2005
La decisión de ir a la misión
junio de 2005


La decisión de ir a la misión

De niño, mis padres y mis maestras de la Primaria me preguntaban si de mayor serviría en una misión, a lo que yo siempre respondía que sí. Cuando cumplí 12 años, fui ordenado al oficio de diácono. Mis líderes empezaron a decir que en tan sólo siete años me iría al campo misional, aunque a mí me parecía algo muy lejano.

Al ser ordenado maestro, los recordatorios de la misión se hicieron más frecuentes. Cuando fui ordenado presbítero, lo fueron aún más. Empecé a preocuparme porque sólo me quedaban tres años.

Me gustaba la idea de servir en una misión, tal como lo habían hecho algunos de mis hermanos mayores, pero me aterrorizaba la idea de estar lejos de mi familia durante dos años en otra parte del mundo. Me di cuenta de que tenía miedo de ser misionero porque no tenía un deseo fuerte de hacerlo.

Le conté el problema a mi hermana Francisca. Ella se sentó a mi lado y me dijo: “Isaí, entiendo lo que me estás diciendo y tengo dos cosas que decirte. La primera es que la misión es un lugar donde las personas pueden tener el Espíritu el 100 por ciento del tiempo si tienen la mira puesta únicamente en la gloria de Dios. La segunda cosa es que acudas al Señor para que te ayude a tener un mayor deseo de ir a la misión. Él te ayudará”.

Seguí su consejo y comencé a orar para que mi deseo de servir en una misión se fortaleciera.

El 6 de abril de 2000 fue para mí el día de la decisión porque en esa fecha mi compañero de orientación familiar salió para su misión. Fui al aeropuerto a despedirlo. Cuando lo vi subirse al avión, sentí una extraña sensación de querer hacer lo mismo, pero en vez de tener miedo, sentí paz. Entendí que esos sentimientos eran la respuesta a mis oraciones; sabía que el Señor deseaba que sirviera en una misión. Desde ese día, tuve el firme deseo de ser misionero cuando cumpliera 19 años.

Fui llamado a servir en la Misión California San José, de donde acabo de regresar. Aquéllos fueron los mejores años de mi vida. Aprendí que, aunque estaba lejos de mi familia, durante los momentos difíciles, cuando necesitaba ayuda, el Espíritu del Señor me consolaba y acudía en mi ayuda. Llegué a conocer y a amar a mi Padre Celestial y a Jesucristo. Pude decir con toda certeza que el Libro de Mormón es verdadero. Mi testimonio de los profetas vivientes y de la Restauración también creció. Llegué a amar a la gente a la que servía y supe que el don de lenguas es real, porque aprendí a hablar y enseñar en inglés.

Lo que creía que iba a ser un gran sacrificio se convirtió en la bendición más grande de mi vida.

Isaí Limón Torres es miembro del Barrio Matamoros 1, Estaca Matamoros, México.