2003
Milagros actuales
marzo de 2003


Milagros actuales

Un sábado por la tarde decidí preparar la lección parala clase de la Escuela Dominical del día siguiente. Trataba sobre losmilagros. “Si alguna vez necesitamos un milagro, es ahora”, pensé. Mi madre era viuda y la familia pasaba por difíciles momentos económicos.

Desde que mis hermanas y yo éramos pequeñas, nos habíamos dedicado al arte del tejido de crin de caballo. Solíamos lavar las crines, teñirlas y luego tejerlas, pelo por pelo, creando con ellas formas como mariposas, ratones y copihues (la flor nacional de Chile). Se trata de una labor muy fina y única de nuestro país. Tejíamos durante todo el invierno y en verano vendíamos nuestro trabajo en las ferias de arte.

Aquel año la economía nacional pasaba por una depresión, lo que afectaba enormemente a nuestro negocio. En el pasado, una gran parte de nuestros ingresos procedían de la feria de arte de Temuco, una ciudad turística del sur de Chile, pero ese año no se nos había invitado. Llamamos a los organizadores del evento, pero se negaron a darnos un puesto en la feria y nos preocupaba cómo nos iría a afectar la pérdida de ese ingreso.

Pero esa tarde, mientras estudiaba la lección de la Escuela Dominical, mi actitud cambió por completo. En primer lugar leí Mormón 9:19: “…[Dios]no cesa de ser Dios, y es un Dios de milagros”. Esta promesa me elevó el ánimo. Luego leí el versículo 21 y me sentí aún mejor: “…os digo que quien crea en Cristo, sin dudar nada, cuanto pida al Padre en el nombre de Cristo, le será concedido”.

Pensé en el milagro que necesitaba mi familia y decidí viajar las cuatro horas hasta Temuco y abogar en nuestro favor.

Al llegar a la Oficina de Cultura, me desanimó ver que había muchas otras personas para la misma diligencia y supe que a todas se les había dicho que no. Aún así sentí que el Señor estaba conmigo.

Cuando llegó mi turno de hablar con el encargado, me dijo con rudeza que había sólo una posibilidad muy remota de poder tener un puesto, pero que aún no se podía tomar una decisión definitiva. Le expliqué que el puesto equivalía a tener comida para mi madre durante los meses de invierno, pero me sentía como si le estuviera hablando a la pared. Entonces, casi sin pensar, le dije que creía en milagros y salí de su despacho.

Llamé a mi esposo y le pedí que ayunara conmigo. Mi mente volvía una y otra vez a las palabras de la clase de la Escuela Dominical: “…Dios… es un Dios de milagros”. Me hacía falta un milagro… ya.

Aguardé seis horas en la Oficina de Cultura, sintiendo una angustia cada vez mayor con cada minuto que pasaba. Al fin vi a otros artesanos que llegaban de todas partes de Chile y de otros países. La feria estaba empezando. Con un nudo en la garganta, oré: “Hágase Tu voluntad”. De repente me sobrevino una sensación de paz y decidí hablar una vez más con el hombre encargado.

Al entrar en el despacho, pude ver que su actitud había cambiado. Esta vez me dijo muy cortésmente que podía tener un puesto, y una vez más le dije que creía en los milagros.

En la feria conseguimos el dinero que necesitábamos, y aprendí por mí misma que Dios sigue efectuando milagros hoy día. Mi fe crece diariamente gracias a todo lo que Él me da.

Nitochka Silva Calisto es miembro del Barrio Carrión, Estaca Independencia, Santiago, Chile.