Historia de la Iglesia
Un camarero, una profecía y una puerta abierta


Un camarero, una profecía y una puerta abierta

José Santos Ortega Flores, camarero del Hotel Prado en Tegucigalpa, Honduras, se sorprendió cuando los visitantes estadounidenses a los que atendía rechazaron el café que les ofrecía. Uno de los hombres del grupo se presentó como el élder Spencer W. Kimball, Apóstol de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Kimball explicó que estaban en Tegucigalpa buscando la aprobación del Gobierno para que los misioneros hicieran proselitismo en Honduras. “Siento que vas a ser el primer élder de la Iglesia aquí en Honduras”, dijo Kimball a José.

José se mantuvo en contacto con el élder Kimball y con Gordon M. Romney, presidente de la recién creada Misión Centroamericana, quien había estado con Kimball esa tarde. Tres semanas después de su contacto inicial, Romney regresó a Tegucigalpa con un ejemplar del Libro de Mormón para José y dos misioneros para enseñarle.

José había estado buscando la verdad religiosa desde su niñez, pero nunca la había encontrado en ninguno de los diversos cultos. Lo que los misioneros le enseñaron, en cambio, sonaba verdadero en su corazón. Sin embargo, unirse a la Iglesia le supuso a José ciertos desafíos. Apenas podía mantener a su esposa y a sus hijos pequeños con el escaso salario que ganaba como camarero. La perspectiva de pagar una décima parte de ese salario como diezmo parecía desalentadora.

Durante las siguientes semanas, José se reunió con los misioneros y asistió a servicios semanales con otras personas, durante los cuales los misioneros compartían el Evangelio. Aceptó la invitación de los misioneros a ser bautizado, pero en su corazón, dudaba. Tarde una noche, pocos días antes de la fecha prevista para el bautismo, se encontró mirando el techo sobre su cama. Mientras pensaba en la mejor manera de decirle a los misioneros que no estaba listo para ser bautizado, tuvo una visión de un hombre que le hablaba, repitiendo cuatro veces: “¡No tengas miedo! ¡Bautízate!”.

Después de que la manifestación espiritual se desvaneció, quedó acostado en la cama con lágrimas de tristeza y de gozo corriendo por su rostro: tristeza porque el Espíritu no pudiera permanecer con él más tiempo y gozo por saber que había sido perdonado. ¡Estaba limpio!

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El bautismo de José Ortega

El 21 de marzo de 1953, espectadores curiosos observaron cómo José y un misionero se adentraban en un río cercano. José, junto con Alicia Castañeda, Antonieta Dávila Mendoza de Chahín y Corina Bustamante y su hija pequeña, se convirtieron en los primeros conversos de Honduras.

Los espectadores no podían haber comprendido el significado de lo que estaban presenciando. José llegó a ser el primer élder ordenado en Honduras, como el élder Kimball había predicho, y sirvió en puestos de liderazgo. Alicia Castañeda llegó a ser la primera presidenta de la Sociedad de Socorro en Honduras y sirvió fielmente a la Iglesia durante muchos años. Antonieta Dávila Mendoza de Chahín ayudó con los primeros niños de la Primaria. Los familiares de estos primeros conversos se unieron a la Iglesia y la ayudaron a crecer. Cuando esas cinco personas salieron del río ese día, se habían colocado los primeros bloques de los cimientos de la Iglesia en Honduras.