2009
Cuidémonos de los peligros internos: La leyenda de Mixco Viejo
Agosto 2009


Cuidémonos de los peligros internos La leyenda de Mixco Viejo

Tomándose un respiro durante sus tareas de soldadura, Byron Iquic se levanta la visera y se seca el sudor de la frente. El presidente Iquic, presidente de la Rama San Juan, Estaca Florida, Ciudad de Guatemala, está construyendo una nueva casa para su esposa Etelvina y para sus cuatro hijos.

Ama a su familia y desea que la casa sea cómoda, pero también quiere que sea segura y sólida. Las cerraduras, las luces, el techo y las paredes resistentes son sólo algunos de los detalles que protegerán a su familia del hombre y de los elementos.

Mientras habla de proteger a su preciada familia, hace una pausa. El presidente Iquic conoce bien la leyenda de Mixco Viejo; es decir, sabe que a pesar de lo eficaz que sea una casa para impedir la entrada a ciertas cosas, los mayores peligros podrían venir de aquello que la familia permita que entre.

La caída de Mixco Viejo

Mixco Viejo, una ciudad en ruinas cercana a la casa de la familia Iquic, fue fundada allá por el año 900 a.C. Antes de su caída hace aproximadamente 500 años, debió haber presentado un aspecto imponente. La ciudad fortificada se erguía sobre una serie de elevadas colinas con faldas empinadas por todos lados. Los arqueólogos calculan que la ciudad llegó a albergar a más de 1.500 personas, y a otras 7.000 más en los valles colindantes.

Partes de la historia de la caída de Mixco no están muy claras, pero la leyenda es instructiva. En 1525, el conquistador español Pedro Alvarado asedió Mixco Viejo. Los españoles y sus aliados indígenas procuraron tomar la ciudad durante más de un mes y sufrieron grandes pérdidas. No obstante, Mixco Viejo se mantuvo aparentemente impenetrable.

Sin embargo, la leyenda cuenta que existía otro camino, un pasaje secreto que conducía a la ciudad desde una cueva que estaba a cierta distancia, un pasaje que el pueblo de Mixco Viejo no había creído necesario defender, ya que era sumamente pequeño y estaba muy bien escondido.

Los españoles lo encontraron; se aprovecharon de la pequeña abertura que los habitantes de la ciudad habían dejado en sus defensas, sorprendiéndolos desde adentro y destruyendo Mixco Viejo.

Detección de los puntos débiles

El presidente Iquic considera que los hogares y las familias son similares a Mixco Viejo, ya que afrontan un asedio espiritual en el que Satanás “hace la guerra a los santos de Dios, y los rodea por todos lados” (D. y C. 76:29).

“El enemigo siempre está buscando la manera de entrar”, dice el hermano Iquic. “No debe encontrarnos dormidos”.

No existe muro físico ni espiritual que sea capaz de impedir el paso a un enemigo que encuentre una puerta desatendida. Los profetas de Dios han advertido de las aberturas peligrosas por las que el enemigo puede entrar, sin importar cuán firme sea el muro. Muchas de estas puertas tienen que ver con lo que vemos, con lo que escuchamos y con la manera en que pasamos el tiempo; no obstante, una vez que hayamos oído las advertencias proféticas, de nosotros depende el decidir cómo actuaremos.

Fortalezcamos a nuestra familia

El Espíritu Santo es un elemento esencial a la hora de juzgar si lo que hacemos nos fortalece o nos debilita.

“La manera de juzgar es tan clara… como la luz del día [se distingue] de la obscuridad de la noche”, enseñó Mormón. “Pues he aquí, a todo hombre se da el Espíritu de Cristo para que sepa discernir el bien del mal” (Moroni 7:15–16).

“Necesitamos al Espíritu Santo para que sea nuestro guía”, afirma el presidente Iquic. “Debemos incorporar en nuestra vida aquello que invite al Espíritu Santo, y eliminar aquello que lo ofenda”.

“La norma es clara”, enseñó el élder David A. Bednar, del Quórum de los Doce Apóstoles. “Si algo que pensemos, veamos, escuchemos o hagamos nos separa del Espíritu Santo, entonces debemos dejar de pensar, ver, escuchar o hacer eso… Es posible tener ‘…al Espíritu Santo [como nuestro] guía…’ (D. y C. 45:57) y es esencial tenerlo para nuestro progreso espiritual y para sobrevivir en un mundo cada vez más inicuo”.1

La reconstrucción de los muros

En la actualidad, hay personas que trabajan por preservar y reconstruir las ruinas de Mixco Viejo, una ardua labor después de quinientos años.

El presidente y la hermana Iquic están procurando preservar a su familia y fortalecerla contra el mundo, lo cual es también una tarea difícil aunque posible mediante la oración familiar (véase D. y C. 10:5), el estudio familiar de las Escrituras (véase 1 Nefi 15:23–24), la noche de hogar (véase 2 Nefi 25:26), así como al enseñar la importancia de la obediencia (véase D. y C. 88:34).

El presidente y la hermana Iquic también están enseñando el arrepentimiento, ya que comprenden que, a pesar de todo lo que ellos y su familia hagan para protegerse, quizá haya más puertas de las que sea posible defender, y en momentos de debilidad, ocasionados por la distracción, alguien podría caer.

Como preparación para esos momentos, el presidente y la hermana Iquic son conscientes de que deben enseñar a sus hijos no sólo la fe en Jesucristo y Su expiación, sino también el arrepentimiento (véase D. y C. 68:25), para que cuando cometan errores, perciban la fisura en el muro y sepan cómo repararla.

“La tentación siempre estará presente”, dice el presidente Iquic. “Debemos reconocer nuestros errores y arrepentirnos rápidamente; de lo contrario, los errores obstaculizarán nuestro progreso y nos alejarán de la protección del Espíritu”.

La luz del sol va desvaneciéndose, y teniendo presente la leyenda de Mixco Viejo, el presidente Iquic deja a un lado sus herramientas y reúne a su familia para hacer la oración mientras avanza la oscuridad de la noche.

Nota

  1. David A. Bednar, “Para que siempre podamos tener Su Espíritu con nosotros”, Liahona, mayo de 2006, pág. 30.

Además de esforzarse por proteger a sus hijos de los peligros espirituales, Byron Iquic y su esposa Etelvina les enseñan acerca del arrepentimiento, en caso de que el enemigo consiga deslizarse a través de las defensas de la familia.

Fotografías por Adam C. Olson.

Arriba: Byron Iquic, su esposa Etelvina, y sus hijos (de izquierda a derecha) Briseida, Byron, Glenda y Nelson visitan las ruinas de Mixco Viejo, Guatemala. Según la leyenda, esta ciudad bien fortificada se conquistó únicamente después de que el enemigo encontró un pasaje secreto para entrar.