Historia de la Iglesia
Hikueru


Hikueru

Cerca del año 1900, muchos de los habitantes de Hikueru, un atolón de forma de huevo que rodea una laguna, ganaban dinero buceando para sacar perlas negras y conchas negras de mar. La población, de mil a dos mil personas, incluía a cerca de quinientos Santos de los Últimos Días y varios cientos de miembros de la Iglesia Reorganizada SUD. En ocasiones, las reuniones de ambas iglesias se veían interrumpidas por la animosidad entre los misioneros de ambas congregaciones que trataban de atraer a nuevos conversos.

El 4 de enero de 1903, un ciclón pasó por el Archipiélago Tuamotu, causando una devastación generalizada. Un poco después del mediodía, la mayor parte de Hikueru estaba inundada. Durante la noche, muchos de los isleños se treparon a los árboles cercanos y se aseguraron a sí mismos amarrando mantas y abrigos a los troncos. Pinga a Tekehu, un miembro de la Iglesia Restaurada, y su familia salieron de su casa hacia un terreno más alto donde construyeron un refugio pequeño con ramas de coco. A medida que el agua subía, el pequeño refugio de esta familia fue alcanzado por la olas; y a pesar de los esfuerzos, Tekehu perdió a seis de sus hijos en la inundación.

Heber Sheffield, un misionero Santo de los Últimos Días, y su compañero, James Allen, observaron “mamás con sus niños pequeños tratando de protegerlos del viento, la lluvia y el mar enfurecido; padres con sus hijos tironeando a través de las olas saladas a medida que estas avanzaban sobre la tierra”. Cada vez que la oleada pasaba, Sheffield y Allen ayudaban a otras personas a subir a algún lugar seguro. Finalmente, incentivado por Allen, Sheffield “reprendió a la tormenta en el nombre del Señor y oró a Dios para que cesara”. En menos de una hora, la tormenta pasó.

Cuando las aguas retrocedieron, 378 personas habían muerto y casi toda construcción y bote en la isla había sido destruido o dañado. Los sobrevivientes se encontraban en una situación calamitosa. Las cisternas, las únicas fuentes de agua dulce en la isla, fueron inundadas por el agua del mar. Se recogieron alimentos de entre los escombros durante varios días hasta que un pequeño barco, el Teiti, llevó arvejas, bananas, camotes, batatas y melones.

Los miembros de las religiones en conflicto pusieron sus diferencias a un lado para salvar vidas. Bucearon buscando pedazos de metal y recuperaron lo que pudieron encontrar en la laguna para que el misionero de la Iglesia Reorganizada, J. W. Gilbert, con la ayuda de Sheffield y Allen, pudieran construir dos condensadores para destilar agua dulce utilizando pedazos de una cama de hierro como tubería. Su ingenio les permitió producir suficiente agua dulce para darle a cada sobreviviente medio litro al día, hasta que al séptimo día llovió. Al siguiente día, el barco a vapor Excelsior llegó para proporcionar ayuda a los hambrientos sobrevivientes.