2018
¿Se había olvidado Dios de mí?
March 2018


¿Se había olvidado Dios de mí?

Edwin F. Smith

Utah, EE. UU.

Imagen
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Ilustración por Allen Garns.

Había buscado por todas partes; dos veces había conducido desde la oficina hasta el taller de construcción en busca de las partes esenciales que se necesitaban para terminar una grúa que debíamos enviar a una instalación militar. Estaba programado enviarla en dos días, justo a tiempo para cumplir con la fecha de entrega acordada. Mi compañía afrontaría duras sanciones si no honrábamos nuestro compromiso.

Entré al depósito de la oficina y una vez más busqué las partes perdidas. Inspeccioné cada caja y volví a confirmar que las partes ciertamente se habían encargado. Era demasiado tarde pare volver a encargarlas antes de la fecha de entrega. Me sentía descorazonado. Me dirigí a casa, aún tratando de averiguar cómo resolver el problema.

Ofrecí una oración breve y poco sincera antes de acostarme y traté de dormir un poco. En mi mente, repasé todo lo que había hecho más temprano ese día, con la esperanza de que recordaría algo que se me hubiera pasado por alto. Di vueltas en la cama hasta las 3 de la mañana.

Finalmente me senté. Observé la almohada que había puesto en el suelo para recordarme que debía orar. No tenía ganas de orar; había orado todo el día, pero sentía que nada de lo que dije marcaba la diferencia. ¿Se había olvidado Dios de mí?

Sin tener a quién acudir, me puse de rodillas y comencé a orar. Le pregunté al Padre Celestial si Él estaba al tanto de mi situación. “Padre Celestial”, supliqué, “ sabes dónde están las partes perdidas. ¿Podrías hacérmelo saber a mí también, hoy?”.

Más tarde esa mañana, caminé hasta mi oficina. Dejé mi maletín sobre el escritorio y sentí que debía revisar el depósito por última vez. Entré al depósito y eché un vistazo a las cajas que había revisado varias veces el día anterior. Una caja grande me llamó la atención; algo no se veía bien.

Al mirarla más detenidamente observé que no se trataba de una caja, sino de dos cajas, una dentro de la otra. Levanté la caja de arriba y la separé de la otra. En la caja de abajo, ¡encontré las partes! Ofrecí una oración de gratitud y regresé a mi oficina para notificar a los fabricantes que había hallado las partes perdidas.

De repente, me di cuenta de que no solo había encontrado las partes, sino que también descubrí que el Padre Celestial sabía dónde me encontraba y que yo era importante para Él. Dios no se había olvidado de mí, y jamás lo hará.