2006
Reciban las bendiciones del sacerdocio
Octubre de 2006


Mensaje de las maestras visitantes

Reciban las bendiciones del sacerdocio

Por medio de la oración, lea este mensaje y seleccione los pasajes de las Escrituras y las enseñanzas que satisfagan las necesidades de las hermanas a las que visite. Comparta sus experiencias y su testimonio e invite a las hermanas a las que enseñe a hacer lo mismo.

Las bendiciones de pertenecer a la Sociedad de Socorro: La Sociedad de Socorro ayuda a las hermanas a aprender la importancia de sostener, apoyar y trabajar en armonía con los poseedores del sacerdocio. La Sociedad de Socorro también les ayuda a prepararse para recibir las ordenanzas del Evangelio y para hacer convenios en el templo.

¿Cómo pueden los miembros nuevos y los que llevan tiempo en la Iglesia recibir las bendiciones del sacerdocio?

D. y C. 84:35–38: “Y también todos los que reciben este sacerdocio, a mí me reciben, dice el Señor; porque el que recibe a mis siervos, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe a mi Padre; y el que recibe a mi Padre, recibe el reino de mi Padre; por tanto, todo lo que mi Padre tiene le será dado”.

Élder Robert D. Hales, del Quórum de los Doce Apóstoles: “Una vez que estamos en el Reino de Dios, como miembros recién bautizados, honramos el sacerdocio restaurado. El honrar el sacerdocio y el ser obediente al vivir los mandamientos son elementos importantes en el proceso de la conversión. Los miembros varones adultos reciben el Sacerdocio Aarónico poco después de su bautismo. Después de un período, si son dignos, deben recibir el Sacerdocio de Melquisedec, y cada miembro de la familia comparte las bendiciones del sacerdocio en el hogar. Las mujeres son bienvenidas en la Sociedad de Socorro y reciben las bendiciones de la hermandad de esta organización…

“Progresamos fielmente por lo menos durante un año después del bautismo y nos preparamos para entrar en el templo del Señor. En el santo templo recibimos nuestras investiduras sagradas, las que nos enseñan de qué manera debemos vivir para regresar a la presencia de Dios el Padre y de Su Hijo Jesucristo. Entonces somos sellados por el tiempo de esta vida y por toda la eternidad” ( “…y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos”, Liahona, julio de 1997, págs. 90–91).

¿Cómo se apoyan mutuamente las hermanas de la Sociedad de Socorro y los poseedores del sacerdocio?

Filipenses 1:27: “[Estad] firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del Evangelio”.

Presidente Gordon B. Hinckley: “Las mujeres de la Iglesia trabajan hombro a hombro con los hermanos en el avance de esta poderosa obra del Señor… Estas hermanas trabajan a la par del sacerdocio, colaborando unánimes para lograr la edificación del reino de Dios en la tierra. Las honramos y respetamos por su capacidad. No esperamos de las organizaciones que dirigen otra cosa que un liderazgo firme, fortaleza y resultados sobresalientes. Las apoyamos y sostenemos como hijas de Dios, obreras de una gran sociedad destinada a llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna de todos los hijos e hijas de Dios” (Véase “Si eres fiel”, Liahona, enero de 1985, pág. 73).

Kathleen H. Hughes, Primera Consejera de la Presidencia General de la Sociedad de Socorro: “La Sociedad de Socorro fue establecida por Dios, mediante un profeta, por el poder de la autoridad del sacerdocio; su existencia es parte necesaria de la organización de la Iglesia. Hombres y mujeres trabajan unidos en el sacerdocio y en la Sociedad de Socorro en el esfuerzo de traer las familias a Cristo. Las mujeres nunca debemos pensar que nuestra función en la Iglesia es menor que la de los varones. Del mismo modo que, como mujeres justas, honramos al sacerdocio, es preciso que también consideremos sagrado nuestro llamamiento como mujeres… [La Sociedad de Socorro] se originó de nuestro divino llamamiento y de nuestro anhelo de servir, de amar y de cuidar las unas de las otras. Así como las ordenanzas y la dirección del sacerdocio son necesarias en la obra del Señor, del mismo modo lo es el servicio que prestamos” (“Un convenio con Él”, Liahona, noviembre de 2003, pág. 108).