2009
La familia ‘funcional’
Febrero de 2009


La familia “funcional”

¿Qué es una familia “funcional”? Es una familia en la cual sus integrantes trabajan juntos para mejorar su relación, al mismo tiempo que se enfrentan con retos.

Recuerdo haber leído, en la época en que era un padre joven, Doctrina y Convenios 93:40, donde el Señor dice: “…yo os he mandado criar a vuestros hijos en la luz y la verdad”. Me preguntaba: “¿Y exactamente cuál es la manera de lograrlo?”. Había escuchado a mucha gente hablar acerca de las familias disfuncionales, pero yo quería criar una familia funcional. La cuestión es la siguiente: ¿Qué es exactamente una familia funcional?

A veces parece que la gente piensa que los integrantes de las familias funcionales se llevan perfectamente bien y resuelven los problemas juntos y sin dificultad alguna. Lo cierto es que, a pesar de que llamemos “funcional” a una familia, eso no significa que la familia sea perfecta. Todas las familias se encuentran con obstáculos al momento de atender las personalidades propias de cada integrante de la familia, las cuales son muy diferentes entre sí. A pesar de eso, los integrantes de una familia que funciona bien reconocen que tienen debilidades y se esfuerzan por mejorar su relación a pesar de ellas. De hecho, los integrantes de la familia serán más felices siempre que procuren aplicar los principios del Evangelio a su vida con el fin de mejorar las relaciones personales y familiares.

Tras muchos años de trabajar con matrimonios y familias como consejero profesional, he aprendido algunos principios que considero que ayudan a las familias a funcionar bien. En este artículo se analizan sólo algunos de ellos; a ustedes se les pueden ocurrir otros. A medida que vayan leyendo estos principios, tómense un momento para pensar en la forma en que podrían llevarlos a la práctica en su familia.

Los padres de una familia funcional centran su energía en enseñarles principios correctos a sus hijos y en permitirles ejercitar el albedrío. Como padre y abuelo, pienso mucho en esto y me esfuerzo por brindar todo el amor, la instrucción, el tiempo, la preocupación, la ayuda, la guía y la atención que me es posible, a fin de enseñarles principios correctos a mis hijos y nietos; eso implica enseñarles que las decisiones tienen consecuencias, ya sean buenas o malas.

A veces, como padres, asumimos el papel de administrador y procuramos controlar a nuestros hijos con la esperanza de obtener los resultados deseados. El problema con esta manera de proceder es que los niños se oponen a la coerción o a que los obliguen a hacer algo, sobre todo a medida que van creciendo. Cuanto menos nos pongamos en el papel de gerentes, y cuanto más nos comportemos como tutores, asesores y guías, más eficaces seremos. Eso significa que les enseñamos principios correctos a nuestros hijos y, a medida que su madurez y experiencia lo permitan, vamos dándoles más libertad para tomar decisiones y cosechar las consecuencias.

Los padres de una familia funcional intencionalmente fortalecen a su familia. Esto lo hacen al considerar, regularmente y en privado, las necesidades de cada uno de los hijos en relación con las necesidades de la familia en general. Muchos de nosotros nos vemos afectados constantemente ante las diferentes situaciones de la vida. El poco tiempo libre y las exigencias de la vida hacen que sea difícil decidir conscientemente de qué manera deseamos vivir y satisfacer las necesidades y los deseos de la familia. Esto significa que en algunas circunstancias, otras personas o las viejas costumbres pueden determinar la manera en que actuamos, en vez de determinarla nosotros mismos. De más está decir que esa forma de actuar a menudo conduce a situaciones desafortunadas en las cuales no usamos todo nuestro potencial.

Uno de los mejores métodos que los padres pueden usar para fortalecer a su familia es apartar un momento específico de la semana para hablar acerca de cómo anda la familia. Yo lo llamo “tiempo de análisis familiar”. Al iniciar un tiempo de análisis familiar, los cónyuges se comprometen a meditar con regularidad sobre las necesidades de la familia; también se dan tiempo para pensar en los cambios que los padres y la familia quizás tengan que hacer. Aquellos padres que no tengan cónyuge pueden dedicar un momento de la semana a meditar acerca de la familia y a orar por ella.

Al pensar intencionadamente sobre la familia, también pensamos acerca de las consecuencias de aquello que decimos y aquello que no decimos a nuestros hijos. Como padres, empezamos a enviar mensajes sobre lo que sentimos por los hijos desde el momento en que nacen. Esos mensajes incluyen nuestras palabras, acciones y actitudes, ya sea que haya sido nuestra intención o no. Todos esos mensajes determinan la forma en que nuestros hijos se ven a sí mismos.

Entre los ejemplos de mensajes no deliberados, aunque a menudo perjudiciales, se encuentra el no hacerle caso a un hijo o el no tenerle paciencia. Cuando estamos demasiado ocupados como para dedicar tiempo a un hijo o una hija, quizás estemos enviando el mensaje “No eres muy importante para mí”. Ahora bien, no olvidemos que a veces no podemos evitar estar ocupados, así que no se obsesionen con esto; simplemente recuerden que es importante enviar intencionalmente mensajes positivos para edificar a nuestros hijos y analizar de vez en cuando el tipo de mensajes que enviamos a fin de hacer los cambios que sean necesarios.

¿Qué mensajes les gustaría enviar intencionadamente a sus hijos? ¿Desean que ellos sepan que los aman y que piensan en ellos? Si lo planifican por adelantado, pueden enviar mensajes positivos con frecuencia, aun si parece difícil. Por ejemplo: supongan que el padre tiene que irse a trabajar todos los días antes de que los hijos se despierten. Imagínense lo sorprendido y feliz que estaría un niño o una niña si le hicieran un cartelito en papel de color y lo pegaran a los pies de su cama para que fuera lo primero que viera al levantarse. El cartelito podría decir algo así: “¡Hola! ¡Tu papá te quiere! Nos vemos a la hora de la cena. ¡Cuando llegue a casa, podemos jugar juntos!”. Ese tipo de mensaje positivo puede tener una influencia importante y duradera para bien.

Las relaciones de una familia funcional son sumamente importantes. Es bueno examinar con regularidad el estado de cada relación entre los integrantes de la familia. Uno nunca sabe cuándo podría haber una necesidad que no se hubiera satisfecho, y que, por alguna razón, sus hijos no le avisaron de ella. Al escuchar prestando atención y al ser sensibles al Espíritu, será más fácil darse cuenta de cómo están sus hijos y cuáles son sus necesidades.

Desde luego, eso nos lleva a preguntarnos lo siguiente: cuando nos damos cuenta de que un integrante de la familia necesita un poco de ayuda en su relación con uno de ustedes, los padres, o con otra persona, ¿de qué manera pueden ayudar para que la situación mejore? Algo que he aprendido es que las relaciones no mejoran sólo porque sí; al contrario, las relaciones mejoran cuando nos empeñamos por que así sea y les damos prioridad.

Traten de invertir tiempo en la relación de manera clara. A continuación presentaré algunas cosas que yo he probado y que pueden funcionarles a ustedes también: charlar; jugar juntos; dedicar tiempo para estar solos con un hijo; enviar cartas, tarjetas o notitas en las que les dejen saber de su amor; hacer elogios; hacer con ellos algo divertido e inesperado; decir “Te quiero”; escuchar a la otra persona; pedirle a él o ella que los ayude con un proyecto; compartir sus sentimientos. Todas estas cosas requieren que ustedes participen en las actividades de la otra persona. Luego, durante el tiempo de análisis familiar, hablen con su cónyuge acerca de lo que hayan hecho. Es probable que se sorprendan al ver el gran alcance que puede tener la influencia positiva de ustedes.

Los padres de una familia funcional son maestros eficaces. Adán y Eva fueron excelentes ejemplos de padres que eran buenos maestros. Por ejemplo, “Adán y Eva… hicieron saber todas las cosas a sus hijos e hijas” (Moisés 5:12). Les enseñaron a sus hijos los principios del Evangelio, como el plan de salvación y la importancia y las bendiciones que resultan de guardar los mandamientos. Nosotros también tenemos esa misma responsabilidad de enseñar a nuestros hijos no sólo el Evangelio sino también las habilidades y aptitudes que necesitarán en su diario vivir. Si permitimos que la educación espiritual de nuestros hijos quede librada al azar o si la delegamos en otras personas, corremos el gran riesgo de que no aprendan aquello que les dará la verdadera felicidad.

Eso significa que debemos pensar seriamente en qué es lo que enseñamos y en cómo lo enseñamos. Por ejemplo, durante el tiempo de análisis familiar, podrían preguntarse: “¿Qué queremos enseñarle a nuestra familia durante los próximos meses? ¿Cómo, cuándo y dónde queremos enseñarlo?” Consideren la idea de anotar las respuestas, fijarlas como metas familiares y colgarlas en un lugar visible a fin de recordarlas. Luego cumplan con las metas que se hayan puesto.

¿Qué otras cosas podrían enseñar? Cualquier cosa que consideren que su familia debe aprender. Algunos temas incluyen la cortesía, la honradez, la oración, el estudio de las Escrituras, las finanzas y la manera de salir de las deudas, el respeto mutuo dentro de la familia, la manera de usar el tiempo eficazmente, cómo controlar los sentimientos de ira, la importancia de la educación y la necesidad de que todos los integrantes de la familia cumplan con la parte que les corresponde dentro del hogar.

La enseñanza eficaz también tiene lugar fuera del entorno de enseñanza formal o directa. La enseñanza indirecta ocurre en los momentos en que se enseña de manera no verbal; de hecho, ¡incluso podrían no estar ustedes presentes cuando esa “enseñanza” ocurra! Por ejemplo: yo cuelgo imágenes que representan aquellas características en las que deseo que mis hijos piensen, como una lámina de los pioneros mientras viajaban en una tormenta de nieve, la que representa el concepto de no darse por vencido cuando las cosas se ponen difíciles. Además, tenemos veintinueve fotos individuales de nuestros nietos sobre la repisa de la chimenea de nuestra casa. A pesar de que ninguna de las fotos incluye un mensaje escrito alguno, el solo hecho de verlas lleva a que se hagan muchos comentarios; nadie puede pasarlas por alto. El mensaje de las fotografías es que nuestros nietos son una parte importante de nuestra familia.

Los padres de una familia funcional ofrecen guía mediante el ejemplo. Nuestros hijos siempre están mirando y observando nuestro comportamiento, ya sea que nos demos cuenta o no. En mi rol de padre, evalúo regularmente mi comportamiento al hacerme esta pregunta: “¿Puedo aconsejarles a mis hijos que sigan mi ejemplo tanto en público como en privado?”. Si la respuesta es no, corrijo aquello que sea necesario corregir.

A continuación siguen algunas preguntas que me he hecho a mí mismo:

  • ¿Quiero que mis hijos tengan paciencia? Sí. Entonces trato de ser todo lo paciente que puedo con ellos.

  • ¿Quiero que mis hijos estén a gusto, se diviertan y aprendan a disfrutar de la vida? Sí, porque considero que esas características son indispensables para desarrollar relaciones sanas y felices. Trato de divertirme con mis hijos tan a menudo como me es posible.

  • ¿Quiero que mis hijos lean las Escrituras y buenos libros? Sí. Por eso, me aseguro de que me vean a mí leer, y también les leo a ellos.

  • ¿Quiero que mis hijos les den importancia a las relaciones familiares? Sí. Por eso, los beso y los abrazo, les sonrío, los escucho, juego con ellos y comparto experiencias personales con ellos.

Recuerden que los hijos desean que sus padres den el ejemplo de una persona que sabe claramente el camino que desea seguir, tanto en asuntos personales como espirituales. Nosotros, como padres, debemos vivir dignos de la guía del Espíritu Santo en todo momento, especialmente cuando las cosas se ponen difíciles.

Por último, los padres de una familia funcional les enseñan a sus hijos a tener fe en nuestro Padre Celestial y en el Señor Jesucristo. Esa fe establecerá una base segura y firme para la vida familiar, la cual es inigualable; además, es un mandamiento de nuestro Padre Celestial. En cuanto a nuestro deber para con nuestros hijos, el rey Benjamín enseñó que “les enseñaréis a andar por las vías de la verdad y la seriedad; les enseñaréis a amarse mutuamente y a servirse el uno al otro” (Mosíah 4:15).

Quizás lo más importante que haremos en esta vida sea enseñar a los integrantes de nuestra familia a tener fe en Jesucristo y en Sus enseñanzas y a guardar los mandamientos. En “La Familia: Una proclamación para el mundo” se declara: “Hay más posibilidades de lograr la felicidad en la vida familiar cuando se basa en las enseñanzas del Señor Jesucristo”1. Enséñenles a sus hijos los principios correctos por medio de la palabra, del ejemplo y del Espíritu al compartir su testimonio con ellos.

Recuerden ser pacientes con ustedes mismos y con los integrantes de la familia. Las relaciones, por lo general, mejoran por etapas, no de la noche a la mañana. El fortalecerlas requiere dedicarles nuestro tiempo y nuestros esfuerzos. De todos modos, a medida que se esfuercen por tener una familia funcional que tenga su base sobre las enseñanzas de nuestro Padre Celestial y Jesucristo y Su evangelio restaurado, le brindarán a su familia la mejor oportunidad posible para ser más unidos y para enfrentar las dificultades con una idea más clara de lo que significan la armonía y la felicidad.

Nota

  1. “La Familia: Una proclamación para el mundo”, Liahona, oct. de 2004, pág. 67.

Enséñenles a sus hijos los principios correctos por medio de la palabra, del ejemplo y del Espíritu al compartir su testimonio con ellos.

Izquierda: ilustración fotográfica por Matthew Reier; derecha: ilustración fotográfica por Jan Friis, © Henrik Als.

Izquierda: ilustración fotográfica por Jan Friis, © Henrik Als; derecha: ilustración fotográfica por Matthew Reier.