Historia de la Iglesia
Capítulo 5: ‘La caridad nunca deja de ser’


Capítulo 5

“La caridad nunca deja de ser”

En 1910, cuando la hermana Emmeline B. Wells fue llamada a prestar servicio como la quinta Presidenta General de la Sociedad de Socorro, ya estaba preparada para esa responsabilidad. Durante su participación en la emigración al valle del Lago Salado, había trabajado al lado de hermanas que tenían testimonios firmes del evangelio de Jesucristo y que entendían los principios fundacionales de la Sociedad de Socorro. Ella había prestado servicio como secretaria de dos presidentas generales de la Sociedad de Socorro, Zina D. H. Young y Bathsheba W. Smith, desde 1888 hasta 1910.

Con el testimonio de que la Sociedad de Socorro había sido organizada mediante revelación, la hermana Wells y sus consejeras, Clarissa S. Williams y Julina L. Smith, estaban comprometidas a preservar los principios sobre los cuales se había fundado la Sociedad. En octubre de 1913 dijeron:

“Declaramos que nuestro propósito es mantener intacto el nombre original y el espíritu y el propósito iniciales de esta gran organización, manteniéndonos aferradas a las enseñanzas inspiradas del profeta José Smith cuando reveló el plan mediante el cual las mujeres recibirían poder mediante el llamamiento del sacerdocio para agruparse en organizaciones adecuadas con el fin de ministrar a los enfermos, ayudar a los necesitados, consolar a los ancianos, advertir a los desprevenidos y socorrer a los huérfanos”1.

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Relief Society seal

Unos meses antes, ese sentido de propósito había llevado a la hermana Wells y a sus consejeras a establecer el lema que llegaría a ser un recordatorio constante de los principios fundadores y los orígenes inspirados de la organización. Escogieron una declaración de las Escrituras: “La caridad nunca deja de ser”2. Esas seis palabras abarcaban el mandato que el profeta José Smith había dado a las hermanas de la Sociedad de Socorro de “socorrer al pobre” y “salvar almas”3.

En el pasado, las mujeres pioneras habían practicado la caridad con sus vecinos cercanos. Ahora las hermanas de la Sociedad de Socorro se organizarían para brindar caridad, “el amor puro de Cristo”4, también a su prójimo a nivel mundial.

La hermana Wells y sus consejeras establecieron ese lema en una época de relativa paz y prosperidad. Ni siquiera se imaginaban que los acontecimientos de los años venideros pondrían a prueba ese lema.

Vivir en paz en una época de guerra

“Nuestros sentimientos para con los del género humano, en general, deben ser los mismos que Jesús manifestó para con ellos. Él buscó fomentar su bienestar, y nuestro lema siempre debe ser el mismo que el Suyo: ‘¡…y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!’”.

John Taylor

Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: John Taylor, 2002, pág. 30; refiriéndose a Lucas 2:14.

La guerra estalló en Europa en 1914. Al final de la guerra en noviembre de 1918, muchas naciones se habían unido al conflicto, el cual llegó a conocerse como la Primera Guerra Mundial. Durante ese período, cuando la amargura y la intolerancia podrían haber puesto a prueba los sentimientos de caridad que se esperaba de las hermanas de la Sociedad de Socorro, la hermana Emmeline B. Wells y sus consejeras publicaron el siguiente mensaje a todas las mujeres de la Iglesia:

“Cuiden con un espíritu de amor y paciencia a su esposo y a sus hijos; cuiden a los pequeños; no les permitan imbuirse del espíritu de intolerancia o de odio hacia ninguna nación o pueblo; mantengan las armas de fuego fuera de su alcance; no les permitan jugar a la guerra ni entretenerse imitando la muerte en la batalla; inculquen en ellos el espíritu de lealtad al país y a la bandera, pero ayúdenles a sentir que son soldados de la Cruz y que si es necesario que tomen las armas para defender la libertad, su país y su hogar, deben hacerlo sin rencor ni amargura… Enseñen las cosas apacibles del reino [y] velen por los necesitados con más diligencia que nunca”5.

Al enviar este mensaje, la hermana Wells instó a las hermanas a poner en acción la caridad, tal como el profeta José Smith lo había enseñado más de setenta años antes. Les instó a ser pacientes con los seres queridos y bondadosas con los vecinos, incluso con sus enemigos, y a dar servicio a los necesitados. Las hermanas de la Sociedad de Socorro siguieron ese consejo; se esforzaron por recibir y compartir el amor puro de Cristo, porque sabían que éste nunca deja de ser6. Ese amor las sostuvo durante las temporadas de guerra y de paz.

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Relief Society sisters preparing layettes

Hermanas de la Sociedad de Socorro preparando estuches con ropita de bebé para familias necesitadas.

Durante la Primera Guerra Mundial, la Sociedad de Socorro en los Estados Unidos cooperó sin reservas con las organizaciones comunitarias como el Consejo Nacional de Defensa y la Cruz Roja Americana. Las hermanas participaron en la producción y conservación de alimentos, en campañas de recaudación de fondos, en la salubridad, en obras para el bienestar infantil y en otros actos de servicio; cooperaron con esas labores comunitarias de manera eficaz y con mucha energía. Sin embargo, su profeta les recordó que nunca debían perder de vista el origen divino de la Sociedad de Socorro.

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President Joseph F. Smith

Joseph F. Smith

Detalle de Joseph F. Smith, por Albert E. Salzbrenner.

El presidente Joseph F. Smith, sexto Presidente de la Iglesia, dijo que mientras que las organizaciones del mundo “son hechas por el hombre o la mujer”, la Sociedad de Socorro “es divinamente hecha, divinamente autorizada, divinamente instituida, divinamente ordenada por Dios a fin de ministrar para la salvación de las almas de mujeres y hombres”. Él no quería “ver llegar el momento en que nuestras Sociedades de Socorro sigan, o se revuelvan y pierdan su propia identidad al mezclarse con esas organizaciones hechas por mujeres que se están formando…”. “…ustedes”, les dijo a las hermanas de la Sociedad de Socorro, “deben guiar al mundo, especialmente a las mujeres del mundo, en todo lo que sea digno de alabanza, en todo lo que sea de Dios, en todo lo que sea ennoblecedor y purificante para los hijos de los hombres. Ustedes van a la cabeza y no al final”7. La hermana Emmeline B. Wells compartía la misma perspectiva. Ella dirigió a la Sociedad de Socorro en cooperación con otras organizaciones, pero también ayudó a mantener el propósito y la naturaleza divina tan distintivos de la Sociedad.

Además de trabajar con otras organizaciones, las hermanas de la Sociedad de Socorro hicieron varias cosas por cuenta propia y con sus barrios para proporcionar bienes y recaudar fondos para los necesitados. Algunas hermanas confeccionaron y vendieron vestidos, delantales, ropa para niños, acolchados, y sombreros y tapetes tejidos a mano. Algunas criaron y vendieron ganado bovino y ovino.

Una hermana de Tooele, Utah, se enteró de que un acolchado hecho por ella había dado alivio a una familia británica durante la guerra. Esa hermana de la Sociedad de Socorro había hecho el acolchado en 1906 y le había puesto una notita dentro. Lo envió a San Francisco, California, para ayudar a las víctimas de un terrible terremoto. Once años después, se regaló el acolchado a la Cruz Roja y se envió a la Gran Bretaña. Cuando el beneficiario británico encontró la nota, envió una carta de agradecimiento personal, indicando que el acolchado “había sido muy útil, ya que perdí a mi esposo en el frente de batalla”. Quedando con ocho hijos y sin ninguna posibilidad de empleo, esa viuda admitió: “Apenas puedo seguir adelante”8.

Muchas hermanas británicas se ofrecieron como voluntarias para coser y tejer para los soldados, pero no tenían dinero para comprar los materiales. Las Sociedades de Socorro estadounidenses y canadienses con gusto contribuyeron a un fondo de emergencia para ayudar. Enviaron dinero a cada una de las ramas de la Gran Bretaña para que las hermanas británicas compraran la tela para confeccionar sábanas, fundas y ropa.

En 1918, cuando la Sociedad de Socorro vendió al gobierno de los Estados Unidos el trigo que le quedaba (véase el capítulo 4), la hermana Wells comentó: “En todos estos años no hemos tenido gran necesidad de usar el grano almacenado para el propósito planeado, pero con las pruebas difíciles que se ciernen sobre el mundo ahora, podemos ver la sabiduría profética del presidente Young al pedir que las hermanas guardaran grano para los tiempos de necesidad”9.

La venta del trigo hizo más que proporcionar alimentos a gente que padecía hambre. La hermana Clarissa S. Williams, quien dio servicio como una de las consejeras bajo la presidencia de la hermana Wells, recomendó que la Sociedad de Socorro preservara los fondos de la venta en una cuenta central y que usaran los intereses para financiar la labor de mejoramiento de la salud de mujeres y niños. Más adelante, cuando la hermana Williams prestó servicio como la sexta Presidenta General de la Sociedad de Socorro, supervisó el uso de los fondos para esos fines.

El fortalecimiento de las personas y de las familias

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sisters in Kidderminster, England

Hermanas de la Sociedad de Socorro de Kidderminster, Inglaterra.

Al final de la Primera Guerra Mundial, muchas familias y personas tenían necesidad económica, física, emocional y espiritual. Para satisfacer esas carencias, la Sociedad de Socorro estableció el Departamento de Servicios Sociales de la Sociedad de Socorro en 1919, con el pleno apoyo del presidente Heber J. Grant, séptimo Presidente de la Iglesia. La hermana Amy Brown Lyman, quien más tarde llegó a ser la octava Presidenta General de la Sociedad de Socorro, prestó servicio como directora del departamento. A través del Departamento de Servicios Sociales, la Sociedad de Socorro cooperó con los barrios y las estacas en su afán de ayudar a las mujeres y a las jóvenes necesitadas a encontrar empleo y dar niños en adopción. Sin embargo, su propósito principal era brindar capacitación práctica para la familia. La hermana Lyman dijo que el Departamento de Servicios Sociales de la Sociedad de Socorro no era una “agencia para dar socorro”, sino un “departamento de servicio”, que recalcaba “el estudio de situaciones familiares, la elaboración de planes y presupuestos, la organización de socorro en lo que concernía a las familias SUD, y la capacitación de trabajadores”10.

Con ese objetivo en mente, el Departamento de Servicios Sociales creó un programa de capacitación de seis semanas sobre el bienestar familiar. Las trabajadoras de estaca tomaron el curso y después fueron a sus barrios y comunidades y lo enseñaron. Se capacitó a más de 4.000 mujeres.

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nurses and children at LDS Hospital

Enfermeras y niños escuchando música en el Hospital LDS de Salt Lake City, Utah, 1934.

Al principio de 1902, la Presidenta General de la Sociedad de Socorro ya había auspiciado un programa de capacitación de enfermeras. Para 1920, ya la capacitación profesional de enfermeras se había vuelto más extensa, así que la Sociedad de Socorro estableció un programa de capacitación para ayudantes de enfermería. Para ese curso de un año, que comenzó en el Hospital LDS en Salt Lake City, Utah, no se cobraba matrícula, sino que se requería que los alumnos dieran 30 días de servicio de enfermería gratuito a sus comunidades. Después de 4 años, durante los cuales se capacitó a 46 ayudantes, la Sociedad de Socorro descontinuó el programa y transfirió su apoyo a los cursos de enfermería domiciliaria de la Cruz Roja. Al igual que con otros programas, la Sociedad de Socorro usó éste para satisfacer una necesidad temporal particular de la época y después pasó la labor a otras agencias.

Las líderes de la Sociedad de Socorro alentaron a las hermanas a seguir sirviéndose unas a otras en formas caritativas, como lo habían hecho desde los primeros días en Nauvoo. Las hermanas atendieron a los enfermos, cosieron para los que necesitaban ropa y dieron socorro en otras formas a los necesitados. Por ejemplo, en 1921, un grupo de Santos de los Últimos Días armenios que vivían en Turquía tuvieron que salir de sus hogares. Joseph W. Booth, presidente de la Misión Palestina-Siria, les ayudó a mudarse a Aleppo, Siria, en donde organizó una rama con una Sociedad de Socorro de unas 30 hermanas. La mayoría de ellas eran muy pobres y, sin embargo, sentían que en calidad de mujeres de la Sociedad de Socorro tenían el privilegio y el deber de dar servicio a los menos afortunados que ellas. Así que se juntaron y cosieron ropa usando noventa metros de tela que había comprado el presidente Booth. También prepararon una comida para sus compañeros refugiados malnutridos.

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Joseph Booth and Relief Society sisters from Armenia

Joseph W. Booth y hermanas de la Sociedad de Socorro de Armenia a principios de la década de 1920.

En abril de 1921, la hermana Clarissa S. Williams sucedió a la hermana Emmeline B. Wells como Presidenta General de la Sociedad de Socorro. Habiendo servido en la presidencia con la hermana Wells, estaba preparada para los desafíos que vendrían. Ella era muy conocida por sus habilidades organizativas y su amor y amistad para con todos.

La hermana Williams estaba preocupada por el alto índice de mortalidad materno-infantil, así como por la falta de oportunidades para los discapacitados y el bajo nivel de vida de muchas mujeres. Bajo su sabio y competente liderazgo, las Sociedades de Socorro continuaron con sus labores para mitigar esos problemas. En 1924, con el apoyo y el estímulo de los líderes locales y generales del sacerdocio y de la hermana Williams, la Sociedad de Socorro de la Estaca Cottonwood estableció un hospital materno. Más adelante ese hospital llegó a formar parte de una red de hospitales de la Iglesia.

La hermana Williams vio que había una gran necesidad de avanzar en “la salud, en la oportunidad y en un nivel de vida decente para todas las personas con las que tenemos contacto”. Dijo ella: “Dicha tarea para el mejoramiento general comprende una minuciosa preparación, capacitación, labor educativa y un servicio real”11. Esa labor ayudó a satisfacer las demandas presentes, dando a los obispos un medio para brindar ayuda a las familias necesitadas. También preparó a la Iglesia para responder a las dificultades que surgirían unos años después.

El fomento de la autosuficiencia

“Instamos siempre con sinceridad al pueblo a la imperiosa necesidad de vivir con rectitud, de evitar las extravagancias, de cultivar los hábitos de economía e industriosidad, de vivir estrictamente dentro de los límites de sus ingresos, y de poner en ahorros algo, aunque sea una pequeña cantidad, para los tiempos de mayor escasez que puedan sobrevenirnos”.

La Primera Presidencia (Heber J. Grant, Anthony W. Ivins, J. Reuben Clark Jr.)

Véase La Historia de la Iglesia en el cumplimiento de los tiempos, pág. 566.

Durante más de una década después de la Primera Guerra Mundial, la Sociedad de Socorro trabajó para mejorar el nivel de vida de las mujeres y las familias, concentrándose en la salud, el empleo y la educación. La Sociedad de Socorro también siguió fomentando la rectitud personal y los actos de caridad. Entonces, con poco aviso, el mundo se sumió en la gran depresión económica a finales de 1929.

Una vez más, las cualidades impartidas y adquiridas en la Sociedad de Socorro fortalecieron a las personas y a las familias en un momento de crisis. Las mujeres Santos de los Últimos Días hallaron fortaleza en su fe en el Padre Celestial y en Jesucristo, recurrieron a sus habilidades de autosuficiencia y se esforzaron por manifestar la caridad que había en su corazón. Con esos principios para guiarlas, lograron atenderse a sí mismas y a su familia a la vez que tendían una mano de ayuda a los demás.

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Presidente Heber J. Grant

Heber J. Grant

Detalle de Louise Y. Robison, por John Willard Clawson. Cortesía del Museo de Historia de la Iglesia.

En 1928, el presidente Heber J. Grant llamó a la hermana Louise Y. Robison a prestar servicio como la séptima Presidenta General de la Sociedad de Socorro. La hermana Robison estaba bien familiarizada con las dificultades económicas, ya que había crecido en una humilde cabaña de troncos en el pueblo rural de Scipio, Utah, en donde había aprendido a labrar la tierra, atender un huerto, coser, trabajar arduamente, vivir con pocos recursos y ser de buen ánimo.

Siete años antes de llamar a la hermana Robison a ser la Presidenta General de la Sociedad de Socorro, el presidente Grant la había apartado como segunda consejera de esa misma organización. Ella había sentido profundamente su falta de preparación, tal como lo relató su hija:

“Cuando mamá fue a la oficina del presidente Grant para ser apartada, estaba segura de que a él le habían informado mal sobre las habilidades de ella, así que le dijo que le daría gusto poner su mejor esfuerzo y hacer lo que él le pidiera, pero quería que él supiera que ella tenía poca educación, muy poco dinero y baja posición social, y que temía no ser el ejemplo que las mujeres de la Sociedad de Socorro esperaban de una líder. Concluyó diciendo: ‘¡Soy tan sólo una mujer humilde!’. El presidente Grant le contestó: ‘Hermana Louizy, el 85% de las mujeres de nuestra Iglesia son humildes. La estamos llamando para ser líder de ellas’”12.

Animada por las palabras del presidente Grant, la hermana Robison compartió sus exclusivos dones y sirvió de todo corazón, primero como consejera y después como presidenta. Fue prudente, compasiva y buena trabajadora. Su falta de educación formal y de bienes materiales le permitieron entender y ayudar a los que estaban en circunstancias similares. El consejo que dio a las amas de casa y a las madres fue práctico y demostró que las entendía. Ella estaba al tanto de la lucha de vivir con un presupuesto ínfimo, y sin embargo conocía la importancia de la influencia de la madre en el hogar, por lo que animó a las madres a hacer todo lo posible por permanecer en casa con los hijos en lugar de dejarlos para trabajar fuera del hogar.

El gobierno de los Estados Unidos estableció muchos programas de ayuda para tratar de resolver la crisis económica. Durante un tiempo, el Departamento de Servicios Sociales de la Sociedad de Socorro trabajó a la par con esas agencias comunitarias para servir a las familias necesitadas, pero la necesidad creció más allá de la capacidad del departamento. La cantidad de casos de una trabajadora del departamento pasó de 78 familias en 1929 a más de 700 en 193413.

La Iglesia apreciaba la labor de las agencias gubernamentales. La hermana Robison dijo que el gobierno de los Estados Unidos estaba “haciendo algo maravilloso” al ayudar a las personas necesitadas. No obstante, ella y los líderes del sacerdocio dijeron que los miembros de la Iglesia debían seguir fomentando los valores fundamentales de la autosuficiencia. Dijo ella: “Durante noventa y tres años la Sociedad de Socorro ha dicho que velamos por nuestros miembros necesitados. Me pregunto si ahora estamos dependiendo demasiado del gobierno”14.

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sisters in California preserving food

Hermanas de la Sociedad de Socorro de California preservando alimentos para el programa de bienestar de su estaca, aproximadamente 1940.

En abril de 1936, la Primera Presidencia inició un programa de bienestar a nivel general, poniendo así a la Iglesia en una mejor posición para ayudar a los miembros necesitados. En la conferencia general de octubre de 1936, el presidente Heber J. Grant explicó el propósito del programa:

“Nuestro propósito principal era establecer, hasta donde fuese posible, un sistema mediante el cual se acabara con la maldición de la ociosidad, se abolieran los daños de la limosna y se establecieran una vez más entre nuestra gente la independencia, la industria, la frugalidad y el autorrespeto. El propósito de la Iglesia es ayudar a la gente a ayudarse a sí misma. El trabajo ha de ocupar nuevamente su trono como principio gobernante en la vida de los miembros de la Iglesia”15.

Años después, el presidente Thomas S. Monson, decimosexto Presidente de la Iglesia, repitió esa enseñanza. Él dijo: “Recuerden que la ayuda de la Iglesia está diseñada para ayudar a las personas a ayudarse a ellas mismas. La rehabilitación de los miembros es responsabilidad de la persona y de la familia, con la ayuda del quórum del sacerdocio y de la Sociedad de Socorro. Nuestra intención es desarrollar independencia y no dependencia. El obispo procura crear un fundamento de integridad, autorrespeto, dignidad y firmeza de carácter en cada persona que recibe ayuda, a fin de llevarle a la total autosuficiencia”16.

Uno de los principios rectores del programa de bienestar era que las hermanas de la Sociedad de Socorro y los hermanos del sacerdocio debían trabajar en armonía. El presidente Harold B. Lee, undécimo Presidente de la Iglesia, ayudó a establecer el programa de bienestar cuando prestaba servicio como presidente de estaca. Él dijo:

“El objetivo más importante que debe lograr [el programa de bienestar de la Iglesia] es fomentar un espíritu de cooperación y unidad por toda la Iglesia…

“Al grado en que las organizaciones de la Sociedad de Socorro en los barrios trabajen en cooperación con los quórumes del sacerdocio y los obispados, en ese mismo grado existirá un programa [de bienestar] en ese barrio”17.

La función de la presidenta de la Sociedad de Socorro de barrio era particularmente importante, dijo el obispo Joseph L. Wirthlin, quien fue el Obispo Presidente de la Iglesia: “A mi manera de ver, hay una sola persona que puede entrar en un hogar, analizar sus necesidades y suplirlas prudentemente. Y esa persona es a quien podríamos llamar una administradora del hogar, una presidenta de la Sociedad de Socorro… Después de todo, esas magníficas mujeres tienen su propio hogar, han pasado por las experiencias de ser madres y de administrar su hogar”18.

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sisters in Del Rio, Texas

Reunión de hermanas de la Sociedad de Socorro en Del Rio, Texas, aproximadamente 1950.

Las Sociedades de Socorro estaban en una buena posición para desempeñar una función prominente en la labor de bienestar de barrio. Bajo la dirección de los obispos, evaluaban las necesidades de las familias y después les proporcionaban frutas y verduras deshidratados y en conserva, ropa y ropa de cama, según la necesidad. Por un tiempo, a las hermanas que envasaban fruta se les pidió que dieran al programa de bienestar uno de cada diez frascos que envasaran. La hermana Belle S. Spafford, novena Presidenta General de la Sociedad de Socorro, recordaba haber recogido las frutas que el viento había tirado al suelo, las envasaba y se las regalaba a las hermanas necesitadas. Mediante esa oportunidad de servicio, obtuvo un mayor aprecio por el propósito de la Sociedad de Socorro.

Las líderes de la Sociedad de Socorro fueron parte integral del sistema de bienestar de la Iglesia. A nivel general, de estaca y de barrio, participaron en las reuniones del comité de bienestar e influyeron en las decisiones y coordinaron las labores. Esa coordinación fue esencial a medida que iba creciendo el sistema de bienestar de la Iglesia, que comprendía granjas, fábricas, centros de distribución y otras instalaciones. El Departamento de Servicios Sociales de la Sociedad de Socorro se incorporó a los Servicios Sociales y de Bienestar de la Iglesia en 1969.

El fortalecimiento de los lazos de caridad

Desde 1939 hasta 1945, gran parte del mundo estaba sumido en la Segunda Guerra Mundial. La mayoría de los programas de la Iglesia se vieron afectados por ese conflicto global. En marzo de 1940, el presidente J. Reuben Clark Jr., Primer Consejero del presidente Heber J. Grant, se reunió con los presidentes de las organizaciones auxiliares para reexaminar todos los programas y las actividades. Delinearon cuatro metas básicas para cada organización de la Iglesia: “reducir la ‘creciente carga’ en los miembros de sostener las actividades de la Iglesia, aligerar la carga de los obispos, recortar los programas que requerían centros de reuniones grandes y costosos, y mantener los gastos de la Iglesia a la par de sus ingresos”. Se pidió a la Sociedad de Socorro y a las otras organizaciones “consolidar, cooperar, eliminar, simplificar y ajustar su labor a fin de cooperar con la [Primera] Presidencia para lograr las metas arriba indicadas”19.

Salvaguardar a la familia

El propósito primordial de los líderes de la Iglesia al simplificar los programas era salvaguardar a la familia. A los líderes del sacerdocio y de las organizaciones auxiliares les preocupaba que la Segunda Guerra Mundial estaba fragmentando a los hogares y a las familias. Puesto que los hombres iban a la guerra, las mujeres tenían que sostener a la familia sin recibir la ayuda inmediata de su esposo e hijos mayores. Los líderes de la Iglesia de nuevo instaron a las madres con hijos en casa a buscar la manera, si fuera posible, de proveer para los hijos sin trabajar tiempo completo fuera del hogar. Esos líderes alentaron a las hermanas de la Sociedad de Socorro a adquirir las habilidades fundamentales de la autosuficiencia: acolchar, coser ropa, cultivar huertos, y conservar y almacenar frutas y verduras. También recalcaron la función espiritual que desempeña la madre en el hogar. Las naciones devastadas por la guerra necesitaban buenos ciudadanos jóvenes que hubieran aprendido las lecciones de sus madres sobre la moralidad y la rectitud.

Colaborar con las organizaciones comunitarias y con las Autoridades Generales del sacerdocio

Al igual que en la guerra anterior, las hermanas de la Sociedad de Socorro de los Estados Unidos respondieron al llamado de ser voluntarias y de apoyar la labor de otras organizaciones honorables. En 1942, más de 10.000 hermanas de la Sociedad de Socorro completaron los cursos de la Cruz Roja en enfermería domiciliaria, primeros auxilios y nutrición. Además, la Iglesia promovió campañas en contra del tabaco y el licor para proteger la salud de los Santos de los Últimos Días que prestaban servicio militar. A través de su apoyo a esos programas y del servicio compasivo y caritativo, las hermanas de la Sociedad de Socorro fomentaron la buena salud y la buena voluntad.

Fue una época de mucha colaboración para las hermanas de la Sociedad de Socorro, tanto en la comunidad como con los líderes del sacerdocio. La hermana Amy Brown Lyman, que prestó servicio como la octava Presidenta General de la Sociedad de Socorro durante la mayor parte de la Segunda Guerra Mundial, dijo:

“Pienso que algo que he apreciado más que nada… es el apoyo que las mujeres de la Sociedad de Socorro siempre han recibido del sacerdocio, tanto de las Autoridades Generales de la Iglesia como también del sacerdocio local, especialmente los obispos de los barrios.

“Las Autoridades Generales no sólo han dado a las líderes mormonas de las organizaciones auxiliares oportunidades excepcionales dentro de la Iglesia, sino que las han motivado en su trabajo cooperativo con otras agencias humanitarias”20.

Un ejemplo de esa cooperación fue el programa de colocación de estudiantes indígenas, que comenzó en 1947 con el apoyo del élder Spencer W. Kimball, en ese entonces miembro del Quórum de los Doce Apóstoles. Mediante ese programa, los jóvenes indígenas de comunidades pequeñas aceptaron la invitación de vivir por un tiempo con familias Santos de los Últimos Días en lugares donde había disponible una educación formal y donde la Iglesia estaba bien establecida. El programa alentaba a esos jóvenes a expandir sus experiencias, y también fomentó la comprensión entre las diferentes culturas.

Las líderes de la Sociedad de Socorro, en particular la hermana Belle S. Spafford, novena Presidenta General de la Sociedad de Socorro, ayudaron a administrar el programa bajo la dirección del élder Kimball. Muchas hermanas sirvieron directamente a los jóvenes cuidándolos como si fueran sus propios hijos. El programa continuó hasta 1996. Más tarde el presidente Boyd K. Packer, del Quórum de los Doce Apóstoles, comentó: “El programa de colocación de indígenas cumplió su propósito y se ha desintegrado. Y así pasa… cuando se termina la construcción, se quitan los andamios”21.

“El amor puro de Cristo”: La caridad en acción

“Nuestra felicidad eterna será en proporción a la forma en que nos dediquemos a ayudar a otras personas”.

George Albert Smith

En Conference Report, octubre de 1936, pág. 71.

Las hermanas de la Sociedad de Socorro de Europa experimentaron gran desolación como resultado de la Segunda Guerra Mundial. Además demostraron un valor digno de alabanza al servirse unas a otras a pesar de las terribles condiciones. Se mantuvieron fieles y dependieron de su testimonio y de la expiación de Jesucristo. Su vida y su testimonio en ese período son realmente inspiradores.

Después de la guerra, Maria Speidel, que prestó servicio como presidenta de la Sociedad de Socorro del Distrito de Stuttgart, Alemania, escribió:

“Los últimos cinco años han sido difíciles, y nos hemos vuelto muy humildes. Nuestro pilar de fortaleza ha sido nuestra confianza en el Señor y nuestro testimonio de Su Iglesia. Él nos ha guardado en Su misericordia, y aunque tuvimos que sufrir mucho, nos ha dado una medida de Su fortaleza. Algunas hemos perdido todos nuestros bienes terrenales, todo lo tangible que alguna vez estimábamos, y cuando decimos: ‘Es mejor caminar con Dios en la oscuridad que caminar sin Él en la luz’, sabemos lo que decimos…

“…Con gozo cantamos los cantos de Sión y ponemos nuestra confianza en el Señor. Él todo lo subsana”22.

Gertrude Zippro, la presidenta de la Sociedad de Socorro de otro distrito, caminó con Dios en la oscuridad muchas noches con el fin de amar y servir a sus hermanas. Ella vivía en Holanda cuando ese país se hallaba bajo ocupación militar. Como los guardias a menudo detenían y registraban a los viajeros, ella llevaba su identificación consigo para visitar a las Sociedades de Socorro de las ramas del distrito.

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Gertrude Zippro and children

Gertrude Zippro, al centro, con sus hermanas y sus hijos.

John, el hijo de la hermana Zippro, dijo que “llegó a ser cada vez más peligroso andar en la calle de noche debido a que la ocupación siguió por cinco años”. Recordando la dedicación de su madre, él dijo: “¿Pueden imaginarse a mi mamá afrontando esas circunstancias y saliendo muchas veces de noche en su bicicleta para visitar otra rama?”. Él recordó: “No importaba cómo se sintiera o cuáles fueran las circunstancias, ella cumplía con su obligación. ¡Qué gran mujer y líder fue ella! Ahora no cabe la menor duda en mi mente de que fue seleccionada por el Señor para ser la presidenta de la Sociedad de Socorro en esos tiempos”.

El hijo de la hermana Zippro comentó: “Ella debe haber tenido plena confianza en el Señor al salir una y otra vez bajo esas condiciones, sin saber qué problemas encontraría”23.

En Dinamarca, la situación de los santos era más tolerable que en muchos otros países. Tenían alimentos disponibles, así que compartían con sus vecinos menos afortunados. Eva M. Gregerson, presidenta de la Sociedad de Socorro de la Misión Danesa, dijo: “Durante la guerra nos hemos abocado a la tarea de ayudar a la nación hermana de Noruega que padece de hambruna. Junto con la oficina de la misión, hemos dado dinero para ese fin, y cada mes hemos enviado muchos paquetes de alimentos a nuestros hermanos y hermanas de Noruega, quienes han estado sumamente agradecidos”24.

El presidente Hugh B. Brown fue testigo presencial de esos actos de caridad. Él prestó servicio como presidente de la Misión Británica desde 1937 hasta 1939, como coordinador de los militares Santos de los Últimos Días de Europa desde 1939 hasta 1945, y de nuevo como presidente de la Misión Británica desde 1945 hasta 1946. Más tarde fue miembro del Quórum de los Doce Apóstoles y de la Primera Presidencia. Él informó del servicio que vio que rindieron las hermanas de la Sociedad de Socorro durante la Segunda Guerra Mundial:

“Hay cientos de mujeres de la Sociedad de Socorro en la zona de guerra que han estado expuestas a peligros, pruebas y dificultades comparables a los que viven nuestros hombres en el campo de batalla. Esas mujeres valerosas han seguido adelante a pesar de dificultades casi insuperables…

“El arrodillarme a orar con esas mujeres y escucharlas dar las gracias a Dios por sus sencillas bendiciones, por preservar su vida y la de sus seres queridos y por sus escasas provisiones y sus casas sin ventanas es a la vez inspirador y una reprobación para muchos de nosotros cuyas bendiciones materiales exceden en mucho a las que se disfrutan aquí, pero que frecuentemente nos quejamos por estar desprovistos de unos cuantos lujos”25.

Hedwig Biereichel, una hermana de Alemania Oriental, proporcionó alimentos para los prisioneros de guerra rusos que pasaban hambre, aun cuando ella y su familia podrían haber sido encarcelados o fusilados por ese acto de caridad26. Años después, se le entrevistó para que contara sus experiencias junto con varias personas más que habían soportado pruebas similares durante la Segunda Guerra Mundial. Al final de cada una de las entrevistas, la entrevistadora preguntaba: “¿Cómo mantuvo su testimonio durante todas esas pruebas?”. La entrevistadora resumió todas las respuestas recibidas con esta declaración: “No mantuve mi testimonio durante esos tiempos, mi testimonio me mantuvo a mí”27.

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial en 1945, las hermanas de la Sociedad de Socorro de todo el mundo habían sufrido muchos pesares y privaciones; no obstante, al pasar por todo ello, habían seguido sirviéndose unas a otras, fortaleciendo a la familia y edificando el testimonio.

Habiendo sido testigo de tanto sufrimiento y de tanto servicio desinteresado, la hermana Amy Brown Lyman declaró:

“[Mi] testimonio ha sido mi ancla y mi apoyo, mi satisfacción en los momentos de gozo y alegría, mi consuelo en los momentos de pesar y desaliento…

“Estoy agradecida por la oportunidad que tuve de prestar servicio… en la Sociedad de Socorro, en la que durante casi toda mi vida de mujer adulta he trabajado feliz y contenta con sus miles de miembros. He visitado sus hogares, dormido en sus camas, comido en sus mesas y así he aprendido de la belleza de su carácter, de su falta de egoísmo, de sus corazones comprensivos, de su fidelidad y de sus sacrificios. Rindo honor más allá de lo que puedo expresar a esta gran hermandad de servicio”28.

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Christ healing a man

“La caridad es el amor puro de Cristo, y permanece para siempre” (Moroni 7:47).

Detalle de Cristo sana a un hombre ciego, por Del Parson. © 1983 IRI.

En los momentos de prueba y de incertidumbre, las hermanas de la Sociedad de Socorro por todo el mundo han seguido la admonición de Mormón de “[allegarse], pues, a la caridad, que es mayor que todo”. Ellas han demostrado su firme entendimiento de que aun cuando “todas las cosas han de perecer… la caridad es el amor puro de Cristo, y permanece para siempre”29. Una y otra vez, han sido fieles a su lema: “La caridad nunca deja de ser”.

Capítulo 5

  1. Emmeline B. Wells, Clarissa S. Williams y Julina L. Smith, “Resolutions of Relief Society”, Woman’s Exponent, noviembre de 1913, pág. 79.

  2. 1 Corintios 13:8; Moroni 7:46; véase también General Board Minutes, 1842–2007, 3 de julio de 1913, Biblioteca de Historia de la Iglesia.

  3. Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, pág. 483.

  4. Moroni 7:47.

  5. Emmeline B. Wells, Clarissa S. Williams y Julina L. Smith, “Epistle to the Relief Society Concerning These War Times”, Relief Society Magazine, julio de 1917, pág. 364.

  6. Véase Moroni 7:46–47.

  7. Véase Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Joseph F. Smith, 1999, pág. 198.

  8. En “Notes from the Field”, Relief Society Magazine, septiembre de 1917, pág. 512.

  9. Emmeline B. Wells, “The Grain Question”, Relief Society Bulletin, septiembre de 1914, págs. 1–2.

  10. Amy Brown Lyman, “Social Service Work in the Relief Society, 1917–1928”, manuscrito, Biblioteca de Historia de la Iglesia, pág. 2.

  11. Clarissa S. Williams, en “Relief Society Gives Hard Job to General Head”, Deseret News, 23 de septiembre de 1925, sección 2, pág. 1.

  12. Gladys Robison Winter, en The Life and Family of Louise Yates Robison, compilado por Gladys Robison Winter, Biblioteca de Historia de la Iglesia.

  13. Véase Evelyn Hodges Lewis, entrevista por Loretta Hefner, septiembre de 1979, transcripción, Biblioteca de Historia de la Iglesia.

  14. Louise Y. Robison, “Officers’ Meeting”, Relief Society Magazine, mayo de 1935, pág. 272.

  15. Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Harold B. Lee, 2001, pág. 187.

  16. Véase El proveer conforme a la manera del Señor: Guía para los líderes de bienestar, pág. 20.

  17. Harold B. Lee, “Place of the Relief Society in the Church Security Plan”, Relief Society Magazine, marzo de 1937, pág. 143. La puntuación del inglés se ha estandarizado.

  18. Joseph L. Wirthlin, “Relief Society—An Aid to the Bishops”, Relief Society Magazine, junio de 1941, pág. 417.

  19. “Memo of Suggestions”, págs. 1–6, Church Union Board Executive Committee Minutes, Biblioteca de Historia de la Iglesia.

  20. Amy Brown Lyman, en Mayola R. Miltonberger, Fifty Years of Relief Society Social Services, 1987, pág. 2. El uso de las mayúsculas del inglés se ha estandarizado.

  21. Boyd K. Packer, manuscrito inédito.

  22. Maria Speidel, en “Notes from the Field”, Relief Society Magazine, febrero de 1946, pág. 123.

  23. John Zippro, “Life Story of John Zippro”, manuscrito inédito, citado en Jill Mulvay Derr, Janath Russell Cannon y Maureen Ursenbach Beecher, Women of Covenant: The Story of Relief Society, 1992, págs. 301–302.

  24. Eva M. Gregerson, en “Notes from the Field”, Relief Society Magazine, febrero de 1946, pág. 118.

  25. Hugh B. Brown, en “Notes from the Field”, Relief Society Magazine, octubre de 1944, págs. 591–592.

  26. Véase Hedwig Biereichel, en Roger P. Minert, In Harm’s Way: East German Saints in World War II, 2009, pág. 209.

  27. Véase Jennifer A. Heckmann, en Nathan N. Waite, “Steadfast German Saints”, BYU Magazine, Invierno de 2010, pág. 57.

  28. Amy Brown Lyman, In Retrospect, 1945, págs. 160–161.

  29. Moroni 7:46–47.