2006
Saber cómo funciona la Iglesia y el lugar que ocupamos en ella
Octubre de 2006


Saber cómo funciona la Iglesia y el lugar que ocupamos en ella

La primera vez que Lori Solomon asistió a un barrio de Santos de los Últimos Días, se dio cuenta de algo muy significativo. Las personas que se reunían allí no sólo eran extremadamente amables y simpáticas, sino que además todas llevaban sus propios ejemplares de las Escrituras. Durante las reuniones, leían las Escrituras, las analizaban y procuraban aplicarlas a su vida. Eso le produjo una impresión muy favorable a Lori, porque nunca había logrado comprender la Torá cuando se recitaba en hebreo en su congregación judía reformada.

Cuando Lori asistió a la Iglesia por segunda vez, un intenso sentimiento la impulsó hasta el micrófono durante la reunión de ayuno y testimonios. Delante de una sala llena de desconocidos, intentó expresar con palabras el sentimiento que ya estaba transformándose en una convicción. “Estoy en casa”, dijo. Lori se bautizó en Chicago, Illinois, en 2001.

El apóstol Pablo comparó la experiencia de la conversión a encontrar nuestro hogar espiritual: “Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos… Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios” (Efesios 2:13, 19).

Pero lo que Lori pronto descubrió es que saber que la Iglesia es verdadera no equivale a conocer cómo funciona. Como les sucede a la mayoría de los miembros nuevos, Lori se encontró un poco perdida ante los procedimientos, el protocolo y el vocabulario específico que los miembros antiguos dan por hecho que todos conocen. Por ejemplo, no sabía que los miembros de la Iglesia no deben hacer comentarios durante la reunión sacramental. Y la primera vez que oyó a alguien hablar de la “Reunión de superación personal, de la familia y del hogar”, pensó que debía asistir con toda su familia. Lleva tiempo aprender ésta y otras “reglas” no escritas.

Para cada uno de nosotros, la conversión consta al menos de dos partes. Una de ellas es el proceso muy personal de aprender y de aceptar las verdades restauradas del Evangelio de Jesucristo y el de convertirse o cambiar espiritualmente, por medio de nuestra nueva fe. Se trata de un proceso que dura toda la vida y que incluye el arrepentimiento, el hacer convenios con el Señor y el honrarlos, y el esfuerzo por cumplir con Su voluntad. Dado que todos necesitamos apoyo en estas labores fundamentales, participamos también en un segundo proceso: el hermanamiento con otros Santos de los Últimos Días. Eso incluye pasar a formar parte de una nueva comunidad, asistir a las reuniones, participar en las actividades, servir y aceptar que los demás nos presten servicio. Cada aspecto de la organización de la Iglesia nos aporta una ayuda vital para nuestra conversión espiritual.

El prestar servicio en una Iglesia “activa”

Por haberse criado en una activa familia católica de Maryland, Jean Gardner siempre tuvo la idea de que los obispos eran clérigos profesionales a jornada completa, por lo que cuando se trasladó a Utah, fue muy natural que se sorprendiera al enterarse de que su vecino de enfrente no sólo era camionero, sino también obispo de un barrio local de los Santos de los Últimos Días. La hermana Gardner se bautizó en 2005 y ahora está agradecida por pertenecer a una Iglesia con ministros laicos (que prestan servicio a tiempo parcial y sin remuneración).

Para Madhu Menon, el servicio en llamamientos de la Iglesia ha sido la clave para llegar a conocer la organización de la Iglesia. Nació en la India y sus raíces culturales son hindúes. Se unió a la Iglesia en 1984. “A medida que respondo a los llamamientos y participo activamente en ayudar a los demás, recibo ayuda de mis líderes para comprender la organización de la Iglesia y las responsabilidades de los oficios en los que sirvo. Ya sea como maestro orientador o desempeñando una responsabilidad relativa al plan de bienestar, en cada llamamiento u oportunidad de servir, he aprendido algo más acerca de la organización de la Iglesia”, dice el hermano Menon. En la actualidad presta servicio en el sumo consejo de su estaca, lo que le permite aumentar y profundizar su comprensión de la Iglesia.

Extender la mano a los demás

El unirse a una Iglesia cuyos miembros enseñan, discursan y oran en público puede resultar intimidatorio para aquellos que sólo participaban de manera pasiva en su antigua iglesia. Hoy, Aileen Figuerres presta servicio en la mesa directiva general de la Sociedad de Socorro, desde la cual enseña a las líderes de la Sociedad de Socorro de toda la Iglesia. Se unió a la Iglesia en Hawai a los 21 años, y todavía se acuerda de lo nerviosa que estaba la primera vez que se le pidió que diera la oración en una reunión y enseñara una lección en una clase para el desarrollo del maestro. En la iglesia budista a la que solía asistir, recuerda, “el ministro se ocupaba de todo, y nosotros permanecíamos sentados y escuchando”. Como procedía de raíces no cristianas, también le resultaba difícil comprender las Escrituras al principio. Le confió sus sentimientos a una amiga y ésta se ofreció a estudiar las Escrituras con ella. Sus amigas también le enseñaron a orar.

La hermana Figuerres recalca ahora la importancia de que los miembros nuevos se esfuercen por crear lazos con los demás miembros de la Iglesia. Indica que es muy importante tener el valor suficiente para decirles lo que uno necesita y así obtener la ayuda precisa.

En retrospectiva, la hermana Figuerres también se da cuenta de que como miembro nuevo no tendría que haberse preocupado tanto por la “forma” de desempeñar su servicio, sino más bien por la “esencia” del mismo. Para evitar que los nuevos desafíos representen una carga abrumadora, la hermana Figuerres recomienda a los miembros nuevos que aborden esos retos disfrutando del proceso de aprendizaje. “Debido a que había tenido suficientes experiencias en las que sentí el Espíritu y el amor de Dios, logré seguir adelante en mi proceso de conversión, a pesar de mis sentimientos de incapacidad y de miedo”, recuerda.

Aprender “línea por línea”

Como todos los miembros nuevos, para Jana Riess el proceso de aprendizaje en la Iglesia se ha producido “línea por línea” (véase Isaías 28:10). En 1991 estaba preparándose para ser ministro de la iglesia presbiteriana, cuando comenzó a escuchar las lecciones de los misioneros. Para demostrarles su agradecimiento, un domingo invitó a las hermanas misioneras a comer con ella en un restaurante. Con amabilidad, ellas le explicaron que preferían no comer en un restaurante durante el día de reposo. Después de quince años y de servir en muchos llamamientos en la Iglesia, la hermana Riess sigue considerando que su conversión está en proceso. “El discipulado es un proceso de toda una vida que no termina cuando uno sale de las aguas bautismales”, dice. “Yo todavía me estoy ‘convirtiendo’ ”.

Al mirar atrás, la hermana Riess cuenta entre sus bendiciones más importantes como miembro de la Iglesia a las personas que le tendieron la mano y se interesaron en su desarrollo espiritual. Hoy atesora la bendición de poder ayudar a otros conversos en el camino del discipulado conversando con ellos acerca de sus preocupaciones, orando por ellos y con ellos y proporcionándoles materiales útiles para leer. Sabe que la transición suele ser más dolorosa y requerir más sacrificios de lo que muchas personas creen. Por ello, aunque su actual llamamiento oficial en la Iglesia es el de directora de música de la Primaria, también considera un llamamiento personal el tender la mano a otros conversos y ayudarlos a ser discípulos más dedicados de Cristo mediante las enseñanzas y los programas de la Iglesia.

Lo mucho que ellos aportan

El presidente Gordon B. Hinckley ha dicho a aquellos que están investigando la Iglesia: “Traigan todo lo bueno y toda la verdad que hayan recibido de cualquier fuente y veamos si podemos añadir a ellas”1. Si bien el Evangelio restaurado amplía el entendimiento de los conversos nuevos, éstos contribuyen al fortalecimiento de la Iglesia restaurada.

“Me gusta ayudar a los conversos a comprender lo mucho que aportan a la plenitud y a la belleza de la Iglesia con sus diversas experiencias, antecedentes y talentos”, dice la hermana Riess. “Los miembros nuevos aportan mucho a la vitalidad espiritual de la Iglesia en general, gracias a la sencillez y a la firmeza de su testimonio, que a menudo han adquirido tras mucho pesar. Lo cierto es que todos somos conversos. Incluso aquellos a quienes se les ha enseñado el Evangelio durante toda la vida llegan a un momento en el que deben decidir abrazarlo por sí mismos”.

Tras su propia conversión, el apóstol Pablo utilizó una metáfora que describe perfectamente la vida de todo miembro de la Iglesia así como la organización de la Iglesia en sí: “[Estáis] edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor” (Efesios 2:20–21). La organización y los programas de la Iglesia son dádivas maravillosas. Mediante ellos, todos nosotros —ya seamos miembros nuevos o antiguos— disfrutamos de la fraternidad de una fe común a medida que nos esforzamos por hacer que nuestro testimonio del Evangelio de Jesucristo sea cada vez más firme y progresamos por el sendero del discipulado.

Todo miembro tiene su lugar

En la Iglesia, todo miembro pertenece a un grupo en el que puede servir y recibir el servicio de los demás.

Los hombres: A partir de los 12 años, todo miembro varón de la Iglesia a quien se le haya ordenado al sacerdocio pertenece a un quórum del Sacerdocio Aarónico o de Melquisedec (véase D. y C. 20; 107).

  • En el Sacerdocio Aarónico, bajo la dirección del obispo o presidente de rama, los diáconos recogen las ofrendas de ayuno y reparten la Santa Cena; los maestros preparan la Santa Cena y visitan a los miembros como maestros orientadores; y los presbíteros ofrecen las oraciones sacramentales, llevan a cabo bautismos y ordenan a otros presbíteros, maestros y diáconos. A los maestros se les pueden confiar las responsabilidades de los diáconos, y los presbíteros pueden a su vez llevar a cabo las responsabilidades de los diáconos y de los maestros.

  • En el Sacerdocio de Melquisedec, los élderes (que tienen por lo menos 18 años) pueden llevar a cabo las responsabilidades de los diáconos, maestros y presbíteros. Además, pueden conferir el don del Espíritu Santo y bendecir a los enfermos. Los sumos sacerdotes tienen éstas y otras responsabilidades adicionales, como la de servir como miembros de un obispado, de un sumo consejo y de una presidencia de estaca.

Los jóvenes de 12 a 17 años también pertenecen a la organización de los Hombres Jóvenes, en la que participan en el aprendizaje del Evangelio y en actividades sanas.

Las mujeres: Toda joven de la Iglesia de 12 a 17 años pertenece a la organización de las Mujeres Jóvenes. En esta organización, las jóvenes aprenden los principios del Evangelio, participan en actividades sanas, prestan servicio y adquieren dotes de liderazgo. Toda mujer adulta mayor de 18 años pertenece a la Sociedad de Socorro, la cual permite a la mujer crecer espiritualmente y servir a los necesitados.

Los niños: Los niños de 3 a 11 años pertenecen a la organización de la Primaria, en la que aprenden los principios del Evangelio y disfrutan de actividades con otros niños. Los niños de 18 meses a 2 años pueden ir a la clase de la guardería.

Administración de la Iglesia: “Edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas”

Jesucristo es la cabeza de la Iglesia. Él extiende mediante los quórumes del sacerdocio Su autoridad de dirigir, otorgando a cada uno de ellos responsabilidades específicas. Los hombres que desempeñan los siguientes cargos poseen el Sacerdocio de Melquisedec y se los conoce como Autoridades Generales (excepto los miembros del Tercero al Octavo Quórum de los Setenta, a quienes se llama Setentas de Área).

La Primera Presidencia es un quórum que se compone del Presidente de la Iglesia y sus consejeros, que presiden a la Iglesia en conjunto.

El Quórum de los Doce Apóstoles dirige la obra eclesiástica de la Iglesia en todo el mundo, y supervisa la obra misional y la administración de los programas de la Iglesia. Los apóstoles son “testigos especiales del nombre de Cristo en todo el mundo” (D. y C. 107:23).

Los Quórumes de los Setenta trabajan bajo la dirección de los Doce para edificar la Iglesia por todo el mundo. En la actualidad, la Iglesia cuenta con ocho Quórumes de los Setenta (véase Números 11:16; Lucas 10:1).

El Obispado Presidente presta servicio como presidencia del Sacerdocio Aarónico y supervisa los asuntos temporales como la construcción de edificios, la recolección de los diezmos y los servicios de bienestar.

Otros términos que es importante conocer

A continuación se indican unos términos clave relacionados con la organización de la Iglesia (véase también la página 48).

Barrio: Una congregación local de miembros de la Iglesia que viven en una zona geográfica determinada.

Rama: Como un barrio, pero con menos miembros y un número de programas más limitado.

Obispado o presidencia de la rama: Un obispo o presidente de rama y sus dos consejeros, que presiden a los miembros del barrio o de la rama y sus programas.

Estaca: Una unidad administrativa que se compone de varios barrios.

Distrito: Una unidad administrativa que se compone de varias ramas.

Presidencia de estaca o distrito: Un presidente de estaca o distrito y sus dos consejeros, que presiden a los miembros de la estaca o del distrito y sus programas.

Centro de estaca: Edificio que alberga las oficinas de la presidencia de estaca y uno o más barrios.

Sumo consejo de estaca: Un grupo compuesto de 12 hombres que ayudan a la presidencia de estaca a supervisar la obra del Señor en su estaca.

Nota

  1. “El maravilloso fundamento de nuestra fe”, Liahona, noviembre de 2002, pág. 81.