2018
Correr a la Iglesia
2018 de julio


Correr EN la Iglesia

Daniel R. Thompson, California, EE. UU.

Imagen
running around church parking lot

Ilustración por Allen Garns.

Un día, buscando un lugar donde correr, decidí probar hacerlo en el estacionamiento de una iglesia en mi vecindario. Me gustó porque estaba bien alumbrado y pavimentado. Calculé que correr de 10 a 15 veces alrededor del edificio completaría mi entrenamiento de unos cinco kilómetros.

Mis vueltas por el estacionamiento continuaron de forma intermitente durante tres años. De vez en cuando veía a personas en el estacionamiento, porque a veces corría durante los servicios dominicales u otras actividades.

Varias veces tuve la impresión de hablar con alguien acerca de la Iglesia, pero no tenía idea de cómo hacerlo. Una noche, en el camino del trabajo a casa decidí parar y entrar a ver si encontraba a alguien ahí. Al entrar a la capilla, encontré a los misioneros mientras terminaban sus entrevistas con su presidente de misión. Me presenté y nos sentamos en el vestíbulo. Ahí fue donde me enseñaron la primera lección del Evangelio.

Durante el siguiente par de semanas, continué reuniéndome con los misioneros. Cuando asistí a la reunión sacramental, los miembros me mostraron amor, aceptación, hermanamiento y ánimo. Mientras meditaba en lo que estaba aprendiendo, me di cuenta de que mi curiosidad por la Iglesia se había convertido en la necesidad de tomar la decisión de bautizarme. Sentía que el Espíritu me estaba animando a hacer lo que mi Padre Celestial quería que hiciera, pero continué luchando con la decisión. Finalmente me bauticé en noviembre de 2001, a los 36 años de edad.

Mi decisión de ir a correr al estacionamiento de la iglesia pareció común y corriente en ese momento, sin embargo, me llevó a mi mayor bendición: mi membresía en la Iglesia, conocer a mi maravillosa esposa Jennefer y ser sellado a ella por tiempo y eternidad en el Templo de San Diego, California.

Así que si ven a alguien haciendo ejercicio en el estacionamiento de su iglesia, ¡preséntense! Nunca se sabe, ¡él o ella pueden llegar a ser un nuevo miembro del barrio!