2005
El ejemplo de una hermana
febrero de 2005


Pensamientos clásicos

El ejemplo de una hermana

Tenía una mamita… en Nueva Zelanda. La conocí durante mi primera misión, cuando yo era [joven]. Por aquel entonces me decía hijo mío, y cuando volví como presidente me llamó padre mío….

Cierto día pasé a visitarla, como hacía siempre que estaba por el vecindario, para ver cómo andaba aquella mujer de 80 años que estaba ciega. No residía en una rama organizada ni tenía contacto con el sacerdocio a excepción de los misioneros que la visitaban. Pero no había misioneros porque en aquel entonces estaban lejos, en la guerra.

…Se encontraba en el patio trasero, al lado de una pequeña hoguera. Me disponía a darle la mano y frotar mi nariz contra la suya [un saludo maorí], cuando me dijo: “No me dé la mano, padre mío”.

Le repliqué: “En sus manos sólo hay tierra limpia. Deseo darle la mano; me alegra hacerlo y deseo hacerlo”.

Ella contestó: “Aún no”. Se agachó y gateó hasta la casita. En una esquina había una pala. La tomó y gateó en otra dirección, midiendo la distancia mientras gateaba. Entonces llegó a un punto y comenzó a cavar. Golpeó algo duro. Retiró la tierra con las manos y levantó un gran tarro de cristal de los que se emplean para guardar fruta. Lo abrió, sacó algo y me lo dio. Se trataba de [una gran cantidad de] dinero neocelandés…

“Aquí tiene mi diezmo”, dijo. “Ahora puedo darle la mano al sacerdocio de Dios”.

“Usted no debe tantos diezmos”, comenté.

“Lo sé”, respondió ella. “No los debo ahora, pero prefiero dar algo por adelantado, pues no sé cuándo volverá a visitarme el sacerdocio de Dios”.

Entonces me incliné y froté mi nariz y mi frente contra las suyas y las lágrimas de mis ojos corrieron por sus mejillas.

En Conference Report, octubre de 1948, págs. 159–160.

Matthew Cowley fue ordenado apóstol en 1945. De joven sirvió como misionero en Nueva Zelanda y posteriormente regresó como presidente de misión durante la Segunda Guerra Mundial.