Historia de la Iglesia
Llevar la Iglesia a Benín


Llevar la Iglesia a Benín

La Iglesia no se había establecido todavía en Benín cuando Mathias y Eunice Eguko se mudaron allí desde Nigeria en 1997. Los Eguko se habían unido a la Iglesia hacía apenas dos años. Durante sus dos primeros meses en Benín, Mathias llevaba consigo copias de la revista Ensign cuando iba al mercado, con la esperanza de que otro Santo de los Últimos Días pudiera reconocerla. Después de escribir una carta a las Oficinas Generales de la Iglesia, se enteró que un pequeño grupo de cinco o seis miembros se estaba reuniendo semanalmente para leer las Escrituras y tomar la Santa Cena en casa de Lincoln Dahl, un estadounidense que vivía en Cotonú. Eguko descubrió este grupo en el momento adecuado, ya que Dahl iba a ser trasladado de regreso a los Estados Unidos en tan solo algunas semanas y su partida dejaba un futuro incierto para la Iglesia en Benín. “[Dahl] vio mi llegada como la respuesta del Padre Celestial a su oración”, dijo Eguko más tarde. “El Señor realmente lo había preparado todo”.

Cuando Dahl se fue de Benín en 1997, Eguko lideró el grupo y las reuniones se trasladaron a su casa. El grupo continuó creciendo bajo su liderazgo. “Los misioneros llamaban desde Lomé [Togo] y enseñaban las charlas”, recordaba Eguko, pero a los conversos “no se les permitía bautizarse porque la Iglesia no tenía el reconocimiento legal”. Los conversos asistían a la reuniones semanales y oraban anhelando el día en que pudieran ser bautizados. No tardó en haber más personas de las que podían caber cómodamente en casa de Eguko y se alquiló un pequeño centro de reuniones. A pesar del crecimiento del grupo, todavía pasarían años antes de que la Iglesia pudiera ser reconocida legalmente en Benín.

Los miembros del grupo oraban fielmente mientras las parejas de misioneros mayores trabajaban incansablemente para obtener el reconocimiento legal de la Iglesia. Finalmente, en marzo de 2003, Eguko recibió una llamada telefónica donde se le indicaba que debía abrir el centro de reuniones a seis funcionarios gubernamentales. Ellos inspeccionaron el edificio y preguntaron a Eguko sobre la Iglesia, cuál era su función en ella y por qué deseaba con tanto anhelo llevarla a Benín. “Yo les dije: ‘La Iglesia está establecida en casi todo el mundo’”, comentó Eguko más tarde. “Ellos dijeron: ‘¿Qué interés tiene para usted?’. Les respondí: ‘Mi interés es por los miembros, para que la gente de Benín pueda amar a Dios, para que sepan cómo pueden cambiar cuando aman a Dios. Quiero poder decirle a la gente que Dios los ama. Eso es todo’”.

Tan solo una semana después, Eguko recibió una llamada telefónica del ministro del Interior, quien le dijo que la Iglesia finalmente había recibido el reconocimiento oficial. Los conversos que habían estado orando durante tanto tiempo por ese reconocimiento se regocijaron con la noticia de que podrían ser bautizados y pronto se asignó a misioneros proselitistas para que predicaran el Evangelio en Benín.