2021
El Señor llama a Sus hijos
Abril de 2021


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El Señor llama a Sus hijos

Puedo dar testimonio que los caminos pueden ser los más insólitos, algunos son encontrados por sus propios familiares, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, misioneros regulares, actividades o programas especiales.

Cuando tenía 16 años de edad, y como legado de mi bisabuela, quien fue una de las fundadoras de la acción católica, y mi tío abuelo, quien se había dedicado como misionero franciscano, yo asistía a la iglesia católica, donde era monaguillo de mi parroquia y estudiaba en una escuela secundaria religiosa y ya era miembro del movimiento católico de juventudes. Siempre estuve interesado en leer la Biblia, pero en esa época no nos aconsejaban leerla, pues, según nos decían, no estábamos preparados para tan difícil libro.

Para Semana Santa me encontraba escuchando la radio y una iglesia evangelista en un corto publicitario expreso que quien quisiera un ejemplar de la Biblia escribiera a una casilla de correo y se la obsequiarían. Estando muy interesado, escribí, y en menos de un mes la tuve en mis manos y comencé a leerla. Junto con la lectura, también empezaron las preguntas sin respuesta. Al consultarlas con los ministros de la iglesia a la que asistía, no me contestaban con claridad o se enojaban manifestando que esas preguntas no eran todavía importantes para mí.

En esa época, enero de 1968, empezó a interesarme un programa breve de televisión que consistía en una introducción por un coro que cantaba en inglés; no entendía lo que cantaban, pero me hacía sentir bien. Luego un breve mensaje de un hombre que después, con el tiempo, supe que se llamaba Richard L. Evans, y otra vez el coro. El programa se llamaba “Música y Palabras de Inspiración”.

Las palabras del élder Evans eran tan simples y a la vez tan profundas que me impactaban en cada mensaje.

Le comenté del programa a un vecino que cantaba en un coro de jóvenes. A las pocas semanas mi vecino vino a mi casa y me expreso: “¿Te acordás del programa de televisión? Pues, en casa hay dos jóvenes que son misioneros y son de la misma iglesia del programa”.

Así que rápidamente me encaminé a conversar con ellos y resultaron ser los élderes Lambert y Bull. Los invité a que me enseñaran más de su Iglesia.

Después de la primera conversación sobre José Smith me invitaron a la capilla; ese mismo domingo fuimos caminando a la iglesia junto con mis vecinos.

Recuerdo que mientras caminábamos saqué un paquete de cigarrillos e invité a uno de los misioneros. Él me agradeció y me expreso “nosotros no fumamos”.

Esa noche en casa me dije: “Si ellos no fuman, debe ser que es malo y dejé de fumar así de golpe”.

Continué recibiendo más enseñanzas hasta que mis padres se negaron a que los misioneros me siguieran enseñando, pero no se oponían a que fuéramos amigos.

Seguí asistiendo a la capilla, al principio a escondidas y luego con el permiso de mis padres, a pesar de que no estaba bautizado, ya que aún no me permitían hacerlo. Hasta que en septiembre del mismo año, después de una entrevista y una larga conversación con mis padres acompañada con mucha oración, obtuve mi tan ansiado permiso de bautismo, no con muchas ganas por parte de ellos, pero el 14 de Septiembre de 1968 fui bautizado, el 15 confirmado y desde allí el Señor no ha dejado nunca de confiar en mí, brindándome la posibilidad de cumplir responsabilidades en la Iglesia.

Una cosa es cierta: la Iglesia es verdadera y no podemos callar esta verdad.

Aun antes de ser bautizado, salía con los élderes a golpear puertas, lo cual me hizo sentir muy bien.

Al bautizarme y ser ordenado al sacerdocio ya no tenía obstáculos para seguir adelante. Serví como misionero regular en la misión llamada en aquel entonces: Argentina del Sur. Allí el Señor me bendijo y siempre recuerdo la última entrevista con el presidente Juan Carlos Ávila (mi presidente de misión), él me preguntó si había hecho en mi opinión una buena misión; le manifesté que no me había callado nunca y que cada día me esforcé mucho.

Pasaron los años y veo los frutos; algunas de las personas que enseñé por mandato del Señor aún están activos y fieles, otros me han escrito y llamado por teléfono informándome de su bautismo aun 19 años después ya con sus hijos. La buena semilla había prendido y fuertemente.

Mi tercera hija Ruth Elizabeth sirvió una misión en Neuquén, Argentina; y esperaba con ansias que mi quinto hijo Benjamín David, el varón de la casa, también sirviera en una misión y lo hizo en Viña del Mar, Chile. Testifico que el Señor nos busca y nos inspira a encontrarlo y así podemos abrazarnos en la misma fe.