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Capítulo 7: Doctrina y Convenios 4; 11–12; 14–16


Capítulo 7

Doctrina y Convenios 4; 11–12; 14–16

Introducción

A principios de 1829, Joseph Smith, padre, visitó a su hijo José en Harmony, Pensilvania. Estando allí, Joseph Smith, padre, deseó saber lo que podría hacer para ayudar en la obra del Señor. El Profeta preguntó al Señor y recibió la revelación que se halla en Doctrina y Convenios 4. En esa revelación, el Señor mencionó los atributos que califican a una persona para ayudar en Su obra.

En mayo de 1829, Hyrum, el hermano mayor del Profeta, viajó a Harmony, Pensilvania, para visitar a José. A petición de Hyrum, el Profeta pidió al Señor que revelara Su voluntad en cuanto a su hermano. En esa revelación, que se encuentra registrada en Doctrina y Convenios 11, el Señor le dijo a Hyrum lo que debía hacer para ayudar a establecer Sion.

Joseph Knight, padre, visitó al profeta José Smith en mayo de 1829 y expresó su deseo de servir y ayudar en la obra de Dios. En Doctrina y Convenios 12 se halla el consejo que el Señor le dio.

Después de que José Smith y Oliver Cowdery se hospedaron en la casa de Peter Whitmer, padre, en Fayette, Nueva York, y reanudaron la traducción del Libro de Mormón, el Profeta recibió revelaciones para tres de los hijos de Peter Whitmer, padre: David, John y Peter Whitmer, hijo. En esas revelaciones, registradas en Doctrina y Convenios 14–16, el Señor hace hincapié en la importancia de declarar el arrepentimiento a fin de traer almas a Él.

Enero de 1829Joseph Smith, padre, visita a José y a Emma en Harmony, Pensilvania.

Febrero de 1829Se recibe Doctrina y Convenios 4.

Mayo de 1829José y Emma Smith reciben las visitas de Hyrum Smith y Joseph Knight, padre.

Mayo de 1829Se reciben Doctrina y Convenios 11–12.

Aproximadamente el 1 de junio de 1829José y Oliver se trasladan a Fayette, Nueva York, para continuar la traducción del Libro de Mormón.

Junio de 1829Se reciben Doctrina y Convenios 14–16.

Finales de junio de 1829Los Tres Testigos y los Ocho Testigos ven las planchas de oro.

Doctrina y Convenios 4: Antecedentes históricos adicionales

Joseph Smith, padre, fue uno de los primeros en escuchar los relatos de las manifestaciones celestiales que había recibido su hijo José. Se convirtió en un firme creyente en su hijo y en un defensor de la misión divina de José. En enero de 1829, Joseph Smith, padre, y su hijo Samuel viajaron desde su hogar cerca de Palmyra, Nueva York, hasta Harmony, Pensilvania, para visitar a José y a su esposa, Emma. Durante esa visita, Joseph Smith, padre, pidió una revelación en cuanto a su posible función en la obra de Dios (véase The Joseph Smith Papers, Documents [Los Documentos de José Smith], Volume 1: July 1828–June 1831, editado por Michael Hubbard MacKay y otros, 2013, pág. 5). La revelación que se dio en respuesta describió los atributos esenciales que una persona debe cultivar para ser llamada a la obra de Dios. Después de regresar a su hogar, Joseph Smith, padre, y su esposa, Lucy, invitaron al maestro de escuela, Oliver Cowdery, a que se hospedara con ellos. Cuando Oliver preguntó acerca de José Smith y los rumores que había oído sobre una “Biblia de oro”, el padre, al principio, se mostró reacio a dar detalles, sabiendo que muchos otros en la comunidad habían ridiculizado a su hijo. Sin embargo, finalmente compartió algunos de los datos relacionados con las planchas del Libro de Mormón y la asignación que tenía José de traducirlas. El llamado a la obra que Joseph Smith, padre, recibió en Doctrina y Convenios 4 quizás le haya dado el valor para hablar más abiertamente con Oliver Cowdery sobre las planchas (véase The Joseph Smith Papers, Documents [Los Documentos de José Smith], Volume 1: July 1828–June 1831, págs. 11, 13).

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Mapa 3: Nordeste de los Estados Unidos

Doctrina y Convenios 4

El Señor le revela a Joseph Smith, padre, lo que califica a una persona para poder ayudar en Su obra

Doctrina y Convenios 4:1. “… una obra maravillosa está a punto de aparecer”

En la antigüedad, el Señor profetizó que habría una apostasía en los últimos días. Por tanto, Él dijo: “… nuevamente haré una obra maravillosa entre este pueblo, una obra maravillosa y un prodigio” (Isaías 29:14).

La palabras usadas en Doctrina y Convenios 4:1 indican que, para el momento en que se dio esta revelación, la profecía de Isaías aún no se había cumplido. El presidente David O. McKay (1873–1970) observó lo siguiente acerca de ese versículo: “Cuando se dio esta revelación al profeta José, él tenía solo 23 años de edad. El Libro de Mormón aún no había sido publicado; ningún hombre había sido ordenado al sacerdocio. La Iglesia no estaba organizada; sin embargo, la declaración se hizo y se escribió sin reservas, que ‘una obra maravillosa [estaba] a punto de aparecer entre los hijos de los hombres’” (en Conference Report, octubre de 1966, pág. 86). Antes de la organización de la Iglesia se dieron varias revelaciones adicionales que contienen un lenguaje similar al que se encuentra en Doctrina y Convenios 4:1 (véanse D. y C. 6:1; 11:1; 12:1; 14:1).

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Imagen de Joseph Smith, padre

Joseph Smith, padre, el padre del Profeta, fue uno de los primeros en enterarse sobre el evangelio restaurado de Jesucristo y en aceptarlo.

Doctrina y Convenios 4:2–3. “… [servidle] con todo vuestro corazón, alma, mente y fuerza”

Aunque la revelación registrada en Doctrina y Convenios 4 se dio originalmente a Joseph Smith, padre, se puede aplicar a cualquier persona que desee participar en la obra de Dios. El presidente Joseph Fielding Smith (1876–1972) escribió: “Esta revelación es muy corta, de solo siete versículos, pero contiene suficiente consejo e instrucción como para dedicar la vida entera a estudiarla… Es posible que en los libros canónicos no haya otra que contenga mayor instrucción con respecto a las cualidades que deben tener los miembros de la Iglesia para servir a Dios, y en una forma tan bien resumida, como esta revelación. Es tan amplia, tan elevada y profunda como la eternidad misma” (Church History and Modern Revelation, 1953, tomo I, pág. 35).

Aquellos que desean servir a Dios están obligados a dar un gran esfuerzo personal, tal como lo explicó el élder Dallin H. Oaks, del Cuórum de los Doce Apóstoles:

“En ese mandamiento aprendemos [en D. y C. 4:2] que no basta servir a Dios con toda nuestra alma y fuerza. El que escudriña nuestros corazones y conoce nuestros pensamientos exige más que eso. A fin de aparecer sin culpa ante Dios en el último día, también debemos servirle con todo nuestro corazón y mente.

“El servir con todo nuestro corazón y mente supone un gran cometido para todos nosotros. Ese servicio debe estar desprovisto de ambición egoísta; debe ser motivado únicamente por el amor puro de Cristo” (“¿Por qué servimos?”, Liahona, enero de 1985, pág.12).

Doctrina y Convenios 4:4. “… el campo blanco está ya para la siega”

Durante Su ministerio terrenal, el Señor habló a Sus discípulos y comparó a las personas que estaban preparadas para recibir el Evangelio con el grano del campo que está listo para ser cosechado: “Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega” (Juan 4:35). Los granos como el trigo o la cebada cambian de color a medida que van creciendo. Cuando el grano está tierno, es de color verde; pero al madurar se va haciendo de color pálido. Cuando está listo para la cosecha, se describe como “blanco”. El Señor utilizó esa metáfora en varias revelaciones de los últimos días para indicar que la gente estaba preparada para que se le enseñara el Evangelio y se reuniera con el Señor y Su Iglesia (véanse D. y C. 6:3; 11:3; 12:3; 14:3; 31:4; 33:3).

El presidente Gordon B. Hinckley (1910–2008) recordó a los líderes y miembros de la Iglesia que el campo todavía está listo para la siega:

“… quiero invitarlos a que formen parte de un amplio ejército con verdadero entusiasmo por esta obra y con un enorme deseo de ayudar a los misioneros en la inmensa responsabilidad que tienen de llevar el Evangelio a toda nación, tribu, lengua y pueblo. ‘El campo blanco [y listo] está ya para la siega’ (D. y C. 4:4). El Señor ha declarado esto repetidas veces. ¿No hemos de confiar en Su palabra?

“La obra misional existió antes de que se organizara la Iglesia, y ha continuado desde entonces a pesar de las dificultades en muchas temporadas por las que ha pasado nuestro pueblo. Hagámonos el firme propósito, cada uno, íntimamente, de aceptar esta renovada oportunidad, este nuevo sentido de responsabilidad, y de asumir la obligación de ayudar a nuestro Padre Celestial en Su gloriosa obra de llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna de Sus hijos e hijas en toda la tierra” (“Apacienta mis ovejas”, Liahona, julio de 1999, pág. 124).

Doctrina y Convenios 4:4. “… quien mete su hoz… trae salvación a su alma”

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Mete tu hoz

Thrust in Your Sickle [Mete tu hoz], por Greg Newbold. Una hoz es un instrumento de granja con una hoja curva para cortar las espigas de grano.

Una hoz es un cuchillo curvo que se utiliza para cosechar granos. Un(a) segador(a) utiliza una hoz, bien sea halando hacia sí para recoger y cortar la cosecha o cortando las espigas por la base. El uso de esa herramienta para cosechar el grano es un proceso muy laborioso y lento. Esa metáfora describe el trabajo diligente que es necesario para llevar a personas a Jesucristo.

El élder Kevin R. Duncan, de los Setenta, proporcionó información adicional sobre cómo la metáfora de una hoz puede aplicarse a la obra misional:

“Las Escrituras nos enseñan que metamos nuestra hoz con todas nuestras fuerzas (véase D. y C. 4:4). Utilicé una hoz constantemente en nuestra granja. Aprendí que no era suficiente con tan solo mover la hoz con fuerza. La hoz también tenía que estar afilada para cortar. Si estaba desafilada, tendría que poner mucho esfuerzo intentando usarla sin mucho éxito.

“En la granja, guardábamos un afilador a la mano para afilar nuestra hoz todos los días. En la obra misional y, de hecho, en todas los aspectos de la vida, debemos mantener nuestras hoces espirituales afiladas para que podamos alcanzar nuestro mayor potencial. El leer las Escrituras todos los días, orar y guardar todos los otros mandamientos nos ayudan a permanecer afilados y útiles” (“Abandoned Seeds in Rocky Places”, New Era, julio de 2014, pág. 18).

En Doctrina y Convenios 4:4, el Señor prometió que mediante nuestras labores misionales, traemos salvación para nuestra propia alma. El presidente Henry B. Eyring, de la Primera Presidencia, explicó cómo sucede eso: “Cuando se esfuerzan de todo corazón por invitar a las personas a venir a Cristo, el corazón de ustedes cambiará… Habiendo ayudado a otras personas a venir a Él, se encontrarán con que ustedes mismos han venido a Cristo” (“Venir a Cristo”, Liahona, marzo de 2008, pág. 52).

Doctrina y Convenios 4:5–6. “… fe, esperanza, caridad y amor… lo califican para la obra”

El Señor no requiere que una persona esté bien dotada físicamente o que sea intelectualmente brillante para poder ayudar en Su obra. Más bien, Él pide que la persona se esfuerce por adquirir los atributos de Cristo que figuran en Doctrina y Convenios 4:5–6. El presidente Dieter F. Uchtdorf, de la Primera Presidencia, enseñó lo que sucede cuando cultivamos esos atributos: “… si tienen el gran deseo de cultivar los atributos cristianos de ‘la fe, la virtud, el conocimiento, la templanza, la paciencia, la bondad fraternal, piedad, caridad, humildad [y servicio]’ [D. y C. 4:6], el Padre Celestial los hará instrumentos en Sus manos para la salvación de muchas almas” (“¿Soy yo, Señor?”, Liahona, noviembre de 2014, págs. 57–58).

Doctrina y Convenios 4:7. “Pedid, y recibiréis”

De la revelación que está registrada en Doctrina y Convenios 4, Joseph Smith, padre, aprendió que el Señor está dispuesto a proporcionar guía espiritual y ayuda a aquellos que son llamados a la obra. El presidente Russell M. Nelson, del Cuórum de los Doce Apóstoles, aclaró la importancia de adquirir atributos semejantes a los de Cristo a fin de ayudarnos a obtener respuesta a nuestras oraciones:

“Rigen ciertas pautas para que cada uno de ustedes reciba la revelación que es exclusiva para sus propias necesidades y responsabilidades. El Señor les pide que adquieran ‘fe, esperanza, caridad y amor, con la mira puesta únicamente en la gloria de Dios’. Entonces, con ‘la fe, la virtud, el conocimiento, la templanza, la paciencia, la bondad fraternal, piedad, caridad, humildad [y] diligencia’ firmes, podrán pedir, y recibirán; podrán llamar, y se les abrirá. [D. y C. 4:5–6; cursiva agregada; véase también el versículo 7]…

“Todo Santo de los Últimos Días puede ser digno de recibir revelación personal” (“Pide, busca, llama”, Liahona, noviembre de 2009, págs. 83–84).

Doctrina y Convenios 11: Antecedentes históricos adicionales

El hermano mayor de José Smith, Hyrum, demostró que creía firmemente en la obra de José cuando visitó al Profeta en mayo de 1829 en Harmony, Pensilvania. Al enterarse del progreso de la traducción del Libro de Mormón y de la restauración del sacerdocio, deseó saber lo que el Señor quería que hiciera para ayudar en la obra. José usó el Urim y Tumim para obtener la revelación registrada en Doctrina y Convenios 11. Unas semanas más tarde, en junio de 1829, José bautizó a Hyrum y este tuvo el privilegio de llegar a ser uno de los Ocho Testigos del Libro de Mormón. También llegó a ser uno de los seis miembros originales de la Iglesia restaurada de Jesucristo cuando se organizó el 6 de abril de 1830.

Doctrina y Convenios 11

El Señor revela lo que Hyrum Smith debe hacer para ayudar en la obra

Doctrina y Convenios 11:2. La palabra de Dios es “más cortante que una espada de dos filos”

En varios pasajes de Doctrina y Convenios (véanse D. y C. 6:2; 11:2; 12:2; 14:2; 33:1), se ha descrito el poder de la palabra de Dios como “más cortante que una espada de dos filos”. Un arma que tenga dos bordes afilados sería más eficaz al cortar que una espada que tuviera solamente un borde afilado. Se describe a la palabra de Dios como más afilada que semejante arma. Al igual que “la voz suave y apacible que… todas las cosas… penetra” (D. y C. 85:6), la palabra de Dios puede entrar rápidamente en lo más profundo del alma de una persona.

El élder Orson Pratt (1811–1831), del Cuórum de los Doce Apóstoles, explicó además el simbolismo de la espada y la forma en que ilustra el poder de la palabra de Dios: “Un mensaje de sencilla verdad, cuando lo envía Dios, cuando se publica por autoridad divina, por medio de hombres divinamente inspirados, penetra el alma como una espada de doble filo, y penetra hasta partir los prejuicios profundamente arraigados, las fuertes cadenas de hierro de las tradiciones y los errores antiguos, que se hicieron sagrados con el tiempo y populares por la sabiduría humana. Corta y separa con firmeza y exactitud la verdad del error, la doctrina de Cristo de las doctrinas de los hombres; resuelve con una facilidad perfecta todo argumento que la sabiduría humana pueda desplegar en su contra. Las opiniones, los credos inventados por hombres no inspirados, y las doctrinas originadas en las escuelas teológicas, todas se desvanecen como el rocío de la mañana; todas se hunden en la insignificancia cuando se comparan con un mensaje directo del cielo” (“Divine Authority—or Was Joseph Smith Sent of God?” Orson Pratt’s Works on the Doctrines of the Gospel, 1945, tomo I, pág. 1).

Doctrina y Convenios 11:6–8. “… serás el medio para hacer mucho bien en esta generación”

El Señor le prometió a Hyrum Smith que si guardaba los mandamientos, él sería el medio para hacer mucho bien en su vida. El élder M. Russell Ballard, del Cuórum de los Doce Apóstoles, destacó algunos de los logros importantes de Hyrum Smith:

“[Hyrum] ayudó y sirvió a su hermano, el profeta José, en el largo y arduo proceso de la Restauración. Finalmente, se unió al Profeta y a otros mártires de dispensaciones pasadas; se vertió su sangre como póstumo testimonio al mundo…

“Hyrum Smith sirvió fielmente a la Iglesia. En 1829 estuvo entre las pocas personas a quienes se les permitió ver las planchas de oro de las cuales se tradujo el Libro de Mormón, y durante el resto de su vida testificó de la naturaleza divina del libro, como uno de los Ocho Testigos que ‘habían visto las planchas con sus ojos y las habían tocado con sus manos’ (citado por Richard Lloyd Anderson en Investigating the Book of Mormon Witnesses, 1981, págs. 158–159)… En 1830, tenía treinta años y era el mayor de los seis hombres elegidos para organizar formalmente La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días… Como presidente del comité del templo, reunió a la gente de la Iglesia para llevar a cabo la tarea casi imposible de edificar el Templo de Kirtland cuando la mayoría de los miembros no tenían nada, literalmente, para dar a la causa. Pocos años después repitió ese servicio con la edificación del Templo de Nauvoo.

“Hyrum Smith prestó servicio como integrante del obispado de Ohio, en el primer sumo consejo, como patriarca, consejero en la Primera Presidencia y, finalmente, fue uno de los dos únicos hombres que tuvieron el oficio de Presidente Asistente de la Iglesia…

“En realidad, Hyrum Smith fue uno de los pilares firmes de la Restauración; pero lamentablemente, muchos miembros de la Iglesia saben muy poco sobre él, fuera de que murió junto a su hermano en la Cárcel de Carthage. Eso es de gran importancia, pero él hizo mucho más. En verdad, el mismo José Smith dijo una vez que sus seguidores harían bien en emular el ejemplo de la vida de Hyrum [véase History of the Church, tomo V, pág. 108]” (“Hyrum Smith: ‘Firme como un pilar’”, Liahona, enero de 1996, pág. 7).

Doctrina y Convenios 11:9. “No prediques sino el arrepentimiento a esta generación”

El mandato del Señor: “No prediques sino el arrepentimiento a esta generación” (D. y C. 11:9), significa predicar la realidad de Jesucristo y Su expiación y la salvación que está al alcance de aquellos que se arrepienten y son obedientes a las leyes y ordenanzas del Evangelio. “No [predicar] sino el arrepentimiento” no significa que no debamos enseñar otras doctrinas y principios del Evangelio. Más bien, significa que limitamos nuestra enseñanza al Evangelio, que es el evangelio de arrepentimiento y salvación por medio de la misericordia, la gracia y los méritos del Señor Jesucristo.

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Río Susquehanna

El río Susquehanna cerca del hogar de José y Emma Smith, en Harmony, Pensilvania

Doctrina y Convenios 11:12–14. “Pon tu confianza en ese Espíritu que induce a hacer lo bueno”

En los meses que antecedieron a la revelación que se encuentra registrada en Doctrina y Convenios 11, el Señor había instruido a Oliver acerca de cómo buscar y reconocer la inspiración por medio del Espíritu Santo (véase D. y C. 6; 8–9). En esta revelación, el Señor añadió a ese conocimiento revelando una perspectiva adicional en cuanto a cómo reconocer la influencia y la dirección del Espíritu. El Señor aconsejó a Hyrum Smith a confiar en el Espíritu y le enseñó que el Espíritu “induce a hacer lo bueno, sí, a obrar justamente, a andar humildemente, a juzgar con rectitud” (D. y C. 11:12).

El Señor también amplió Su instrucción anterior, de que el Espíritu revelaría la verdad a nuestra mente y a nuestro corazón (véase D. y C. 8:2). En esa revelación a Hyrum, el Señor explicó que el Espíritu “iluminará tu mente” y “llenará tu alma de gozo” (D. y C. 11:13). Cuando el Espíritu ilumina nuestra mente, vemos y entendemos la verdad más claramente (véase D. y C. 76:12). El Señor enseñó a Hyrum que el aumento de conocimiento es el medio por el cual el Espíritu le ayudaría a “[saber] todas las cosas que de mí deseares” (D. y C. 11:14).

El élder Richard G. Scott (1928–2015), del Cuórum de los Doce Apóstoles, explicó por qué debemos poner nuestra confianza en el Espíritu cuando nos enfrentamos a desafíos y buscamos dirección en nuestra vida: “… el Padre Celestial sabía que afrontarías desafíos y que tendrías que tomar algunas decisiones más allá de tu propia habilidad para decidir correctamente. En Su plan de felicidad, Él dispuso el medio para que, durante tu vida terrenal, recibieras ayuda con esos problemas y decisiones. Esa ayuda la recibirás mediante el Espíritu Santo como guía espiritual. Es un poder que va más allá de tu capacidad, y que un amoroso Padre Celestial desea que utilices en forma constante para que tengas paz y felicidad” (véase “Cómo obtener guía espiritual”, Liahona, noviembre de 2009, pág. 6).

Doctrina y Convenios 11:15–21. “Espera… hasta que tengas mi palabra, mi roca, mi iglesia y mi evangelio”

El Señor le recordó a Hyrum Smith que él aún no había sido llamado a predicar el Evangelio (véase D. y C. 11:15). Antes de que llegase ese llamamiento, el Señor enseñaría a Hyrum lo que debía hacer a fin de enseñar Su evangelio con poder y con el Espíritu. En mayo de 1829, cuando se recibió esta revelación, Hyrum aún no había sido bautizado, la Iglesia no estaba organizada y no se le había conferido el don del Espíritu Santo. El Señor le mandó que esperara hasta que hubiese obtenido una mayor comprensión del Evangelio y supiera con certeza la doctrina del Señor. A Hyrum se le prometió que, con el tiempo, si guardaba los mandamientos y recurría al Espíritu, él tendría el Espíritu y el poder para ayudar a los demás a llegar a un conocimiento de la verdad.

Doctrina y Convenios 11:20. “… esta es tu obra: Guardar mis mandamientos”

En Doctrina y Convenios 11, el Señor mandó a Hyrum Smith en cuatro ocasiones a que guardase Sus mandamientos (véase D. y C. 11:6, 9, 18, 20). El élder David A. Bednar, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó cómo las palabras que el Señor dirigió a Hyrum se relacionan con cada uno de nosotros:

“Uno de los pasajes de las Escrituras más conocidos y que se cita con más frecuencia se encuentra en Moisés 1:39. En ese versículo se describe de manera clara y concisa la obra del Padre Eterno: ‘Porque, he aquí, esta es mi obra y mi gloria: Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre’ (cursiva agregada).

“En un pasaje correlacionado que se encuentra en Doctrina y Convenios, se describe con igual claridad y concisión nuestra obra primordial como hijos e hijas del Dios Eterno. Es interesante notar que este pasaje no parece ser tan conocido ni se cita con tanta frecuencia. ‘He aquí, esta es tu obra: Guardar mis mandamientos, sí, con todo tu poder, mente y fuerza’ (D. y C. 11:20; cursiva agregada).

“Por tanto, la obra del Padre es llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna de Sus hijos; nuestra obra es guardar Sus mandamientos con todo nuestro poder, mente y fuerza” (véase “Las entrañables misericordias del Señor”, Liahona, mayo de 2005, pág. 101) .

Doctrina y Convenios 11:21–22. “… primero procura obtenerla [mi palabra]”

El Señor no le pidió a Hyrum Smith que empezara a predicar el Evangelio; más bien, le mandó que estudiara la Biblia y también el Libro de Mormón cuando se terminara la traducción (véase D. y C. 11:22). Entonces, dijo el Señor, Hyrum podría salir a declarar Su palabra con la promesa de tener la ayuda del Espíritu. El presidente Henry B. Eyring explicó cómo el estudio de las Escrituras preparará a una persona para declarar el Evangelio con el poder de Dios:

“El Espíritu Santo dirigirá lo que digamos si estudiamos las Escrituras y las meditamos a diario. Las palabras de las Escrituras invitan al Espíritu Santo. El Señor lo dijo de esta manera: ‘No intentes declarar mi palabra, sino primero procura obtenerla, y entonces será desatada tu lengua; luego, si lo deseas, tendrás mi Espíritu y mi palabra, sí, el poder de Dios para convencer a los hombres’ (D. y C. 11:21). Por medio del estudio de las Escrituras podemos contar con esa bendición aun en las conversaciones casuales o en una clase cuando el maestro nos pida responder a una pregunta. Experimentaremos el poder que el Señor prometió: ‘Ni os preocupéis tampoco de antemano por lo que habéis de decir; mas atesorad constantemente en vuestras mentes las palabras de vida, y os será dado en la hora precisa la porción que le será medida a cada hombre’ (D. y C. 84:85).

“No solo atesoramos la palabra de Dios por medio de la lectura de las Escrituras, sino también al estudiarlas. Quizás nos nutramos más al meditar unas cuantas palabras y al permitir que el Espíritu Santo las convierta en tesoros para nosotros, que al leer en forma rápida y superficial capítulos enteros de las Escrituras” (“Apacienta mis corderos”, Liahona, enero de 1998, pág. 99).

Doctrina y Convenios 12: Antecedentes históricos adicionales

Joseph Knight, padre, y su familia conocieron a José Smith a finales de 1826 cuando Joseph Knight contrató a José y a otros para trabajar en su granja y molino en Colesville, Nueva York, que está a unos 185 km al sureste de Palmyra. Mientras José se hospedaba con la familia Knight, les dijo que un personaje celestial se le había aparecido y le dijo dónde estaba enterrado un registro antiguo. Uno de los hijos, Newel Knight, escribió que todos en la familia “estaban muy impresionados con la veracidad de sus declaraciones concernientes a las planchas del Libro de Mormón que un ángel del Señor le había mostrado” (citado en William G. Hartley, “La familia Knight”, Liahona, octubre de 1989, pág. 26).

Posteriormente, mientras el profeta José Smith estaba traduciendo las planchas del Libro de Mormón, Joseph Knight lo ayudaba en algunas ocasiones proporcionándole algunas provisiones y un poco de dinero. Es posible que durante una de las visitas de Joseph Knight para llevar víveres a José Smith y Oliver Cowdery, en Harmony, Pensilvania, se haya recibido la revelación registrada en Doctrina y Convenios 12, probablemente a finales de mayo de 1829.

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Interior de la casa de Joseph Knight

El interior de la casa de Joseph Knight, padre, en Colesville (Ninevah), Nueva York

Doctrina y Convenios 12

Se enseña a Joseph Knight, padre, lo que se requiere para ayudar en la obra del Señor.

Doctrina y Convenios 12:1–9. Instrucciones para los que son llamados a ayudar en la obra de Dios

La repetición de las instrucciones que se hallan en Doctrina y Convenios 12 y en otras secciones de Doctrina y Convenios demuestra que los principios que rigen la obra de salvación se aplican a todos los que procuran ayudar en la obra (véanse D. y C. 4; 6; 11; 1214).

Doctrina y Convenios 12:8. “… nadie puede ayudar en [esta obra] a menos que sea humilde y lleno de amor”

Según lo que figura en Doctrina y Convenios 12, el Señor le dijo a Joseph Knight, padre, que a fin de ayudar en Su obra, es esencial obtener atributos semejantes a los de Cristo. El presidente Russell M. Nelson describió el proceso mediante el cual una persona puede obtener esos atributos: “Los atributos por los cuales seremos juzgados un día son todos espirituales. Estos incluyen el amor, la virtud, la integridad, la compasión y el servicio a los demás. El espíritu de ustedes, unido a su cuerpo y alojado en él, puede desarrollar y manifestar esos atributos de maneras que son vitales para su progreso eterno. El progreso espiritual se obtiene mediante los pasos de la fe, el arrepentimiento, el bautismo, el don del Espíritu Santo y el perseverar hasta el fin, y comprende las ordenanzas de la investidura y del sellamiento en el santo templo” (véase “Demos gracias a Dios”, Liahona, mayo de 2012, pág. 79).

Doctrina y Convenios 14–16: Antecedentes históricos adicionales

Poco después de su llegada a Harmony, Pensilvania, Oliver Cowdery envió una carta a su amigo David Whitmer, que se encontraba en Fayette, Nueva York, explicándole que estaba sirviendo como escriba para José Smith, quien estaba traduciendo las planchas del Libro de Mormón. Oliver siguió escribiéndose con la familia Whitmer durante los meses siguientes y testificó de la veracidad de las planchas.

Cuando la persecución se empezó a intensificar en Harmony para el profeta José Smith y Oliver Cowdery, el Profeta le pidió a Oliver que le escribiera de nuevo a David Whitmer, para preguntarle si podrían ir y terminar la traducción del Libro de Mormón en su hogar. En respuesta, el padre de David, Peter Whitmer, padre, invitó a José y a Oliver a quedarse con ellos el tiempo que fuese necesario a fin de terminar la traducción.

David quería ir inmediatamente con una carreta a recoger al Profeta y a Oliver Cowdery, pero necesitaba arar y preparar la tierra de la granja antes de que pudiera hacerlo. “Un día, al terminar su labor, se dio cuenta de que en una jornada había hecho el trabajo que normalmente le habría llevado dos días; su padre también quedó impresionado por lo que les parecía un milagro. Peter Whitmer, padre, dijo: ‘Tiene que haber un poder superior en todo esto, y creo que es conveniente que te vayas a Pensilvania en seguida que termines de esparcir el yeso’. (El yeso en polvo se utilizaba en los campos con el fin de contrarrestar la acidez del suelo). Al día siguiente, cuando el joven fue al campo para esparcir el yeso, tuvo la gran sorpresa de encontrarse con que el trabajo ya se había hecho; su hermana, que vivía cerca, le dijo después que sus hijos la habían llamado el día anterior para que observara a tres forasteros que estaban esparciendo el polvo con gran destreza; ella supuso que eran hombres contratados por David para hacer el trabajo

“David Whitmer se apresuró a iniciar su jornada de tres días a Harmony, con el corazón lleno de gratitud por esa intervención divina. José Smith y Oliver Cowdery salieron a encontrarlo cuando se acercaba al pueblo. Aunque él no les había dicho exactamente cuándo llegaría, el Profeta había visto en una visión los detalles de su viaje a Harmony” (La historia de la Iglesia en el cumplimiento de los tiempos, manual del alumno, segunda edición [manual del Sistema Educativo de la Iglesia, 2003, pág. 61).

David transportó a José y a Oliver a Fayette, Nueva York, llegando a principios de junio de 1829. José Smith escribió más tarde que “David, John y Peter Whitmer, hijo, se convirtieron en nuestros fervientes amigos y colaboradores en la obra” (en The Joseph Smith Papers, Histories [Los Documentos de José Smith], Volume I: Joseph Smith Histories, 1832–1844, editado por Karen Lynn Davidson y otros, 2012, pág. 308). Esos tres hermanos, “habiendo recibido cada uno de ellos un testimonio en cuanto a la autenticidad de la obra, se interesaron profundamente en el asunto de su deber individual” (D. y C. 14, encabezamiento de la sección). En respuesta a su petición, el profeta José Smith recibió una revelación para cada uno de los hermanos (véase D. y C. 14–16).

Doctrina y Convenios 14–16

El Señor revela Su voluntad a David Whitmer, John Whitmer y Peter Whitmer, hijo.

Doctrina y Convenios 14:7. “… si guardas mis mandamientos y perseveras hasta el fin…”

El consejo del Señor: “si guardas mis mandamientos y perseveras hasta el fin” (D. y C. 14:7) se podría considerar como una advertencia o precaución a David Whitmer. David llegó a ser uno de los Tres Testigos y también uno de los seis miembros originales de la Iglesia. Más tarde se estableció en Misuri, donde prestó servicio como líder de la Iglesia. Sin embargo, en 1837, David Whitmer se alineó con otras personas que habían apostatado de la Iglesia. Fue excomulgado el 13 de abril de 1838, y nunca regresó a la Iglesia, pero dio testimonio de las planchas del Libro de Mormón hasta el día en que murió. El élder Joseph B. Wirthlin (1917–2008), del Cuórum de los Doce Apóstoles, explicó la importancia de perseverar hasta el fin:

“Algunos piensan que perseverar hasta el fin es simplemente sufrir con los desafíos, pero es mucho más que eso; es el proceso de venir a Cristo y ser perfeccionados en Él…

“Perseverar hasta el fin es la doctrina de continuar en el camino que nos conduce a la vida eterna después de que uno haya entrado en ese camino mediante la fe, el arrepentimiento, el bautismo y la recepción del Espíritu Santo. Perseverar hasta el fin requiere todo nuestro corazón…

“Perseverar hasta el fin significa que hemos plantado nuestra vida firmemente en la doctrina del Evangelio, significa guardar las doctrinas aceptadas de la Iglesia, servir con humildad a nuestros semejantes, vivir como Cristo y guardar nuestro convenios” (“Sigamos adelante”, Liahona, noviembre de 2004, pág. 101) .

Doctrina y Convenios 14:7. “… la vida eterna… es el mayor de todos los dones de Dios”

El élder Bruce R. McConkie (1915–1985), del Cuórum de los Doce Apóstoles, explicó qué es la vida eterna y por qué se considera el don más grande que podemos recibir de Dios:

“La vida eterna es el nombre de la clase de vida que Dios vive y, por lo tanto, es ‘el mayor de todos los dones de Dios’ (D. y C. 14:7); y porque los que la obtienen llegan a ser como Dios, son uno con Él.

“La exaltación consiste en una herencia en el cielo más alto del mundo celestial, donde solo la unidad familiar continúa y donde cada beneficiario obtiene para sí una unidad familiar eterna, según el modelo de la familia de Dios nuestro Padre Celestial, de modo que cada persona exaltada vive la clase de vida que Dios vive y, por lo tanto, es una con Él…

“Por consiguiente, ser salvos, obtener la exaltación, heredar la vida eterna, todos significan ser uno con Dios, vivir como Él vive, pensar como Él piensa, actuar como Él actúa, poseer la misma gloria, el mismo poder, El mismo poderío y dominio que Él posee” (The Promised Messiah: The First Coming of Christ, 1978, pág. 130).

Doctrina y Convenios 15–16. Las revelaciones contienen las mismas palabras

En ocasiones, el Señor revela el mismo mensaje a diferentes personas porque pueden tener deseos o circunstancias similares. Por ejemplo, los llamamientos misionales que extiende actualmente el Presidente de la Iglesia tienen una redacción casi idéntica. Sin embargo, los que reciben los llamamientos reconocen la aplicación personal de la dirección que se brinda, ya que los guía en su servicio misional. Tal como figura en Doctrina y Convenios 15–16, el Señor llamó a John Whitmer y a Peter Whitmer por sus nombres y les reveló uno a uno Su voluntad.

Doctrina y Convenios 15:4–6 (16:4–6). “… lo que será de mayor valor para ti”

En las revelaciones que se encuentran en Doctrina y Convenios 15–16, el Señor bendijo a John y a Peter Whitmer por haber compartido las palabras de Dios con los demás. Aprendieron que declarar el arrepentimiento y traer almas a Jesucristo es lo más valioso que podían hacer. El élder M. Russell Ballard explicó una de las razones por las que es tan importante traer almas a Cristo: “Nunca olviden, hermanos y hermanas, que tanto ustedes como yo disfrutamos de la posesión de los principios de doctrina que llevarán a las personas a Cristo. El evangelio restaurado de Jesucristo tiene en sí el poder de aportar una felicidad profunda y estable al alma del hombre, algo que se valorará y apreciará por el resto del tiempo y de la eternidad. No solo estamos intentando traer más gente a la Iglesia, sino que estamos compartiendo la plenitud del evangelio restaurado de Jesucristo. Mas, a pesar de lo poderoso de nuestro mensaje, este no se puede forzar ni imponer sobre las personas, solo se puede compartir —de corazón a corazón, de alma a alma, de espíritu a espíritu— al ser buenos vecinos y preocupándonos y demostrando amor” (“El papel esencial de los miembros en la obra misional,” Liahona, mayo de 2003, pág. 40) .

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Imagen de dos de los primeros misioneros

El Señor llamó a los primeros miembros de la Iglesia en misiones para declarar Su evangelio.