República Dominicana

El 8 de junio de 1978, el día en que se anunció la revelación que extendía el sacerdocio a todos los miembros varones de la Iglesia sin importar su raza, Eddie y Mercedes Amparo, dominicanos que habían sido bautizados mientras vivían en los Estados Unidos, regresaron a la República Dominicana. En el aeropuerto, los Amparo se encontraron con John y Nancy Rappleye, Santos de los Últimos Días de Utah que se mudaban a Santo Domingo para trabajar. Las dos familias comenzaron a llevar a cabo reuniones semanales juntas, y en poco tiempo, Noemí y Rodolfo Bodden decidieron aceptar el bautismo. Los misioneros llegaron poco después y se organizó una rama.

La Iglesia creció rápidamente, y durante los tres años siguientes se organizaron ramas en varios vecindarios de Santo Domingo y en otras comunidades. En 1980, se organizó una misión en Santo Domingo. Alrededor de esa misma época, José Ramón Báez, Ana Rodríguez, Sara Espinosa y Mayra Bobea, los primeros misioneros de tiempo completo llamados de la República Dominicana, comenzaron su servicio en el extranjero.

Los santos dominicanos han magnificado su oficio y han trabajado con todas sus fuerzas para llevar el Evangelio a sus vecinos (véase Jacob 1:19). Hacia 1996, casi la mitad de todos los misioneros que prestaban servicio en la República Dominicana eran miembros locales, y las misiones eran las que tenían más éxito en el Área Caribe. En el año 2000 se dedicó el Templo de Santo Domingo, República Dominicana, que fue el primer templo del Caribe. Ese mismo año se abrió un centro de capacitación misional cerca de allí. En momentos de necesidad, los santos dominicanos han tendido la mano para sostener a quienes los rodean. Tras varias tormentas tropicales, los santos dominicanos han trabajado para reconstruir casas, distribuir suministros de emergencia y atender a los damnificados.