2006
Guiados por pioneros espirituales
Agosto de 2006


Mensaje de la Primera Presidencia

Guiados por pioneros espirituales

Este verano se cumplirán 159 años desde que los pioneros, bajo la inspirada dirección de Brigham Young, entraron en el Valle del Gran Lago Salado y proclamaron: “Éste es el lugar. ¡Adelante!”1.

Si bien a menudo rendimos honores a los grandes líderes y a aquellos que los siguieron en ese trayecto histórico, deseo hacer mención de otros “pioneros” que precedieron aquel viaje. Al hacerlo, me detengo a pensar en una definición que el diccionario da de la palabra pionero: “Persona que va delante a preparar o abrir el camino a los que vendrán después”2.

Retrocedamos en las páginas de la historia y viajemos a otros lugares a fin de visitar a varias personas que, en mi opinión, merecen llamarse pioneros.

Una de ellas fue Moisés. Criado en la corte de Faraón y enseñado en toda la sabiduría de los egipcios, llegó a ser poderoso en sus palabras y obras. Uno no podría separar a Moisés, el gran legislador, de las tablas de piedra que Dios le dio y sobre las cuales fueron escritos los Diez Mandamientos. Éstos debían obedecerse entonces y deben obedecerse hoy en día.

Moisés soportó constante frustración cuando algunos de sus fieles seguidores volvieron a sus costumbres anteriores. Aunque lo desilusionaron con sus acciones, él siguió amando y guiando a los hijos de Israel, y los sacó de la esclavitud egipcia. Ciertamente Moisés fue un pionero.

Otra persona que fue pionera es Rut, quien dejó a su pueblo, a sus familiares y su país a fin de acompañar a Noemí, su suegra, para adorar a Jehová en Su tierra y adoptar las costumbres de Su pueblo. Cuán importante fue la obediencia que Rut le rindió a Noemí y el posterior matrimonio con Booz, por medio de quien ella —la forastera y conversa moabita— llegó a ser bisabuela de David y, por consiguiente, antepasada de Jesucristo.

El libro de la Santa Biblia que lleva su nombre contiene un lenguaje de estilo poético que refleja su espíritu de determinación y valentía. “Respondió Rut: No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios.

“Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada; así me haga Jehová, y aun me añada, que sólo la muerte hará separación entre nosotras dos”3.

Sí, Rut, la preciada Rut, fue pionera.

También otras mujeres fieles fueron pioneras, tales como María, la madre de Jesús; María Magdalena; Ester y Elisabet. No debemos olvidar a Abraham, a Isaac y a Jacob, ni a Isaías, a Jeremías, a Ezequiel, ni a algunas otras personas de épocas posteriores.

El precursor

Recordemos a Juan el Bautista. Su vestimenta era sencilla, su vida austera y su mensaje breve: fe, arrepentimiento, bautismo por inmersión y el otorgamiento del Espíritu Santo por medio de una autoridad mayor de la que él mismo poseía. Él declaró: “…Yo no soy el Cristo, sino que soy enviado delante de él”4. “…Yo a la verdad os bautizo en agua; pero viene uno más poderoso que yo… él os bautizará en Espíritu Santo y fuego”5.

El río Jordán es el lugar histórico adonde fue Jesús desde Galilea para que Juan lo bautizara. Al principio, Juan le suplicó al Maestro: “…Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?”6. Y la respuesta de Jesús fue: “…Deja ahora, porque así conviene que cumplamos con toda justicia… Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi hijo amado, en quien tengo complacencia”7.

Juan dijo y enseñó manifiestamente: “…He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”8.

En cuanto a Juan, el Señor declaró: “…Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista”9.

Al igual que muchos otros pioneros que se destacan en los anales de la historia, Juan llevó la corona de los mártires.

Los apóstoles del Salvador

Muchos de los que fueron pioneros en espíritu y en acción fueron llamados por Jesús para que fuesen Sus apóstoles. Mucho podría decirse de cada uno de ellos.

Pedro fue uno de los primeros discípulos de Jesús. Respondiendo al llamado divino, Pedro el pescador dejó a un lado sus redes y obedeció la invitación del Maestro: Ven “en pos de mí, y [te] haré [pescador] de hombres”10. No me es posible pensar en Pedro sin admirar su testimonio del Señor: “…Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”11.

La historia registra que Juan el Amado es el único de los Doce que estuvo presente en la crucifixión de Cristo. Desde la horrenda cruz, Jesús dio a Juan un magnífico cometido. Refiriéndose a Su madre, le dijo: “…He ahí tu madre”12, y a ella le dijo: “…Mujer, he ahí tu hijo”13.

Los apóstoles continuaron entonces, mostrando a los demás el camino que era preciso seguir. Ellos también fueron pioneros.

La historia atestigua, no obstante, que la mayoría de los hombres no vinieron a Cristo ni siguieron el camino que Él enseñó. El Señor fue crucificado, se dio muerte a la mayoría de los apóstoles y se rechazó la verdad. La luz brillante del conocimiento se apagó y las sombras de una noche oscura, al prolongarse, envolvieron la tierra.

Con anterioridad, Isaías había profetizado: “…tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones”14. Amós había predicho el hambre en la tierra: “…no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová”15. Las oscuras edades de la historia parecía que nunca acabarían. ¿No habrían de aparecer mensajeros celestiales?

En busca de la luz

A su debido tiempo, algunos hombres sinceros y de corazón anhelante, arriesgando su propia vida, intentaron definir los puntos doctrinales que les ayudaran a encontrar el verdadero camino. El día de la Reforma amanecía, pero el camino hacia adelante era difícil. Las persecuciones habían de ser muy rigurosas, el sacrificio personal sería espantoso y el precio que habría que pagarse, incalculable. Los reformadores fueron pioneros, puesto que abrieron nuevos caminos en su desesperada búsqueda de los puntos doctrinales perdidos que, según pensaban, guiarían a la humanidad en el camino de regreso a la verdad que enseñó Jesús.

Wycliffe, Lutero, Huss, Zwingly, Knox, Calvino y Tyndale, todos ellos fueron pioneros durante el período de la Reforma. La declaración de Tyndale a sus críticos fue muy significativa: “Yo haré posible que un sencillo muchacho de granja sepa más que ustedes acerca de las Escrituras”16.

Tales fueron las enseñanzas y la vida de los grandes reformadores. Sus hechos fueron heroicos; sus aportaciones, numerosas; sus sacrificios, enormes; pero ellos no restauraron el Evangelio de Jesucristo.

Con respecto a los reformadores, cabría preguntarse: “¿Fue en vano su sacrificio? ¿Fue inútil su lucha?”. Yo respondo con un bien sopesado no. Tras la Reforma, la Santa Biblia llegó a estar al alcance de la gente. Toda persona podía ya buscar su propio camino hacia la verdad. ¡Ah, si tan sólo todos hubiesen sabido leer y entender! Pero algunos sabían leer, otros podían prestar oídos y todos tenían acceso a Dios mediante la oración.

El tan largamente esperado día de la Restauración verdaderamente llegó. Para hacer un repaso de aquel acontecimiento trascendental de la historia del mundo, recordemos el testimonio del muchacho de granja que llegó a ser Profeta, el testigo que estuvo presente el día de la Restauración, a saber, José Smith.

Ya rompe el alba

Al describir su experiencia, José dijo: “…un día estaba leyendo la Epístola de Santiago, primer capítulo y quinto versículo, que dice: Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada”17.

“Finalmente llegué a la conclusión de que tendría que permanecer en tinieblas y confusión, o de lo contrario, hacer lo que Santiago aconsejaba, esto es, recurrir a Dios…

“…me retiré al bosque para hacer la prueba. Fue por la mañana de un día hermoso y despejado, a principios de la primavera de 1820…

“…me arrodillé y empecé a elevar a Dios el deseo de mi corazón…

“…vi una columna de luz, más brillante que el sol, directamente arriba de mi cabeza; y esta luz gradualmente descendió hasta descansar sobre mí…

“…Al reposar sobre mí la luz, vi en el aire arriba de mí a dos Personajes, cuyo fulgor y gloria no admiten descripción. Uno de ellos me habló, llamándome por mi nombre, y dijo, señalando al otro: Éste es mi Hijo Amado: ¡Escúchalo!”18.

El Padre y Su Hijo Jesucristo aparecieron a José Smith. La mañana de la dispensación del cumplimiento de los tiempos había llegado, disipando así las tinieblas de largos siglos de noche espiritual.

Se han escrito muchos libros acerca de la vida y de los logros de José Smith, pero quizás el hacer resaltar un par de puntos sobresalientes sea suficiente: Él recibió la visita del ángel Moroni. De las planchas preciosas que se le entregaron, tradujo el Libro de Mormón, con un nuevo testimonio de Cristo a todo el mundo. Fue un instrumento en las manos del Señor, de quien recibió maravillosas revelaciones relacionadas con el establecimiento de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Durante su ministerio, lo visitaron Juan el Bautista, Moisés, Elías el profeta, Pedro, Santiago y Juan a fin de que se llevara a cabo la restauración de todas las cosas. Soportó persecuciones y sufrió profundamente, como también sus seguidores. Él confió en Dios y fue fiel a su llamamiento profético. Dio comienzo a una obra misional maravillosa por todo el mundo, la cual hoy lleva la luz y la verdad a las almas del género humano. Al final, José Smith murió mártir, como también su hermano Hyrum.

José Smith fue un verdadero pionero.

El Ser que cambió al mundo

Al leer las páginas de la historia bíblica desde el principio hasta el fin, aprendemos acerca del Pionero Supremo, sí, Jesucristo. Los antiguos profetas predijeron Su nacimiento y un ángel lo anunció en la tierra. Su vida y Su ministerio han transformado al mundo.

Con el nacimiento del Niño en Belén, se recibió un don maravilloso, un poder más fuerte que las armas, un tesoro más duradero que las monedas del César. Ese Niño había de ser Rey de reyes y Señor de señores, el Mesías Prometido, a saber, Jesucristo, el Hijo de Dios. Nació en un establo, fue acunado en un pesebre y vino del cielo para vivir en la tierra como hombre mortal y establecer el reino de Dios. Durante Su ministerio terrenal, Él enseñó a los hombres una ley mayor. Su maravilloso Evangelio reestructuró las ideas del mundo. Bendijo a los enfermos, hizo que el cojo caminara, que el ciego viese y que el sordo oyera. Aun restituyó la vida a los muertos.

Un pasaje del libro de los Hechos es muy elocuente: Jesús “anduvo haciendo bienes… porque Dios estaba con él”19.

Él nos enseñó a orar: “…Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”20.

En el jardín conocido por el nombre de Getsemaní, donde Su sufrimiento fue tan grande que sudó sangre por Sus poros, Él suplicó al orar: “…Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”21.

Él nos enseñó a servir: “…De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”22.

Él nos enseñó a perdonar: “Yo, el Señor, perdonaré a quien sea mi voluntad perdonar, mas a vosotros os es requerido perdonar a todos los hombres”23.

Él nos enseñó a amar: “…Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.

“Este es el primero y grande mandamiento.

“Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”24.

Como el verdadero pionero que fue, Él nos invita: “…ven, sígueme”25.

Vayamos ahora a Capernaum. Allí, Jairo, uno de los principales de la sinagoga, fue al Maestro y le dijo: “…Mi hija está agonizando; ven y pon las manos sobre ella para que sea salva, y vivirá”26. Entonces llegó la noticia de casa de Jairo: “…Tu hija ha muerto”27.

Y Cristo respondió: “…No temas, cree solamente”28. Entonces se dirigió a la casa y, pasando junto a los que se lamentaban, les dijo: “…¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no está muerta, sino duerme. Y se burlaban de él”,29 sabiendo que estaba muerta. “…Más él, echando fuera a todos… Y tomando la mano de la niña, le dijo: …Niña, a ti te digo, levántate. Y luego la niña se levantó y andaba… Y se espantaron grandemente”30.

El Primero en resucitar

Me agota emocionalmente el relatar los sucesos que precedieron a la crucifixión del Maestro. Me estremezco al leer sobre cuando Pilato respondió a la multitud que daba voces, diciendo: “…¡Crucifícale, ¡crucifícale!”31. Pilato “…tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo; allá vosotros”32. Se burlaron de Jesús, escupieron sobre Él y le pusieron una corona de espinas en la cabeza. Le dieron a beber vinagre. Y lo crucificaron.

Depositaron Su cuerpo en una tumba prestada, pero no había tumba que pudiese retener al cuerpo del Señor. Muy de mañana, al tercer día, les llegó el grato mensaje a María Magdalena, a María, la madre de Santiago, y a las otras mujeres que estaban con ellas. Cuando llegaron al sepulcro, vieron apartada la gran piedra de la entrada y se dieron cuenta de que la tumba estaba vacía. Dos ángeles les dijeron a las sollozantes mujeres: “…¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha resucitado”33.

Sí, verdaderamente, el Señor había resucitado. Apareció a María; lo vio Cefas, o sea, Pedro, y luego lo vieron Sus hermanos de los Doce. José Smith y Sydney Rigdon lo vieron, y José declaró: “…éste es el testimonio, el último de todos, que nosotros damos de él: ¡Que vive! Porque lo vimos, sí, a la diestra de Dios”34.

Nuestro Mediador, nuestro Redentor, nuestro Hermano, nuestro Abogado ante el Padre murió por nuestros pecados y por los pecados de toda la humanidad. La expiación de Jesucristo fue un acto preordenado pero voluntario del Hijo Unigénito de Dios. Él ofreció Su vida como rescate redentor de todos nosotros.

Su misión, Su ministerio entre los hombres, Sus enseñanzas de la verdad, Sus actos de misericordia, Su inquebrantable amor por nosotros inspira nuestra gratitud y enternece nuestro corazón. Jesucristo, el Salvador del mundo —sí, el Hijo de Dios—, fue y es el Pionero Supremo, porque Él fue primero, mostrando a todos los demás el camino que es preciso seguir. Sigámosle siempre.

Ideas para los maestros orientadores

Una vez que se prepare por medio de la oración, comparta este mensaje empleando un método que fomente la participación de las personas a las que enseñe. A continuación figuran algunos ejemplos:

  1. Pida a un miembro de la familia que defina la palabra pionero y lea la definición de la misma que se encuentra en este artículo. Mencione algunos de los ejemplos que da el presidente Monson con el fin de mostrar cómo los pioneros han preparado espiritualmente el camino para nosotros. Pida a los miembros de la familia que den algunos ejemplos de personas que les hayan preparado el camino. Analicen cómo podemos retener el espíritu pionero y guiar a otras personas. Comparta el ejemplo de algún “pionero” que haya sido de gran importancia para usted.

  2. Muestre las ilustraciones de los pioneros que figuran en este artículo. Permita a los miembros de la familia elegir por turnos una ilustración y explicar de qué manera el personaje elegido fue un pionero. Pregunte cómo podemos demostrar nuestro agradecimiento por el legado de esos pioneros espirituales. Exprese su testimonio del Salvador como “el Pionero Supremo”.

  3. Guíe a la familia en una pequeña caminata. Deténgase en diversos puntos y relate los ejemplos sobre los pioneros que el presidente Monson describió. Lea la definición de lo que es ser pionero e invite a alguien a guiarlos por el camino de vuelta a casa. Invite a los miembros de la familia a esforzarse por ser pioneros.

Notas

  1. Citado en Wilford Woodruff, “Celebration of Pioneers’ Day”, The Utah Pioneers, 1880, pág. 23.

  2. Oxford English Dictionary, 1971, “pioneer”, pág. 2.182; traducción.

  3. Rut 1:16–17.

  4. Juan 3:28.

  5. Lucas 3:16.

  6. Mateo 3:14.

  7. Mateo 3:15–17.

  8. Juan 1:29.

  9. Mateo 11:11.

  10. Mateo 4:19.

  11. Mateo 16:16.

  12. Juan 19:27.

  13. Juan 19:26.

  14. Isaías 60:2.

  15. Amós 8:11.

  16. Citado en S. Michael Wilcox, Fire in the Bones: William Tyndale—Martyr, Father of the English Bible, 2004, pág. 47.

  17. José Smith—Historia 1:11.

  18. José Smith—Historia 1:13–17.

  19. Hechos 10:38.

  20. Mateo 6:9–10.

  21. Lucas 22:42.

  22. Mateo 25:40.

  23. D. y C. 64:10.

  24. Mateo 22:37–39.

  25. Lucas 18:22.

  26. Marcos 5:23.

  27. Marcos 5:35.

  28. Marcos 5:36.

  29. Marcos 5:39–40.

  30. Marcos 5:40–42.

  31. Lucas 23:21.

  32. Mateo 27:24.

  33. Lucas 24:5–6.

  34. D. y C. 76:22–23.