Historia de la Iglesia
“Extrañé la Iglesia”


“‘Extrañé la Iglesia’”, Historias mundiales: Suiza, 2021

“‘Extrañé la Iglesia’”, Historias mundiales: Suiza

“Extrañé la Iglesia”

En la década de 1920, cuando Heidi Kaspar era niña, los miembros de su familia eran Santos de los Últimos Días activos. Heidi recordaba que su madre, quien servía como presidenta de la Primaria, cada miércoles llevaba a todos los niños de la familia a la Primaria. Heidi fue bautizada cuando tenía ocho años y durante su juventud sirvió en diversos llamamientos. Consideraba que el momento culminante de sus primeros años fue cuando, poco después de cumplir quince años, conoció al Presidente de la Iglesia, Heber J. Grant, cuando este visitó Suiza.

Sin embargo, al crecer, la situación de su familia interrumpió los sencillos ritmos de fe que habían marcado su niñez. Los padres de Heidi se divorciaron y su madre decidió vivir con un hombre con quien no se había casado. “Eso fue algo difícil para nosotros, los hijos”, recordó Heidi. Para ellos era difícil conciliar lo que se les había enseñado con lo que estaban viviendo en su hogar.

La situación de Heidi se complicó más cuando se casó con un hombre que no era miembro de la Iglesia. Cuando eran novios, él solía ir a la Iglesia con ella, pero después de casarse en 1948, él le prohibió asistir. Heidi estuvo apartada de la Iglesia durante unos veinte años, tratando de mantener la paz en su hogar, pero finalmente el matrimonio se rompió y ella y su esposo se separaron en 1965. Durante todos esos años, nunca perdió su testimonio. “Extrañé mucho la Iglesia durante mi alejamiento”, dijo.

El Barrio Winterthur estuvo encantado de darle la bienvenida nuevamente. Heidi estaba contenta de volver a la Iglesia y, en particular, disfrutó del tiempo en que sirvió como líder misional del barrio. Trabajó diligentemente para magnificar su llamamiento, con exposiciones en la calle cada semana y con la meta de que, cada tarde, los miembros trabajaran con los misioneros. “Quería que las personas supieran que los mormones no solo son estadounidenses”, dijo. “También hay miembros suizos. Y un miembro suizo tal vez pueda comprender mejor la mentalidad de un investigador”.

En 1972, sin embargo, el obispo la llamó a su oficina, porque se habían recibido nuevas instrucciones de que el líder misional de barrio debía ser un poseedor del sacerdocio. Heidi, quien deseaba continuar con su obra, se sintió profundamente decepcionada, pero no dejó que sus interrogantes en cuanto al cambio interrumpieran su discipulado. Al año siguiente fue llamada a servir como presidenta de la Sociedad de Socorro de la estaca. En ese llamamiento, trabajó en estrecha colaboración con el presidente de estaca, Hans Ringger, cuyo lema para el liderazgo en la Iglesia era este: “¡Haz algo! Si está mal, aprenderás de ello. Y si está bien, podrás alegrarte por ello. ¡Pero nunca debes quedarte sin hacer nada!”.

Ella se tomó ese consejo muy en serio y, especialmente al trabajar con líderes del sacerdocio que tenían dificultades para tomar decisiones, descubrió que ser proactiva y resuelta, hacer planes y presentárselos para que los aprobaran, resultaba más útil que esperar a recibir instrucciones. En ocasiones, tuvo que pedir que se cambiaran antiguas tradiciones para poder llevar a cabo su labor. “Soy una mujer que sabe mantenerse firme”, señaló. Y en la Iglesia había encontrado un lugar para ella.