la fuerza, quemó el edificio y destruyó la imprenta. Esas personas quemaron aproximadamente 200 hogares de los santos para demostrar su descontento hacia la gente que seguía esa causa. En ese estado de aflicción, W. W. Phelps escribió esas palabras: “Ya regocijemos; es día bendito; ya no sufriremos pesar y aflicción”, llevando así esperanza y animo a la gente. Con la esperanza de que eso ocurra en nuestra vida, seguimos adelante debido a la veracidad de lo que estamos tratando de llevar a cabo.

Quiero que todos ustedes sepan que yo se que la obra que llevamos a cabo es el Evangelio de nuestro Salvador, nuestro Señor Jesucristo, tal como El lo enseñó cuando estuvo sobre la tierra, cuando llamo a los Apóstoles y los discípulos lo siguieron, y El ejerció Su ministerio al enseñarles. Con frecuencia he pensado en las experiencias de Juan y Andrés, cuando Juan cl Bautista le presentó estos dos jóvenes al Salvador, y ellos le siguieron y permanecieron con El aquel día. tal como se encuentra registrado en Juan (véase Juan 1:39). Ellos estuvieron en Su presencia y, sin duda, estrecharon Su mano, conocieron la inflexión de Su voz, lo oyeron testificar en cuanto a quien era El, que había venido a hacer la voluntad del Padre. Estuvieron en esa Santa Presencia. Después de haber tenido aquella experiencia, Andrés tenía que hacérselo saber a alguien, de modo que encontró a su hermano Simón y lo llevó a Jesús. A causa del sentimiento que Andrés tenía en su corazónque tenía que dar a conocer lo que sabia y lo que sintió y lo que había vistolo dio a conocer a su propio hermano mientras lo llevaba ante el Salvador. La santidad y la influencia personal del Salvador convirtieron a un Simón, una persona común, en un Apóstol extraordinario. (Véase Juan 1:35-42.)

Me han impresionado todos los Profetas desde la época del profeta José Smith, quien, por revelación, recibió el mensaje, la visita de Dios el Padre y Su Hijo, tal como el hermano Aldin Porter nos lo ha explicado detalladamente esta mañana. Se que para que se diera comienzo a esta obra, tuvo lugar esa visita, brindándole al profeta José Smith la visión, la determinación y la capacidad de soportar todo lo que tuvo que pasar para llevar a cabo la Restauración. El profeta José Smith recibió a los mensajeros celestiales y las revelaciones a fin de iniciar esta gran obra, la cual proclamamos a todo el mundo, y la que se que es verdadera. Se que todos los profetas que le han sucedido al profeta José Smith fueron llamados por Dios.

Siempre me llena de emoción el leer mas acerca de la vida de esos hombres maravillosos. Uno de ellos, a quien quisiera mencionar esta mañana, es el presidente David O. McKay, quien fue el primer Profeta que entro en mi vida, quien personalmente me enseñó e influyó en mi.

Poco antes de que el presidente McKay fuera sostenido en una asamblea solemne como Presidente de la Iglesia y nuestro Profeta, fui llamado como presidente de estaca en California.

Mi esposa, Ruby, y yo viajamos en auto hasta Salt Lake City para asistir a esa conferencia. En esa ocasión sentí el espíritu, la guía y la dirección que el presidente McKay impartió a la Iglesia. Mas tarde lo invite a que fuera a California a dedicar un edificio de la Iglesia que acabábamos de terminar. Esto fue durante esos días en los que teníamos que recabar la mitad del dinero para comprar el terreno y la mitad para pagar el edificio, no como se hace hoy en día. lo que nos hacia sentir que verdaderamente éramos los dueños de los terrenos y de los edificios de la Iglesia. El presidente McKay nos visitó, como resultado de mi invitación, lo cual me dejó sorprendido. Lo esperamos en la estación de trenes y nos alegró mucho tenerlo en nuestro hogar. Eso me dio una nueva visión de la magnitud, de la extensión y de la importancia de la misión que tenemos que cumplir en la tierra.

Mas tarde, el presidente Spencer W. Kimball se convirtió en una gran influencia en mi vida. Tan solo menciono algunos de los presidentes de la Iglesia debido a la brevedad del tiempo con el que cuento en esta oportunidad. nos enseñó el presidente Kimball! De acuerdo con su estilo maravilloso, nos enseñó acerca de las Escrituras y analizó los principios, las normas y la doctrina de una forma que elevaba nuestro corazón y nuestra alma. En una ocasión mencionó la historia de un joven soldado que se había alistado en el ejército. Había escrito una carta a sus padres en la que les decía que había estado en el campo de tiro para aprender a manejar un rifle, y que le habían enseñado a manejar una granada. Al escribir a casa, este joven dijo: “Para aprender a manejar una granada, tirábamos granadas falsas, de las que no estallan”. Luego decía: “Cuando tirábamos granadas falsas, yo podía tirarlas como a 12 metros de distancia, pero hoy nos dieron las de verdad y pude tirarlas a mas de 28 metros”. El presidente Kimball podía surtir un efecto en nuestra vida que nos ayudaba a ver y a comprender lo que se tenía que hacer.

Quisiera recordarles que hace seis meses, luego de haber finalizado la conferencia, el día domingo, volvimos a nuestros hogares para ver un programa de televisión. Nos sentíamos preocupados por el presidente Gordon B. Hinckley. (Yo tuve el privilegio y el honor de observarlo durante varios años, antes de que llegara a ser nuestro Profeta y líder. Observe el modo cuidadoso como llevó a cabo los asuntos de la Iglesia que tuvo que desempeñar mientras fue consejero de tres Presidentes.) El presidente Hinckley iba a aparecer en un programa nacional de televisión, y nos preocupaba de que manera lo interpretarían. Sabíamos cuan importante eso era y lo que significaba para nosotros. Sabíamos en cuanto al trabajo y las horas de oración, meditación y estudio que nuestro Profeta y líder había realizado para prepararse para ese programa, el cual, según la información que hemos recibido, presenciarían 35 millones de personas. Ustedes recordaran, como yo lo hago ahora, la expectativa y la curiosidad que teníamos de saber cómo se iría a interpretar.

Una vez que el programa concluyó, el corazón me latía con fuerza y sentía que iba a estallar. Me sentía lleno de gozo y de agradecimiento al Señor por la forma en que nuestro Profeta y líder había respondido al interrogatorio de alguien que tenía la fama de intentar hacer preguntas que podrían ser un tanto difíciles de responder. alegría fue para nosotros el ver cuan bendecido y magnificado había sido nuestro Profeta y líder! Al ver su rostro en la televisión, y estoy seguro de que ustedes habrán tenido la misma reacción, me di cuenta de que un gran numero de personas estaba presenciando lo que era la apariencia de un Profeta de Dios: un hombre amable, bueno y apuesto, pulcro e inteligente. Se podía apreciar el extraordinario carácter, la personalidad de nuestro Profeta y líder, expuesto ante un extenso auditorio. Y luego, cuando el interrogador le preguntó al presidente Hinckley: “usted en realidad esa historia de que seres celestiales se le aparecieron a ese joven en esa arboleda? Cree realmente que eso sea cierto?” Y en ese instante nuestro Profeta dijo: “Por supuesto que si. es eso grandioso?”

Esas palabras han estado repicando en mis oídos desde que eso sucedió. “Por supuesto que si. es eso grandioso?” Hizo esa proclamación con gran confianza y con esa maravillosa personalidad tan característica de el, la declaró a todo el mundo. Deseamos que el presidente Hinckley sepa que desde ese momento, la actividad misional ha aumentado en los Estados Unidos, en los lugares donde residen las personas que escucharon ese programa, y que la actividad entre los miembros también ha aumentado. Mas personas se han interesado en la Iglesia debido a que han visto a un Profeta viviente, en la carne, aparecer ante ese inmenso auditorio y declarar al mundo: “Por supuesto que si. No es eso grandioso?” Nuestra esperanza, y ruego que los misioneros que están por todo el mundo tengan ese mismo sentimiento, esa misma comprensión y esa misma determinación, es que deseemos declarar este mensaje de esperanza, salvación y vida eterna a todo el mundo.

Todos los días le doy gracias al Señor por la salud y la determinación que poseo para utilizar de la mejor manera posible cada hora que tengo sobre la tierra y, de esta manera, ayudar en la propagación de esta obra. Les dejo mi amor, mi testimonio y mi profundo conocimiento y convicción de que esta obra es verdadera. En el nombre de Jesucristo. Amén.