2004
Protejan a sus hijos de la influencia de las pandillas
julio de 2004


Protejan a sus hijos de la influencia de las pandillas

Hay cosas positivas que pueden hacer para alejar a sus hijos de las pandillas.

El 11 de febrero de 1999, la Primera Presidencia redactó una carta dirigida a los miembros de la Iglesia de todo el mundo que comenzaba con la siguiente declaración: “En todas partes vemos evidencias de los elementos corrosivos destinados a hacer daño a nuestra juventud”1. Cuando era jefe de policía de West Valley City, Utah, descubrí que uno de los elementos más corrosivos del mundo actual es la influencia de las pandillas.

Por definición, una pandilla es cualquier grupo de tres o más personas que se unen para excluir a otras y participar en actividades o conductas criminales e ilegales. La enorme influencia de las pandillas se refleja en estudios recientes que demuestran la existencia de dos tendencias criminales que avanzan en sentidos opuestos: los delitos cometidos por adultos disminuyen mientras que la violencia juvenil va en aumento. El denominador común en la comisión de delitos violentos por parte de delincuentes jóvenes suele ser el pertenecer a una pandilla.

Puesto que los jóvenes que se unen a las pandillas proceden de cualquier vecindario, raza, religión, cultura y nivel económico, los padres precisan saber cuál es la manera más eficaz de proteger a sus hijos de esta amenaza. Las siguientes características podrían indicar que su hijo es simpatizante de una pandilla o forma ya parte de ella:

  • El uso de ropa típica de las pandillas. Los estilos suelen cambiar, por lo que la policía o las organizaciones locales anti-pandillas pueden ayudarles a saber cuál es el estilo actual.

  • Dibujos propios de las pandillas en el material de las tareas escolares, las libretas, las paredes del cuarto o sus pertenencias personales. Preste especial atención al moniker o mote de la pandilla.

  • Cambios importantes en el comportamiento y la actitud, como cierto distanciamiento, secretos y falta de respeto a la autoridad.

  • Asociación con un nuevo grupo de amigos y rechazo a relacionarse con amigos y conocidos de siempre.

  • Uso de señas hechas con las manos, monikers , y de un estilo diferente de comunicación.

  • Interés en música rap gangster y heavy metal .

  • Incremento del contacto con oficiales del orden por motivos de absentismo escolar, violaciones de la hora determinada de llegada a casa, realización de graffiti, vandalismo o posesión de drogas y alcohol.

Si sospechan que su hijo forma parte de una pandilla o está en peligro de formar parte de una, no cometa el error de no hacer caso a sus propias sospechas, ya que puede que sus impresiones sean acertadas; ustedes conocen a su hijo mejor que nadie. Hablen con él y exprésenle su amor, pero no piensen que tienen que lidiar a solas con este problema. Pónganlo en conocimiento de su obispo o presidente de rama y pídanle que solicite la ayuda de los líderes de los jóvenes. Aprovechen las agencias, los grupos y los programas escolares de la comunidad que ofrezcan a ustedes y a sus hijos apoyo, ánimo e incluso ayuda para sacar a su hijo de la pandilla.

Empiecen mientras sus hijos son pequeños, a fin de protegerlos de futuras participaciones en pandillas, mediante el fortalecimiento de su familia. En su carta, la Primera Presidencia instó a los “padres para que dediquen sus mejores esfuerzos a la enseñanza y la crianza de sus hijos con respecto a los principios del Evangelio, lo que los mantendrá cerca de la Iglesia”. De hecho, todo lo que hagan para fortalecer a su familia redundará en la protección de sus hijos ante la influencia de grupos peligrosos. Toda persona tiene la necesidad básica de formar parte de algo; si la familia —la unidad básica de la sociedad— no satisface esa necesidad, otra cosa lo hará. A veces, incluso en las familias fuertes, los hijos toman decisiones equivocadas; pero si los padres hacen todo lo posible para que la familia se convierta en la opción más atractiva, la mayoría de los hijos utilizará su albedrío con prudencia.

Es posible que la labor de educar a los hijos sobre los problemas de las pandillas se tenga que comenzar antes de lo previsto. Los expertos aconsejan que hagan saber a sus hijos de edad preescolar que hay personas que no son buenas para ellos y que las pandillas son malas. Con los hijos mayores, el hablar en cuanto a las cuestiones que tienen que ver con las pandillas y la violencia puede ser vital, con el fin de prevenir que participen en ellas, o intervenir si es que forman parte de una. Si no están seguros de cómo empezar, cuentan con ayuda. Algunas comunidades disponen de organizaciones o agentes policiales que pueden serles de ayuda para combatir la influencia de las pandillas.

Respecto a todos los “elementos corrosivos destinados a hacer daño a nuestra juventud”, la manera más eficaz de alejar a los hijos de la influencia de las pandillas es mediante la enseñanza y la aplicación de los principios del Evangelio. En su carta, la Primera Presidencia aconsejó “a los padres y a los hijos a dar una prioridad predominante a la oración familiar, a la noche de hogar para la familia, al estudio y a la instrucción del Evangelio y a las actividades familiares sanas”. En ocasiones, podrá parecernos que éstas carecen de efecto alguno, mas sí lo tendrán; además, los jóvenes a los que se pueda convencer de asistir a seminario, a las reuniones dominicales y a los programas para los jóvenes de la Iglesia contarán con más probabilidades de evitar el sufrimiento, las oportunidades malgastadas, la transgresión, el daño físico y hasta la muerte, que podrían ser consecuencias de la participación en una pandilla.

Aun cuando los padres hayan dado lo mejor de sí mismos, a veces los hijos se relacionan con el grupo equivocado. No modifiquen sus valores ni rebajen el nivel de sus expectativas, sino sean pacientes y prosigan con sus esfuerzos por comunicarse con sus hijos. Los jóvenes que pertenecen a las pandillas dan mucha importancia al respeto personal. Si bien deben hacerles saber que su conducta inapropiada no es aceptable, también deben hacerles saber que los aman y que se preocupan por ellos como personas.

Cualesquiera sean las decisiones que tomen sus hijos, nuestro Padre Celestial espera que jamás los abandonemos, así como Él nunca nos abandonará a nosotros. “Herencia de Jehová son los hijos” (Salmos 127:3), y el ayudarlos a evitar las trampas del mundo merece los mejores y más inspirados esfuerzos que podamos ofrecer.

Dennis J. Nordfelt es miembro del Barrio Jordan Norte 3, Estaca Jordan Norte, Salt Lake.

Nota

  1. Véase “Carta de la Primera Presidencia”, Liahona, diciembre de 1999, pág. 1.