Historia de la Iglesia
“Brindarles las herramientas que necesitan para tener éxito”


“Brindarles las herramientas que necesitan para tener éxito”

Cuando Ignacio García fue llamado en 1991 para ser el obispo del Barrio Sonora de habla hispana en Tucson, Arizona, el número de miembros estaba disminuyendo, era difícil cubrir los llamamientos y la asistencia a las actividades de estaca era baja. Algunos líderes de la estaca y miembros del barrio habían llegado a considerar su congregación de miembros de habla hispana como una unidad que nunca sería tan funcional como los barrios de habla inglesa.

“A pesar de su fe y compromiso con la Iglesia, había muchos miembros que habían interiorizado las bajas expectativas”, recordó Ignacio, “debido a que se esperaba poco de ellos y la mayoría de los líderes no esperaba más que buenas fiestas, con mucha comida y música con buen ritmo”.

Ignacio comenzó por organizar un retiro para todos los líderes del barrio, incluido su predecesor, donde los grupos de trabajo hablaron sobre las necesidades del barrio y fijaron sus objetivos con espíritu de oración. El presupuesto anual del barrio se presentó a todos sus miembros para que lo comentaran y votaran.

“Él confiaba plenamente en nuestra dedicación y capacidad y, si se cometían errores, proporcionaba orientación con paciencia. Esto nos dio libertad para actuar”, comentó Yolanda Rodríguez. “Me llamó para que fuera la presidenta de la Primaria y me dio la autoridad para actuar en mi llamamiento. Me sentí muy capaz, a pesar de tener mis cinco hijos y, entre ellos, una niña con necesidades especiales. Él siempre me llamaba ‘mi tercera consejera’”.

Ignacio trabajó para llegar a las personas que asistían con menos frecuencia, muchas de las cuales eran mujeres solteras o mujeres en cuyas familias no todos eran miembros de la Iglesia. Trabajó en estrecha colaboración con la presidenta de la Sociedad de Socorro, Rosa Sardina, atendiendo las necesidades de todo el barrio. “Ella presidía el grupo más grande de miembros y los problemas que trataba afectaban a todas las familias de la comunidad del barrio”, señaló él.

Él y otros líderes del barrio buscaron validar el compromiso de los miembros con pocos recursos económicos, quienes hacían grandes sacrificios para servir en la Iglesia mientras hacían malabarismos con varios trabajos y responsabilidades familiares. Llamó como secretario de barrio al esposo de Yolanda, Daniel, quien no tenía educación formal, pero sí una capacidad natural para aprender y lo capacitó pacientemente.

Ignacio y los líderes del barrio coordinaron con otras unidades de habla hispana de Arizona y con una de México para organizar conferencias para la juventud, en las que había eventos culturales, deportes, talleres de economía, capacitación religiosa y análisis sobre la historia mexicanoestadounidense. “Reunir a cientos de jóvenes para jugar, aprender y adorar creó una energía increíble”, comentó Ignacio. “Aprendieron que su cultura y sus talentos, presentados de manera positiva, podían brindarles las herramientas que necesitan para tener éxito tanto en el mundo como en la Iglesia”.

En el primer año de las nuevas iniciativas del Barrio Sonora, los porcentajes de las visitas de maestros orientadores y maestras visitantes pasaron de apenas el veinte al noventa por ciento. La asistencia a las reuniones de estaca fue la más alta de todos los barrios. “Todos estábamos muy unidos. Si alguien necesitaba algo, todos cooperaban y ayudaban”, recordó Yolanda. “En asuntos culturales, nos dio la libertad de expresarnos a través de bailes, canciones y teatro, y ‘en español’. Eso nos dio confianza y felicidad”.