2018
Las mujeres y el aprendizaje del Evangelio en el hogar
Noviembre de 2018


Las mujeres y el aprendizaje del Evangelio en el hogar

El Salvador es su ejemplo perfecto del importante papel que ustedes tendrán en Su iniciativa de dar un mayor énfasis en el aprendizaje del Evangelio en el hogar.

Mis amadas hermanas, es maravilloso reunirse con ustedes. Esta es una época emocionante en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. El Señor está derramando conocimiento sobre Su Iglesia como prometió que lo haría.

Recuerdan que dijo: “¿Hasta cuándo pueden permanecer impuras las aguas que corren? ¿Qué poder hay que detenga los cielos? Tan inútil le sería al hombre extender su débil brazo para contener el río Misuri en su curso decretado, o volverlo hacia atrás, como evitar que el Todopoderoso derrame conocimiento desde el cielo sobre la cabeza de los Santos de los Últimos Días”1.

Parte de cómo el Señor está compartiendo conocimiento se relaciona con acelerar Su derramamiento de la verdad eterna sobre las cabezas y en los corazones de Su pueblo. Él ha dejado claro que las hijas del Padre Celestial desempeñan una función importante en este milagroso aceleramiento. Una evidencia del milagro es que guía a Su profeta viviente a poner un énfasis mucho más grande en la instrucción del Evangelio en el hogar y en la familia.

Se preguntarán: “¿Y eso cómo hace que las hermanas fieles sean una fuerza primordial para ayudar al Señor a derramar conocimiento sobre Sus santos?”. El Señor da la respuesta en “La Familia: Una Proclamación para el Mundo”. Ustedes recuerdan las palabras, pero quizás vean un nuevo significado y reconozcan que el Señor vio con antelación estos cambios emocionantes que están ocurriendo ahora. En la proclamación, Él da a las hermanas la responsabilidad de ser las educadoras principales del Evangelio en la familia con estas palabras: “La madre es principalmente responsable del cuidado de sus hijos”2. Esto incluye la educación de la verdad y el conocimiento del Evangelio.

La proclamación continúa: “… el padre y la madre, como compañeros iguales, están obligados a ayudarse el uno al otro”3. Son compañeros iguales, similares en su potencial de crecimiento espiritual y adquisición de conocimiento, por tanto están unidos cuando se ayudan el uno al otro. Son iguales en su destino divino de ser exaltados juntos. De hecho, el hombre y la mujer no pueden ser exaltados solos.

¿Por qué, entonces, una hija de Dios, donde hay una relación de unidad e igualdad, recibe la responsabilidad principal de sustentar con el nutriente más importante que todos debemos recibir, el conocimiento de la verdad que viene del cielo? Hasta donde puedo ver, esa ha sido la manera del Señor desde que las familias fueron creadas en este mundo.

Por ejemplo, fue Eva quien recibió el conocimiento de que Adán necesitaba participar del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal para que así guardaran todos los mandamientos de Dios y formaran una familia. No sé por qué este vino primero a Eva, pero Adán y Eva estaban perfectamente unidos cuando se derramó el conocimiento sobre Adán.

Otro ejemplo de cómo utiliza el Señor los dones de cuidar que tienen las mujeres es la manera en que Él fortaleció a los hijos de Helamán. Me emociono cuando leo el relato y luego recuerdo las sosegadas palabras de seguridad de mi propia madre cuando dejé el hogar para ir al servicio militar.

Helamán registró:

“… sus madres les habían enseñado que si no dudaban, Dios los libraría.

“Y me repitieron las palabras de sus madres, diciendo: No dudamos que nuestras madres lo sabían”4.

Aunque no sé todas las razones del Señor para dar a las hermanas fieles la responsabilidad principal de educar en la familia, creo que tiene que ver con su capacidad de amar. Se requiere gran amor para sentir las necesidades de otro más que las propias. Ese es el amor puro de Cristo por la persona a la que cuidas. Ese sentimiento de caridad viene de la persona que ha sido escogida para cuidar y nutrir, que ha llegado a ser digna de los efectos de la expiación de Jesucristo. El lema de la Sociedad de Socorro, que mi propia madre ejemplificó, me parece inspirador: “La caridad nunca deja de ser”.

Como hijas de Dios, ustedes tienen una gran capacidad innata de sentir las necesidades de los demás y de amar. A su vez, eso las hace más sensibles a los susurros del Espíritu. El Espíritu entonces puede guiar lo que piensan, lo que dicen y lo que hacen para cuidar a las personas de manera que el Señor pueda derramar conocimiento, verdad y valor sobre ellas.

Ustedes hermanas que escuchan mi voz están en un lugar único en su recorrido por la vida. Algunas son niñas que están en la Sesión General de Mujeres por primera vez. Algunas son jovencitas preparándose para ser las educadoras que Dios quiere que sean. Algunas están recién casadas y todavía no tienen hijos; otras son madres jóvenes con un hijo o más. Algunas son madres de adolescentes y otras con hijos en el campo misional. Algunas tienen hijos cuya fe se ha debilitado y están lejos de casa. Algunas viven solas sin un compañero fiel. Otras son abuelas.

Sin embargo, cualesquiera que sean sus circunstancias personales, ustedes son parte —una parte importante— de la familia de Dios y de su propia familia, ya sea en el futuro, en este mundo o en el mundo de los espíritus. Su responsabilidad de parte de Dios es educar a tantos hijos de Él y miembros de la familia de ustedes como puedan con su amor y su fe en el Señor Jesucristo.

Su desafío común es saber a quién educar, cómo y cuándo. Ustedes necesitan la ayuda del Señor. Él conoce los corazones de los demás, sabe cuándo están listos para aceptar su sustento. Su oración de fe será fundamental para su éxito. Pueden contar con recibir Su guía.

Él dio este consejo: “Pedid al Padre en mi nombre con fe, creyendo que recibiréis, y tendréis el Espíritu Santo, que manifiesta todas las cosas que son convenientes a los hijos de los hombres”5.

Además de la oración, el estudio serio de las Escrituras será parte de su poder creciente de educar. Aquí está la promesa: “Ni os preocupéis tampoco de antemano por lo que habéis de decir; mas atesorad constantemente en vuestras mentes las palabras de vida, y os será dado en la hora precisa la porción que le será medida a cada hombre”6.

De manera que dediquen más tiempo a orar, reflexionar y meditar sobre los asuntos espirituales. El conocimiento de la verdad se derramará sobre ustedes y aumentará el poder para cuidar y educar a otros en su familia.

Habrá momentos en los que sentirán que su progreso en el proceso de aprender a educar de la mejor manera es lento. Requerirá fe para perseverar. El Salvador ofreció estas palabras de aliento:

“Por tanto, no os canséis de hacer lo bueno, porque estáis poniendo los cimientos de una gran obra. Y de las cosas pequeñas proceden las grandes.

“He aquí, el Señor requiere el corazón y una mente bien dispuesta; y los de buena voluntad y los obedientes comerán de la abundancia de la tierra de Sion en estos postreros días”7.

Su presencia esta noche es evidencia de que están dispuestas a aceptar la invitación del Señor de cuidar a los demás. Eso es verdad incluso para las mujeres más jóvenes que están aquí esta noche. Pueden saber a quién de su familia pueden cuidar y educar. Si oran con verdadera intención, un nombre o un rostro vendrá a su mente. Si oran para saber qué hacer o qué decir, sentirán la respuesta. Cada vez que obedezcan, su poder para cuidar y educar aumentará. Estarán preparadas para el día en que eduquen a sus propios hijos.

Las madres de adolescentes pueden orar para saber cómo cuidar a aquel hijo o hija que parece que no responde a sus cuidados. Podrían orar para saber quién tiene la influencia espiritual que su hijo necesita y que aceptaría. Dios escucha y responde tales oraciones sinceras de madres preocupadas y envía ayuda.

También, una abuela aquí esta noche puede sentir angustia por las tensiones y dificultades de sus hijos y nietos. Ustedes podrían armarse de valor y dirección de las experiencias de las familias en las Escrituras.

Desde la época de Adán y Eva, pasando por el padre Israel y en cada familia del Libro de Mormón, hay una lección firme sobre lo que se debe hacer con respecto a la pena por los hijos indiferentes: nunca dejen de amar.

Tenemos el ejemplo alentador del Salvador cuando sustentó a los rebeldes hijos en espíritu de Su Padre Celestial. Incluso cuando ellos y nosotros causamos dolor, la mano del Salvador aún está extendida8. Él habló en 3 Nefi de Sus hermanas y hermanos espirituales, a quienes había intentado sin éxito: “oh pueblo… que sois de la casa de Israel, cuántas veces os he juntado como la gallina junta sus polluelos bajo las alas, y os he nutrido”9.

Para las hermanas en cada etapa del recorrido de la vida, en cada situación familiar y en cualquier cultura, el Salvador es su ejemplo perfecto del importante papel que ustedes tendrán en Su iniciativa de dar un mayor énfasis en el aprendizaje del Evangelio en el hogar y en la familia.

Ustedes aportarán su inherente sentimiento de caridad para producir cambios en las actividades y prácticas de su familia. Eso traerá un mayor crecimiento espiritual. Cuando oren con los miembros de la familia, y por ellos, sentirán el amor que ustedes y el Salvador tienen por ellos. Eso llegará a ser más y más su don espiritual en la medida en que lo busquen. Los miembros de la familia lo sentirán a medida que oren con más fe.

Cuando la familia se reúna para leer las Escrituras en voz alta, ustedes ya las habrán leído y orado por ellos a fin de prepararse. Habrán encontrado momentos para orar para que el Espíritu ilumine su mente. Entonces, cuando sea su turno de leer, los miembros de la familia sentirán su amor por Dios y por Su palabra. Serán nutridos por Él y por Su Espíritu.

Ese mismo derramamiento se puede repetir en cualquier reunión familiar si oran y lo planifican. Requiere esfuerzo y tiempo, pero brinda milagros. Recuerdo una lección que mi madre enseñó cuando era pequeño. Todavía puedo ver en mi mente el mapa coloreado que ella hizo de los viajes del apóstol Pablo. Me pregunto cómo halló tiempo y energía para hacer eso. Hasta el día de hoy me siento bendecido gracias a su amor y fe por ese fiel apóstol.

Cada una de ustedes encontrará maneras de colaborar con la enseñanza de la verdad en sus familias en la Iglesia restaurada del Señor. Cada una de ustedes orará, estudiará y meditará para saber cuál será su contribución única, pero esto es lo que sé: cada una de ustedes, en yugo igual con los hijos de Dios, será una parte importante del milagro del aprendizaje y la vivencia del Evangelio que apresurará el recogimiento de Israel y preparará a la familia de Dios para el glorioso regreso del Señor Jesucristo. En el sagrado nombre de Jesucristo. Amén.