2004
Ocho razones para recibir revelación
septiembre de 2004


Ocho razones para recibir revelación

Cuando mi abuela, Chasty Olsen Harris, era una jovencita, se encontraba cuidando a unos niños que jugaban en el cauce seco de un río muy cerca de su casa en Castle Dale, Utah. De repente, oyó una voz que la llamaba por su nombre y le decía que retirara a los niños del lecho del río y los llevara hacia la orilla. Era un día despejado y no había señales de lluvia, de modo que no vio motivo para hacerle caso a la voz y continuó jugando. La voz le habló de nuevo, con un tono de urgencia. Esa vez mi abuela hizo caso a la advertencia y, presurosa, juntó a los niños y corrieron hacia la orilla. En el momento que llegaron a la ribera, una enorme masa de agua, que se había originado con un aguacero en las montañas, a muchos kilómetros de allí, bajó por el cañón, corriendo velozmente por el lugar donde los niños habían estado jugando.

La revelación es la comunicación de Dios con el hombre; puede ocurrir de diversas maneras. Algunos profetas, como Moisés y José Smith, han hablado con Dios cara a cara. Algunas personas han tenido comunicación personal con ángeles; otras revelaciones se han recibido como lo describe el élder James E. Talmage (1862–1933), del Quórum de los Doce Apóstoles: “…ora por sueños cuando uno duerme, ora por visiones cuando las facultades están despiertas”1.

En sus formas más conocidas, la revelación o inspiración viene por medio de palabras o pensamientos que se comunican a la mente (véase Enós 1:10; D. y C. 8:2–3), por medio de la iluminación repentina (véase D. y C. 6:14–15), por medio de sentimientos positivos o negativos sobre determinadas acciones que se haya pensado llevar a cabo, o aun por medio de actuaciones artísticas inspiradas, como sucede con las artes interpretativas. El presidente Boyd K. Packer, Presidente en Funciones del Quórum de los Doce Apóstoles, ha declarado: “La inspiración se manifiesta más como un sentimiento que como un sonido”2.

Finalidades de la revelación

Analicen su propia experiencia. Ya han recibido revelaciones y pueden recibir más porque la comunicación de Dios con el hombre y la mujer es una realidad. El presidente Lorenzo Snow (1814–1901) declaró que “es el gran privilegio de todo Santo de los Últimos Días… recibir las manifestaciones del Espíritu cada día de nuestra vida”3.

Mientras repaso los ocho propósitos de la revelación, espero que reconozcan hasta qué punto ya han recibido revelación o inspiración y tomen la decisión de cultivar ese don espiritual para poder hacer uso de él en el futuro.

  1. 1. El testimonio que procede del Espíritu Santo de que Jesús es el Cristo y que el Evangelio es verdadero es una revelación de Dios.

    Cuando el apóstol Pedro afirmó que Jesucristo era el Hijo del Dios viviente, el Salvador lo llamó bienaventurado, “porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos” (Mateo 16:17).

  2. 2. La profecía es otro propósito o función de la revelación.

    Cuando una persona habla bajo la influencia del Espíritu Santo y dentro de los límites de su propia responsabilidad, puede ser inspirada a predecir lo que sucederá en el futuro. La persona que desempeña el oficio de profeta, vidente y revelador profetiza para la Iglesia, como cuando José Smith profetizó respecto a la Guerra Civil de los Estados Unidos (véase D. y C. 87) y predijo que los santos se convertirían en un pueblo fuerte en las Montañas Rocosas4. La profecía forma parte del llamamiento de patriarca. Cada uno de nosotros tiene también el privilegio de recibir, de vez en cuando, revelación profética que iluminará acontecimientos futuros en nuestra vida, tal como un llamamiento en la Iglesia que habremos de recibir.

  3. 3. El tercer propósito de la revelación es el dar consuelo.

    El profeta José Smith recibió esa clase de revelación en la cárcel de Liberty. Después de pasar muchos meses en condiciones lastimosas, clamó en angustia y soledad, suplicándole al Señor que se acordara de él y de los santos que padecían persecución. Recibió la respuesta consoladora:

    “Hijo mío, paz a tu alma; tu adversidad y tus aflicciones no serán más que por un breve momento;

    “y entonces, si lo sobrellevas bien, Dios te exaltará; triunfarás sobre todos tus enemigos” (D. y C. 121:7–8).

    En esa misma revelación, el Señor declaró que, fueran cuales fueren las tragedias o las injusticias que le ocurrieran al Profeta, “entiende, hijo mío, que todas estas cosas te servirán de experiencia, y serán para tu bien” (D. y C. 122:7).

    También se puede recibir una revelación de consuelo en relación con una bendición del sacerdocio, ya sea por las palabras que se pronuncien o simplemente por una impresión que se reciba y que se relacione con la bendición.

    Otra clase de revelación consoladora es la seguridad que se recibe de que se ha perdonado un pecado. Esa revelación, que se obtiene cuando se han llevado a cabo todos los pasos del arrepentimiento, nos brinda la certeza de que se ha pagado el precio, que Dios ha escuchado al pecador arrepentido y de que sus pecados le son perdonados.

  4. 4. Íntimamente relacionado con el sentimiento de consuelo es el cuarto propósito o función de la revelación, el de elevar.

    En algún momento de nuestra vida, cada uno de nosotros tiene la necesidad de que se le eleve de la depresión, de una sensación de temor o de ineptitud, o simplemente de un estado de mediocridad espiritual. Debido a que nos eleva el espíritu y nos ayuda a resistir lo malo y buscar lo bueno, considero que el sentimiento edificador que se recibe con la lectura de las Escrituras, la buena música, el arte o la literatura es un propósito evidente de la revelación.

  5. 5. El quinto propósito de la revelación es el de informar.

    Esto podrá consistir en la inspiración en la que se indique a la persona las palabras que debe pronunciar en una ocasión determinada, tal como en la bendición que pronuncia un patriarca, o en un discurso u otras palabras que se hablen bajo la influencia del Espíritu Santo. El Señor mandó a José Smith y a Sidney Rigdon que elevaran sus voces y expresaran los pensamientos que se les pondrían en el corazón, “porque os será dado en la hora, sí, en el momento preciso, lo que habéis de decir” (D. y C. 100:6; véase también D. y C. 84:85 y D. y C. 124:97).

    En otras circunstancias, la información necesaria se comunica por medio de los tranquilos susurros del Espíritu. Un niño pierde una preciada posesión, ora para recibir ayuda y recibe la inspiración para encontrarla; un adulto tiene un problema en el trabajo, en el hogar o en su investigación de historia familiar, ora y es guiado hacia la información necesaria para resolverlo; un líder de la Iglesia ora para saber a quién desea el Señor que llame para llenar una vacante, y el Espíritu le indica un nombre. En todos esos ejemplos, ya muy conocidos para nosotros, el Espíritu Santo actúa en Su oficio de maestro y revelador, dando a conocer la información y las verdades para la edificación y guía de la persona que la recibe.

  6. 6. El sexto tipo o propósito de la revelación es el refrenarnos de hacer algo.

    La revelación que refrena es una de las formas más comunes de revelación. Con frecuencia se presenta de sorpresa, cuando no hemos solicitado revelación ni guía en un asunto particular; pero si observamos los mandamientos de Dios y vivimos de acuerdo con Su Espíritu, una fuerza represora nos alejará de lo que no debemos hacer.

  7. 7. Una forma habitual de buscar revelación es plantear un curso particular de acción y luego orar por inspiración para que lo ratifique.

    El Señor explicó esta clase de revelación confirmadora cuando Oliver Cowdery fracasó en sus esfuerzos por traducir el Libro de Mormón:

    “He aquí, no has entendido; has supuesto que yo te lo concedería cuando no pensaste sino en pedirme.

    “Pero he aquí, te digo que debes estudiarlo en tu mente; entonces has de preguntarme si está bien; y si así fuere, haré que tu pecho arda dentro de ti; por tanto, sentirás que está bien” (D. y C. 9:7–8).

    El élder Bruce R. McConkie (1915–1985), del Quórum de los Doce Apóstoles, hizo hincapié en la responsabilidad que tenemos de hacer todo lo que podamos antes de buscar una revelación: “Se espera que utilicemos los dones, los talentos, las habilidades, el sentido común, el criterio y el albedrío con los que hemos sido investidos… Se espera que hagamos todo lo que esté dentro de nuestras posibilidades y que después busquemos una respuesta del Señor, un sello confirmador de que hemos llegado a la conclusión correcta”5.

  8. 8. El octavo propósito o tipo de revelación consiste en aquellos momentos en los que el Espíritu motiva a una persona a actuar.

    Éste no es un caso en el que una persona se propone tomar un camino determinado y el Espíritu lo ratifica o lo refrena, sino que es un caso en el que se recibe revelación cuando no se está buscando y que motiva a cierta acción que no se había propuesto. Obviamente, ese tipo de revelación es menos común que los de otras clases, pero el que sea poco común es lo que lo hace aún más significativo.

    De no haber sido por ese tipo de revelación motivadora, mi abuela y los niños a los que cuidaba habrían muerto en el río.

Cuando no se recibe revelación

Antes de concluir, permítanme sugerir unas pocas ideas sobre las revelaciones que no se reciben.

En primer lugar, es preciso entender lo que se puede denominar el principio de la “responsabilidad en la revelación”.

Cuando una persona afirma que ha recibido revelación para guiar a otra que no está bajo su área de responsabilidad —tal como un miembro de la Iglesia que afirme haber recibido revelación para guiar a toda la Iglesia, o una persona que diga que la ha recibido para guiar a otra sobre la cual no tiene ninguna autoridad de acuerdo con el orden de la Iglesia—, se puede estar seguro de que tal revelación no procede del Señor.

No siempre recibimos inspiración o revelación cuando la solicitamos. Algunas veces, tenemos que esperar para recibirla; otras, se nos deja para que empleemos nuestro propio juicio. No se puede forzar lo espiritual. Así tiene que ser. El propósito de nuestra vida respecto a obtener experiencia y desarrollar la fe quedaría truncado si nuestro Padre Celestial tuviera que dirigirnos en cada uno de nuestros actos, aun cuando sea una acción importante. Es preciso que tomemos decisiones y que experimentemos las consecuencias, a fin de desarrollar la confianza en nuestra fe.

Aun en aquellas decisiones que consideramos sumamente importantes, a veces no se nos da una respuesta a nuestras oraciones. Eso no quiere decir que éstas no hayan sido escuchadas, sino que hemos orado por algo que, por una razón u otra, teníamos que decidir por nosotros mismos sin la guía de la revelación. Quizás hayamos pedido guía para elegir entre alternativas que sean igualmente aceptables o inaceptables.

Asimismo, es poco probable que el Espíritu del Señor nos dé revelación en cuestiones triviales.

Si un asunto parece tener poca o ninguna importancia, debemos decidirlo de acuerdo con nuestro propio criterio. Si la decisión es importante por razones que desconocemos, el Señor intervendrá y nos guiará. Si vivimos en armonía con el Espíritu y buscamos su orientación, podemos estar seguros de que recibiremos la guía necesaria para lograr nuestro cometido. El Señor no nos abandonará cuando la elección sea importante para nuestro bienestar eterno.

Sé que Dios vive y que la revelación que concede a Sus hijos es real. Ruego que seamos dignos y estemos dispuestos, y que Él nos bendiga para que progresemos en este principio de la revelación.

Adaptado de un discurso pronunciado en una reunión espiritual en la Universidad Brigham Young el 29 de septiembre de 1981; véase Liahona, diciembre de 1983.

Notas

  1. Artículos de Fe, pág. 254.

  2. “Prayers and Answers”, Ensign, noviembre de 1979, pág. 20.

  3. En Conference Report, abril de 1899, pág. 52.

  4. Véase History of the Church, tomo V, pág. 85.

  5. “Agency or Inspiration—Which?”, en Speeches of the Year, 1972–1973, 1973, págs. 108, 113.