2010
Una noche de hogar que perdura
Enero 2010


Una noche de hogar que perdura

Sergio Trejo Reyes, Jalisco, México

Años atrás, comenzamos una noche de hogar cantando “El alba ya rompe, el mundo despierta” (“El alba ya rompe”, Himnos, N° 24). Cuando les pedimos a cada uno de nuestros hijos que sugiriera una actividad para llevar a cabo esa semana, Fernando, de cinco años, dijo lo siguiente de una manera digna de compasión: “Quiero ver cómo es cuando rompe el alba y el mundo despierta”. Nos esforzamos mucho por explicarle todas las cosas que sucedían: cómo sale el sol, sopla la brisa de la mañana y el rocío brilla sobre el paisaje; pero él no se conformaba con eso. “Quiero verlo”, repitió.

De modo que el jueves, a las cuatro de la mañana, nos levantamos, nos subimos al auto y fuimos a un lugar desde donde se apreciaba claramente el cielo del este. El amanecer de ese día pareció provenir del cielo mismo: círculos amarillos se transformaron en un brillante color coral a medida que la gran curvatura del sol se dejó ver. Fue algo glorioso.

Treinta años más tarde, el hijito de Fernando, Fernandito, estaba de visita. “¿Sabes qué, abuelita?”, dijo, “papá nos llevó a ver el amanecer”.