2006
Afrontar los retos
Octubre de 2006


Afrontar los retos

La conversión es un proceso, no un acontecimiento aislado. Un testimonio reciente es como una tierna planta de semillero: tiene un gran potencial, pero necesita tiempo y que se lo nutra cuidadosamente.

Cuando conocí a Judy hace 30 años, no tenía idea de que era miembro de la Iglesia desde hacía sólo cuatro años. Desempeñaba una importante responsabilidad en la Iglesia, y nada me indicaba que no hubiera sido miembro durante toda la vida.

Hace tres años, Laura dio una hermosa oración de apertura durante nuestra conferencia de estaca. Después de la oración, se nos informó de que Laura se había bautizado hacía sólo unos meses. “¡Vaya!”, pensé. “¡Cuánto ha progresado!”.

Únicamente cuando hablé con Judy y Laura acerca de sus experiencias como conversas nuevas me enteré de que a ambas se les había hecho más difícil ser miembros nuevos de la Iglesia de lo que habían esperado. Eso es algo que tienen en común con muchos —si no con la mayoría— de los conversos nuevos.

Es difícil

Judy dice: “Uno no sólo cambia de lugar adonde va a la iglesia; uno cambia su vida. Después de mi bautismo, me preguntaba: ‘¿Soy capaz de hacer esto de verdad?’ ”.

Laura asiente: “No me imaginaba que sería tan difícil”.

Es importante darse cuenta de que uno no es el único que afronta desafíos o que se siente abrumado. El saber que muchas otras personas pasan por la misma experiencia nos permite ser pacientes con nosotros mismos. Podemos pedir ayuda —al obispo o al presidente de rama, a los maestros orientadores o a otros miembros— sin avergonzarnos. Lo más importante de todo es que hay motivos para la esperanza, para creer que se puede lograr el éxito con la ayuda del Señor. Él no nos ha guiado a Su Iglesia para abandonarnos. “…el Señor… nunca da mandamientos a los hijos de los hombres sin prepararles la vía para que cumplan lo que les ha mandado” (1 Nefi 3:7).

La ignorancia no trae la felicidad

La ignorancia no trae la felicidad, pero tampoco es un pecado. Quizá se sienta abrumado por todas las palabras y términos que tiene que aprender (¿Ajuste de diezmos?). Hay toda una organización que es única de la Iglesia. (¿Sumo consejo de estaca?). La lectura y el estudio de las Escrituras pueden resultar una experiencia nueva. (¿Dónde está el libro de Omni?). Hay responsabilidades o llamamientos en la Iglesia cuya existencia usted desconocía, y de repente se le pide que acepte uno de ellos. (¿A qué se dedica una secretaria de las Mujeres Jóvenes?).

No se preocupe. El Señor no lo condena por lo que no sepa. Por otro lado, Él es el único que sabe lo que usted piensa. Los demás no lo saben, así que no dude en hacer preguntas. En su esfuerzo por abrirse horizontes y hacerse amigos en la Iglesia, procure encontrar un consejero, un amigo que sea miembro y que sepa responder a sus preguntas y explicarle las cosas. Si se le dificulta encontrar a esa persona, pídale a su obispo o presidente de rama que le ayude a encontrarla. Si tiene un llamamiento, pida que le expliquen las responsabilidades que implica. Pida también los manuales u otras fuentes de ayuda disponibles.

A partir de ahí, como aconseja Judy, “simplemente aumente su conocimiento línea por línea. Comience por lo más básico”. Y recuerde que ya cuenta con lo más fundamental en cuanto a lo que todavía le queda por aprender del Evangelio: ya sabe que la Iglesia es verdadera.

Cómo hacer frente a las decepciones

A veces nos decepcionamos a nosotros mismos. El bautismo y la confirmación nos hicieron limpios, pero no nos hicieron perfectos. Ocurre lo mismo con los demás miembros de la Iglesia. Todos cometemos errores, y todos tenemos que arrepentirnos y renovar nuestros convenios bautismales al tomar la Santa Cena. (Si desea obtener más información acerca de estos convenios, consulte el artículo del élder Jeffrey R. Holland, en la pág. 10.) A medida que sigamos arrepintiéndonos y esforzándonos por mejorar, el Espíritu Santo nos ayudará a ser más puros; comenzaremos a despojarnos del deseo de pecar (véase Mosíah 5:2). El poder de la Expiación comenzará a cambiar nuestra propia naturaleza.

Laura dice: “Ahora es más fácil ser miembro. El Padre Celestial me ha dado un mayor deseo de hacer lo justo. Las cosas van saliendo con más sencillez y naturalidad”.

En lo que respecta a las ocasiones en que otros miembros de la Iglesia dejan ver su lado menos perfecto, Laura dice que no le molestan las imperfecciones de los demás. “Me esfuerzo mucho por no juzgar”, dice, “y procuro aceptar a los demás como son. Todos hacemos lo mejor que podemos”.

Un yugo fácil, una carga ligera

El Salvador nos ha extendido a todos la siguiente invitación:

“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.

“Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas;

“porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11:28–30).

Un yugo es un artefacto que permite que dos animales compartan de manera equitativa y cómoda una carga que para uno solo resultaría difícil o imposible de llevar. Todavía se utiliza en muchas regiones del mundo en las que se usan animales para arar la tierra o tirar de carretas.

En referencia al yugo del Salvador, el presidente Howard W. Hunter (1907–1995), decimocuarto Presidente de la Iglesia, dijo: “Llevar su yugo requiere que hagamos un esfuerzo grande y sincero, pero para los que están verdaderamente convertidos, el yugo es fácil y la carga resulta liviana.

“Por supuesto, las cargas de la vida diaria varían con toda persona, pero todos las tenemos… Cristo nos dijo que ya que todos tenemos que llevar alguna carga y soportar algún yugo, ¿por qué no elegimos el Suyo? Él nos dice que Su yugo es fácil y ligera su carga”1.

La conversión es un proceso, no un acontecimiento aislado. Nuestro Padre Celestial es paciente y lleno de bondad y gracia. Concede dones del Espíritu no sólo a “los que [lo] aman y guardan todos [Sus] mandamientos”, sino también a “los que procuran hacerlo” (D. y C. 46:9; cursiva agregada). Vivan de acuerdo con las verdades que conocen y recibirán más conocimiento y fortaleza. Dejen que el Señor los convierta en aquello que ustedes nunca podrían llegar a ser por ustedes mismos. Él promete: “…basta mi gracia a todos los hombres que se humillan ante mí; porque si se humillan ante mí, y tienen fe en mí, entonces haré que las cosas débiles sean fuertes para ellos” (Éter 12:27).

En caso de duda…

Las dudas son algo natural. Puede que provengan de nuestro interior o de otras personas. Independientemente de su procedencia, existen maneras infalibles de abordarlas con éxito.

  1. 1. Recuerde las experiencias espirituales que ya haya tenido. Por ejemplo, Oliver Cowdery fue el escriba de José Smith durante gran parte de la traducción del Libro de Mormón. Ya había recibido una confirmación de la veracidad del testimonio del profeta José acerca de las planchas de oro. Sin embargo, parece que deseaba una confirmación adicional del Señor. Hablando a través del Profeta, el Señor aconsejó lo siguiente a Oliver:

    “…Si deseas más testimonio, piensa en la noche en que me imploraste en tu corazón, a fin de saber tocante a la verdad de estas cosas.

    “¿No hablé paz a tu mente en cuanto al asunto? ¿Qué mayor testimonio puedes tener que de Dios?” (D. y C. 6:22–23).

    El Señor espera que recordemos el testimonio que ya hemos recibido del Espíritu.

  2. 2. Sea paciente. Cuando se tope con cosas que no comprenda, sea paciente. Aférrese a lo que ya sabe (en otras palabras, recuerde). Como dice Laura: “Me aferro a lo que ya sé y no permito que las preguntas me perturben. Sigo pidiendo en oración, con la seguridad de que el Señor me contestará cuando esté lista para ello”.

  3. 3. Alimente la fe; acabe con las dudas. A medida que siga orando, escudriñando las Escrituras y obedeciendo los mandamientos, su testimonio adquirirá fortaleza adicional. Alma compara esto al proceso de nutrir una semilla mientras germina y crece, hasta convertirse en un árbol que produce un fruto dulce y precioso (véase Alma 32:28–43). Cuando se nutren las dudas, se produce el efecto contrario y el testimonio se debilita.

Nota

  1. Véase “Venid a mí”, Liahona, enero de 1991, pág. 20.