2021
Talento y emoción en “Tierra de Talentos”, de Canal Sur
Agosto de 2021


Sección doctrinal

En las últimas conferencias generales, las palabras más usadas por los oradores han sido “la senda de los convenios”, y el élder D. Todd Christofferson habló de “El porqué de la senda de los convenios” en la sesión del domingo por la tarde de la conferencia general de abril de 2021.

Hacer convenios con Dios y cumplirlos son el medio por el que recibimos las bendiciones prometidas (D. y C. 82:10). Cuando nos bautizamos, entramos por la puerta estrecha a la senda angosta que nos lleva a la vida eterna, que se llama “la senda de los convenios”. Esta senda atraviesa el velo, y entra en el mundo de los espíritus, no sólo porque algunos no hayan tenido la oportunidad de hacer ciertos convenios en la vida mortal, sino también porque todos tenemos el deber de perseverar hasta el fin, y ese “fin” está más allá de esta vida, más allá del Milenio y más allá de la resurrección, hasta el momento en el que Dios nos juzgue y asigne al grado de gloria que hayamos ganado.

Jacob, el hermano de Nefi, dio un largo discurso a su pueblo, que abarca los capítulos 6 a 10 del segundo libro de Nefi. En este discurso, hace un resumen de la historia de los judíos (cfr. 2 Nefi 6:4−18). Y después copia varios capítulos mesiánicos del profeta Isaías, diciéndoles que les ha leído estos capítulos de Isaías “para que sepáis de los convenios del Señor que ha concertado con toda la casa de Israel” (2 Nefi 9:1). Y después habla de los efectos de la “expiación infinita” y de la necesidad de la resurrección como parte del proceso de la salvación de todo el género humano. Y entonces habla de “la senda de los convenios”, diciendo: “Así pues, hermanos míos, venid al Señor, el Santo. Recordad que sus sendas son justas. He aquí, la vía para el hombre es angosta, mas se halla en línea recta ante él; y el guardián de la puerta es el Santo de Israel; y allí él no emplea ningún sirviente, y no hay otra entrada sino por la puerta; porque él no puede ser engañado, pues su nombre es el Señor Dios” (2 Nefi 9:41).

Jacob deja muy claro que la senda de los convenios es angosta, pero lleva directamente a la presencia de Dios. Esa senda empieza con una puerta, que es la puerta estrecha del bautismo, y termina con otra puerta, que es la puerta a la gloria celestial, a la que se llega por medio de Jesucristo. Por eso, Jacob y todos los profetas nos invitan a “venir a Cristo”, porque Él es “el camino, y la verdad, y la vida; y nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14:6). Y Jesucristo es también la puerta: “Yo soy la puerta; el que por mí entrare será salvo” (Juan 10: 9).

La senda de los convenios es la senda que debemos seguir todos. Es la senda de quienes, como dice el élder Christofferson, hacen algo más que obedecer: son los que se comprometen a obedecer; es, pues, una “obediencia con compromiso”. Y eso es lo que hacemos por medio de las ordenanzas y sus correspondientes convenios: comprometernos a obedecer y a perseverar. Esto requiere un sentido de la responsabilidad que, desgraciadamente, escasea en este mundo, y que hace que demasiados se aparten de la senda antes de tiempo.