Historia de la Iglesia
24 El propósito de la Iglesia


Capítulo 24

El propósito de la Iglesia

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Sala de cine llena de gente en la que se proyecta un corto de noticias

El presidente Heber J. Grant y sus consejeros actuaron rápidamente para implementar el programa de ayuda de Harold B. Lee. El 6 de abril de 1936, anunciaron el plan en una reunión especial para las presidencias de estaca y los obispados de barrio. Varios días después, el presidente Grant designó a Harold para servir como director gerente del programa, dándole instrucciones para que trabajara con el apóstol Melvin J. Ballard y un comité central de supervisión1.

El objetivo principal de la Iglesia para los siguientes meses era asegurarse de que, para el 1 de octubre, todas las familias necesitadas de las estacas tuvieran suficiente comida, ropa y combustible para pasar el invierno. El presidente Grant también quería que los santos desempleados volvieran a trabajar para levantar su moral, restaurar la autoestima perdida y lograr estabilidad económica.

Para alcanzar estos objetivos, él y sus consejeros pidieron a los santos que pagaran un diezmo íntegro y aumentaran sus ofrendas de ayuno. También instruyeron a los líderes locales de la Sociedad de Socorro y del sacerdocio para que evaluaran las necesidades y crearan proyectos de trabajo para proporcionar ayuda a las personas de sus barrios. Y en la medida de lo posible, la propia Iglesia ofrecería oportunidades de trabajo, como participar en la mejora y reparación de las propiedades de la Iglesia.

“No hay que escatimar esfuerzos para disipar todo sentimiento de falta de confianza en sí mismos, vergüenza o bochorno por parte de los que reciben la ayuda —declaró la Primera Presidencia—. El barrio debe ser una gran familia de iguales”2.

Durante la primera semana de mayo, el presidente Grant viajó a California para crear una nueva estaca y hablar a los santos sobre el nuevo programa de ayuda3. Desde la organización de la estaca Los Ángeles en 1923, miles de santos se habían trasladado a California en busca de un clima más cálido y mejores trabajos. Adicionalmente, el estado contaba con varias universidades de calidad y muchos Santos de los Últimos Días habían tenido éxito en esas instituciones. En 1927, los líderes de la Iglesia organizaron una estaca en San Francisco, seguida de otra en la cercana ciudad de Oakland unos años más tarde. Ahora, la Iglesia tenía más de 60 000 miembros en nueve estacas repartidas por todo el estado4.

El presidente Grant pasó su primera noche en Los Ángeles hablando con el presidente de la nueva estaca y reuniéndose con los santos locales para hablar sobre el programa de ayuda. Sin embargo, cuando se despertó a la mañana siguiente, tenía en mente los templos, no el plan de ayuda. Él y los líderes de la Iglesia habían estado considerando durante mucho tiempo la posibilidad de construir más templos fuera de Utah en zonas con un gran número de santos. Recientemente habían decidido construir un templo en Idaho Falls, una pequeña ciudad del sureste de Idaho. Ahora tuvo la impresión de que la Iglesia necesitaba construir un templo en Los Ángeles5.

La Depresión era cada vez menos severa y la Iglesia disponía de los medios financieros para construir dos templos, a la vez que llevaba a cabo el programa de ayuda. Estaba libre de deudas y funcionaba con prácticas financieras sólidas. La importante inversión de la Iglesia en azúcar, iniciada a principios del siglo XX, también estaba dando beneficios. El presidente Grant no era de la opinión de que los nuevos templos tuvieran que tener tantos adornos o ser tan costosos como el Templo de Salt Lake. Más bien, imaginó templos de tamaño más pequeño que satisficieran las necesidades de los santos locales6.

Sin embargo, por el momento, el establecimiento del nuevo plan de ayuda sería la principal prioridad de la Iglesia. Ya estaban surgiendo objeciones al programa. Algunos santos se quejaron de la nueva y pesada carga de trabajo que exigía a los barrios y estacas. ¿No era suficiente el pago fiel del diezmo y las ofrendas de ayuno para atender a los miembros necesitados de la Iglesia? También les preocupaba que el pago del diezmo “en especie” —mediante la contribución de bienes a los almacenes locales— creaba costes adicionales de manipulación y almacenamiento. Otros consideraban que, como ciudadanos que pagaban impuestos, tenían derecho a la ayuda del gobierno si reunían los requisitos para ello, aunque no la necesitaran forzosamente7.

El presidente Grant sabía que el programa recibiría críticas, pero instó a Harold a seguir adelante con el trabajo. Había mucho en juego en los siguientes seis meses. Para que el plan de ayuda tuviera éxito, los santos tendrían que trabajar juntos8.


Mientras tanto, en México, Isaías Juárez, de cincuenta y un años de edad, luchaba para evitar que la Iglesia se fracturara en su país. Como presidente de distrito, había estado dirigiendo a los santos del centro de México desde 1926, fecha en que los disturbios religiosos y políticos llevaron al gobierno mexicano a expulsar del país a todo el clero nacido en el extranjero, incluidos los misioneros estadounidenses Santos de los Últimos Días. Siguiendo el consejo de Rey L. Pratt, presidente de misión que había sido exiliado y que era Autoridad General de la Iglesia, Isaías y otros santos mexicanos habían asumido rápidamente las funciones de liderazgo de la Iglesia que quedaron vacantes, evitando que las ramas locales desaparecieran9.

En estos momentos, diez años después, la Iglesia en México se enfrentaba a nuevos problemas. Después de la inesperada muerte del élder Pratt en 1931, la Primera Presidencia llamó a Antoine Ivins, del Primer Cuórum de los Setenta, para que ocupara su lugar como presidente de misión. Aunque Antoine había crecido en las colonias de los Santos de los Últimos Días en el norte de México y había estudiado derecho en Ciudad de México, no era ciudadano mexicano y no podía ejercer su ministerio legalmente en el país. Por ello, trabajó principalmente con los mexicano-americanos que vivían en el suroeste de Estados Unidos10.

Los santos del centro de México estaban preocupados por la ausencia del presidente de misión, especialmente cuando las preocupaciones locales requerían una atención inmediata. Por ejemplo, la Iglesia necesitaba construir más centros de reuniones ya que la ley mexicana prohibía celebrar servicios religiosos en casas particulares u otros edificios no religiosos. Sin embargo, los líderes locales de la Iglesia no tenían autoridad ni recursos para resolver este problema por sí mismos11.

Sintiéndose abandonados, Isaías y sus consejeros, Abel Páez y Bernabé Parra, celebraron reuniones en 1932 con otros santos preocupados, para analizar qué se podía hacer. En estas reuniones, que fueron denominadas Primera y Segunda convenciones, los santos decidieron que lo mejor sería que un ciudadano mexicano fuera su presidente de misión. Durante la Revolución mexicana, muchos de ellos se habían puesto del lado de los líderes que luchaban contra las potencias extranjeras para defender los derechos de los indígenas mexicanos, y se sentían frustrados con los líderes políticos extranjeros que gobernaban a distancia y parecían no tener en cuenta sus necesidades12.

Los convencionistas redactaron cartas que abogaban por este cambio y las enviaron a la sede de la Iglesia. La Primera Presidencia respondió enviando a Antoine Ivins y a Melvin J. Ballard a Ciudad de México para que hablaran con Isaías y las demás personas que habían hecho la solicitud. Los dos visitantes les aseguraron que la Primera Presidencia encontraría una solución inspirada a su problema de liderazgo. Pero Antoine también les reprendió por enviar la solicitud directamente a la Primera Presidencia sin consultarle primero13.

Cuando terminó el tiempo de Antoine como presidente de misión, la Primera Presidencia llamó a Harold Pratt, hermano menor de Rey Pratt, para que lo sustituyera. Nacido en las colonias mexicanas, Harold podía servir libremente en el país, y pronto trasladó la sede de la misión a Ciudad de México. Aun así, algunos miembros de la Iglesia desaprobaron su estrecha supervisión. Otros santos se sintieron profundamente decepcionados porque no era cultural ni étnicamente mexicano. Querían un presidente de misión que pudiera entender la vida cotidiana y las necesidades de las personas a las que sirviera14.

A principios de 1936, la Primera Presidencia decidió dividir la Misión Mexicana en la frontera nacional, separando una parte del suroeste de Estados Unidos de los límites de la misión. Esta noticia dio a algunos santos la esperanza de que un mexicano étnico pudiera servir como nuevo presidente de la misión. Pero cuando Harold Pratt conservó su puesto, un grupo de santos decepcionados decidió celebrar una tercera convención.

A la cabeza del movimiento estaban Abel Páez y su tío Margarito Bautista. Margarito se sentía inmensamente orgulloso de su herencia mexicana y de la creencia de que era descendiente de los pueblos del Libro de Mormón. Pensaba que los santos mexicanos podían gobernarse a sí mismos y le molestaba la injerencia de los líderes que provenían de Estados Unidos15.

Isaías simpatizaba con las ideas de Abel y Margarito, pero los instó a no celebrar la convención. “La organización de la Iglesia —le recordó a Abel—, no se basa en las peticiones de la mayoría”. Como los planes para la Tercera convención siguieron adelante de todos modos, Isaías envió una carta a toda la misión, disuadiendo a los miembros de la Iglesia de asistir.

“La causa es noble —escribió—, pero la forma de proceder está fuera de lugar porque viola el principio de la autoridad”16.

El 26 de abril de 1936, ciento veinte santos se reunieron en Tecalco, México, para celebrar la Tercera convención. En la reunión, votaron por unanimidad sostener a la Primera Presidencia. Creyendo que los líderes de la Iglesia en Salt Lake City habían malinterpretado su carta anterior, decidieron que debían presentar una nueva petición solicitando claramente un presidente de misión de su propia “raza y sangre”. Los convencionistas votaron a continuación por unanimidad presentar a Abel Páez como su elección de presidente indígena experimentado para la Misión Mexicana17.

Después de la reunión, Isaías trabajó con Harold Pratt para reconciliarse con Abel y los convencionistas, pero sus esfuerzos fracasaron. En junio, los convencionistas redactaron una petición de dieciocho páginas a la Primera Presidencia. “Les pedimos muy respetuosamente que nos concedan dos cosas —escribieron—. Primero, que nuestra Iglesia nos conceda un presidente de misión que sea mexicano, y segundo, que nuestra Iglesia acepte y autorice al candidato que elijamos”.

Isaías no pudo hacer nada más para evitar que los convencionistas presentaran la petición. A finales de ese mes, la enviaron con 251 firmas a Salt Lake City18.


El 2 de octubre de 1936, el presidente Heber J. Grant dio inicio a la conferencia general con un informe sobre el progreso del plan de ayuda, ahora conocido como el Programa de seguridad de la Iglesia. Recordó a los santos, que la Iglesia había querido que para el primero de octubre, todos los miembros necesitados y fieles de sus estacas tuvieran suficiente comida, combustible y ropa para el invierno que se estaba aproximando.

Aunque solo tres cuartas partes de las estacas habían cumplido el objetivo, estaba satisfecho con la rapidez y eficiencia que los santos habían demostrado en los seis meses anteriores. “Más de 15 000 personas han realizado trabajos en varios proyectos de estaca y barrio —informó—. Nuestra gente ha aportado cientos de miles de horas de trabajo a este propósito necesario y loable”19. Habían cosechado grano y otros cultivos, recogido ropa y hecho colchas y ropa de cama en abundancia. Los comités de empleo habían ayudado a unas 700 personas a encontrar trabajo.

—El propósito de la Iglesia es ayudar a la gente a ayudarse a sí misma —dijo el Presidente Grant a los santos reunidos—. No debemos considerar el cese de nuestros esfuerzos extraordinarios hasta que la necesidad y el sufrimiento desaparezcan de entre nosotros20.

Dos meses después de la conferencia, un equipo de filmación llegó a Salt Lake City para realizar un breve documental acerca del Programa de seguridad para The March of Time, un conocido programa de noticias que se proyectaba en todos los cines de Estados Unidos. Los cineastas rodaron imágenes de lugares emblemáticos de Salt Lake City y de los Santos de los Últimos Días trabajando la tierra y en los almacenes y talleres de la Iglesia. Con la cooperación del presidente Grant y otros líderes de la Iglesia, el equipo también rodó deliberaciones y reuniones centradas en el plan de seguridad21.

Ahora que los santos estaban mejor preparados para sobrellevar la estación fría, la atención del profeta volvió a dirigirse a los templos. Ese invierno la Iglesia recibió un terreno para un templo junto al río Snake en Idaho Falls, Idaho, donde residía una fuerte comunidad de santos fieles22. El presidente Grant volvió entonces a Los Ángeles para visitar las estacas que se encontraban allí y seguir la inspiración que recibió de construir un templo en la ciudad.

En California, encontró a los miembros de la Iglesia esforzándose mucho para implementar el Programa de seguridad. Al tratarse de un centro urbano, Los Ángeles supuso un reto para el plan, que dependía de la agricultura y otras actividades rurales para dar trabajo a los santos desempleados. Así que las estacas de California habían adaptado el programa a su región. Enlataban fruta de las abundantes plantaciones del estado y, a medida que la Iglesia seguía creciendo en la zona, los santos que necesitaban ayuda trabajaban como obreros de la construcción en los nuevos centros de reuniones23.

Con todo, los santos de California tuvieron que esforzarse para cumplir el objetivo de aumentar sus ofrendas de ayuno. Dirigiéndose a los miembros de la estaca Pasadena, al noreste de Los Ángeles, el presidente Grant destacó la importancia de este sacrificio. “No existiría ninguna necesidad entre los miembros de nuestra Iglesia —prometió a la congregación—, si una vez al mes, todos los Santos de los Últimos Días se abstuvieran de dos comidas y entregaran la suma ahorrada por ello en manos del obispo, para su distribución entre los necesitados”24.

Cuando no estaba en reuniones con los santos, el presidente Grant visitaba posibles lugares para el templo. Encontró muchos lugares adecuados, pero cada vez que mostraba interés en comprar, los propietarios le pedían bastante más dinero del que él creía que valía el terreno25. El mejor sitio que encontró fue un hermoso terreno de 9,5 hectáreas situado junto a la vía principal que unía Los Ángeles y Hollywood. Hizo una oferta por la propiedad, pero no recibió respuesta del dueño antes de tener que regresar a Salt Lake City.

Al día siguiente, recibió un telegrama de un obispo de Los Ángeles. El propietario del terreno había aceptado la oferta de la Iglesia. El profeta se llenó de gozo. “Tenemos el mejor sitio de todo el país”, dijo a J. Reuben Clark26.

La noticia llegó justo cuando The March of Time se estrenó en los cines, lo que atrajo atención positiva por todo el país hacia los esfuerzos de los santos por ayudar a los pobres27. Unas semanas antes del estreno de la película, un cine de Salt Lake City había acogido una proyección privada para los líderes de la Iglesia y de la ciudad. El presidente Grant todavía estaba en California en ese momento, por lo que se perdió el evento. Pero David O. McKay pudo asistir y expresó grandes elogios hacia la película.

—Una película preciosa —exclamó—. La filmación es tan excelente y está tan magistralmente presentada que todo hombre, mujer y niño de la Iglesia debería estar agradecido por ella28.


Entretanto, las desavenencias entre la Tercera convención de México y la Iglesia seguían creciendo29. Luego de recibir la petición de los convencionistas, la Primera Presidencia respondió con una larga carta en la que reiteraba la importancia de seguir los procedimientos estándar del gobierno de la Iglesia en todas las partes del mundo.

“Si no fuera así —declaraba la [Primera] Presidencia—, pronto se desarrollarían en la Iglesia diferentes prácticas, y estas llevarían a diferentes doctrinas, y al final no habría orden en la Iglesia”30.

Instaron a los convencionistas a arrepentirse. “Es posible que llegue el momento en que se nombre a un presidente de misión de su propia raza —escribieron—, pero esto será solo cuando el Presidente de la Iglesia, actuando bajo la inspiración del Señor, así lo determine”31.

Santiago Mora Gonzáles, un presidente de rama del centro de México, se reunió con otros participantes de la Tercera convención en noviembre de 1936 para hablar de la mejor manera de responder a la carta de la Primera Presidencia. Algunos convencionistas, entre ellos Santiago, se sintieron decepcionados por la carta pero quisieron acatar la decisión de la Primera Presidencia. Otros se indignaron.

Margarito Bautista, que estaba sentado cerca de Santiago en la reunión, se levantó de la mesa de un salto. “¡Esto es una injusticia!”, exclamó. Quería que los convencionistas rechazaran la autoridad de Harold Pratt de una vez por todas. “Ya no es nuestro presidente —declaró Margarito—. ¡Nuestro presidente es nuestro querido Abel!”.

Santiago se alarmó. A principios de ese año, le había preguntado a Margarito qué pasaría si los líderes de la Iglesia no accedían a la petición de los convencionistas. Margarito le había asegurado que, independientemente de que obtuvieran la respuesta que deseaban o no, seguirían apoyando a Harold como presidente de misión y esperaban que él tuviera en cuenta las cuestiones que habían planteado. Ahora parecía que los convencionistas estaban buscando la rebelión directa.

—Esto no es lo que acordamos —le dijo Santiago a su amigo.

—Sí, pero esto es una injusticia —dijo Margarito.

—Pues entonces —dijo Santiago— no estamos cumpliendo nuestra palabra.

Esa noche, Santiago volvió a casa y habló con su esposa, Dolores. “¿Qué debemos hacer?— le preguntó—. No quiero ser un elemento de oposición para la obra de la Iglesia”.

—Piénsalo bien —le dijo Dolores32.

Poco después, Santiago se reunió con más de doscientos convencionistas para hablar del camino a seguir. Muchos de ellos estaban tan enfadados por la carta de la Primera Presidencia como lo estaba Margarito. Sin embargo, también estaban preocupados por los rumores de que Margarito estaba cortejando para tener varias esposas, una práctica que había visto cuando era un joven converso en las colonias mexicanas. Cuando los convencionistas descubrieron que estos rumores eran ciertos, acordaron que su comportamiento era inaceptable y lo expulsaron de la organización33.

A Santiago le molestó que Margarito, uno de los principales instigadores de la Convención, se hubiera desviado. Luego de asistir a algunas reuniones más, Santiago comenzó a decirle a su esposa y a otros convencionistas que ya no continuaría en el grupo. Él y otros convencionistas desilusionados no tardaron en reunirse con Harold, le expresaron su deseo de volver a unirse al cuerpo principal de la Iglesia y le preguntaron qué debían hacer para regresar.

—Bueno —dijo Harold— no hay ninguna condición para ustedes, hermanos. Ustedes siguen siendo miembros. Ustedes son miembros de la Iglesia34.

Santiago continuó sirviendo fielmente como presidente de su rama. La Tercera convención siguió siendo un movimiento relativamente pequeño entre los santos de México, pero aun así atrajo a cientos de miembros de la Iglesia a sus filas. Después de que fracasaran otros esfuerzos de reconciliación, los líderes de la convención enviaron otra carta a la Primera Presidencia, declarando sus intenciones de rechazar totalmente el liderazgo del presidente de la misión.

Los líderes de la Iglesia en México respondieron poco después, excomulgando a Abel Páez, Margarito Bautista y otros líderes de la convención en mayo de 1937 por rebelión, insubordinación y apostasía35.


Aquella primavera en el este de Estados Unidos, Paul Bang, de dieciocho años, estaba muy ocupado sirviendo en la rama Cincinnati. Además de ser presbítero en el Sacerdocio Aarónico, servía como secretario de rama, secretario en la AMM y misionero local.

Cada domingo, él y otros misioneros locales iban de puerta en puerta por la ciudad, compartiendo el Evangelio. Uno de sus compañeros, Gus Mason, era lo suficientemente mayor como para ser su padre y se esforzó por no perderlo de vista. En su primer día de servicio juntos, Paul tocó una puerta estando solo y fue invitado a entrar para dar un mensaje del Evangelio. Gus, mientras tanto, recorría frenéticamente las calles en su búsqueda. Después de eso, siempre tocaron puertas sin separarse el uno del otro36.

A Paul le gustaba hablar con la gente sobre la Iglesia. A diferencia de los jóvenes de Utah, estaba rodeado de personas que no compartían sus creencias. Disfrutaba estudiando el Evangelio restaurado y tomando notas de lo que aprendía. En su tiempo libre, leía las Escrituras y otros libros de la Iglesia, como Historia de la Iglesia escrita por un joven [A Young Folk’s History of the Church], de Nephi Anderson, y Jesús el Cristo y Artículos de Fe, de James E. Talmage. Por lo general, estudiaba estos libros mientras atendía la tienda los domingos por la tarde, cuando poca gente iba a hacer compras37.

Paul y su novia, Connie Taylor, eran prácticamente inseparables en las reuniones de la Iglesia y en las actividades de la AMM38. Alvin Gilliam, que había sustituido a Charles Anderson como presidente de la rama a principios de 1936, alentó la relación de Paul y Connie. En los últimos diez años, el tamaño de la rama se había duplicado con creces, gracias en parte a que los jóvenes santos se casaban, se quedaban en la rama y formaban familias.

La Depresión también había desarraigado a muchas personas, física y espiritualmente, lo que dio lugar a un cierto crecimiento de conversos locales o de santos que se trasladaron a Cincinnati desde lugares empobrecidos económicamente como Utah o el sur de Estados Unidos. Otros habían venido de más lejos aún, entre ellos una familia de santos alemanes que vinieron de Buenos Aires, Argentina. Poco tiempo antes, Judy, la hermana de Paul, se había casado con Stanley Fish, un joven de Arizona que había regresado a Cincinnati después de servir su misión allí39.

El 6 de junio de 1937, Paul, Connie y otros miembros de la rama viajaron más de 160 kilómetros para escuchar al presidente David O. McKay en una conferencia de misión en un estado cercano. Paul y Connie escucharon con mucha atención mientras el presidente McKay habló a la congregación sobre el carácter sagrado del noviazgo y el matrimonio. Esa noche, antes de que Paul dejara a Connie en el apartamento de su familia, ella le dijo por primera vez que lo amaba40.

Poco después, el presidente Gilliam habló con Paul sobre la posibilidad de servir en una misión de tiempo completo. No se esperaba que todos los jóvenes dignos sirvieran una misión de este tipo en aquella época, y si Paul lo hacía, sería el primer misionero regular de la rama Cincinnati41. Paul no estaba seguro de si debía ir. La Iglesia ciertamente necesitaba su ayuda, dada la escasez de misioneros durante la Depresión. Pero también tenía que pensar en su familia y en la tienda. Sus hermanos mayores ya se habían ido de casa y sabía que sus padres dependían de él42.

Finalmente, Paul decidió no servir una misión de tiempo completo. Continuó sirviendo como misionero de rama, y el 1 de agosto, dos días después de predicar en una reunión en la calle, bautizó a seis personas en una piscina. En otoño, el presidente Gilliam y el presidente de la Misión Estados del Norte, Bryant Hinckley, llamaron a Connie para que también sirviera como misionera de rama43.

En poco tiempo, Paul y Connie salieron a las calles juntos, repartiendo literatura de la Iglesia y predicando a cualquiera que quisiera escuchar. Para el decimonoveno cumpleaños de Connie, en mayo de 1938, Paul la sorprendió con una Biblia y un ejemplar de Jesús el Cristo —dos libros que podría utilizar en su nuevo llamamiento.

Durante un tiempo, también bromeó con la idea de regalarle un anillo de compromiso. Pero aún les quedaba un año de escuela secundaria, y ninguno de los dos estaba del todo preparado para el matrimonio44.

  1. Harold B. Lee, Journal, 6, 15 y 21 al 28 de abril de 1936; Schedule of Regional Meetings, 24 de abril de 1936, David O. McKay Papers, BHI; Grant, Journal, 20 al 21 y 23 de abril de 1936.

  2. First Presidency, Important Message on Relief, págs. [2]–[3]; David O. McKay a Edward I. Rich, 1 de mayo de 1936, David O. McKay Papers, BHI.

  3. Grant, Journal, 2 al 3 de mayo de 1936; “Church Officials Form New L.D.S. Stake on Coast”, Salt Lake Tribune, 5 de mayo de 1936, pág. 24.

  4. Orton, Los Angeles Stake Story, págs. 40–42; Johnson y Johnson, “Twentieth-Century Mormon Outmigration”, pág. 47; Cowan y Homer, California Saints, págs. 264 y 274; Candland, History of the Oakland Stake, págs. 26–27; “Temple Is a Challenge to California Mormons”, Ensign (Los Ángeles), 18 de marzo de 1937, pág. 1. Tema: Emigración

  5. Grant, Journal, 2 al 4 de mayo de 1936; Cowan y Homer, California Saints, págs. 267–269; Groberg, Idaho Falls Temple, págs. 49–51.

  6. Alexander, Utah, the Right Place, págs. 318–319; Heber J. Grant a Russell B. Hodgson, 24 de agosto de 1935, First Presidency Miscellaneous Correspondence, BHI; Heber J. Grant a Bayard W. Mendenhall, 27 de noviembre de 1935, Letterpress Copybook, tomo LXXIII, pág. 81, Heber J. Grant Collection, BHI; Presiding Bishopric, Office Journal, 16 de junio de 1936. Temas: Finanzas de la Iglesia; Construcción de templos

  7. “Tentative Program for Group Meetings with Stake Presidents”, 1 al 3 de octubre [de 1936], David O. McKay Papers, BHI.

  8. Lee, “Remarks of Elder Harold B. Lee”, págs. 3–4; “A Message from the President of the Church”, Improvement Era, junio de 1936, tomo XXXIX, pág. 332; First Presidency, Important Message on Relief, pág. [3].

  9. Tullis, Mormons in Mexico, págs. 111–114 y 138. Tema: México

  10. Tullis, Mormons in Mexico, pág. 116; Informe de la Mesa Directiva de la 3ª Convención, [25 de junio de 1936], pág. 31. Tema: Colonias en México

  11. Martin F. Sanders a J. Reuben Clark Jr., 30 de septiembre de 1933; 29 de octubre de 1933; Harold W. Pratt a J. Reuben Clark Jr., 10 de abril de 1934, J. Reuben Clark Jr. Papers, BYU; Pulido, Spiritual Evolution of Margarito Bautista, pág. 162.

  12. Páez, Lamanite Conventions, págs. 25–27; Informe de la Mesa Directiva de la 3ª Convención, [25 de junio de 1936], págs. 19–20; Tullis, Mormons in Mexico, pág. 112 y 116–117; Acta de la Convención de Tecalco, 26 de abril de 1936, págs. 14–15; Pulido, “Margarito Bautista”, págs. 48–56.

  13. Tullis, Mormons in Mexico, págs. 117–118; Páez, Lamanite Conventions, págs. 25–27.

  14. Tullis, Mormons in Mexico, págs. 119–121 y 127; Harold W. Pratt a la Primera Presidencia, 1 de mayo de 1936, First Presidency Mission Files, BHI; Dormady, Primitive Revolution, pág. 76; Pulido, Spiritual Evolution of Margarito Bautista, pág. 162.

  15. Tullis, Mormons in Mexico, pág. 121 y 125–126; Acta de la Convención de Tecalco, 26 de abril de 1936, págs. 14–15; Pulido, Spiritual Evolution of Margarito Bautista, págs. 108–135 y 165–170. Tema: Identidad lamanita

  16. Tullis, Mormons in Mexico, págs. 138–139; Harold W. Pratt a la Primera Presidencia, 25 de abril de 1936, First Presidency Mission Files, BHI; Acta de la Convención de Tecalco, 26 de abril de 1936, pág. 18. Se ha editado la primera cita para mejorar la legibilidad; “no estaba basado” en el original se ha cambiado a “no está basado”.

  17. Acta de la Convención de Tecalco, 26 de abril de 1936, págs. 14–18; Harold W. Pratt a la Primera Presidencia, 28 de abril de 1936, First Presidency Mission Files, BHI; Tullis, Mormons in Mexico, págs. 139–140; Pulido, Spiritual Evolution of Margarito Bautista, págs. 167–170. Tema: Tercera convención

  18. Informe de la Mesa Directiva de la 3ª Convención, [25 de junio de 1936], págs. 20, 21–22, 27–29 y 36–37; la Primera Presidencia a Harold Pratt, 22 de julio de 1936, First Presidency Mission Files, BHI; Tullis, Mormons in Mexico, págs. 140–141. Se ha editado la cita para una mayor claridad, “presidente” en el original se ha cambiado a “presidente de misión”.

  19. Heber J. Grant, “The Message of the First Presidency to the Church”, en One Hundred Seventh Semi-annual Conference, págs. 2–4; véase también “Tabulation of Church-Wide Survey to October 1st, 1936”, pág. [1], David O. McKay Papers, BHI.

  20. Heber J. Grant, “The Message of the First Presidency to the Church”, en One Hundred Seventh Semi-annual Conference, págs. 3–5; véase también “Tabulation of Church-Wide Survey to October 1st, 1936”, págs. [1]–[3], David O. McKay Papers, BHI.

  21. General Church Welfare Committee, Minutes, 3 de diciembre de 1936; The March of Time: Salt Lake City!, BHI; “Church Film at Orpheum”, Deseret News, 4 de febrero de 1937, pág. 8. Temas: Medios de difusión; Relaciones públicas

  22. Presiding Bishopric, Office Journal, 2 de junio de 1936; 8 de septiembre de 1936; 24 de noviembre de 1936; 5 de enero de 1937.

  23. Don Howard, “The Mormon Fathers Discard the Dole”, Los Angeles Times, 22 de noviembre de 1936, Sunday magazine, pág. 7; General Church Welfare Committee, Minutes, 3 de diciembre de 1936; “Three Opportunities”, California Inter-mountain Weekly News (Los Ángeles), 14 de mayo de 1936, pág. [2].

  24. “Ballard Address Enthuses Local C.S.P. Committees”, California Inter-mountain Weekly News (Los Ángeles), 3 de diciembre de 1936, pág. 1; “The Church Security Program in Southern California Stakes”, California Inter-mountain Weekly News, 10 de diciembre de 1936, pág. 2; “Honest Fast Offer Will Supply L.D.S. Needy, Says Pres. Grant”, Ensign (Los Ángeles), 4 de febrero de 1937, pág. 1. Tema: Ayuno

  25. Heber J. Grant a June Stewart, 17 de febrero de 1937; Heber J. Grant a Tom C. Peck, 17 de febrero de 1937, Heber J. Grant Collection, BHI; “Pres. Grant Confers with Local Leaders on Temple Site”, California Inter-mountain Weekly News (Los Ángeles), 21 de enero de 1937, pág. 1.

  26. Heber J. Grant a Ethel Grant Riggs, 20 de febrero de 1937, Heber J. Grant Collection, BHI; David Howells a Heber J. Grant, 17 de febrero de 1937, First Presidency Miscellaneous Correspondence, BHI; Heber J. Grant a J. H. Paul, 20 de febrero de 1937, Letterpress Copybook, tomo LXXV, pág. 80, Heber J. Grant Collection, BHI; Cowan, Los Angeles Temple, pág. 18 y 21.

  27. “S.L. ‘March of Time’ Opening at Studio”, Salt Lake Telegram, 11 de febrero de 1937, pág. 15; “Far Reaching”, Deseret News, 20 de febrero de 1937, Church section, pág. 2.

  28. “Time Turned Back on Screen to Depict Story of Church”, Salt Lake Telegram, 26 de enero de 1937, pág. 26; David O. McKay a J. Reuben Clark, 26 de enero de 1937, First Presidency General Administration Files, BHI.

  29. Harold W. Pratt a la Primera Presidencia, 2 de julio de 1936; 18 de septiembre de 1936; la Primera Presidencia a Harold W. Pratt, 18 de septiembre de 1936; Antoine Ivins a la Primera Presidencia, 3 de julio de 1936, First Presidency Mission Files, BHI.

  30. La Primera Presidencia a Third Convention Committee and Followers, 2 de noviembre de 1936, págs. 3–4, First Presidency Mission Files, BHI.

  31. La Primera Presidencia a Third Convention Committee and Followers, 2 de noviembre de 1936, págs. 5–7, First Presidency Mission Files, BHI. La segunda frase de la cita ha sido editada para mejorar la legibilidad; el original comienza con “Nada de lo anterior debe entenderse como que queremos decir, ni siquiera implícitamente, que no llegará el tiempo en que se llamará a un presidente de misión de su propia raza”.

  32. Mora, Oral History Interview, pág. 36.

  33. Third Convention Directive Committee a la Primera Presidencia, 7 de diciembre de 1936, First Presidency Mission Files, BHI; Pulido, Spiritual Evolution of Margarito Bautista, págs. 165–178; Mora, Oral History Interview, págs. 36–37; Tullis, Mormons in Mexico, pág. 147.

  34. Mora, Oral History Interview, págs. 37 y 39; Tullis, Mormons in Mexico, pág. 147; Pulido, Spiritual Evolution of Margarito Bautista, págs. 174–178.

  35. Mora, Oral History Interview, pág. 39; Pulido, Spiritual Evolution of Margarito Bautista, pág. 174; Third Convention Directive Committee a la Primera Presidencia, 7 de diciembre de 1936, First Presidency Mission Files, BHI; Tullis, Mormons in Mexico, pág. 145. Temas: Disciplina de la Iglesia; Tercera convención

  36. Paul Bang, “My Life Story”, págs. 17 y 21; Paul Bang, Northern States Mission Certificate of Appointment, 3 de noviembre de 1936, Paul and Cornelia T. Bang Papers, BHI; anotación de Gus Mason, Cincinnati Branch, South Ohio District, Northern States Mission, número 789, en Ohio (State), part 2, Record of Members Collection, BHI.

  37. Paul Bang, “My Life Story”, págs. 11–13 y 27; Bang, Diary, 5, 7–8 y 10 de enero de 1936.

  38. Paul Bang, “My Life Story”, págs. 10–11, 17–19 y 23; véase también, por ejemplo, Taylor, Diary, [2 de junio de 1937]; [30 de julio de 1937]; [6 de agosto de 1937].

  39. Cincinnati Branch, Minutes, 15 de enero de 1936; anotaciones de miembros de Cincinnati Branch, South Ohio District, Northern States Mission, en Ohio (State), part 2, Record of Members Collection, BHI; Bang, Diary, 15 de enero de 1936; Paul Bang, “My Life Story”, pág. 19. Tema: Emigración.

  40. McKay, Notebook, 6 de junio de 1937, David O. McKay Papers, Special Collections, J. Willard Marriott Library, University of Utah, Salt Lake City; Taylor, Diary, [primavera de 1937]; [1 y 6 de junio de 1937]; Paul Bang, “My Life Story”, págs. 18, 23 y 28; “News from the Missions”, Liahona, the Elders’ Journal, 13 de julio de 1937, tomo XXXV, pág. 62.

  41. Taylor, Diary, [24 de junio y 18 de julio de 1937]; Paul Bang, “My Life Story”, págs. 19–20.

  42. Paul Bang, “My Life Story”, págs. 19–20; Cowan, Church in the Twentieth Century, págs. 162–163.

  43. Taylor, Diary, [30 de julio y 1 de agosto de 1937]; Cornelia Taylor, Northern States Mission Certificate of Appointment, 12 de diciembre de 1937, Paul and Cornelia T. Bang Papers, BHI; Paul Bang, “My Life Story”, pág. 19.

  44. Paul Bang, “My Life Story”, págs. 19, 21 y 27; Taylor, Diary, 18 de octubre de 1937.