2021
No temáis
Diciembre de 2021


Voces de los Santos de los Últimos Días

No temáis

En silencio, exclamé: “¿Realmente viniste a esta tierra hace más de 2000 años, cuando eras un niño indefenso?”.

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wood carving of Nativity

Estaba con mi familia en casa de un amigo cenando en Nochebuena, cuando recibí la llamada de la madre de uno de mis pacientes. Su hijo de 19 años había sufrido una larga y ardua travesía con leucemia, lo que implicaba complicaciones múltiples de la enfermedad y su tratamiento.

Al final, después de otra ronda infructuosa de quimioterapia, decidió no seguir con el tratamiento y regresó a casa; sentía paz al saber que pronto moriría.

Esa noche, cuando hubo un cambio en su respiración y le subió mucho la fiebre, su madre pidió una ambulancia. Después de que llegaron a la sala de urgencias del hospital, ella me llamó.

“¡No sé qué hacer!”, dijo sollozando.

Los médicos no esperaban que su hijo sobreviviera más que unas horas. Hablamos sobre maneras de mantenerlo cómodo y le dije que yo estaba ahí para apoyar a su familia.

Terminé la cena y los niños comenzaron su representación de la Natividad. Cuando el amigo de nuestra familia comenzaba a leer el capítulo 2 de Lucas, el teléfono sonó otra vez y salí afuera.

Mi paciente había fallecido. Entre lágrimas, le dije a su familia lo mucho que su hijo había significado para mí, y expresé cuánto detestaba el cáncer infantil y que deseaba haber podido hacer más por él.

Después de enjugar las lágrimas, volví a entrar en casa de nuestro amigo. Mi hijo mayor representaba a José, que se hallaba junto al pesebre, y mi hijo menor, un pastor, escuchaba con atención al ángel declarar:

“No temáis, porque he aquí, os traigo buenas nuevas de gran gozo […],

“que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor” (Lucas 2:10–11).

En ese momento, exclamé en silencio: “¿Estás ahí de verdad? ¿Realmente viniste a esta tierra hace más de 2000 años, cuando eras un niño indefenso? ¿En verdad sufriste nuestros dolores y aflicciones de todas clases?”.

Al ver a los niños honrar con humildad y reverencia a nuestro Salvador, escuché la respuesta: “Sí, estoy aquí. Vine y vencí. ‘… en las palmas de mis manos te tengo grabad[o]’” (Isaías 49:16).

Ninguno de nosotros es inmune al dolor, al pesar y a la angustia, pero en esos momentos, las palabras del ángel nos pueden edificar: “No temáis” (Lucas 2:10), y las palabras del Señor nos pueden fortalecer: “En el mundo tendréis aflicción. Pero confiad; yo he vencido al mundo” (Juan 16:33).

Desde entonces, la Nochebuena ha cobrado un nuevo sentido para mí. Recuerdo a mi paciente, a su familia y el consuelo de saber que, por medio del sacrificio del Salvador, nosotros también venceremos al mundo.